Leyendas y Curiosidades
Imagen de San Hipólito, patrón de Cocentaina (cerca de Alcoy) realizada por José Vila Rafel
José Vila Rafel (Barcelona) Imaginero que talló a San Antón
La imagen de San Antón está documentado que salío de los talleres del escultor imaginero José Vila Rafel. Éste fue un escultor catalán, que tenía su taller en Barcelona y que participó en exposiciones colectivas de arte en Cataluña. Vila Rafel realizó estas tallas en plena madurez artística, justo cuando más trabajo tenía su taller debido a la gran destrucción que hubo en la guerra civil de imágenes y demás arte religioso de iglesias y conventos. De 1940 a 1950 se repusieron 3000 imágenes en toda España, lo que suponía un trabajo frenético para los imaginenos que ampliaron plantilla dando mucho trabajo. Ya tenemos constancia de que Vila Rafel participó en una exposición de Autorretratos de Artistas Españoles en Barcelona organizada por el Círculo Artístico en 1907, exponiendo un autorretrato en escultura.
De San Cayetano se desconoce a ciencia cierta su autor, ya que no hay firma en la talla ni documentación, aunque según testimonios de los mayores, fue el mismo autor que San Antón.
Los Patronos antes y después de la Guerra Civil
Comparativa de la imagen de San Antón, de antes y después de la Guerra Civil. Según testimonios de nuestros mayores, con esta fotografía se basó Rafel para elaborar la nueva imagen, donde podemos ver similitudes, sobre todo en la postura de la cabeza, los pliegues del hábito, la postura de las manos y del marranico, etc.
Basándonos en testimonios, José Vila utilizó para San Cayetano trozos que se salvaron de la quema de santos en la plazoleta del Convento. El coste de San Antón fueron unas 3500 pesetas y San Cayetano unas 2700 pesetas de principios de los años 40 del pasado siglo.
Restauración de los Patronos en 2003
La representación de los Moros y Cristianos se realizaba el día de San Antón.
La Fiesta en los años 30 del pasado siglo
A principios de año llegaba la fiesta del Santo Patrón, organizada por una cofradía de mayordomos, que era la encargada de nombrar la comisión de fiestas. Entre sus labores estaban la de cobrar la cuota a todos los mayordomos, comprar el marrano y rifarlo en su momento. Con el dinero recaudado, sumándole los donativos que hacían los devotos, se sufragaban los gastos de la fiesta. En el día del patrón se celebraban los Moros y Cristianos, una tradición ya perdida y en la que participaba casi todo el pueblo. También se ha perdido las dianas en los domicilios de las mayordomas el 15 de enero por la noche y la procesión de los Santos por las lumbres después.
Un Hecho Curioso
El día 6 de enero del año 1974, festividad de los Reyes Magos ocurrió en Cantoria un hecho curioso e insólito. Desde tiempo inmemorial es tradición en el pueblo trasladar los Santos Patronos San Antón y San Cayetano, en procesión desde la ermita a la Iglesia, acompañados por una gran multitud de gente y por la banda de música, encargada de amenizar esta procesión.
Al no haber ese año comisión de fiestas, nadie se percató que a la imagen de San Cayetano se le habían roto los tornillos que sujetan la imagen a las andas, por lo cual era imposible trasladarlos a hombros.
Llegada la hora de la procesión la gente subió a la ermita, eso sí, sin banda de música. La sorpresa fue enorme cuando vieron que solamente podían trasladar a hombros a San Antón. Después de mucho deliberar, la mayoría acordó procesionar a San Antón a hombros, como siempre y a San Cayetano trasladarlo en un camión, y así lo hicieron.
Este percance lo relata en verso sin ánimo de ofender a nadie, y de forma jocosa de la siguiente manera:
Este día de los Reyes
ha sido muy singular,
de los dos santos patronos
uno no pudo bajar.
Son dos santos bullangueros
amigos de la jarana;
este año están muy tristes
porque no subió la banda.
Ellos preguntan extraños
la causa de este afrentón,
y entonces les informaron
de que no había comisión.
Disgustados los dos santos
se ponen a dialogar
sobre que sería mejor,
si bajar o no bajar.
San Antón que es el más viejo
y con más veteranía
está dispuesto a bajar
para no amargar el día.
Pero el otro que es más joven
y también mucho más pillo
para no poder bajar
se aflojó de los tornillos.
Triste fue la despedida,
y los dos santos pensaban,
que era poco dos tornillos
para que los separaran.
Pero en vista que el problema
es falta de comisión,
uno se queda en la ermita
y otro baja en procesión.
