Las Luminarias de San Antón

Lumbre de San Antón en la Plaza de la Constitución

Las Lumbres de San Antón

Es cierto que el origen de las hogueras de San Antonio debe asociarse a ritos paganos como tantas otras celebraciones, y muestra todos los rasgos típicos de una celebración del solsticio de invierno: las hogueras, la bendición de bestias y ganado, y la quema de cosas viejas. Con el culto al fuego como protagonista, está cargada de simbología como auyentar a los malos espíritus, acabar con lo malo para dejar entrar lo bueno, etc.

La cristiandad fue encauzando estos ritos paganos convirtíendolos en ofrendas a algún santo, siendo en este caso a San Antón coincidiendo con su festividad (el 17 de enero se festeja su fallecimiento). De hecho, en muchas poblaciones se representa cómo los demonios intentan quemarlo sin éxito. Por otro lado, en la leyenda de San Antonio Abad leemos que fue atacado por varios demonios en forma de fieras, las cuales, a punto de derrotar al santo, son ahuyentadas por una gran luz.

Volviendo a nuestro pueblo, el día 16, víspera de San Antón y día de las carretillas, los vecinos montan sus hogueras por las calles del pueblo, que se alimentan de la leña recogida en ramblas y ríos, de enseres viejos que se desechan de las casas y ramas de la tala de árboles y plantas. Se dice que el que no aporte nada a la lumbre esa noche se quema.

La víspera por la tarde tiene lugar la misa y posterior procesión del Carretillero con San Antón acompañado de San Cayetano, donde son paseados y bailados al grito de “¡vivan los santos!”, colocados en andas y a hombros de los jóvenes carretilleros ataviados con el atuendo típico, constituido por ropa militar, botas, sombrero o casco, gafas, guantes, talín y una mecha atada a la cintura. También es tradición llevar rodeada al cuello la bufanda de San Antón.

Retrocediendo hasta principios del siglo XX, esta procesión tenía lugar en plena tirada de las carretillas. Igualmente, los patronos iban a hombros de “santeros” (personas que tenían algún tipo de promesa), los cuales llevaban el cuerpo cubierto de mantas y otras prendas, que a su vez iban impregnadas en arcilla amasada con agua al igual que las imágenes de los santos para evitar daños y quemaduras, ya que estos santeros transportaban las imágenes por medio de las hogueras. Al día siguiente, día de San Antón, éstos eran llevados por la mañana al “Pilar” (acequia bebedero de animales) donde eran lavados y aseados para la procesión de la tarde. Hacía el año 1920 cayó la imagen de uno de los santos al suelo rompiéndose por la cabeza, por lo que la Iglesia prohibió la procesión. Estas dos imágenes, junto a otras que se encontraban en la iglesia parroquial, fueron quemadas en plena Guerra Civil en la plaza del Convento.