Hice esta selección a petición de la poetisa argentina Ketty Alejandrina Lis en el año 2007 para su página en internet (desaparecida) Ahora la publicamos en Mascaluna con la idea de irla ampliando con nuevos autores (o conocidos que no tuve el tacto de seleccionar en su momento). Sobra decir que esta página está abierta a cualquier poeta antioqueño.
César Herrera Palacio
Hace algunos años, al declinar una tarde de agosto, caminaba por la calle Girardot, de Medellín, buscando una librería para entregarle a un amigo un ejemplar de la revista que editamos en esta ciudad, cuando de repente un indigente me salió al paso, me miró con ojos crepusculares y me llamó por mi nombre. Mi primera reacción fue una mezcla de miedo y asombro. Después lo reconocí. Era un hombre que en un tiempo se vistió de gabán para los recitales; me dijo que dormía en las calles y que tenía hambre. No quise preguntarle nada ni darle dinero, entonces me arrebató cuatro o cinco revistas Mascaluna. Ojalá le hayan servido para calmar el hambre. En Medellín, te puedes topar con un profesor, con un chofer de bus, con un ratón de biblioteca que ha perdido a su mujer y a su hijo porque no le place trabajar; con un hombre que ha sido operado de corazón abierto para extraerle una cometa de la infancia; te puedes topar con un matemático que todo lo habla en retruécanos o con una mujer que ha estado montada en las tablas durante más de veinte años haciendo reír a la gente y todos tienen en común que son poetas y que han publicado por lo menos un libro de su propio bolsillo. Sus profesiones son tan variadas como empleos hay en el mundo. Y son poetas.
Algunos se reúnen en los bares del Parque del Periodista al amainar el sol y muchos de ellos se conocieron en el taller literario que dirigió el maestro Manuel Mejía Vallejo en la Biblioteca Pública Piloto por más de quince años. Otros más se han radicado en diferentes ciudades del país.
En esta variada muestra de la poesía de Medellín (poetas vivos) encontramos voces reconocidas a nivel internacional como las de Juan Manuel Roca, Rogelio Echavarría, X-504 y Piedad Bonnett; y nombres como el de Víctor Gaviria, más conocido por sus películas con actores naturales sobre la Medellín tormentosa de los años del narcotráfico y como el de Cristina Toro, famosa humorista del Águila Descalza del viejo barrio Prado.
Hallamos a Helí Ramírez, un poeta que ha contado la historia de Medellín de los años sesenta y setenta y lo ha hecho con el tono de la gente pobre del barrio Castilla que se convirtió en el símbolo literario de todos los barrios populares de la ciudad. En sus poemas, transgrede normas gramaticales y se oyen las voces del obrero raso, del vendedor ambulante, de los rebuscadores de las esquinas, de los camajanes del viejo barrio Guayaquil y de los presidiarios. Su lenguaje es coloquial y se puede decir que Helí Ramírez es el iniciador de la literatura del Parlache[1] (palabra asignada al lenguaje coloquial y cifrado del mundo del hampa de Medellín de la década de los ochenta) en una asombrosa epopeya de los héroes incógnitos, los que definen la identidad de las ciudades latinoamericanas.
En esta selección también hay voces reposadas, depuradas y no por conversacionales menos sabias como las de Rubén Darío Lotero, Elkin Restrepo, Orlando Gallo Isaza, Gloria Posada e Inés Posada (a esto obedece lo de re-posadas). Llama la atención el tono juguetón de León Gil y el sarcástico de David Jiménez; los filosóficos de Lucía Estrada y René Jaramillo Valdés.
Uno de nuestros poetas más insignes dirige en la actualidad el taller de poesía en la Biblioteca Piloto, un poeta poderoso, único poeta del movimiento nadaísta de Gonzalo Arango (años 60, del siglo XX), voz de la negrería y del más lacerante humor, Jaime Jaramillo Escobar, conocido en sus inicios de nadaísta como X-504.
En Medellín no tenemos críticos literarios ni antologistas de oficio y, por lo tanto, no hay un canon. Tampoco hay una asociación de escritores como en Cuba o la Argentina y por esta razón es difícil saber si estos son todos los poetas de Medellín que todavía viven. Al escoger poetas con este criterio específico (y sin una verificación exhaustiva) se corre el riego de que alguno ya haya muerto y se las esté tirando de vivo. De todos modos, nadie se preocupa por esas banalidades, un poeta debe ser poeta, vivo o muerto, si está muerto, mejor, aunque ahora leeremos una pequeña muestra de los otros.
[1] CASTAÑEDA, Luz Stella y HENAO, José Ignacio. El Parlache. Medellín. Universidad de Antioquia, 2001.
Autores
Cristina Toro
Gustavo Adolfo Garcés
Lucía Estrada
Víctor Gaviria
Javier Naranjo Moreno
Jorge Iván Grisales Cardona
Everardo Rendón Colorado
Orlando Gallo Isaza
Catalina González
Piedad Bonnett
Juan Manuel Roca
Luis Fernando Macías
Luis Iván Bedoya
Helí Ramírez Gómez
Pedro Arturo Estrada Zapata
Darío Jaramillo Agudelo
Elkin Restrepo
Jaime Jaramillo Escobar
Gabriel Jaime Franco
León Gil
René Jaramillo Valdés
Marta Quiñónez
Carlos Framb
Héctor Fagot
Rubén Darío Lotero
José Libardo Porras Vallejo
Rogelio Echavarría
Carlos Vásquez
Inés Posada
Robinson Quintero Ossa
David Jiménez
Fernando Herrera Gómez
Santiago Londoño
Luz Helena Vélez Arango
Ángela García
Daniel Jiménez Bejarano
Cristina Toro
Medellín, 1960.
Actriz y escritora.
Libros: Cosas de mujeres y Telón de fondo.
De Cosas de mujeres (1999)
Sala de espera
¡Ay, las mujeres!
siempre esperando algo,
siempre en silencio
con ese temblorcito
que da la incertidumbre,
siempre pensando
si será o no será,
si vendrá o no vendrá.
Siempre en secreto
cavilando dudas.
Mujeres niñas que esperan crecer.
Mujeres que ya crecieron
pero esperan lo de siempre
con pánico de amor.
Mujeres solas
esperando al fin
ser esperadas.
Los sonidos del amor
Uno se acostumbra a los sonidos del otro.
Al crujir de su barriga cuando hace hambre,
al estornudo completo con mocos volando,
al traquear de sus rodillas
cuando camina en puntillas, con sigilo.
Al quejido de su orgasmo
derramado desde un sueño.
A sus bostezos, a sus murmullos,
a ese timbre de las uñas,
al tintinear de las últimas góticas
de sus orines,
a ese silbido de los dientes,
al dedo hurgando en la oreja,
al chasquido del pavor,
a todo aquello que suena tan solo cuando hay
confianza,
eso que da la medida del estar cerca
de alguien.
Cosas que pueden llamarse
los sonidos del amor.
De Telón de fondo (1999)
Pasajera
En este cuerpo
donde me encuentras
de visita,
en esta mi casa
donde llego a perderme,
aquí en mis habitaciones
donde tantos han pasado la noche,
yo apenas paso unos instantes.
Gustavo Adolfo Garcés
Medellín, 1957
De Breves Días (1992)
Puerto Casabe
Alguien
ordena silencio
en plena fiesta
y se escuchan
los muertos
que bajan
cantando
por el río
La luna y el solar
Esta noche
la luna ha merodeado
por el barrio
hasta quedarse encima
del solar
parece que quisiera decirle algo
al caballo
Lucía Estrada
Medellín
Libros: Noche Líquida, Maiastra, Las hijas del espino (Premio de poesía Ciudad de Medellín 2005).
De Las hijas del espino
Doris
Nunca
ni mis ojos vivos
ni mis ojos muertos
pudieron precisar la opaca línea
de mi destino
ni el momento en que alguien
transformó mi plato de aceitunas
en setas venenosas
mi mano en piedra
arrojada al vacío.
Annabella Byron
El tren da la señal de partida,
y entro, casi en marcha,
en uno de sus vagones.
¿A quién busco?
Varias mujeres vigilan en silencio
la cavidad oscura del gran pez.
¿Buscan como yo su destino?
¿Saben hacia qué región nos conduce?
Tengo un espacio
junto a la ventana,
y es entonces cuando me doy cuenta
de que huyo.
El perseguidor
va quedándose a lo lejos,
hasta que al fin su visión desaparece.
A mi lado,
ellas cantan para sí mismas,
encienden lámparas,
giran dentro de sus ojos
como en el vacío,
unas duermen,
otras se miran en el espejo
de su dolor,
afilan sus espadas,
nombran los minutos
de la vida y de la muerte,
fabrican sarcófagos,
cultivan a la luz de sus vestidos
extrañas vegetaciones,
y unas pocas
ríen y maldicen
con la ebriedad negra
del abandono y la locura.
Esto que me lleva
lejos de mi amor
es un árbol,
el preferido de las reinas,
y somos nosotras
del Espino
sus raíces.
De Noche Líquida
Bajo los cuervos, las sombras
recorren el camino sin tocarlo.
Alberto Blanco
Busco el lugar de la herida,
el dardo que se incrusta
como tiempo
en las paredes.
Busco entre los rostros
aquel que resuma nombres,
gestos,
la mueca exacta
de la realidad.
El cuerpo se abre paso
entre el cuchillo;
la sangre guarda el secreto
de su noche vastísima.
¿Quién reconstruye la pérdida,
quién el mundo atravesado
por su propia lanza?
¿Quién permanece aún
como puerto firme
a pesar del naufragio?
¿Quién con los ojos abiertos?
Víctor Gaviria
Medellín, 1955
Poeta y cineasta.
Sus libros: Con los que viajo sueño, La luna y la ducha fría, El rey de los espantos, El pulso del cartógrafo y Los días del olvidadizo, La mañana del tiempo.