San Cayetano dentro de la ermita
está pasando un mal rato,
y a San Antón en la Iglesia
lo rodean los beatos.
A pesar de su bondad
y ser un santo varón,
ante tanta hipocresía
se le nubla la razón.
Al otro día van a la ermita
hombres de buen corazón,
para convencer al otro
que baje con San Antón.
Después de escuchar el Santo
les puso por condición
que él no bajaba al pueblo
si no era en camión.
Estudiaron el motivo
de tan rara petición,
y al final se lo bajaron
en el “Ebro” de Mirón.
Al entrar el Santo al pueblo
de forma tan singular,
no pudo contener la afrenta
y el pobre se echó a llorar.
Lo que hablaron los dos santos
dentro del grandioso templo
no lo olvidará la gente
aunque pase mucho tiempo.
San Antón le dice al otro:
¡San Cayetano Bendito!
-Padre de la Providencia.
Al ver cómo te traían,
¿no te has muerto de vergüenza?
San Cayetano contesta:
La vergüenza para mí ha sido
no poderte acompañar
por culpa de los tornillos.
Al llegar el diecisiete
y seguir sin comisión,
don Francisco con talento
arregló la situación.
Los santos tuvieron banda
y solemne procesión
y misa con celebrada
como es de tradición.
Regresaron a la ermita
sin bailar por el camino,
y cuando estuvieron solos
dijeron entre suspiros:
Por lo que he visto este año
yo te digo San Antón
que estas fiestas se han quedado
como el gallo de Morón.
Te digo San Cayetano
que como esto siga así,
yo no bajo más al pueblo
¿LO JURO POR MI GUARIN!
LO QUE QUEDA POR DECIR
Y COMO ESTE DE MI MANO
YA LO SABREIS EN AGOSTO
FIESTAS DE SAN CAYETANO
Este día de los Reyes
ha sido muy singular,
de los dos santos patronos
uno no pudo bajar.
Son dos santos bullangueros
amigos de la jarana;
este año están muy tristes
porque no subió la banda.
Ellos preguntan extraños
la causa de este afrentón,
y entonces les informaron
de que no había comisión.
Disgustados los dos santos
se ponen a dialogar
sobre que sería mejor,
si bajar o no bajar.
San Antón que es el más viejo
y con más veteranía
está dispuesto a bajar
para no amargar el día.
Pero el otro que es más joven
y también mucho más pillo
para no poder bajar
se aflojó de los tornillos.
Triste fue la despedida,
y los dos santos pensaban,
que era poco dos tornillos
para que los separaran.
Pero en vista que el problema
es falta de comisión,
uno se queda en la ermita
y otro baja en procesión.
San Cayetano dentro de la ermita
está pasando un mal rato,
y a San Antón en la Iglesia
lo rodean los beatos.
A pesar de su bondad
y ser un santo varón,
ante tanta hipocresía
se le nubla la razón.
Al otro día van a la ermita
hombres de buen corazón,
para convencer al otro
que baje con San Antón.
Después de escuchar el Santo
les puso por condición
que él no bajaba al pueblo
si no era en camión.
Estudiaron el motivo
de tan rara petición,
y al final se lo bajaron
en el “Ebro” de Mirón.
Al entrar el Santo al pueblo
de forma tan singular,
no pudo contener la afrenta
y el pobre se echó a llorar.
Lo que hablaron los dos santos
dentro del grandioso templo
no lo olvidará la gente
aunque pase mucho tiempo.
San Antón le dice al otro:
¡San Cayetano Bendito!
-Padre de la Providencia.
Al ver cómo te traían,
¿no te has muerto de vergüenza?
San Cayetano contesta:
La vergüenza para mí ha sido
no poderte acompañar
por culpa de los tornillos.
Al llegar el diecisiete
y seguir sin comisión,
don Francisco con talento
arregló la situación.
Los santos tuvieron banda
y solemne procesión
y misa con celebrada
como es de tradición.
Regresaron a la ermita
sin bailar por el camino,
y cuando estuvieron solos
dijeron entre suspiros:
Por lo que he visto este año
yo te digo San Antón
que estas fiestas se han quedado
como el gallo de Morón.
Te digo San Cayetano
que como esto siga así,
yo no bajo más al pueblo
¿LO JURO POR MI GUARIN!
LO QUE QUEDA POR DECIR
Y COMO ESTE DE MI MANO
YA LO SABREIS EN AGOSTO
FIESTAS DE SAN CAYETANO
Cuadrilla de José el Judas (último de la derecha con el vaso en la mano). Casto es el único que aparece fumando; Ginés Peña, el que sostiene la botella y está bebiendo del vaso.
