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NOTICIA REVISTA QUO 23/5/2015

 El 15 de agosto de 1984, la Tierra celebró un festival macabro. Un evento telúrico en el que se dedicó a descorchar efervescencia letal durante varias horas. Suficiente para matar a 37 personas instantáneamente y llevarse por delante miles de cabezas de ganado. Pero parece que eso no fue bastante; el 21 de agosto de 1986 lo hizo otra vez. Y en esta ocasión acabó

con 1.700 vidas humanas y 3.500 animales de modo imprevisible. ¿Dónde sucedió esto? Y, más importante aún, ¿qué ocurrió exactamente?

Todo comenzó hace 37 años en el Lago Nyos, Camerún. Este espejo de agua está ubicado a 50 kilómetros de la frontera con Nigeria. Una mañana de 1984, del lago salió una nube blanca que se extendió unos 30 kilómetros a la redonda. Y mató todo lo que se encontraba en su camino. Dos años después sucedió lo mismo, esta vez en el Lago Monoun, que también está en Camerún, en agosto y después de un deslizamiento de tierras en las orillas del lago.

Para encontrar explicación a este fenómeno acudieron expertos de todo el mundo. El relato de los supervivientes señalaba que la nube olía a pólvora y huevos podridos. Los científicos sospecharon primero del azufre como causante de la explosión, pero la respuesta se le iba a hacer más esquiva; tanto que los investigadores aún no se ponen de acuerdo. Esto es lo que se sabe hasta ahora de lo que ocurrió en Camerún.

William Evans es investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), y desde California nos cuenta qué sucedió, ya que él investigó en Nyos y Monoun poco después del desastre. Lo primero que hicieron fue descartar el azufre como culpable. “Cuando empezamos a investigar”, asegura Evans “encontramos relatos de pilotos de la Segunda Guerra Mundial que referían alucinaciones olfativas similares cuando eran sometidos a altas concentraciones de CO2. Habíamos encontrado algo.”

Debido a que en esta región de Camerún no hay otra fuente de CO2, los científicos centraron sus miradas directamente en el manto terrestre.

Desde allí, a unos 40 o 50 kilómetros de profundidad ascendían enormes cantidades de CO2 hasta llegar al lago. “Cuando analizamos el agua, pocos días después del evento”, confirma Evans, “tenía entre un 90 y un 99% de CO2”. Este llega a los lagos cercanos a zonas volcánicamente activas y se acumula lentamente hasta alcanzar cantidades peligrosas.

“El gas llega al lago, pero no forma burbujas, pues el peso del agua es tal que lo disuelve”, asegura Haraldur Sigurdsson, geólogo y vulcanólogo islandés que fue uno de los primeros expertos que visitó Nyos. “Por eso no lo vemos. Pero si se libera la presión de repente, el gas brota de manera explosiva.”

Sucede algo parecido a cuando tienes una botella de cava: las burbujas no las ves hasta que agitas la botella. Y si liberas la presión de la botella, todo explota. Eso sucedió en Nyos y Monoun: se liberó la presión.

¿Que hace falta para que esto ocurra? Los expertos aún no se ponen de acuerdo: movimientos tectónicos, saturación de los niveles de CO2... Otro dato que llamó la atención de los investigadores fue que ambos eventos tuvieron lugar en agosto, época de lluvias en Camerún. Para Evans, sin embargo, está muy claro: “La causa son los deslizamientos de tierra. En ambos lagos se detectaron corrimientos en sus márgenes. Esa es mi apuesta”.

Una vez que se libera la presión, el desastre es inminente. La única opción es huir a las alturas: el CO2 es más denso que el aire, por lo que no asciende mucho.