De La mañana del tiempo (2003)
Cuando converso con los
muchachos de los barrios,
que hablan hasta por los codos, como verdaderos
aparecidos,
ellos hablan a veces de
“la plata”, en general, como si hubiera un lugar,
un cajón o una pieza encerrada, en donde está entera
“la plata”,
billetes y monedas reunidas y envueltas en un
resplandor de plata...
“Alguien tiene ‘la plata’”, y esta creencia
los hace reír de placer infantil,
y a mí también, contagiado de optimismo,
porque han creado el lugar increíble e improbable
en donde está “la plata”, lugar
hacia donde todas las manos se dirigen,
también las mías...
Me miran concentrados y recelosos para descubrir
si detrás de mi cara de nadie tengo también yo
“la plata”,
escondida, embrumada por el miedo de que
alguien lo sepa... Yo también
miro desde el carro las caras de los que me adelantan
como viento, porque sospecho que los que no se
detienen
en todo el día y huyen de las miradas que los
interrogan,
tienen tal vez “la plata”,
la “hermosa plata” que parece un nacimiento
de agua...
O tal vez la tiene el Niño Dios, en los días de
diciembre,
o los Tres Reyes Magos, o el furtivo Ratón Pérez,
quien roba en los bolsillos antes de dar vuelta
a la almohada,
caravana de ingenuos, caravana de
blancos inocentes...
Pero los ladrones de los barrios, que son muchachos
que se ríen,
de pronto están pálidos y serios,
de pronto están temblorosos y excitados,
porque ellos buscan con fervor “la plata”,
ellos rasgan, aplastan y ahorcan,
escarbando en los rostros y en los huecos,
ellos sacuden y tumban a los hombres como muros,
porque en algún nicho olvidado
está “la plata”,
“la plata”, así en general,
la que nos hace reír otra vez...
Ladrón
Salí del teatro y vi a alguien
dentro de mi carro,
buscando algo con necesidad, con verdadera
furia... Pensé que era mi hermano, o mi amigo
que había abierto la puerta con la llave,
pensé que era yo mismo que me había
extraviado en la acera,
que me había olvidado de algo, que no recordaba
haberme partido en dos para salir del teatro
antes de tiempo,
a buscar algo importante
que necesitaba con furia y con
amor...
Qué bella presencia la del ladrón que nace
del aire invisible,
y se esfuma
como se pierde una idea
en la sombra de la cabeza...
Una muchacha de campo con el pelo
cogido
en la cola, como un animal silvestre,
contestaba que yo nunca estaba en casa: “¿dónde
está?,
preguntaban entonces...: yo siempre había salido
a caminar, a comprar algo urgente en la tienda,
alguien había venido por mí,
o estaba lejos en un pueblo de Antioquia,
o estaba colocando una carta en el correo,
o comprando libros en el centro, o haciendo
una entrevista, o grabando imágenes del verano o
de la lluvia.
Y el que no estaba en casa era siempre más ágil
y más feliz que el que se quedaba y no contestaba,
era alguien liviano a quien la prisa
lo empujaba como a una pluma por las horas del
día...
Y yo permanecía quieto y oscuro con mi muchacha
del campo,
envidiando al que era llevado de la mano
por el viento de las mentiras,
al que nadie podía acusar de frialdad o falsedad,
porque no había llegado o se había ido,
al que era inocente porque no le llegaban las voces
de nadie...
Pero las voces me llegaban,
las voces me hablaban a través del oído de mi
muchacha de campo,
a través de su letra en el cuaderno,
pero yo no despertaba, parpadeaba, parpadeaba
como un corazón,
¡pero no despertaba..!
Javier Naranjo Moreno
Medellín, 1956
Sus libros: Orvalho (1990). Tríptico
Vivos
sentados en la sala del muerto
discutimos
Las cosas nimias
de gestos
de comida
de gatos
Las cosas nimias
de los vivos
Vivos
mientras desde la foto
el muerto observa
“El primer corte
es el más profundo”
Cat Stevens
La casa es húmeda
y duele
digo yo.
No sé quién
está viviendo en mi cuerpo
no sé quién recoge
en el patio soleado
los rojos frutos del viento
chorros delgados de arena
golpean las porcelanas
derriban los iconos
algo hiere
algo corta blancas
películas de piel
algo como la tristeza
cabalga por callejuelas
de ciudades subterráneas
Jorge Iván Grisales Cardona
Medellín, 1953
Poeta, actor y director de teatro.
De Los versos del nadador ciego (1997)
V
Los niños juegan con la tarde
metiéndose crepúsculos al bolsillo,
Para cuando el poblado esté lejos
hacer collares de ecos.
Las hembras destapan los pomos de sus sexos
y pueblan de sonrisas la espera de los amantes.
XXIV
En la mañana,
se enciende el cubículo donde el hombre
persigue sus parajes,
guarda el silencio en la costilla del lado izquierdo
a la buenaventura de Eva que poda los árboles.
Mientras se enfría la sopa escuchan el poema a Itaca.
El está ahí con las manos entre los bolsillos
buscando semillas,
ella viene, pone tierra y le riega los ojos.
Everardo Rendón Colorado
Medellín, 1953
Poeta y cuentista
Sus libros: La ciudad sonámbula, Memorias de la sangre, Umbrales del ausente.
De La ciudad sonámbula (1999)
La maestra de escuela
Usted tenía las manos de ternura y tiza
Señorita Gilma
Qué lección tan preciosa escondía
bajo su falda pulcra:
Usted tenía los ojos grandes
como los soles que pintaba en el tablero.
Que habrá sido de sus primitivos sustos
y de esos labios tejiendo
los rosados sonidos del mi-ma-má-me-mi-ma.
¿Qué calle agrietara su sueño
y su rostro fresco a las ocho de la mañana?
¿Dónde estarán esos dedos malabaristas de
alfabetos?
¿Dónde el aroma de su cuerpo
que sigue impregnando
mis pupitres cotidianos?
Señorita Gilma boca de vocales
Usted escribió en mi cartilla
la primera E de escalofrío
Usted se llevó mis ojos rodando
tras de sus muslos morenos
Usted embriagó mi sangre
con la primera A de asombro
y enredó en su pelo mi primera cometa
Señorita Gilma boca de vocales.
De Memorias de la sangre (1989)
Si te cuentan que caí
Si te cuentan que caí
no te detengas
y sigue avivando las fogatas
en medio de la lluvia
para que la nieve no borre
mi pequeño nombre
y encuentres el sitio exacto de mi caída.
Si te cuentan que caí
inventa la mejor excusa al llanto
para que la media noche de tus ojos
no se inunde
para que guardes en tu bolso mis palabras
y amontones mis silencios y mis dudas
de sombra fugaz
en los callejones de la vida.
Si te cuentan que caí
ya suponías
el precio de mis gritos agitando el aire,
tú sabías de mis dientes afilados
mordiendo las manzanas prohibidas.
Si te cuentan que caí
salva tu hora
en el abrazo colectivo
no indagues al cielo
que la desgracia no tiene oídos;
no le des vuelta a mi absurda caída
recoge mi arco y mis mejores flechas
y márchate al centro de la hoguera
donde el hombre se quema
arrebatándole a lo oscuro
una luna más cierta.
Si te cuentan que caí
no eches al cesto de tu olvido
mi ternura de hombre
cubriendo tus grietas
pero, sobre todo,
no olvides
no olvides que caí.
Orlando Gallo Isaza
Medellín, 1959
Abogado
Sus libros: Siendo en las cosas, Los paisajes fragmentarios, La próxima línea, tal vez.
De Siendo en las cosas (1996)
Oración
La voz de Neruda,
fervorosa,
prestándole belleza a sus poemas
y discretamente escuchada en mi
pequeña grabadora,
se filtraba sin embargo
a través de la pared
hasta el cuarto de la abuela
confortándola en la idea
de que la oración volvía a velar mis noches.
Conversación
Talvez conversar contigo
sólo era posible así
y tu muerte nos libró de la obviedad
de las palabras,
de la innecesaria herida de la increpación,
del gastado ritual de la gratitud.
No padeciste, lo sé,
tu destino de padre y,
no desprovisto de toda Vanidad,
sabe Dios cuánto deseaste
mi perfección.
La misma que el tiempo y yo,
minuciosos,
estropearíamos.
Adiós
Hoy mi hija ha trazado en el aire
un incipiente adiós
dirigido a mí por sobre el hombro de su madre.
Le hemos celebrado largamente
ese primer gesto elaborado
aunque vaya acompañado de una dura comprobación:
La vida nos entrena bien temprano
para las despedidas.
Catalina González
Medellín, 1976
Licenciada en Español y Literatura
De Afán de fuga (2002)
Los ciegos ven cuando sueñan
Vuelvo a tus ojos
como si no hubiera más adónde ir.
No podemos escondernos aquí
donde hay que pensar
en qué lugar sentarse en la mesa.
Me asomo a tus ojos
y todavía siento vértigo.
Veneno
Cada noche una nueva espera
se posa en mi espalda
absorta y embriagada
y me deja estéril.
Si pudiera criarme a mí misma
adoptar a mi propia hija
fecundar mi abandono
poseerme
sepultarme
enviarme flores
arreglarme para la muerte.
Tal vez, pero es mejor jugar
pintarme el rostro de la mujer que sueño
esconderme
partir.
Piedad Bonnett
Medellín, 1951
Licenciada en Filosofía y Letras
Sus libros son: Nadie en casa, El hilo de los días, Ese animal triste. Lo demás es silencio, Antología poética (2003)
De Lo demás es silencio
Nocturno
Mi noche es como un valle reluciente de huesos.
La piel, arena, sílice. Los labios, agrietados.
Una cruz de ceniza sobre el vientre desnudo.
