La experiencia en el seminario FAED 4003 me ha permitido comprender que enseñar no es únicamente transmitir conocimientos, sino también investigar de manera constante lo que ocurre en el aula. Investigar la enseñanza y el aprendizaje se convierte en una necesidad porque cada grupo de estudiantes es distinto, con intereses, ritmos y estilos de aprendizaje particulares. Al observar y analizar cómo los niños responden a las actividades, cómo interactúan entre ellos y cómo se relacionan con los materiales, puedo obtener información valiosa que me ayuda a mejorar mi práctica docente. Investigar mientras enseño me permite reconocer que la educación es un proceso dinámico, en el que tanto los estudiantes como el docente aprenden y se transforman. Además, esta investigación informal me ayuda a reflexionar sobre mis propias estrategias, a identificar cuáles generan mayor motivación y cuáles requieren ajustes para lograr un aprendizaje más significativo. También sustenta mis decisiones pedagógicas con evidencia, evitando que se basen únicamente en intuiciones o hábitos, y me permite atender la equidad educativa al identificar brechas de participación y diseñar apoyos diferenciados.
Durante la práctica, he identificado diversos asuntos que pueden ser objeto de investigación informal. Por ejemplo, resulta interesante observar cómo los niños responden a las actividades de juego simbólico y cómo estas favorecen el desarrollo del lenguaje y la creatividad. También he notado que algunos estudiantes presentan dificultades al trabajar en equipo, lo que abre la posibilidad de investigar cómo fomentar la cooperación y el respeto mutuo en el aula. Otro aspecto relevante es el impacto de las rutinas diarias en la atención y motivación de los niños, ya que algunos se muestran más receptivos en ciertos momentos del día. Asimismo, las diferencias individuales en cuanto a intereses y ritmos de aprendizaje me invitan a reflexionar sobre cómo adaptar las actividades para que todos los estudiantes puedan participar y sentirse incluidos. La investigación se justifica porque facilita la mejora continua, favorece una rendición de cuentas formativa y permite verificar si las experiencias diseñadas realmente promueven las competencias esperadas en el currículo.
Para llevar a cabo investigaciones informales en el aula, considero útiles varias estrategias. Mi proceso sigue pasos claros: primero, defino el problema a partir de evidencias del aula (por ejemplo, baja cooperación en actividades grupales) porque acotar el foco evita interpretaciones dispersas. Segundo, formulo preguntas orientadoras (¿en qué momentos y con qué materiales se reduce la cooperación?) para guiar la observación. Tercero, selecciono métodos simples y viables, así como listas de cotejo, record anecdóticos y fotografías de producciones, porque equilibran enseñar y documentar. Cuarto, analizo patrones (frecuencia, momentos del día, agrupaciones) para distinguir causas probables de casos aislados. Quinto, decido acciones de mejora (cambios en la rutina, materiales, consignas) y las implemento en pequeño. Sexto, evalúo el efecto y retroalimento el ciclo, cerrando con conclusiones y próximos pasos. Esta secuencia me permite transformar información en decisiones concretas. Entre las dificultades del proceso se encuentran la falta de tiempo para documentar todo lo observado, la subjetividad al interpretar las conductas y la necesidad de mantener un equilibrio entre enseñar y observar. También pueden surgir sesgos de confirmación, la reactividad de los niños al sentirse observados y la validez limitada de datos tomados en momentos aislados. Para mitigarlos, triangulo fuentes, observo en distintos momentos de la rutina y reviso mis interpretaciones con evidencias concretas.
En todo proceso de investigación, incluso cuando es informal, es fundamental considerar la ética. En el contexto educativo, esto implica respetar la dignidad y privacidad de los estudiantes. No se deben divulgar datos personales ni utilizar nombres reales en los registros, y la información obtenida debe emplearse únicamente con fines educativos. También es importante reconocer la diversidad cultural y familiar de los niños, evitando prejuicios o juicios de valor que puedan afectar su desarrollo. Además, aseguro el consentimiento institucional y familiar para la documentación de aula, explicando el propósito formativo y el manejo seguro de la información. Practico la minimización de datos: recojo solo lo necesario, lo comunicó solo a quien sea necesario y almaceno de forma protegida. Evito comparaciones públicas entre niños y enfoco el análisis en procesos, no en etiquetar desempeños. Toda decisión derivada de la investigación debe beneficiar al grupo y nunca estigmatizar.
Finalmente, la discusión y presentación de las investigaciones informales realizadas por los estudiantes del seminario es un espacio de gran valor. Compartir nuestras experiencias permite contrastar diferentes perspectivas, identificar patrones comunes y generar nuevas ideas para enriquecer la práctica docente. En mi caso, he realizado pequeñas investigaciones que me han permitido aprender mucho. Una de ellas fue sobre la cooperación en actividades de construcción: observé tres sesiones con distintos materiales y consignas, y descubrí que los roles asignados favorecían la ayuda mutua. Otra investigación fue sobre la atención durante la rutina de asamblea: registré la participación en distintos momentos del día y comprobé que la atención era mayor al inicio y al cierre, lo que me llevó a reorganizar las actividades. También investigué el lenguaje en el juego simbólico: comparé rincones con y sin apoyos visuales y noté que los materiales temáticos ampliaban el vocabulario y la complejidad de las narraciones. Estos estudios, aunque informales, me dieron información concreta para ajustar mi práctica y mejorar la experiencia de aprendizaje de los niños.
El seminario FAED 4003 me ha permitido reconocer que enseñar es también investigar. Cada interacción con los estudiantes es una oportunidad para aprender sobre ellos y sobre mí misma como docente. La práctica reflexiva se convierte en un puente entre la teoría y la realidad del aula, ayudándome a crecer profesionalmente y a ofrecer una educación más consciente, ética y transformadora. Investigar al enseñar me invita a ser una educadora que observa, analiza y se cuestiona, siempre con el propósito de brindar a los niños experiencias de aprendizaje significativas que contribuyan a su desarrollo integral.