Creación de ambiente de aprendizaje
El(la) estudiante maestro(a) utiliza su conocimiento del comportamiento individual y grupal para crear ambientes en la sala de clase que promuevan la interacción social positiva y la participación activa de todos(as) los(as) estudiantes en el aprendizaje.
Trabajando juntos
Durante mi práctica docente como estudiante maestra de educación especial, he comprendido que enseñar va mucho más allá de transmitir conocimientos. Implica crear un espacio donde los estudiantes se sientan emocionalmente seguros, motivados y con las herramientas necesarias para participar activa y respetuosamente del proceso educativo. En este escrito reflexiono sobre cómo desarrollé esta competencia a través de una actividad específica planificada para el lunes 24 de marzo, cuyo enfoque fue la enseñanza de las reglas de acentuación, particularmente las palabras llanas, en un grupo de estudiantes de 5to grado de educación especial.
Para evidenciar esta competencia, seleccioné un plan de clases semanal que diseñé y ejecuté cuidadosamente. Me centraré especialmente en el lunes, ya que ese día estructuré una clase que promovía la interacción social positiva mediante el trabajo colaborativo, el respeto por las diferencias individuales y la participación activa de todos los estudiantes. Como parte de mi planificación, inicié la clase con la lectura del cuento Agente Ricitos por El Hematocrítico, una historia divertida con elementos de misterio que no solo sirvió como gancho para captar la atención de los estudiantes, sino que también permitió iniciar un espacio de diálogo, predicción e inferencia, fomentando así el pensamiento crítico y la participación grupal desde los primeros minutos.
Durante el desarrollo, propuse una actividad de aprendizaje activo donde los estudiantes se transformaron en "detectives lingüísticos", y trabajaron en pequeños grupos con sobres secretos que contenían palabras variadas. Su misión era identificar cuáles de esas palabras eran llanas, y anotar sus hallazgos en un "librito de pistas", una estrategia que promovió tanto el aprendizaje como el entusiasmo por resolver el "caso del acento misterioso". Lo significativo de esta dinámica no fue solo el contenido lingüístico, sino la manera en que se estructuró para promover la cooperación, el diálogo y la construcción colectiva del conocimiento.
Esta actividad no fue diseñada al azar. Conocía previamente las fortalezas y necesidades individuales de mis estudiantes, por lo que organicé los grupos de trabajo intencionadamente. El grupo amarillo, conformado por estudiantes que requieren más apoyo en lectura, trabajó con palabras que incluían sonidos ya conocidos (s, m, p, t, r), lo que les permitió participar con mayor autonomía. Aun así, estuve cercana para apoyarlos cuando lo necesitaran. Por otro lado, el grupo azul, compuesto por estudiantes con mayor fluidez, trabajó de manera más independiente, y solo me acercaba cuando surgía alguna duda. Esta diferenciación respetuosa y estratégica es muestra clara de cómo utilicé mi conocimiento del comportamiento individual y grupal para diseñar un ambiente de aprendizaje inclusivo y equitativo.
Uno de los aprendizajes más valiosos de esta experiencia fue observar cómo, cuando los estudiantes sienten que tienen un rol y que sus aportaciones son valoradas, se motivan más. El caso de Elix es particularmente revelador: es un estudiante que suele desmotivarse con facilidad, pero ese día se mostró entusiasmado por participar, pidió ayuda cuando no entendía algo y hasta expresó interés en leer. Esto me confirmó la importancia de crear espacios donde el error no sea penalizado, sino que se vea como parte natural del proceso de aprender. Al mismo tiempo, fue evidente que cuando las actividades están diseñadas con un propósito social, los estudiantes colaboran más y se sienten parte de una comunidad de aprendizaje.
Este trabajo está directamente relacionado con la Competencia #5 porque refleja cómo utilicé mi conocimiento sobre las dinámicas grupales, la conducta individual y la heterogeneidad del grupo para diseñar una clase que promueva la interacción social positiva. La estructura de la actividad, el lenguaje utilizado, los materiales seleccionados y la disposición del salón fueron cuidadosamente pensados para maximizar la participación y el respeto entre compañeros. Además, el hecho de que se fomentaran roles activos y tareas compartidas permitió que todos los estudiantes, sin importar su nivel académico, encontraran una forma de aportar al grupo.