Heme aquí entre malezas, en medio de rastrojos,
muerta de cara al techo de la alcoba,
con la luna bailando en la pupila
y el corazón como una liebre herida
que persiste en vivir. Quizá algún día
me despierte el zumbido de su vuelo
sobre mis ojos, sobre mi garganta,
y reverbere el cuerpo, luminoso,
como un mar que cantando alza sus olas.
La venadita
A Frida Kahlo, quien pintó este cuadro en 1946
De pura lástima y puro amor yo te regalaría mi cuerpo, venadita.
¡Yo, que envidio el relámpago nocturno de tus cejas,
tus manos con anillos,
la voz india,
y tu cuello altanero de mestiza!
A ti que te dio Dios todo a montones, incluido el dolor
y ante todo el dolor
yo te daría,
si fuera Dios, un cofre con huesitos de plata mexicana
y un pie de oro. Y limpiaría, con mi mano eterna
las llagas de tu alma, venadita.
Te pediría a cambio todo el amor que te sobró en el cuerpo,
y un retrato vibrante de colores.
Ración diaria
Mira —le insiste el Minotauro a
Teseo— sólo hay un medio para
matar los monstruos: aceptarlos.
CORTÁZAR, Los reyes
Sin una sola luz ni un solo ruido
un barco cruza el agua nocturna de mi infancia;
tal vez el cocinero se desangra sobre cebollas rubias
con el rostro lleno de verdugones
y la bata empapada.
Mi miedo se bebía el aire de la alcoba con los ojos abiertos
y el monstruo que me habita
sofocaba mi voz con su cola de escamas.
¡Ay! Amorosamente, desde entonces, le doy su ración diaria.
Tenso animal carnívoro,
el ruido de su boca que mastica
es música en mi insomne madrugada.
Biografía de un hombre con miedo
Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).
No obstante,
—como un perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca— el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.
Sal en la hierba
A la noche que entra no pertenece, Lidia
el mismo ardor que el día nos pedía
FERNANDO PESSOA
Si los domingos eran blancos y eternos como un sueño de Dios,
si no había lunes
y las sábanas revueltas eran las únicas nubes domésticas,
si los astros, la cábala, el tarot,
las líneas de tu mano y de mi mano marcaban
un destino feliz, ¿qué iba a pensarse
en este reguero de polvo, en este desastre minúsculo
que viene a desquiciar el universo?
Que iba a llegar el tiempo de la sal en la hierba,
de los frutos cayendo con el sonido hueco de aquello que se pudre,
los días erizados de vidrio que sorteamos descalzos, de puntillas,
que iba a llegar el tiempo despojado, desierto,
¿quién iba, pues, a saberlo?
Mas es pueril ahora que se hable de estas cosas
pues apenas nos quedan, como en los despertares,
unas pocas imágenes que a nadie dicen nada,
si ya se desprendieron las puertas de sus goznes
y el musgo empieza a apoderarse de las piedras,
y en esta fotografía lucimos tan ajenos, tan distantes,
como dos bisabuelos cuyo nombre ignoráramos.
Juan Manuel Roca
Medellín, 1946
Poeta
libros: Memoria del agua, Luna de ciegos, Los ladrones nocturnos,
Señal de cuervos. País secreto (1979-1988), Pavana con el diablo (1990).
De País secreto
Canción de un hombre del siglo
I
Si pudiera elegir el devenir de mi cuerpo una vez muerto,
quisiera ser viento en los pajonales, o fruta del pan creciendo
en las altas, bellas cordilleras amarradas al cielo
por las lianas.
II
O sería la brizna de hierba que masca en sus belfos lechosos
una yegua o una hoja de trébol en el libro de una
muchacha enamorada.
III
Pues he sido un hombre cercado por la jauría, una mujer
ciega a quien hiroshiman sus recuerdos, el pálido prisionero
a quien alimentan con las aguas del oprobio.
IV
He sido la pupila fija de los hombres desterrados, o el
hombrecito acorralado tratando de forzar las puertas del
suicidio, el hombre, mal espejo de sí mismo.
V
Si pudiera elegir el devenir de mi cuerpo una vez muerto,
quisiera ser viento en los pajonales, o fruta del pan creciendo
en las altas, bellas cordilleras amarradas al cielo por las lianas.
VI
Pero he sido caballo gótico fustigado por las hambres.
VII
He sido la anciana jorobada que duerme en el umbral de
las iglesias o el viejo loco que camina por las plazas de
mercado disparando ballestas invisibles, el niño que sólo
quiere acostarse en la hierba pero no lo dejan porque
hay que estar trabajando en compañía con la muerte.
VIII
Si pudiera elegir el devenir de mi cuerpo una vez muerto,
quisiera ser viento en los pajonales, o fruta del pan creciendo
en las altas, bellas cordilleras amarradas al cielo
por las lianas y que los viejos amigos de mañana
(a quienes nunca tendré el placer de conocer) hablen de mí
como de un remoto hermano que tuvo que vivir en la
edad del sobresalto.
De Pavana con el diablo
Pavana con el diablo
Vendí mi alma al diablo, al insaciable diablo del poema.
A cambio recibí un espejismo de voces, una
danza abolida como la pavana.
El levantisco socio me inició en oficios riesgosos,
en un tráfico de sueños: ¡drogo de mí, adicto a los
brebajes del poema!
El diablo se burla tras bambalina de mi oficio,
de mi tonta servidumbre: noches en vela buscando
una palabra, pequeña aguja en el pajar del lenguaje.
Vendí mi alma al diablo, al insaciable diablo del poema.
Fue como cambiar el oro de mis días por
pequeños abalorios.
Como verán, soy torpe en el comercio con el diablo:
le doy mis días y mis noches a cambio del espejismo del poema.
Luis Fernando Macías
Medellín, 1957
Profesor de literatura.
Libros: Amada está lavando (novela), La flor de lilolá (cuento
infantil), Vecinas (poemas). Memoria del pez (1977-2002)
De Memoria del pez
Los buscadores de la muerte
Nadando se fue por un pequeño hueco
de plomo que abrieron en su frente,
en la esquina de la carnicería.
Magila se deshizo en un chorro de sangre
que salió de su garganta
tras el cuchillo de su amigo íntimo.
Julio preparó un jugo
que de sus entrañas hizo surtidores.
A Carlos Mario lo sorprendió el amanecer
nadando en el charco de sangre
de su corazón partido.
Eduardo viajó a Cali en busca del puñal
que debería traer bien hondo en el pecho...
Este mundo no era la casa verdadera
de los buscadores de la muerte,
pues la casa verdadera es el amor.
Ellos, desde niños ya, andaban buscándola.
Entre los matorrales de nuestros juegos,
sus ojos ávidos bebían su corta estancia
en la tierra. Al ir creciendo, entraron
en los actos que la muerte suele frecuentar
y, a veces, sus manos hicieron que asumiera
el rostro de alguien.
Los buscadores de la muerte
no estaban a gusto en esta vida
y la dejaron pronto,
briznas de rocío en olvidada hierba.
Dos llamados
Soy la parte tuya
que quiere corregirse,
se pule y se duele
del obstinado llamado interior.
Soy también tu petición
de alas, tu búsqueda en
los vapores innombrados.
Y no soy vuelo...
el olor de la tierra
me sujeta.
Luis Iván Bedoya
Medellín, 1947
Libros de poesía: 55 Cucúes, Raíces, Paleta de Luces, Ciudad, Del archivo de las quimeras.
De 55 Cucúes (2002)
9. Dueño de las palabras de su tribu.
Se vuelve silencio.
Para el bosque.
28. Las necesarias palabras.
Siempre en la punta de su lengua.
¡Ea!, al intentar su propio cuerpo las
palabras.
Estallan en pedazos.
51. Es la hora de nuevos ecos.
El pájaro se repite.
En el color de su canto.
De Paleta de luces (2002)
Otras hablas
De la oscura materia
de sus dones
estas ceibas centenarias
hablan imágenes fecundas
armazón de plegarias
con sus sombras refrescantes
en este pavimento augural
de hablas estériles
Helí Ramírez Gómez
Medellín, 1948
Libros: La ausencia del descanso, En la parte alta abajo (1991), Golosina de sal, La noche de su desvelo.
De En la parte alta abajo
Eran las tres de la tarde las tres
Junto a la iglesia vivía una familia de un cucho
que era tombo
y en un atraco que hicieron en el banco
donde él camellaba cuidando billetes
Hubo bronca y lo quebraron en el candeleo que hubo
Se las quiso tirar de bravo y lo pusieron
y lo pusieron a llevar del bulto
Le dieron en la cabeza como en cine
En la gallada se sintió una especie de descanso
cuando sucedió lo del cucho ese
Algunos llegaron a decir:
“—...creyó que éramos nosotros
esos sí le dieron...”—
Dejó una pelada morenita de unos catorce años
motilada cortico
con unas piernas morenitas lisitas
con unos senos... qué pelada era...
La gallada la veía pasar por la esquina
y cuando el cucho ese estaba vivo
sólo se contentaban con exclamar entre sí: “...uy qué
vola...”
ni siquiera se atrevían a vasilarla
por miedo al cucho ese y tombo y tal...
Milin exclamaba en la cumbre de su trava:
“...uy hermano esa sí es una chimba...”
