Desde niño he corrido por las calles de Moros, disfrutado de los pozos del Manubles, jugado partidos de futbol apasionantes en las eras, robado peras y manzanas en sus piezas y muchas cosas más. Por eso a pesar de haber nacido unos kilómetros más allá, en Zaragoza, me siento de Moros y tras estos días, mucho más. Cada vez que bajo del coche y respiro su aire y escucho su silencio siento más la necesidad de estar en él.Quiero agradecer el trato recibido por todo el mundo, desde los jóvenes que nos vinieron a visitar, a los más ancianos que subieron las empinadas cuestas hasta llegar a nosotros, pasando por la gente de mi edad y por supuesto a esa impresionante Comisión de la Semana Cultural, que como la que organiza las fiestas del verano y octubre, se deja parte de su tiempo para que los demás seamos un poco más felices.
Han sido momentos en los que, aunando vuestro cariño, el buen grupo de amigos que nos juntamos y poco más, hemos conseguido grandes ratos. Dicen que la felicidad total no existe, que consiste en estos pequeños momentos que la vida nos regala. Así debe ser, porque para tocar la verdadera felicidad, a mí al menos me faltó muy poco, seguramente algo que estaba muy cerca y a la vez demasiado lejos en la distancia y el tiempo.
Francisco Javier Lozano