Haber pasado por esta experiencia ha sido transformador. Me ha permitido ver de primera mano cómo una planificación pedagógica sensible a las realidades del estudiante no solo mejora el aprendizaje, sino también la convivencia escolar. Para mí, como futura maestra, esta clase no fue solo una lección de gramática, fue una lección sobre cómo enseñar con el corazón. Confirmé que cuando creamos ambientes seguros, dinámicos y respetuosos, el aprendizaje fluye con mayor profundidad y los estudiantes se sienten protagonistas de su proceso.
De cara al futuro, hay varios aspectos que deseo mejorar. Si repitiera esta experiencia, integraría más momentos de retroalimentación entre pares, donde los grupos pudieran intercambiar pistas y validar sus respuestas mutuamente. Esto fomentaría aún más el pensamiento crítico, la comunicación asertiva y el trabajo colaborativo. También me gustaría incorporar una rúbrica visual para autoevaluación, de modo que los estudiantes puedan reflexionar sobre su propio trabajo y participación, lo cual fortalecería su autorregulación.
En resumen, esta experiencia me reafirma que la enseñanza no es un acto aislado ni rígido, sino una práctica viva que debe adaptarse constantemente a las características y necesidades de nuestros estudiantes. Promover ambientes de aprendizaje positivos y colaborativos es una tarea esencial en la formación de cualquier educador. Gracias a esta clase, no solo fortalecí mis destrezas docentes, sino también mi compromiso con una enseñanza inclusiva, empática y transformadora.
Justificación
La actividad extracurricular titulada "Taller Verde: Cultivando Conciencia Ambiental", está profundamente relacionada con la competencia cinco del programa de formación docente, la cual se centra en la creación de ambientes de aprendizaje que fomenten la interacción social positiva y la participación activa de los estudiantes. Este principio es fundamental, ya que implica que los futuros docentes deben conocer tanto el comportamiento individual como grupal para diseñar espacios educativos donde todos los estudiantes se sientan incluidos, valorados y motivados a participar.
La actividad fue diseñada no solo para enseñar a los estudiantes sobre la importancia de las plantas, sino también como una estrategia oculta para mejorar la dinámica grupal y fomentar la colaboración entre compañeros. Los estudiantes de la clase en la que trabajé presentaban una variedad de comportamientos desafiantes, incluyendo conductas oposicionales y síntomas de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Además, había tensiones constantes entre ellos, lo que dificultaba la creación de un ambiente de aprendizaje armonioso. Ante esta situación, en lugar de abordar directamente los problemas de comportamiento con una charla, como se había hecho en varias ocasiones sin éxito, decidí integrar un enfoque indirecto que fomentara el trabajo en equipo sin que los estudiantes se sintieran presionados.
Para lograr este objetivo, diseñé la actividad de manera que los estudiantes pudieran interactuar de forma natural mientras aprendían sobre el proceso de plantación. Preparé el aula con música relajante y organicé los asientos en torno a una mesa donde todos pudieran ver y participar. Durante la primera parte de la actividad, utilicé preguntas interactivas para promover la participación de todos los estudiantes, asegurándome de que cada uno respetara el turno de sus compañeros para hablar. Luego, introduje la actividad práctica de plantar, estableciendo expectativas claras, acompañadas de guías visuales para facilitar la comprensión de los estudiantes. Entre las expectativas se incluía el trabajo en equipo, el respeto mutuo, la limpieza del área de trabajo y la cooperación en las tareas asignadas.
Uno de los elementos clave fue el uso de guías visuales para cada etapa del proceso, ya que muchos de los estudiantes tenían dificultades con la lectura. Estas guías ayudaron a estructurar la actividad de manera que los estudiantes se sintieran seguros y sabían qué hacer en cada momento, lo cual redujo la posibilidad de conflictos. Además, dividí a los estudiantes en dos grupos para minimizar las peleas y fomentar la colaboración. Al darles roles específicos dentro de la actividad, cada estudiante tuvo la oportunidad de sentirse importante y parte del proceso, lo que redujo significativamente las conductas disruptivas.
Lo más significativo fue observar cómo, a lo largo de la actividad, los estudiantes comenzaron a trabajar juntos de manera armoniosa. Se ayudaban mutuamente a seguir los pasos de la plantación, compartían los materiales y cumplían con las expectativas establecidas. Incluso aquellos que solían tener dificultades para seguir instrucciones se mostraron comprometidos, reconociendo los pasos y adelantándose a cumplirlos. Al final de la actividad, los estudiantes no solo habían completado con éxito la plantación, sino que también cooperaron en la limpieza del aula, lo que mostró una mejora notable en la interacción grupal.