Sentía ella sentía que era gustadora
pero a los muchachos del barrio a la gallada
los despreciaba ella
A los más gallinazos que se le arrimaban
les decía ella que el hombre para ella
no era como nosotros los del barrio
que el hombre de ella era de gente bien
Esa dizque era la carreta de siempre
según comentaban el zarco y el zardino los únicos a los que
ella medio les aceptaba charla
Eran las tres de la tarde las tres
cuando les dio el arrebato de hacerle
el rebolión a la pelada morenita esa hija del tombo ese
finado ya
A mí esa pelada ni me iba ni me venía
Cuando amanecía con ganas de alguna pelada la miraba de
cuando en vez pero fuera de ahí nada
me gustaba como mujer pero no me caía bien
sólo porque era hija de un tombo
(...Qué caso sabe cómo es: el cucho del cucho
fue tombo un tiempo en su pueblo
dos tíos también fueron tombos
un hermano mío es tombo...)
y no me caen bien los tombos no me caen bien
La gallada la condenó a acostarse con la gallada
al mismo tiempo condenaron al zardino a la humillación
(para la cobardía de él era un placer)
de picarle arrastre por ser él el único
del que ella aceptaba carreta en forma
y hasta salían a dar vueltas
Lo obligaron a que la sacara a caminar
por los lados de la cancha
Milin fue el que les metió la idea en la cabeza
el gago por hacerse más llabe de milin fue el primero en
apoyarlo
y porque era la única forma de tocar a una pelada su cuerpo
luego el apoyo del tuzo y con el apoyo del tuzo el resto de
la gallada
El zarco callado se hacía el bobo
lo miré
y entendí por qué a diferencia de otras ocasiones
no se unía a ellos
En ese entonces vivía tragado de esa pelada
y pensaba dizque conseguir un camello
y volverse juicioso para casarse con esa pelada
Pero el zarco es como todos los famosos braveros de galladas
que no son más que gallinas con plumaje de gallo
queriendo a esa pelada y sabiendo lo que le iban a hacer
no fue capaz de responder por ella y defenderla
travadísimos estábamos...
el viento parecía hojas de cañausal
cortando la piel
milin como siempre en cosas de sexo llevando la voz
De un momento a otro milin
pescó al zardino
por la camisa y le dijo:
—“te vas por ella
la sacas con un paro cualquiera
la llevas a la heladería
la calentás con roncito y abejorreo
después la llevas a caminar
por los lados de la cancha
allá les caemos nosotros
si no lo haces te enciendo a fierrazos
y cuelgo tus tripas en la puerta del café...”—
Detrás del zardino salieron
el tuzo la bruja el negro y el gago
a vigilar el cumplimiento de la orden dada por milin
y a través de milin la gallada
Cuando iban llegando a la cancha
veía temblar las manos del zardino acariciándole los senitos
a la pelada esa
Como en una cinta de las que presentan en guayaco
saltó milin y la gallada sobre ellos
el zardino salió marcando ochenta
La pelada no dio más de un grito
las manos del negro le taparon la boca
En el suelo abierta de pies y manos
repitió la misma escena de otras peladas
la misma escena: semen rodando
gemidos no de placer sino de dolor
sangre sudor
ojos salidos y brillantes
y pasa un yet y aplasta los quejidos
Luego la quietud de la pelada
la sangre sonriente por su vulva sonriente para afuera en
chorros
Odiando y con asco contempló a la gallada desde cierta
distancia
Pienso entre mí: si ese cucho hubiera estado vivo
no habían sido capaces de hacerle eso a esa pelada
pero como no estaba vivo
pero como estaba durmiendo para adentro...
En donde era esa cueva hoy es una tienda
Jugaba de alero
Era normal en su físico
llevando la misma vida de todos en el barrio
Jugábamos fútbol juntos
Sin ser muy llabes fuera de la cancha
en la cancha éramos inseparables
Hacíamos jugadas bonitas
tanto cuando jugaba de alero
como cuando jugaba de interior: número diez o número
ocho
se jugaba cuatro dos cuatro
para nosotros hacer paredes de toques largos o cortos
desde la mitad de la cancha
enloqueciendo defensas
hasta fusilar al arquero era como tomar aguadulce
El sueño de él era jugar algún día en el profesionalismo
sus jugadores admirados eran campillo aceros y ramacioti
los dos primeros por la gambeta
y el último por la potencia en los disparos
al cobrar los tiros libres de larga y media distancia
Se levantaba a las seis de la mañana
a trotar a la cancha y a hacer gimnasia
por la tarde jugaba fútbol con la gallada
cuando no le tocaba entrenar
en un equipo en el que jugaba afiliado a la federación
y por la nochecita se comía su plato de agua con dos o
tres fríjoles remando en el plato
y se acostaba temprano
diciendo que si quería progresar
tenía que cuidarse de trasnochos y vicios
Jugábamos en la selección del barrio
en donde no sólo él y algunos éramos buenos jugadores
el equipo completo era una escuelita de toque y goles
Medio nos travábamos para jugar
y el balón en nuestros pies era como pegado con imán
y hacíamos gala de un pique de carrerón tras el balón
en los pases de profundidad
que ni cochise batiendo la marca mundial de la hora que
llaman
Después de los partidos hubiera triunfo derrota o empate
un festín de fiestón
que terminaba casi siempre en puñaladas
Borilo no se juntaba con la gallada más que para jugar
ni en sus fiestones ni en la esquina se veía
cada día aspiraba más a verse en las páginas deportivas
de los periódicos
no robaba ni salía a guayaco a pichar
ni con las peladas del barrio se acostaba
su sueño: ser un futbolista
y el único disco que oía era “el sueño del pibe”.
A él lo envenenó fue una pelada
no los amigos como dicen las cuchas
una pelada que aterrizó en el barrio huyendo de su casa
porque dizque la molestaban mucho
llegó a la casa de una familia en donde
los hombres eran ratas
y las peladas putas
y no había sábado o domingo que no viera uno a los cuchos
de esa casa
pasar de visita para la cárcel
como uno de los muchachos de la casa jugaba en el equipo
un sábado cayó a la cancha con las primas
era una monita de unas cuantas pequitas regadas en las
mejillas
y sin ser linda era quevradora
en el descanso entre el primer tiempo y el segundo
se arrimaron las peladas al lugar donde descansábamos
unos tomando fresco
otros chupando cascos de naranja
otros dándole unos bombazos a un cozo para entrar
entonados a la cancha
y como que le gustó borilo desde que llegó
no se quitaba del lado de él
y le preguntaba que si estaba muy cansado
y que si iba a hacer otro gol
Ese día borilo fue a beber con la gallada pipo pero no se
dio en el coco
La pelada sí: qué loquita
no sólo estaba buena para gozarla
sino también era entucadora para robar
esa noche apenas el hombrecito se abrió
fue el goce con la monita
empujada por la vizca y la peluda
A los días se veían caminando por los lados de la quebrada
y seguro que en una de esas caminatas lo envenenó
Ya se tiraba sus borracheras y se jalaba qué travas
empezó a salir a atracar por las noches
y resultó ser hasta bravo y ácido para migar puñaladas
Casi casi no seguro sin él darse cuenta
y nosotros lo mismo
cada día iba bajando en el ritmo de juego
fue perdiendo velocidad en la carrera
y en la gambeta si sacaba un defensa no sacaba dos
y la perdía infantilmente
se comía goles que eran más fácil hacerlos que botarlos
La monita resultó enmosada con un cucho dueño de un bus
y borilo terminó siendo sacado de la cancha por la misma
hinchada que lo aplaudía
Le gritaba:
“qué hubo borilo
muy pajeado o qué
ponele pelotas a esa pelota
o vas para afuera”
y silvaban y gritaban
borilo se sentaba a ver el partido desde una piedra
y creo que nadie más que yo le veía la tristeza
Ya no hablaba de su aspiración a ser una estrella
profesional
ni iba a entrenar al equipo donde jugaba
por salir a robar para el vicio y el cine
Los treintazos uno sobre otro
pasó a ser su deporte favorito
fue adquiriendo el color amarillo del encierro
y la flacura de quien sólo pasa el día con tragos de agua
de panela sucia
ya se le veía andar no erguido como antes sino encorvado
como un cucho
y en la cara una máscara de riptus de odio
Dejó las peladas o ellas lo dejaron a él
pues lo que fue una noviecita que tenía
lo dejó porque según decía ella:
“ese se volvió un mariguanero
un ladrón
un vago”.
Resultó enmosado con una cucha rejuda
que no tenía con quién gozar
el marido camellaba en carretera en el municipio
permaneciendo lejos dos semanas o dos meses y hasta
medio año
haciendo carreteras y borilo era el que le daba cuerda a la
cucha esa sola
Cada día borilo era más desnutrido
y en los partidos era un tronco
parecía nunca hubiera tocado un balón
el balón lo buscaba y él le corría
Una vez salió en la prensa pero no en las páginas deportivas
sino en la página roja
como colgador peligroso con tendencias a sátiro
Después de salir de pagar diezyocho meses por atraco y
lesiones
a un cucho que camellaba por las fábricas que quedaban en guayabal
le mostraba a todo el barrio la foto del periódico y su
leyenda pequeñita
y contaba un hermano que dormía con el recortico bajo
la almohada
Un día le dijimos cansados de oírlo:
“ah...valiente gracia
salir uno en la prensa como una garulla
la gracia es salir pero por un negocio fuerte a un
banco...”
llegó incluso a creerse uno de los jefes en la gallada y en
una de sus aceleradas
frentedeoso le dio varios fierrazos que lo pusieron a orinar
por una tripa cosa de tres meses
y lo dejaron andando más agachado de lo que era para
toda la vida.
Pedro Arturo Estrada Zapata
Girardota, Antioquia, 1956
Poemas En blanco y Negro 1994, Oscura Edad y otros poemas 2006
De Poemas En blanco y Negro
En la casa
Para Gilma Zapata
En la casa de taburetes ordinarios,
paredes que la sombra borra,
ella vive y medita,
plancha la ropa y lava
esa mugre acumulada de los días.
Bajo los techos de cal
vida que se cumple simplemente,
tiempo que se descuelga monótono del
almanaque
sin que nadie sepa la aritmética exacta de la
muerte,
ni descifre los signos que Dios escribe
en los dormitorios penumbrosos.
Nadie
Carne a traílla del vacío
madrugando a su turno
de soledad y náusea.
Dónde está aquel que respiraba
cierta luz y palabras
al aire matinal...
En las afueras de mí mismo
estoy llamándome.
Parece que no hay nadie.