La Otra Cara de las Carretillas. Un fatídico Accidente
Corría el año 1959 cuando la cuadrilla de José Carreño Mateos, el Judas, estaba formada por Luis López Martínez, el sobrino Martínez (sobrino del cura Juan Antonio López asesinado en la guerra civil), Casto Uribe el Pipa, Ginés Peña, Diego Reche el Marino… José Carreño, al volver del campo de recoger la oliva y entrada la noche, se dirigió a una casa de la calle San Juan que le habían dejado para hacer las carretillas. La cuadrilla tenía gran ilusión ese año porque era el primero, y José, al ser el mayor de los tres amigos, era el más experimentado y actuaba de maestro. Su intención era sustituirlos para que se fuesen a cenar. Era un día de invierno, con un viento horroroso y un frío que helaba las palabras.
Luis llegó a la casa y se encontró a Diego, Ginés y Casto. Este último estaba moliendo en la torva unos dos kilogramos de pólvora. Luis se encontró a sus amigos con la camisa “arremangadas”, pero él no se quitó la chaqueta porque todavía tenía frío. Diego, Casto y Ginés salieron de la habitación, permaneciendo solo José y Luis solos. Sin darle tiempo a Luis a moverse, sentado en el banquito bajo y sin quitarse la pelliza, repentinamente sobrevino una tremenda ráfaga de luz que concluyó en una colosal explosión. Todo sucedió en segundos. Ocurrió lo que en estas tierras alguna vez hemos oído: -“cuidado que no vaya a caer una china en el mortero al manipular la pólvora”-. Al sentarse José y comenzar a picar cogió una chinilla, pegó un chispazo y seguidamente se produjo la imponente explosión. José se tragó literalmente el fogonazo proveniente del estallido.
A estar en magas de camisa, no tuvo protección ninguna, por eso de la cintura para arriba se le iba la piel a trozos. Luis se puso las manos en la cara, lo que le evitó mayores quemaduras y, con esas mismas manos, también quemadas, arrancó la puerta de cuajo, que se había quedado encajada en el marco por la deflagración y salió a la calle como pudo a pedir ayuda. Casto y Ginés, casi en la misma puerta, se volvieron inmediatamente a ayudar a sus amigos. Juan, el Barbas, un gitano mayor del pueblo, lio a José en una manta y lo llevó rápidamente a casa de don Adolfo, el médico. La noticia del accidente, corrió “como la pólvora” y nunca mejor dicho, por todas las calles del pueblo. Los vecinos salieron prestos a intentar ayudar a los dos muchachos accidentados.
El pueblo entero se movilizó. D. Adolfo vendó a José hasta la cintura y decidió que, dada la gravedad de las heridas, lo trasladaran a Lorca. Los facultativos del hospital vieron que el vendaje de D. Adolfo era lo mejor que se le podía haber realizado y, puesto que sus heridas eran irreversibles, lo mandaron a su casa. Al conocer la noticia, sus amigos se fueron a su casa y sacaron su cama a la calle para transportarlo al interior para causarle el menor daño posible. Se avisó también al párroco del pueblo, D. Manuel San Juan. Cuando llegó, los hombres lo pasaron del coche a la cama, el sacerdote le impartió los Santos Sacramentos y allí mismo expiró, en su cama, en la puerta de su casa y entre los suyos. Paralelamente, a Luis lo curó también don Adolfo y lo mandó al hospital de Lorca. A él si lo dejaron al menos unos dos meses. Al volver a Cantoria, fue este mismo facultativo el que continúo haciéndole las curas en todo el proceso que duró años. Tenía 21 años en el momento del accidente y con 24 años aún le sangraban las manos. No pudo hacer la mili, ni trabajar en muchos años.
Refranero
Por San Antón, huevos a montón.
Por San Antón, las perdices pares son.
Por San Antón, busca la perdiz al perdigón.
Por San Antón, heladura; por San Lorenzo, calura.Por San Antón, la buena gallina pon; por la Candelaria, la buena y la mala.
San Antón, saca las viejas del rincón.
San Antón, viejo y tristón, convida a las muchachas a la oración.
San Antón, / viejo y meón, / mete las niñas / en un rincón; / San Sebastián, / mocito y galán, / saca las niñas a pasea.
De los Santos frioleros, San Sebastián el primero; detente varón, que el primero es San Antón. Hombre mira lo que dices, que primero es san Felices y, si vamos a las leyes, antes son los Reyes.
Hasta San Antón pascuas son, y si quieres mas, hasta la Virgen de la Paz.
En llegando San Antón, pocos cerdos ven el sol.