Reflexión
Esta experiencia me enseñó que, como maestros, somos responsables de crear ambientes que no solo promuevan el aprendizaje académico, sino también el crecimiento social y emocional de nuestros estudiantes. El comportamiento de los estudiantes no debe verse como un problema insuperable, sino como una oportunidad para probar diferentes estrategias de manejo de grupo hasta encontrar las que mejor funcionen. A través de este taller, aprendí que al diseñar actividades que capten el interés de los estudiantes y al proporcionar estructuras claras y guías visuales, es posible fomentar la colaboración y el respeto mutuo en un grupo con desafíos conductuales. Así, la competencia cinco se materializa no solo en la planificación de una lección, sino también en la capacidad del maestro para gestionar y transformar dinámicas de grupo complejas en experiencias de aprendizaje positivo.
La experiencia de llevar a cabo la actividad extracurricular titulada "Taller Verde: Cultivando Conciencia Ambiental" guarda un profundo significado para mí, ya que no solo fue un requisito académico, sino también una oportunidad para impactar positivamente la vida de los estudiantes con los que trabajé. La satisfacción de observar su participación activa y el disfrute durante la actividad confirmó que las metas que me había propuesto se estaban alcanzando. Mi principal objetivo era captar su atención y asegurarme de que la actividad fuera atractiva para ellos, lo que se logró con éxito. Además, las herramientas y estrategias de control de grupo que utilicé funcionaron de manera efectiva, lo que me permitió manejar el grupo con fluidez y mantener el enfoque de los estudiantes.
Uno de los aprendizajes más significativos de esta experiencia fue comprender la importancia de fomentar un ambiente de armonía entre los estudiantes. Durante la actividad, me di cuenta de que un buen clima de convivencia en el aula no solo favorece el aprendizaje, sino que también facilita que los estudiantes se apoyen mutuamente. Este apoyo mutuo refuerza el sentido de comunidad y crea un espacio donde todos pueden prosperar. Para mí, esto representa un aspecto crucial de la enseñanza que llevaré conmigo a lo largo de mi carrera.
En cuanto a las implicaciones de esta experiencia para mi desarrollo como futura maestra, puedo afirmar que me proporcionó herramientas valiosas para enfrentar los retos de gestionar el comportamiento y la participación en grupo. Ahora, me siento más preparada para manejar distintos tipos de dinámicas grupales y, lo más importante, sé que debo adaptar mis estrategias a las necesidades específicas de mis estudiantes. Cada grupo es diferente, y esta experiencia me enseñó la importancia de ser flexible y utilizar una variedad de recursos pedagógicos que respondan a los intereses y capacidades de mis futuros estudiantes.
Si bien me siento satisfecha con el desarrollo de la actividad, tras reflexionar sobre la experiencia, creo que realizaría un ajuste importante: cambiaría el día en que se llevó a cabo la actividad. Al impartirla un viernes, muchos estudiantes no asistieron, lo que redujo la participación a la mitad del grupo. En una futura ocasión, programaría la actividad en un día de la semana con mayor asistencia, para asegurarme de que todos los estudiantes puedan beneficiarse de la experiencia. De los 12 estudiantes previstos, solo seis pudieron participar, lo cual me dejó una sensación de que el impacto de la actividad pudo haber sido mayor si todos hubieran estado presentes.
En conclusión, esta experiencia no solo me ayudó a cumplir con mis objetivos académicos, sino que también me proporcionó un valioso aprendizaje sobre la gestión de grupos y la importancia de un ambiente colaborativo en el aula. Me siento satisfecha con el trabajo realizado, y considero que esta actividad será una referencia clave en mi futura práctica docente.
Tengo permiso para mostrar las caras de los estudiantes.