Darío Jaramillo Agudelo
Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947
Ha publicado prosas narrativas en Guía para viajeros, Tratado de retórica o de la necesidad de la poesía (1973-1977), Poemas de amor (1976-1984) y las novelas La muerte de Alec, Cartas cruzadas, Novela con fantasmas y memorias de un hombre feliz.
De Tratado de retórica o de la necesidad de la poesía
Libro de las mutuaciones, 3
Piensas que eres joven aunque ya no crezcas más, aunque
todo cartílago sea hueso,
todo metal óxido.
Piensa que eres joven todavía; ninguno de tus seres
queridos ha muerto;
la presencia de la muerte que te invade es cosa tuya
y ellos siguen rondando por tus días y son apenas tu
ademán o tu tono
la manera de tu muerte, la manera de tu sucio afecto, de tu
exigua felicidad;
nadie ha muerto en tu lar; los abuelos se gastaron
oportunamente,
la vejez nos invade; una nada es nosotros, ese gastado y
vacío pronombre.
Consuélate con la edad del goce: eres apenas tu pobre
curiosidad,
tu dudosa biografía, una luminosa noche adolescente,
la memoria viva de una alianza, de un pacto, de un
cómplice,
que sabe la manera en que te pudres.
De Poemas de amor
1
Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo
ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o
demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi
afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan
algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el
inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.
Elkin Restrepo
Medellín
Poeta y narrador
Sus libros son Retrato de Artista, Absorto escuchando el cercano
canto de sirenas, La dádiva, Antología Amores cumplidos,2006
De Absorto escuchando el cercano canto de sirenas (1985)
13
Estos gestos, estas maneras, estas fáciles alegrías,
no son propias ni de ti ni de mí.
Después de años y años,
creo que es tiempo de aceptar las cosas como son,
sin cantos ni engaños, sin mucho alarde.
La ilusión ya pasó con su rostro de novia,
y no existe otro fuego en qué arder,
no existen otras aguas en qué hundir
los nervios lastimados.
Esto por su supuesto es una ventaja,
un mérito difícil de alcanzar.
La mugre chorrea en los baldosines del baño,
y, afuera, como un adorno,
crece el remedio de la luna.
No digas nada:
Que el mal sueño nos mantenga atados
al pie de su negra bondad.
De La Dádiva (1991)
1
Anoche dormí mal
yo que no creo en nada
soñé con fantasmas
que me helaron la sangre
y me asustaron como a un imberbe
yo que río de todo
que nada tomo en serio
sentí que me moría de terror
cerraba puertas
gritaba órdenes
evitaba dejarlos entrar
en vano
su naturaleza era más fuerte que
mis dudas
su enigma más violento
que mi certeza intelectual
de nada valió santiguarme
rezagos de una severa educación religiosa
ni siquiera saber que se trataba de un sueño
venían en mi busca
parecían gente común y corriente
algunas chicas entre ellos
un hermano cristiano
hacían fuerza del otro lado de la puerta
qué quieren (de mí) los señores
inútil pregunta
sobre todo viniendo de quien viene
forzaron puertas y ventanas
y se tomaron el cuarto enseguida
pavor daba verlos
una luz de otros lados
les distorsionaba el rostro
una vida más allá de la muerte
su resurrección tenía que ver conmigo
musitaron
su presencia ahora en esta esquina
del universo
su gesto adusto
lo dijeron
era una advertencia
nada de risas
mi falta de fe
en el otro mundo
era para ellos una pesadilla
De La visita que no pasó del jardín (2002)
En suerte
Si el camino que tomaras
no fuera el tuyo,
ni tuyo tampoco el salmo
que en la oscuridad pronuncias
(aquél que en verdad espanta
culpas y demonios).
Si el amor, dándote a escoger,
te negara
la mujer que sólo era tuya.
Si la vida en lugar de una cosa,
te diera otra,
y otro fuera el remedio
para tus males.
Si siendo tú,
fueras también ése o aquél,
¿qué cielo mirarían,
de quién recibirían perdón,
el blanco de tus huesos?
¿De qué Dios serían siervos
los dones que te pierden?
¿De quién los caminos
que no van a ningún lado?
Y saber que quien va,
no vuelve.
Jaime Jaramillo Escobar
Libros Los poemas de la ofensa, Extracto de poesía,
Sombrero de abogado, Poemas de tierra caliente.
De Los poemas de la ofensa (2000)
Mamá negra
Cuando mamá negra hablaba del Chocó
la brillaba la cadena de oro en el pescuezo,
su largo pescuezo para beber agua en las
totumas,
para husmear el cielo,
para chuparles la leche a los cocos.
Su pescuezo largo para dar gritos de colores
con las guacamayas,
para hablar alto entre las vecinas,
para ahogar la pena,
y para besar su negro, que era alto hasta el
techo.
Su pescuezo flexible para mover la cabeza en
los bailes,
para reír en las bodas.
Y para lucir la sombrilla y para lucir el habla.
Mamá negra tenía collares de gargantilla en
los baúles,
prendas blancas colgadas detrás del biombo
de bambú,
pendientes que se bamboleaban en sus
orejas,
y un abanico de plumas de ángel para
revolver el aire.
Su negro le traía mucho lujo del puerto cada
que venían los barcos,
y la casa estaba llena de tintineantes cortinas
de conchas y de abalorios,
y de caracoles para tener las puertas y para
tener las ventanas.
Mamá negra consultaba el curandero a
propósito del tabardillo,
les prendía velas a los santos porque le
gustaba la candela,
tenía una abuela africana de la que nunca nos
hablaba,
y tenía una cosa envuelta en un pañuelo,
un muñequito de madera con el que nunca
nos dejaba jugar.
Mamá negra se subía la falda hasta más
arriba de la rodilla para pisar el agua,
tenía una cola de sirena dividida en dos pies,
y tenía también un secreto en el corazón,
porque se ponía a bailar cuando oía el
tambor del mapalé.
Mamá negra se movía como el mar entre una
botella,
de ella no se puede hablar sin conservar el
ritmo,
y el taita le miraba los senos como si se los
hubiera encontrado en la playa.
Senos como dos caracoles que le rompían la
blusa,
como si el sol saliera de ellos,
unos senos más hermosos que las olas del mar.
Mamá negra tenía una falda estrecha para
cruzar las piernas,
tenía un canto triste, como alarido de la
tierra,
no le picaba el aguardiente en el gaznate,
y, si quería, se podía beber el cielo a pico de
estrella.
Mamá negra era un trozo de cosa dura,
untada de risa por fuera.
Mi taita dijo que cuando muriera
iba a hacer una canoa con ella.
Diálogo de los Intérpretes
Dijo Jesús: —¡Oh gremio de los apóstoles!
¡Cuántas son las lámparas que apaga el viento!
Agrapha Musulmán
Todo puede ser probado de una manera y
también de la manera contraria,
dijo el primer Intérprete de Jericó, poniendo
sus manos sobre la Tora,
y dijo también, sin que nadie lo escuchara: “A
los espejos hay que tenerles desconfianza”,
cuando entró la bella Zahel con un lirio en la
mano para revisar los pliegues de Velo,
porque los Intérpretes se ocupaban de todas
las cosas: así de las sabias como de las
más bellas,
pues desde los más remotos tiempos sólo se
habla de lo que no se sabe.
Los Intérpretes estaban entonces ocupados
en definir
si cierta bestezuela encontrada dentro de su
zapato por el Patriarca de Jerusalén,
era un grillo con cabeza de ángel, o un ángel
con cuerpo de grillo,
y era muy difícil saberlo, puesto que no se
trataba de una interpretación
sino de poner las cosas en su punto.
Ellos no habían podido comprender el problema
de la existencia de Dios
porque no habían podido penetrar su porqué.
Por qué es necesario que haya Dios.
Pero dominaban a cabalidad todo cuanto
concernía a los ángeles, todos los ángeles
en general, inclusive los de siete brazos.
No obtente, el problema de la pequeña
bestezuela tenía muy preocupado al Intérprete
cuando entró la bella Zahel,
y apenas tuvo tiempo de bostezar frente al
espejo, con lo que lo empañó, no siéndole
posible ver lo que sucedía en ese momento.
El segundo de los Intérpretes del Templo
entraba con el grillo en la mano y lo
depositaba cuidadosamente en el Santo de los
Santos,
como único medio de obtener la respuesta
que todos estaban deseando,
y por la cual el Sumo Sacerdote se encontraba
reducido a oración y penitencia.
Pero como el grillo se congelaba en el Tabernáculo,
fue necesario también traerle el
zapato del sacerdote,
y todos los días una virgen le llevaba el más
puro alimento que se podía obtener en la
Casa de Señor.
El grillo estaba muy contento, sin preocuparse
de su cabeza deforme,
y pronto se convirtió en objeto de veneración
y culto
como sucede siempre, que adoramos lo que
no comprendemos.
Hasta que se celebró una audiencia de todos
los Intérpretes para resolver si el grillo
debía ser vaciado en oro,
y uno dijo: —Soy de opinión que sólo los seres
vivos deben adorarse.
Y otro dijo: —Mi opinión es contraria. Creo
que sólo debemos adorar a los seres inertes.
Y de esta discusión lo único que se sacó en
claro fue que hay que adorar todas las
cosas,
y que tan digno de adoración es el uno como
el otro.
Entonces se pusieron a echar suertes para
saber quién debía inclinarse primero,
pues según dijeron, el asunto quedaba convertido
en una cuestión de principios,
hasta que alguien dijo que había que dejar los
principios para el final.
Después de cierto tiempo el Sumo Sacerdote
vino con gran acompañamiento para saber
lo que habían resuelto los Intérpretes,
pero el Libro estaba cerrado y todos se hallaban
dormidos y cubiertos con sus mantos.
La pequeña bestezuela había desaparecido,
de donde dedujeron que era un ángel,
y para congratularse celebraron un gran
banquete de honor.
