TEOFANÍAS:
Recursos para describir lo sobrenatural.
Medios utilizados por Lucas para describir el encuentro de Cristo con Pablo: caer derribado en tierra, quedar deslumbrado, ver una luz, oír una voz…, son recursos utilizados en el AT para describir las manifestaciones divinas.
Pablo fue el intérprete primero y el teólogo más agudo y penetrante del mensaje cristiano. Nadie como él ha sabido bucear en las profundidades insondables del misterio cristiano.
Con exageración, se le presenta a veces como el fundador de la Iglesia, el promotor de los sacramentos, el creador de la teología…, contraponiéndolo incluso al mismo Jesús. Sin ver otras especulaciones, evoquemos la actitud del mismo Pablo. Él se sabe, transmisor de lo recibido; un eslabón en la secuencia de la tradición inaugurada por Jesús; en comunión con la fe de la Iglesia, ya que, en la confrontación, buscada por él mismo, con los demás apóstoles, estos le dieron merecido reconocimiento, estando de pleno acuerdo; seguros del evangelio que predicaba y si alguien se atreviese a ofrecer otro diferente seria anatema, aunque fuese un ángel del cielo.
Su curriculum vitae lo divide él mismo en dos mitades; antes y después del encuentro con Cristo. El expediente impecable presentado antes del acontecimiento de Damasco comprende dos aspectos: una titulatura gloriosa que le había sido dada y de la que podía sentirse orgulloso: circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y, más en concreto de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos. Tres títulos gloriosos, aunque no meritorios. Le habían sido dados. Junto a ellos menciona otros tres títulos adquiridos a pulso: fariseo, es decir, de la estricta observancia; por el selo de la ley, perseguidor de la Iglesia de Dios; según la justicia que proviene de la ley, irreprensible. Pocos o ninguno podrían decir otro tanto ([Flp 3,4] [Flp 3,9]).
La segunda mitad de su vida se inicia con un pero, que anula todo lo anterior por considerarlo inservible. A partir de su encuentro con Cristo, toda su vida fue un marchar en pos de él por si lograba alcanzarlo, ya que él mismo había sido alcanzado por Cristo ([Flp 3,7]), trabajando por la causa del evangelio más que todos los demás juntos ([1Cor 15,10]). ¿Qué había pasado para producirse este cambio tan radical?
Las explicaciones naturalistas o racionalistas del rumbo nuevo tomado por Pablo: desilusión personal ante la impotencia de la ley; conciencia atormentada como consecuencia de la persecución de la Iglesia de Cristo; remordimientos que, con ayuda de una tormenta con relámpagos y todo, le hicieron ver a Jesús…, son insuficientes. Serían mayor milagro que el de su verdadera conversión.
Lo que descubrió en el camino de Damasco fue la gracia de Dios manifestada en Cristo, y que le salía al paso; pero no solo como un suceso personal, si no como el auténtico acontecimiento liberador destinado a todos los hombres.
Este es su punto de partida, que él desarrolla en los siguientes puntos fundamentales de su teología:
1- La justificación por la fe y no por las obras de la ley [Rom 3,21]ss. Esta afirmación es, sin lugar a dudas, la más importante de toda su teología.
2- El hombre fracasa por ser incapaz de integrar a Dios en su vida. El único camino eficaz de liberación en la justicia de Dios, que es acción salvadora en favor del hombre. Esta justicia de Dios debe ser aceptada por el hombre mediante la fe.
3- Por más medios que invente el hombre, quedarán impotentes y anulados ante el acontecimiento de Cristo.
La palabra de Dios se pronuncia sobre lo concreto, en experiencias vividas, sobre los problemas y necesidades, ante las dificultades y los errores, en la duda y la esperanza, sobre la vida misma.
Bibliografía:
Introducción a la carta a los Romanos.
La Santa Biblia (Martin Nieto).
Podemos vislumbrar a través de la predicación de los padres de la Iglesia signos de Teofanías.