Itinerario
Instrucciones visuales
Plan de la actividad extracurricular
Describiendo y contextualizando
El trabajo que presento como evidencia es una actividad de inicio realizada en colaboración con mis compañeras Claudia Carrero y Gabriela Del Torro. Esta actividad tenía como objetivo principal crear un espacio seguro y de confianza para que nuestras compañeras pudieran compartir abiertamente sus experiencias y sentimientos relacionados con el ámbito educativo. La dinámica comenzó acomodando las sillas en un círculo, creando así un ambiente de cercanía y apertura. Luego, les pedimos a nuestras compañeras que cerraran los ojos mientras les realizábamos preguntas que exploraban sus inseguridades y temores en la escuela. Estas preguntas giran en torno a experiencias comunes de inseguridad y dudas en el ámbito educativo. A menudo, los estudiantes pueden sentir miedo de participar o hacer preguntas por temor a equivocarse o ser juzgados por sus compañeros o profesores. Esta ansiedad puede manifestarse también en sentirse menos inteligente o competente que los demás, especialmente cuando se enfrentan a dificultades para comprender un tema o realizar un trabajo. Además, la desmotivación puede surgir tanto por la falta de interés en el contenido como por sentirse menospreciado o subestimado por parte de los profesores.
Durante este proceso, las participantes debían levantar la mano cuando se sintieran identificadas con alguna premisa o situación planteada, sin sentirse juzgadas por las respuestas de las demás, dado que mantenían los ojos cerrados. Esta dinámica permitió que cada una pudiera expresar sus preocupaciones de manera libre y sin restricciones. Una vez que todas habían participado, se les animó a abrir los ojos manteniendo la mano alzada. Esto les permitió darse cuenta de que no estaban solas en sus sentimientos y que muchas compartían las mismas inquietudes. Fue un momento poderoso de conexión y empatía que tuvimos como grupo. Posteriormente, se facilitó un espacio para que cada una compartiera sus reflexiones y escribiera en un cartel mensajes, promesas o estrategias para ayudar a futuros estudiantes a enfrentar esas situaciones. Se generó así un diálogo enriquecedor sobre las acciones concretas que podrían tomar para mejorar el ambiente educativo y apoyar a los estudiantes en su desarrollo académico y emocional. Al finalizar la actividad, cada participante escribió una promesa personal en una tarjeta para cuando sean maestras, comprometiéndose a aplicar lo aprendido y a crear entornos inclusivos y enriquecedores para sus futuros estudiantes. Esta actividad se llevó a cabo como parte de los requisitos de la clase de prepráctica uno durante el primer semestre 2023-2024, dirigida por la profesora Ileana Quintero Rivera. Cada mañana, un grupo distinto tenía la tarea de realizar una dinámica de inicio, y el 3 de octubre de 2023 le tocó a nuestro grupo llevar a cabo esta experiencia.
Justificación
Esta evidencia ilustra cómo abordé la competencia cinco, que enfatiza el uso de estrategias de motivación tanto individual como grupal para cultivar un entorno educativo propicio para el aprendizaje activo, la interacción social positiva y la participación de todos los estudiantes en el proceso de aprendizaje. Inicialmente, diseñé una actividad introductoria que facilitó la creación de un espacio seguro donde mis compañeras de clase se sintieron cómodas compartiendo sus experiencias y emociones sin temor a ser juzgadas. Al solicitarles que cerraran los ojos mientras respondían preguntas sensibles, se les proporcionó una sensación de privacidad y seguridad, lo que fomentó que se expresaran abiertamente y se sintieran escuchadas. Esta técnica contribuyó significativamente a construir la confianza entre nosotras, un aspecto fundamental para promover una interacción social positiva y el apoyo mutuo en nuestra clase. Asimismo, la actividad incentivó tanto la motivación grupal como la individual de mis compañeras al escribir mensajes positivos en un cartel. Además, cada una tuvo la oportunidad de redactar una promesa relacionada con su futuro como maestras, lo que generó una conexión personal y significativa con la actividad y las reflexiones compartidas. La parte de la actividad donde se elaboraron mensajes, promesas o estrategias para ayudar a futuros estudiantes a enfrentar desafíos similares fortaleció la noción de autogestión y responsabilidad en el proceso de aprendizaje. Además, al alentar a mis compañeras a levantar la mano en respuesta a la pregunta con la que se sintieran más identificadas, se reconoció la diversidad de experiencias y emociones en la clase, promoviendo así la inclusión y el respeto por las diferencias individuales. Esta práctica también fomentó la participación activa de todos los estudiantes y les brindó la oportunidad de sentirse validados en sus sentimientos.