Estando en ello comenzaron a trocarse unos
en otros, hasta el punto de que ya no se
sabía quién era quién,
y habló el Patriarca y dijo: —Traed otro grillo;
y así lo hicieron,
e introduciéndolo en el zapato lo calzó luego,
no pudiendo contener una mueca de asco
cuando lo sintió ceder bajo su planta.
Entonces todos los presentes alabaron al
Señor,
cada uno con las palabras y las intenciones de
los otros,
por lo que no fueron escuchados.
Gabriel Jaime Franco
Medellín, 1956
Libros: En la ruta del día, La tierra de la sal y Reaprendizaje del Alfabeto(1996)
La tierra memorable.
De Reaprendizaje del Alfabeto
4
Podría decirme:
aquí estás, aquél es tu límite,
ésta tu circunstancia.
También:
en silencio trabaja la luz sobre la hojas,
saturada de sí misma el agua hace su música y
labra su voz sobre las piedras,
y sobre sí mismas las cosas se repliegan y
crecen,
sobre sí mismo el día se desovilla
e imprime su huella sobre los objetos del tiempo.
Pero no es suficiente:
sobre el movimiento del mundo
mi ojo palpita e inquiere,
abre fisuras, interrogaciones.
Y toda interrogación se clava con su punta de arpón,
deja su úlcera y su fragmento de cielo.
10
Es como si asistiera por vez primera a mi voz,
de pie frente al espejo
mientras toda palabra
se derrama o cae
y me nombra
tal vez me nombra
o nombra el espejo o la desnudez
el centro vacío.
¿Por qué añadiría al llamado oblicuo,
donde un Dios que abandoné me espera inútilmente,
palabras que no sean como piel,
escoriación,
caída hacia el centro donde toda palabra,
la más nimia,
la más sustantiva
adquiere la dimensión de inapreciable hallazgo?
¡Dimensión del grano de arena que brilla entre las
manos!
De La tierra Memorable
IV
Ahora el niño que fui me dice: “¡huye de Dios, huye de
Dios, lánzate a los eriales, abandona las fundaciones, huye,
huye y funda, funda y huye de nuevo!”
¡Aún me apremia aquel niño que lloraba en la noche,
bajo las cobijas olorosas a pulmón, solitario en la noche
inmensa!
¡Cómo me ha dejado solo aquel niño frente a esta puerta
que no consigo abrir!
V
He ahí la puerta, aún cerrada.
El que seré acerca su oído, sigilosamente, del otro
lado de la puerta:
espera que le hable.
¿Por cuánto tiempo esperará el que seré?
¿O dejará el niño que fui también solo al que seré,
cuando quizás ya cerca de la herida de la luz
se acerque también la boca de la sombra,
la barca que lo avance
hacia la orilla misteriosa de las aguas?
El que seré desespera, camina en el umbral, vuelve
sus ojos al dorso de la puerta.
El que seré pasará la noche en vela, mientras yo
duermo y me aproximo a las viscosidades del día repetido.
León Gil
De Cóctel de Versos para la Mesa 3 (2002)
Epitafio del Misántropo
A Gustavo Zuluaga
Y William Eusse
Aquí no yace
Ni vive
Ni ha vivido nadie
Aquí sólo hay
Silenciosa podredumbre
Gusanos murmurantes
Voraces gusanos
Largo
Insania
A Raúl Gómez Jattin
Cuando alguien me dice
Cariñosamente loco
Siento el deber de aclararle
Que yo no soy un loco
Que yo soy un demente
Que un loco es un genio
Que un demente es un enfermo
Que yo estoy enfermo
Grave
Como el Dios de Vallejo
Grave
Como el Vallejo de dios
Grave
Como Lázaro
Poco antes de morir
Por última vez
Canción para Geoffrey Firmin
en el día de los Muertos
Allá en Quauhnáhuac
Recordando a Malcolm “Delowry Tremens”
Parte I
( Entonada)
Geoffrey Firmin tenía una herida
Más profunda que el Iztaccíhuatl
Y el Popocatépetl
Y a ella el cónsul aplicaba scotch
Habanero mezcal y anís
Tequila cerveza o su after shave.
Así nutría la herida
Y alimentaba el fuego
Que lo llevaba ardiendo
Por las sedientas calles
De Quauhnáhuac.
Geoffrey Firmin tenía una herida
Más profunda que cualquier volcán.
Geoffrey Firmin era un Penélope
Y esperaba tejiendo etílicas
Bufandas de santidad
Que destejía en cada aurora
Con cigarrillo y más alcohol...
Geoffrey Firmin era un Penélope
Y esperaba sin esperar.
Geoffrey Menelao Firmin
Tragóse todos los mares
Desde el PUERTO DEL SOL:
Boca de fuego
Hasta el averno FAROLITO ancla
Buscando con urgencia a Helena
Pues sabía muy bien el cónsul
Que vivir es imposible
Si no se ama.
Oh Yvonne Yvonne Yvonne.
Parte II
(Desentonada)
Geoffrey Borracho Firmin
Descubrió toda la belleza del mundo
En una anciana de Tarasco
Jugando dominó con su gallo
A las siete de la mañana en una cantina:
“¿Cómo esperas comprender,
a menos de que bebas como yo,...?”
Evohé Evohé Evohé
Geoffrey Condenado Firmin
Recorrió el vía-cruz de siete a siete
Sin Verónicas ni Cirineos
Sólo con sus ojos fríos
Con sus ojos fríos
Sus ojos fríos
Kyrie Eleison Kyrie Eleison Kyrie Eleison
Geoffrey Abaleado Firmin
Fue arrojado por un barranco
Y detrás suyo un perro muerto
Oh Geoff Geoff Geoff.
Geoffrey Agonizante Firmin
Convulsionado el pecho
Como si lo espolearan
Los jinetes de la muerte
Y con un ojo abierto
Como si estuviera
“perfectamente ebrio”
Más que leer
Parecía
Querer escribir en el cielo:
‘¿LE GUSTA ESTE JARDIN?
¿QUE ES SUYO?
¡EVITE QUE SUS HIJOS LO DESTRUYAN!
René Jaramillo Valdés
Guadalupe, Antioquia, 1956
Sus libros: Dios no es el asesino, Los cadáveres por el río bajan sin sombra.
El Otro
El otro anda descalzo en mi memoria
sabe que sus pasos
cultivan el silencio
huellas de soledad
en camino sin regreso
él no sabe
lo vano de la espera
cuando en noches de vigilia
confunde las sombras con el tiempo.
Epitafio
Que mueran conmigo las palabras
Que breves lamentos sientan
Que mis párpados cerraron
El camino a la nostalgia
Palabras vacías llenarán el vientre del silencio
Y será tiempo para la última pregunta
Pero ya no podrán oírme
Respondan en mi nombre
No culpen al destino
Ni a nadie
Sólo digan que el hombre acaba
Cuando mueren las palabras.
Marta Quiñónez
Apartadó, Antioquia, 1970
De Arcanos
21
Una mujer
me revienta dentro
Una mujer
llora dentro
como un niño
abandonado
no camina
no modula
corre
brinca
resbala
El puente está abierto
en el centro
un orificio
un letrero
con grandes letras amarillas
reza
“salta —no hay peligro”
No quiero caer
dice
salta le grito
Ella comienza a danzar
Yo
estoy muriendo
Con tanta fortuna
no hay dudas
estoy muriendo
Y la otra
no quiere saltar
25
Hay amaneceres
en que todo
se nos levanta
en ruinas
Crecen sin más
la hierba y las espinas
Qué más dar
si es lo único
que crece dentro
Carlos Framb
De Antínoo. Un día en el paraíso
En mi vida
Por lo menos un instante
he sido ya todos los hombres:
he sido el agua, la sed, la desnudez, el llanto.
Llega un momento cada noche
en que ya sólo deseo algo blando
dónde rendirme y desaprender el Universo.
Anudando mis dispersos instantes de gozo
podría formarse una estación
plena de vendimia.
He visto a toda grandeza asumir
una mínima dimensión de lágrima
—ante una tumba—.
De la naturaleza humana he aprendido
que la pureza de un hombre hay que medirla
en su peso exacto de cristal y barro.
La sangre de mi cuerpo sabe
que nuestros dioses verdaderos son aquellos
a quienes ama nuestra carne.
El fondo de mi alma sabe
que no podemos aspirar a otra salvación
que a la de la tersura de una piel.
Y he de resignarme —a falta de un verbo
que conjugue al hombre en lo eterno—
a escribir estas efímeras palabras.
Héctor Fagot
Fredonia, Antioquia, 1961
Heráclito
El agua sobre la que algunos creyentes juran,
caminó el hijo del carpintero de Nazareth.
El hielo, que quizá sea el agua detenida.
El llanto que quizá sea el agua desbocada.
El agua... el río que presuroso busca el mar.
El agua que se desborda en el estanque de unos ojos
y ahora es un cúmulo de lágrimas
deslizándose por un pómulo.
Escanciar agua en nuestra boca,
sentir el agua navegando nuestros laberintos,
y cuando muere alguien que uno ama
mirar sobre la almohada
cuando el segundo diluvio se desata.
El agua bendita... la lluvia
y no la del ángel de piedra de las catedrales
donde antiguos peregrinos se persignan.
Las gotas de lluvia suicidándose, una a una
de la cornisa hacia el asfalto
y en la autopista —la fiesta—
los goterones de agua
chocando contra el parabrisas.
El agua...
Todo el océano que se bebió Alfonsina Storni.
El agua del origen que de regreso busca el salmón.
El agua... principio de todo.
San Juan El Bautista repitiendo tras los siglos
el santo y seña
en la frente de los hombres.
El agua... fin de todo.
Un salado adiós a los que partieron
menuda llovizna
que depositamos sobre sus tumbas.
