Cómo Trabajan Mejor los Estudiantes en Grupo vs. One-to-One: Una Investigación Informal en la Práctica Docente
Reflexionar sobre mi práctica docente y sobre el aprendizaje de mis estudiantes se ha convertido en una herramienta clave para mejorar tanto mi enseñanza como los resultados de los estudiantes. Al llevar a cabo mis actividades de enseñanza, me he propuesto observar, analizar y entender cómo trabajan mejor los estudiantes de mi salón en E.E. Ruta 2-3, evaluando si responden de manera más efectiva en actividades grupales o en sesiones individuales (one-to-one).
Durante mi práctica docente, trabajé con seis estudiantes, cada uno con condiciones y necesidades particulares. Aunque todos poseen sus cinco sentidos, hay una excepción: una estudiante con ceguera total. En general, ninguno de mis estudiantes sabe leer ni escribir por completo, aunque sí pueden transcribir con apoyo, y logran completar tareas cuando se les dan instrucciones claras y un poco de ayuda. Mis observaciones y análisis me han permitido descubrir que la dinámica grupal es especialmente beneficiosa para algunos estudiantes, mientras que otros, en cambio, requieren la atención y el ritmo individual que se obtiene en un contexto one-to-one.
Considero que este tipo de investigación es valioso porque me permite adaptar mi enseñanza a las necesidades de cada estudiante. En un grupo tan pequeño, he podido observar de cerca cómo ciertos estudiantes responden mejor en un entorno colaborativo, mientras que otros, en especial aquellos con problemas de atención o de conducta, se benefician más del trabajo individual. Esta exploración me ayuda a mejorar mi enseñanza al identificar y aplicar estrategias que mejoran el rendimiento y el interés de cada estudiante, promoviendo un ambiente de aprendizaje inclusivo y equitativo.
Con el tiempo, noté que la estudiante ciega muestra mayor interés y dominio del contenido cuando participa en actividades grupales. Gracias a la asistencia tecnológica y a las técnicas específicas de aprendizaje que emplea, esta estudiante se convierte en una participante activa en el entorno colaborativo, comprendiendo y aplicando el tema de la clase de manera sólida. En cambio, otros estudiantes, que poseen sus cinco sentidos y son un poco más independientes, presentan desafíos en el contexto grupal. Por ejemplo, el estudiante con problemas de salud y conducta logra avanzar con menos ayuda en tareas individuales, pero en un ambiente grupal se distrae y es más reticente a participar.
El trabajo one-to-one, en este caso, ha demostrado ser más efectivo para él, ya que se muestra receptivo y logra completar las actividades cuando le dedico una atención más individualizada y me adapto a su ritmo. Descubrí que ofrecerle descansos y seguir su tiempo de trabajo mejora su disposición para completar las tareas, incluso cuando domina el tema.
La literatura sobre prácticas en educación especial confirma muchas de mis observaciones en esta investigación informal. Hammar y Jansson (2018) encontraron que el aprendizaje colaborativo puede ser muy beneficioso para estudiantes con discapacidades sensoriales, quienes desarrollan habilidades de comunicación e interacción social gracias a las dinámicas de grupo. Estos hallazgos coinciden con la respuesta positiva de mi estudiante ciega, quien, con el apoyo de tecnologías de asistencia, se beneficia enormemente del aprendizaje en grupo.
Por otro lado, estudios como los de Webb y Palinscar (2020) sugieren que los estudiantes con problemas de conducta y atención pueden requerir un enfoque individual para aumentar su concentración y facilitar la finalización de tareas. Este es el caso del estudiante con desafíos conductuales, que responde de manera positiva al trabajo one-to-one. Además, McLeskey y Waldron (2019) sostienen que una combinación de enfoques, alternando entre trabajo grupal e individual, resulta ideal para maximizar el aprendizaje en estudiantes con necesidades diversas. La clave está en identificar los momentos y las estrategias adecuadas para cada estudiante, algo que intento aplicar en mi práctica.
Durante esta investigación, he enfrentado algunos desafíos, como encontrar un equilibrio entre la intervención y la autonomía de cada estudiante. Mantener un entorno inclusivo y estructurado en el que cada estudiante pueda progresar a su propio ritmo ha sido esencial pero no siempre sencillo. Además, he tenido que asegurarme de que mis observaciones y adaptaciones no comprometan el respeto hacia cada estudiante, protegiendo su privacidad y creando un ambiente de apoyo y respeto.
Esta práctica de "Investigar al Enseñar" me ha brindado una oportunidad invaluable para observar en profundidad cómo mis estudiantes responden a distintas dinámicas de aprendizaje. A través de esta investigación informal, he aprendido que adaptar el entorno de aprendizaje según las necesidades individuales puede marcar una gran diferencia en la participación y el rendimiento de los estudiantes, especialmente en educación especial. Concluyo que la efectividad del aprendizaje en grupo o one-to-one depende en gran medida de las características de cada estudiante, y que la enseñanza reflexiva e investigativa permite ajustar las metodologías para atender esas características de manera más precisa.