Al reflexionar sobre cómo mejorar el ambiente educativo, mis compañeras se convirtieron en agentes activos de cambio y aprendizaje, lo que estimuló la motivación individual y el sentido de pertenencia en la comunidad escolar. También se propició el aprendizaje de nuevas estrategias para abordar situaciones donde los estudiantes puedan experimentar desmotivación o baja autoestima debido a dificultades de comprensión en determinadas materias. Seleccioné este trabajo como evidencia porque consideré que se alineaba perfectamente con la competencia cinco ya que durante la actividad que llevé a cabo junto a mis compañeras, pude observar cómo ella y yo nos relacionábamos con las mismas preguntas, muchas de las cuales evocaban recuerdos dolorosos o experiencias desafiantes en nuestra trayectoria educativa. Fue un momento en el que todas nos sentimos vulnerables, pero también conectadas al compartir nuestras historias y emociones. Este proceso nos permitió comprender que no estábamos solas en nuestras experiencias y que, al contrario, éramos capaces de brindarnos apoyo mutuo en un ambiente de confianza y respeto. Posteriormente, trabajamos juntas para reflexionar sobre nuestras respuestas y convertirlas en soluciones concretas para evitar que los mismos problemas que enfrentamos se repitan en el futuro. Nos comprometimos a crear un ambiente escolar donde nuestros futuros estudiantes se sientan seguros para hacer preguntas y expresar sus inquietudes, sin temor a ser juzgados o menospreciados. Para mí, el aprendizaje más significativo de esta actividad fue comprender que las dificultades académicas y emocionales son universales, y que incluso aquellos que aparentemente tienen éxito pueden enfrentar sus propias luchas internas. Al ver cómo mis compañeras compartían las mismas inseguridades que yo, a pesar de sus apariencias externas, me di cuenta de la importancia de cultivar empatía y comprensión hacia los demás, así como hacia mí misma.
Reflexión final
Esta experiencia ha dejado una marca inolvidable en mi corazón, ya que nunca había tenido la oportunidad de sumergirme en una experiencia tan emocionalmente profunda durante mi tiempo en la universidad, y mucho menos en mis años en la escuela. Esta actividad no solo me brindó un espacio para conectarme más profundamente con mis compañeras de prepráctica, sino que también me permitió sentir un apoyo genuino por parte de ellas. Por primera vez, dejé de sentirme aislada y sola, y en su lugar, experimenté una sensación de pertenencia y compañerismo dentro de nuestro grupo. El hecho de haber compartido nuestras experiencias y emociones más íntimas durante esta actividad me ha hecho sentir aún más unida a mis compañeras. Nos dimos cuenta de que nuestras luchas y desafíos eran compartidas, y juntas encontramos consuelo y fuerza para seguir adelante. Esta experiencia fortaleció nuestra conexión como grupo y también nos hizo más sensibles hacia las situaciones y emociones de los demás.
En cuanto a las implicaciones para mi desarrollo como futura maestro y para mis futuros estudiantes, creo firmemente que actividades como esta son esenciales para crear un ambiente de aprendizaje saludable y enriquecedor. La conexión emocional y el apoyo mutuo que experimentamos durante esta actividad son elementos fundamentales para cultivar un ambiente de confianza y respeto en el aula. Cuando los estudiantes se sienten escuchados, vistos y valorados, están más motivados para participar activamente en su aprendizaje y para contribuir positivamente al ambiente escolar. Además, esta experiencia me ha enseñado la importancia de cultivar la empatía y la comprensión hacia los demás, tanto dentro como fuera del aula. Como futuro maestro, tengo la responsabilidad de crear un espacio donde los estudiantes se sientan seguros para expresar sus emociones y compartir sus experiencias, sabiendo que serán escuchados y apoyados. Esta actividad me ha proporcionado una valiosa lección sobre la importancia de crear comunidades educativas inclusivas y solidarias. Al reflexionar sobre esta experiencia, me doy cuenta de que no cambiaría nada de la actividad en sí. Fue planificada y ejecutada de manera efectiva, y los resultados fueron más allá de nuestras expectativas. Sin embargo, en el futuro, consideraría la posibilidad de incorporar actividades similares de manera más regular en mi práctica docente, ya que creo que son fundamentales para fomentar un ambiente de aprendizaje emocionalmente seguro y enriquecedor.
En esta imagen me encuentro yo. Estoy marcada por una flecha verde.