Rubén Darío Lotero
Medellín, 1958
De Poemas para leer en el bus
La luna y la lluvia
1
Luna
espejo redondo de los abuelos
olvidado en el cielo de la ciudad
2
Cierro la puerta
la lluvia se queda afuera
hablando a solas
3
En el charco de la calle
mi casa
se hunde en las estrellas
Una vela
El difunto iba en su cajón
su pecho
una vela apagada
Inquietud
¿Qué oscuro mensaje traerá
la mariposa nocturna
que golpea inútilmente
sus alas contra el vidrio
de la ventana?
¿Qué obsesiva pregunta
está en los labios
de la puerta cerrada
que se agita
ante el empuje del viento?
Mujer
He recorrido vagas calles
de una ciudad extraña
pensando que debería alejarme
de ti
pero he vuelto
a la lumbre de tu vientre
Carta
Viento, lleva rápido esta carta
y búscala
que la abra
como una ventana por la mañana
Luna, coge tu cicla de estrellas
y rueda
llega antes que el llanto
inunde toda su casa
José Libardo Porras Vallejo
Támesis, Antioquia, 1959
Libros: Partes de guerra, Hijo de ciudad
De Hijo de ciudad
Generaciones
Adiós, padre mío.
Bendíceme.
Marcho a la guerra.
No inquieras en cuál de los bandos voy a
alinearme,
ni contra quién apuntaré mi M-1.
Por tu bien es mejor ignorarlo.
Cuando fue tu tiempo
saliste a defender cuanto amabas.
Ahora mismo, si te asistieran fuerzas,
darías la vida por tus ideales.
Pero ya es a tu hijo
a quien le corresponde salir a pelear
por los suyos.
Es joven y robusto
y puede hacerlo.
En cambio tú...
Te cuadra más, padre mío,
quedarte en casa recordando viejas glorias.
Si no fuera de tal modo,
nos dolería hondo encontrarnos en el campo de
batalla
y yo no haría un buen combate
teniéndote en la mira.
Rogelio Echavarría
El transeúnte
Hora llegada
Mis hermanos murieron
de golpe
de siniestro [1]
mas yo muero de muerte
verdadera: de cansancio
y olvido.
De cansancio del corazón...
(el corazón: mi fiel insomne
que cuando duermo
vela en desvelo,
el que tanto sufre
si sufro o si gozo,
el que huye a quien no le temo
o se enfrenta a mis enemigos,
mi corazón acorazado
que sin embargo se derrumba
si llora un niño).
Mi cuerpo lo dejo a los buitres
y a las abejas en las flores,
mi propio cuerpo, que no soy yo
aunque a veces ¡cómo nos
comprendemos sin palabras,
en cuántos dolores y placeres
me acompaña, se me abandona!
Cuando mi padre murió de años
y de humildad y de tristeza
yo era joven, pues fui el menor
de mis hermanos.
Hoy soy más viejo
que mi padre, que mis hermanos
y paso tan mudo como ellos
a la historia.
Citación
Te espero en el lugar
común llamado amor
o en la fosa común
llamada olvido.
Carlos Vásquez
Libros: El oscuro alimento, Anónimos, El jardín de la sonámbula, Agua tu sed.
De Agua tu sed
No me dejes solo Carne silenciosa donde encalla
el amor
Piedra de los abandonados Palabra en negra
quietud
Agua de nunca ser tuyo No quiero sentirme
donde toco
Las palabras bajan por tu cauce y abren el eco.
Cascada hecha de latidos que un ansia oscura
hila
Guárdame Sed saciada insaciable
Piedra triste Pozo que inventé para caer
Agua de mis horas sin vida, de mis días sin luz
Caigo en tu humedad El silencio me abre
La sed me toca con su labio feliz
Inés Posada
Libro: Entre las hojas
Las palabras
Un día
ellas me enseñaron
el verde de la vida
que brota
y desde entonces
este lenguaje
me deshoja
Agua
infinito es el deseo de las aguas,
seguir el cauce,
suavizar las aristas de las piedras.
Inmovilidades que fluyen
leve transcurrir, hora tras hora,
para horadar la dureza del mundo.
Paciencia de las aguas dormidas
que dibujan su sueño
mientras viajan...
Robinson Quintero Ossa
Caramanta, Antioquia, 1959
La otra Itaca
Siempre se ha dicho
el camino es largo
Para arribar a tal o cual Itaca
hay obstáculos
extravíos
y pocos atajos
Se necesita de algo más que ardentía
y arrojo
Y se dice también
que al final de la dura jornada
espera a cada uno el trofeo:
la paciencia es hermosura
después de la niebla hay sol
sacrificio añade sabiduría
Pero sé de tesoros jamás encontrados
por los que el hombre ha quedado
en la intemperie
Si no es la dicha el mismo camino
si no es cada paso el puerto
no lo emprendas
No siempre se nos espera
no todos llegamos a tiempo
David Jiménez
Medellín, 1945
Premio nacional de cultura, 1996
Día tras día
De Día tras día
Retrato de familia
Abuela
La miro
mientras sacude el polvo de sus porcelanas
o riega las matas
y es como si regañara al tiempo
por tocarle sus cosas.
1
El círculo familiar son varios círculos
descentrados
cuyos puntos de intersección se cortan por lo más blando.
2
Hay zonas de poder
algunas de ellas muertas
sin dejar de ser poderosas.
Su recuerdo regresa en las conversaciones ociosas
o en los días de crisis.
Entonces nos apoyamos en los fuertes
que también fueron débiles.
3
La enfermedad y la muerte vienen cada cierto tiempo
a unir los pedazos familiares dispersos.
En algunas caras extrañas encontramos miradas conocidas
y entre risas contenidas de reencuentros
van rodando las lágrimas forzadas, sin esfuerzo.
4
Hay cosas en común:
nadie tiene un gato
la lujuria ronronea por todos los rincones
los hombres son más temerosos que las mujeres
la altivez de la juventud se vuelve irremisiblemente
bonachona.
5
Los días nos han traído a puertos no deseados.
Algunos arribamos y otros apenas parten.
¿Compartir? Sólo el desconcierto
y un poco el placer de viajar y estar vivos
nunca el de haber llegado.
Los más jóvenes preguntan por vientos favorables,
una brújula, un pequeño empujón.
Están aun más solos que los viejos,
el clima es de naufragio,
pero guardan intacta su dosis de lujuria
y la altivez del comienzo.
(Inevitable: los que miran el bote que se adentra en el mar
tienen la sensación de que se hunde a medida que se aleja).
TODOS LOS DÍAS al final de la tarde
experimento la resurrección de la carne
y salgo en busca de la vida perdurable.
Renacido de la abyección inmóvil
hago mi viaje a través de callejas y pasajes
en el centro de esta ciudad.
Llevo la plegaria en los labios
y la repito como el traganíquel
casi con igual devoción:
“Señor, esta noche por favor desvía
la muerte que me toca
hacia la casa de mi vecino,
envíale a él los ladrones que atisban mi paso
y haz que caiga sobre él el ladrillo que se dirige a mi
cabeza”.
Apresuro el paso y miro con temor al cruzar las avenidas
no sea que el automóvil que hoy debe atropellar a dos
transeúntes
no haya cumplido aún a esta hora con su cuota.
Lo maldigo en voz baja por el humo infernal que deja
en mi garganta,
maldigo a todos los muertos que circulan en autos,
maldigo a los transeúntes que se empujan en olas
intranquilas
y se golpean contra las escolleras de cemento.
Vamos todos hacia el mismo fin como hormigas enloquecidas
en largas hileras sin rumbo
cada cual con su pequeña carga abrumadora.
Mi corazón de profeta bíblico prosigue su plegaria
en medio del desierto:
“Oh, señor, regálame por fin el vacío
que hace años te pido,
un vacío mediano y gris
aquí dentro
que pueda llenarse
con esperanzas ciertas
como el Premio Gordo del Sorteo Extraordinario de
Navidad.
Dame, señor, una paz tibia en el alma
aunque debas sacarla como un mago
de las calamidades que ocurren a mi lado.
Dame indiferencia,
ciérrame los ojos, tapóname los oídos,
cierra de una vez por todas, al menos para mí
tu expendio de luces artificiales en el cielo.
Prefiero un expendio aquí abajo, a precio módico,
de pequeñas luces de bengala,
globos ligeros, humo, cosas de consumo rápido.
Por favor, señor,
quiero cancelar mi pedido de salvación y vida eterna”.
Fernando Herrera Gómez
Medellín, 1958
Premio Nacional de Poesía, Universidad de Antioquia, 1985.
En la posada del mundo, Sanguinas.
De En la posada del mundo
Última carta para Manuel Ignacio Castillo
Para Pepe Velásquez
Para Beatriz Trujillo
He sabido, y bien sé que tristemente es cierto,
que aquél buzón de Coral Gables en el sur de la
Florida
tiene otro nombre, porque esa ya no es tu casa.
Que no tienen sentido las ambiciosas palabras que
te escribo,
porque tú ya no destapas botellas de cerveza
en aquella alegre cantina cercana a las espesas aguas
del Mar Muerto.
Que no tienen destino posible mis cartas
enviadas al Valle del Zamorano, allá en Honduras.
He sabido, y bien sé que tristemente es cierto,
que no debo contarte una vez más
la endiablada fiesta de rock’n roll y lentes oscuros
que nos sigue dejando, derrotada la tarde,
en las pensativas orillas del Cauca.
Que no debes saber que nuestras amigas siguen
siendo hermosas,
que se dieron en amor a otros que no fuimos nosotros
que no parecen ser felices tampoco ahora
cuando los festivos Guayacanes conversan
con el enero azul de este valle.
He sabido, y bien sé que tristemente es cierto,
que no recibiré más cartas tuyas
y que ésta es la última carta que yo puedo escribirte,
porque tu alma transida
sacudió de su carne, harta del mundo,
el yugo de las infaustas estrellas.
