A medida que Giovanni se acercaba a los responsables de la masacre, comenzó a darse cuenta de las consecuencias de sus actos. Su ejército, formado por hombres y mujeres que compartían su dolor, lo seguía ciegamente, confiando en su liderazgo. Sin embargo, la línea entre la justicia y la venganza se desdibujaba con cada batalla. En su camino, dejó un rastro de destrucción que no solo afectó a sus enemigos, sino también a los inocentes. Las tierras que una vez fueron prósperas ahora yacían en ruinas, y las canciones que celebraban sus victorias empezaron a sonar a lamentos por la pérdida.

Un encuentro con un antiguo compañero de armas, ahora un hombre de fe, puso a Giovanni en conflicto consigo mismo. Su amigo le advirtió sobre el precio de la venganza, sugiriendo que al final, no quedaría nada por lo que luchar, ni nadie con quien compartir la victoria. Aunque estas palabras resonaron en su mente, Giovanni decidió seguir adelante, convencido de que su venganza era lo único que le quedaba. En su camino, llegó a una fortaleza donde encontró una pista crucial: el nombre del hombre que había ordenado la masacre de su familia. Con esta información, Giovanni se preparó para el enfrentamiento final, sabiendo que este sería el punto culminante de su vida.

El último enfrentamiento llevó a Il Condottiero a la fortaleza del señor corrupto, el hombre detrás de toda su desgracia. La batalla fue feroz, con el ejército de Giovanni enfrentándose a las fuerzas del traidor en una lucha desesperada. En el caos, Giovanni finalmente se encontró cara a cara con el hombre que había destruido su vida. Este, en lugar de luchar, intentó negociar, ofreciéndole riquezas y poder a cambio de su vida. Pero Giovanni, cegado por la ira, rechazó la oferta y, en un acto de brutalidad, acabó con él de manera definitiva.

Sin embargo, al hacerlo, Giovanni sintió un vacío abrumador. La venganza, que había sido su único propósito, ahora estaba cumplida, pero no le trajo la paz que esperaba. Mientras el sol se ponía sobre el campo de batalla, se dio cuenta de que había perdido más de lo que podía recuperar. Sus hombres, testigos de su venganza, lo miraban con una mezcla de respeto y temor, sabiendo que el hombre que habían seguido era ahora una sombra de lo que una vez fue. Giovanni, solo y sin rumbo, abandonó la fortaleza y desapareció en las sombras, dejando atrás una vida de guerra y muerte. Su nombre vivió como una advertencia sobre el precio de la venganza, recordando a todos que algunas heridas nunca sanan.