Catedral de Sevilla
Sevilla es sentimiento y tradición. Ciudad con duende, se mueve al ritmo de la alegría y la música, de la sonrisa y la pasión, pero también al del respeto a las tradiciones y del fervor religioso. Sevilla late con personalidad propia y enamora a primera vista. Además, su clima invita a una escapada fuera de la temporada estival.
El indiscutible símbolo de la ciudad es la catedral que sorprende por la cantidad de estilos que aglutina -almohade, mudéjar, gótico, renacentista, barroco, académico y neogótico- y por la inmensidad de sus dimensiones.
Deberemos mirarla con calma porque merece la pena ver cada rincón. Pero la que se lleva todas las miradas es la Giralda: el campanario de la catedral. Inspirada en el alminar de la mezquita Kutubia de Marrakech, los dos tercios inferiores de esta torre de 104 m de altura corresponden al alminar de la antigua mezquita de la ciudad, y la parte superior es un remate renacentista añadido por los cristianos para albergar las campanas.
En la punta se encuentra el Giraldillo; una escultura de bronce que representa a una mujer con túnica, que lleva una palma en una mano y un escudo guerrero en la otra, y que ha sido recientemente restaurada.