De Sanguinas
Fundaciones
Se llegan los hombres
a un lugar cualquiera de la tierra
Desde antes
(desde los árboles antiguos)
y fundan allí su morada
e inventan con el barro
de su propio camino
los muros y los tejados
de sus austeras moradas
y fundan allí la vida
y trazan calles
al borde de sus casas
y templos para bendecir
al Dios que los olvida
y hacen de cada figura
de cada tubérculo
que se deshace
en el puchero del fuego
su definitivo destino
Y se apresuran antes de que todo
sea otra vez
polvo
Santiago Londoño
Medellín, 1955
Delirio del inmortal fue su primer libro.
De Delirio del inmortal
Adolescente
1
Para saberme, me sigo por las noches
en un pasillo, en las líneas de la mano,
en una memoria delgada tejida con pereza.
Voy a mi lado, transparente y ubicuo,
para evitar ser visto por condiscípulos honestos
o familiares prósperos o antiguos profesores.
Para saberme
voy bien provisto de conocimientos criptográficos,
aparatos de cuantificar y diccionarios
para establecer cuándo y en cuál lugar
comienza mi horizonte, por cuál letra
empieza mi verdadero nombre.
Habitación
En realidad la vista aquí no se extiende demasiado.
Tres metros más allá un muro crudo
y la reja amarilla del orín;
la ventana es también un azogue oscuro,
fiel a las órdenes del reflejo:
tejas secas, antenas, un pájaro migratorio recortado.
Pero en las noches nunca las estrellas.
Sólo una vez al mes la luna cuadriculándome
el borde de la cama
si la luz está apagada.
De cualquier modo, siempre estridente,
una chicharra se ocupa de su ruido.
Y yo me ocupo de escribir migas de pan
que me aseguren el camino de regreso:
el mar, vasto horizonte imposeíble,
ese cuerpo tenso donde me has acogido.
Mañana será lunes de nuevo.
Luz Helena Vélez Arango
Medellín.
Libros: Metáforas del tiempo, Esplendor y Olvido.
De Esplendor y olvido
Cristales de hielo
Para Álvaro Posada
Cientos de caballos
mueren en el lago Ladoga
huyendo de un incendio forestal.
Al otro día
sale el sol
y brillan las cabezas.
Esculturas de hielo
para un artista.
Más allá de la montaña
Ahora que despierto
con esta sensación de abandono
los ojos pegados
por la vigilia
de años desperdigados
por el viento,
veo el baile nocturno
de máscaras
y a los amigos danzando febrilmente
como alucinados
en la cima
de la montaña azul.
Sólo que ahora los sueños y los rostros
son iguales a los surcos.
Ángela García
Medellín, 1957
Entre leño y llama fue su primer libro.
De Entre leño y llama
Urbe
Se desgajan truenos intermitentes
Este murmullo humano de agujas
Cada persona que pasa
es un tentáculo de la tragedia
hurgan ciegos en la tierra
buscan calma
Sinembargo alguno es hermoso
Todos estos gritos
cobijados por el mismo sol
Esa mano del infinito
sobre la piel
Corriente
En un túnel de rumores
se calafatea el cansancio
ya es mediodía y no llegamos
El filo de la espada
se hace sutil en la contienda
se aclara la vista
atravesando el dolor
ha llegado la tarde
y seguimos caminando
La palabra sale ardiendo
del fuego del corazón
desde la cumbre
el espíritu recorre espacios
termina sumergido
en el lago de los bajíos
Ahora es la noche
y no llegamos
aún
Daniel Jiménez Bejarano
Puerto Berrío, Antioquia, 1970
Libros: Permanencia en la melancolía, 1992. Retrato con omisiones, 1997. El goce concedido, 1998. Íntima señora de la espina, 1998
De Íntima señora de la espina
Las calles son un hondo sepulcro,
brutal como la resurrección.
En vano la vigilia desde la Torre Norte
de una ciudad cuya santidad desconozco;
el enemigo no codicia como nosotros a sus muertos,
pese a que hemos comido carne humana
mezclada con la de otras alimañas.
Hemos conocido la Prudencia,
hemos sobrevivido a Tierra Santa.
Y regresamos con un nuevo Dios a nuestros libros,
a la comunión cada semana,
a la oración del alba,
sedientos de ti, Nuestra Señora,
vislumbrada apenas en el curso de los astros.
Lo que llamamos cielo es un poco de fuego extraviado,
y la gloria, un poco de musgo en nuestra herida,
el óleo que consuela de la certidumbre
de morir en el infierno.
Por ti conocimos el exilio y la matanza:
sabemos de memoria la recompensa por tu sumisión.
Jeremiada
Es esta la canción de despedida,
y esta y no otra la melodía
en que la voz de la alquimia se funde
con la voz de la herida profunda, la herida y no otra.
Es el viento que roza tus pezones
por última vez en estos campos,
el caramillo distante y no otro;
transformo toda la piel en mordaza,
mordaza de mi grito y no de otro,
no de otro en la mano que me das,
lánguida como la última vez,
como la última sentencia por última vez;
dejo que las anclas fluyan por otras aguas,
por otras y no por otra,
por esta despedida y no por otra;
el cielo te conoce mejor cuando tu cabellera
moja la hierba,
llueve de tu pelo, y no de otra herida,
de otra y no de la profunda, de la que opaca el oro
donde violamos la gracia del olivo
con las últimas risas,
con otras no con las risas;
desatas tu pie sobre el mar como un galeón de raso,
no otro barco, conquista y tesoro hundido,
no otro destino;
es esta la canción, no la canción,
es este el cielo de la melodía, de la voz y no de otro,
lágrimas, no otras sino éstas; aúllo como un lobo,
como otro lobo, no este que nos mira desde los arbustos,
despidiéndose de nosotros, no de otros,
de nosotros que no nos despedimos en otra tarde,
no en otra, en ésta, la de otros.
[2] Jorge Gaitán Durán y Edurado Cote Lamus
POETAS DE MEDELLÍN
Selección de César Herrera
CRISTINA TORO
De Cosas de mujeres (1999)
Sala de espera
Los sonidos del amor
De Telón de fondo (1999)
Pasajera
GUSTAVO ADOLFO GARCÉS
De Breves Días (1992)
Puerto Casabe
La luna y el solar
LUCÍA ESTRADA
De Las hijas del espino
Doris
Annabella Byron
De Noche Líquida
Busco el lugar de la herida...
VÍCTOR GAVIRIA
De La mañana del tiempo (2003)
Cuando converso...
Ladrón
Una muchacha del campo...
JAVIER NARANJO MORENO
Vivos...
La casa es húmeda...
JORGE IVÁN GRISALES CARDONA
De Los versos del nadador ciego (1997)
V
XXIV
EVERARDO RENDÓN COLORADO
De La ciudad sonámbula (1999)
La maestra de escuela
De Memorias de la sangre (1989)
Si te cuentan que caí
ORLANDO GALLO ISAZA
De Siendo en las cosas (1996)
Oración
Conversación
Adiós
CATALINA GONZÁLEZ
De Afán de fuga (2002)
Los ciegos ven cuando sueñan
Veneno
PIEDAD BONNETT
De Lo demás es silencio
Nocturno
La venadita
Ración diaria
Biografía de un hombre con miedo
Sal en la hierba
JUAN MANUEL ROCA
De País secreto
Canción de un hombre del siglo
De Pavana con el diablo
Pavana con el diablo
LUIS FERNANDO MACÍAS
De Memoria del pez
Los buscadores de la muerte
Dos llamados
LUIS IVÁN BEDOYA
De 55 Cucúes (2002)
9
28
51
De Paleta de luces (2002)
Otras hablas
HELÍ RAMÍREZ GÓMEZ
De En la parte alta abajo
Eran las tres de la tarde las tres
Jugaba de alero
PEDRO ARTURO ESTRADA ZAPATA
De Poemas En blanco y Negro
En la casa
Nadie
DARÍO JARAMILLO AGUDELO
De Tratado de retórica o de la necesidad de la poesía
Libro de las mutaciones, 3
De Poemas de amor
1
ELKIN RESTREPO
De Absorto escuchando el cercano canto de sirenas (1985)
13
De La Dádiva (1991)
1
De La visita que no pasó del jardín (2002)
En suerte
JAIME JARAMILLO ESCOBAR
De Los poemas de la ofensa (2000)
Mamá negra
Diálogo de los Intérpretes
GABRIEL JAIME FRANCO
De Reaprendizaje del Alfabeto
4
10
De La tierra Memorable
IV
V
LEÓN GIL
De Cóctel de Versos para la Mesa 3 (2002)
Epitafio del Misántropo
Insania
Canción para Geoffrey Firmin...
RENÉ JARAMILLO VALDÉS
El Otro
Epitafio
MARTA QUIÑÓNEZ
De Arcanos
21
25
En mi vida
HÉCTOR FAGOT
Heráclito
RUBÉN DARÍO LOTERO
De Poemas para leer en el bus
La luna y la lluvia
Una vela
Inquietud
Mujer
Carta
JOSÉ LIBARDO PORRAS VALLEJO
De Hijo de ciudad
Generaciones
ROGELIO ECHAVARRÍA
De El transeúnte
Hora llegada
Citación
CARLOS VÁSQUEZ
De Agua tu sed
No me dejes solo...
INÉS POSADA
Las palabras
Agua
ROBINSON QUINTERO OSSA
La otra Itaca
DAVID JIMÉNEZ
De Día tras día
Retrato de familia
Todos los días...
FERNANDO HERRERA GÓMEZ
De En la posada del mundo
Última carta para Manuel Ignacio Castillo
De Sanguinas
Fundaciones
SANTIAGO LONDOÑO
De Delirio del inmortal
Adolescente
Habitación
LUZ HELENA VÉLEZ ARANGO
De Esplendor y olvido
Cristales de hielo
Más allá de la montaña
ÁNGELA GARCÍA
De Entre leño y llama
Urbe
Corriente
DANIEL JIMÉNEZ BEJARANO
De Íntima señora de la espina
Las calles son...
Jeremiada