En un pequeño y remoto pueblo, donde las montañas se alzaban como centinelas eternos, vivía Isabella, conocida por todos como La Alquimista. Desde niña, había mostrado un talento innato para la curación, aprendiendo de su madre los secretos de las hierbas y los brebajes que podían salvar vidas. Sin embargo, la llegada de una terrible plaga cambió todo. La enfermedad se extendió como el fuego, llevándose a seres queridos y dejando pueblos enteros desolados. Isabella, incapaz de salvar a aquellos que más amaba, vio cómo su madre sucumbía a la plaga, dejándola sola en un mundo enloquecido por el miedo.
Desesperada por encontrar una cura, Isabella comenzó a estudiar los antiguos manuscritos alquímicos que su madre había dejado atrás. Estos textos, escritos en lenguas olvidadas, hablaban de una cura mítica, una panacea que podría erradicar la plaga de una vez por todas. Decidida a cumplir con el legado de su madre, Isabella emprendió un viaje para descubrir la fórmula perdida. Con cada paso, se enfrentaba a la incomprensión y el miedo de aquellos que la veían como una bruja, pero su determinación nunca flaqueaba. Sabía que su misión era mucho más grande que ella misma; era una lucha por la supervivencia de todo un reino.
El viaje de Isabella la llevó a través de montañas nevadas, bosques impenetrables y ruinas de civilizaciones antiguas. En cada lugar, encontró fragmentos de la fórmula, custodiados por guardianes que probaban su conocimiento y su fuerza de voluntad. Cada desafío superado no solo la acercaba a la cura, sino que también la transformaba, haciéndola más fuerte y más sabia. Sin embargo, con cada paso también aumentaba el peligro. Isabella no solo tenía que enfrentar los elementos y las criaturas que protegían los secretos, sino también a aquellos que querían usar la plaga para sus propios fines oscuros.
Durante su viaje, Isabella se encontró con otros viajeros: algunos la ayudaron, mientras que otros intentaron desviarla de su camino. En una antigua ciudad enterrada bajo las arenas del desierto, encontró a un viejo alquimista que había renunciado a la búsqueda de la panacea, advertiéndole que el precio de la cura podría ser demasiado alto. Pero Isabella, movida por el amor por su gente y el deseo de redimir las vidas perdidas, rechazó sus advertencias. Con el tiempo, logró reunir los ingredientes necesarios y, en una noche de tormenta en la cima de una montaña, finalmente completó la fórmula. Sin embargo, al hacerlo, sintió un cambio en su interior; la fórmula no era solo un brebaje, sino un catalizador que unía su alma a la naturaleza misma.
Con la fórmula en sus manos, Isabella regresó a su pueblo, donde la plaga había alcanzado su punto álgido. Al administrarla a los enfermos, vio cómo la cura comenzaba a hacer efecto, eliminando los síntomas y restaurando la salud a aquellos que estaban al borde de la muerte. La noticia de su éxito se extendió rápidamente, y pronto fue llamada a la corte del rey, quien la nombró como la salvadora del reino. Pero mientras la celebración estallaba en todo el país, Isabella notó algo alarmante: la plaga no estaba desapareciendo, sino que estaba siendo contenida temporalmente.
En un sueño, la naturaleza le habló, revelándole el verdadero costo de la cura. La panacea que había creado no era una solución definitiva, sino un sello temporal que solo podría mantenerse con su vida. Isabella se dio cuenta de que, para detener la plaga de manera permanente, tendría que sacrificar su propia existencia, convirtiéndose en un espíritu guardián que mantendría el equilibrio entre la vida y la muerte. Sin dudarlo, aceptó su destino. En una ceremonia final, rodeada por aquellos a quienes había salvado, Isabella bebió la última gota de la panacea, desapareciendo en un resplandor de luz.
La plaga se desvaneció y el reino fue salvado, pero Isabella nunca fue olvidada. En lugar de su tumba, los aldeanos construyeron un santuario, donde generaciones futuras vinieron a rendir homenaje a la alquimista que sacrificó todo por la vida de los demás. Su espíritu, dicen, aún vaga por los bosques, protegiendo a los que sufren y ofreciendo su sabiduría a aquellos que buscan la verdad en el equilibrio de la naturaleza
Batalla 1: Mazo enemigo de 100 puntos
El General
La Bestia
(Superar esta batalla proporciona 5 puntos de experiencia extra al jugador)
Batalla 2: Mazo enemigo de 150 puntos.
Batalla 3: Dos mazos enemigos de 200 puntos cada uno
La Lonja: el jugador puede
Adquirir un nuevo dado
Adquirir una nueva carta de facción
Adquirir una mejora de carta (que dobla permanentemente su efecto)
Batalla 4: Mazo enemigo de 250 puntos.
Batalla 5: Tres mazos enemigos de 300 puntos
La Forja: El jugador puede
Gastar sus puntos de experiencia en adquirir una nueva carta (de aquellas desbloqueadas)
Aumentar sus puntos de vida máxima
Batalla 6: Mazo enemigo de 350 puntos.
Batalla 7: Mazo enemigo de 400 puntos.
Batalla 8: Mazo enemigo de 450 puntos.
Batalla 9: Mazo enemigo de 500 puntos.
La Posada
El jugador puede
Restaurar 25 puntos de vida
Desbloquear 1 nivel de cartas
Batalla 10 (Jefe Final)
Mazo enemigo 1000 puntos de vida
Modificadores: siempre comienza el rival