Aquí tienen varios ejemplos muy edificantes e ilustrativos:
7 Pero todo lo que tuve
entonces por ventaja, lo juzgo ahora daño
por Cristo; 8 más aún, todo lo tengo por
pérdida ante el sublime conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por quien he
sacrificado todas las cosas, y las tengo por
basura con tal de ganar a Cristo 9 y
encontrarme en él; no en posesión de mi
justicia, la que viene de la ley, sino de la que se
obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios,
que se funda en la fe, 10 a fin de
conocerle a él y la virtud de su resurrección y
la participación en sus padecimientos,
configurándome con su muerte 11 para
alcanzar la resurrección de los muertos.
12 No quiero decir con esto que haya
alcanzado ya la perfección, sino que corro
tras ella con la pretensión de darle alcance,
por cuanto yo mismo fui alcanzado por
Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo no
creo haberla alcanzado ya; de una cosa me
ocupo: olvidando lo que queda atrás, me
lanzo en persecución de lo que está delante;
14 corro hacia la meta, hacia la vocación
celeste de Dios en Cristo Jesús. 15 Así
pues, cuantos somos perfectos sintamos de
este modo; y si alguno siente de otra manera,
Dios os iluminará a este propósito. 16 De
cualquier modo, en la meta que hubiéramos
alcanzado perseveremos firmes.
17 Hermanos, seguid todos mi ejemplo y
observad a los que se conducen conforme al
modelo que tenéis en mí. 18 Pues hay
muchos entre vosotros, de quienes muchas
veces os dije, y ahora tengo que repetirlo con
lágrimas en los ojos, que son enemigos de la
cruz de Cristo; 19 su fin será la
perdición, su dios es su vientre, su gloria lo
que los deshonra y tienen puesto su corazón
en las cosas de la tierra. 20 Nuestra
patria está en los cielos, de donde esperamos
al Salvador y Señor Jesucristo, 21 el
cual transformará nuestro cuerpo lleno de
miserias conforme a su cuerpo glorioso en
virtud del poder que tiene para someter a sí
todas las cosas.
Libro de los Hechos de los Apóstoles 22,3-16.
"Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora. Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la prisión a hombres y mujeres; el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad, para que fueran castigados. En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'. Le respondí: '¿Quién eres, Señor?', y la voz me dijo: 'Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues'. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo le pregunté: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me dijo: 'Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer'. Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco. Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar, vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: 'Hermano Saulo, recobra la vista'. Y en ese mismo instante, pude verlo. El siguió diciendo: 'El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra, porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre'.
Evangelio según San Marcos 16,15-18.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
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San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 279
El perseguidor transformado en predicador
Desde lo alto del cielo la voz de Cristo derribó a Saulo: recibió la orden de no proseguir sus persecuciones, y cayó rostro en tierra. Era necesario que primeramente fuera abatido, y seguidamente levantado; primero golpeado, después curado. Porque jamás Cristo hubiera podido vivir en él si Saulo no hubiera muerto a su antigua vida de pecado. Una vez derribado en tierra ¿qué es lo que oye? «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón." (Hch 26,14). Y él respondió: «¿Quién eres, Señor?». Y la voz de lo alto prosiguió: «Yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues». Los miembros están todavía en la tierra, es la cabeza que grita desde lo alto del cielo; no dice: «¿Por qué persigues a mis siervos?» sino «¿por qué me persigues?»
Y Pablo, que ponía todo su furor en perseguir, se dispone a obedecer: «¿Qué quieres que haga?» El perseguidor es transformado en predicador, el lobo se cambia en cordero, el enemigo en defensor. Pablo aprende qué es lo que debe hacer: si se quedó ciego, si le fue quitada la luz del mundo por un tiempo, fue para hacer brillar en su corazón la luz interior. Al perseguidor se le quitó la luz para devolvérsela al predicador; en el mismo momento en que no veía nada de este mundo, vio a Jesús. Es un símbolo para los creyentes: los que creen en Cristo deben fijar sobre él la mirada de su alma sin entretenerse en las cosas exteriores...
Saulo fue conducido a Ananías; el lobo devastador es llevado hasta la oveja. Pero el Pastor que desde lo alto del cielo lo conduce todo le asegura: «No temas. Yo le voy a descubrir todo lo que tendrá que sufrir a causa de mi nombre» (Hch 9,16). ¡Qué maravilla! El lobo cautivo es conducido hasta la oveja... El Cordero, que muere por las ovejas le enseña a no temer.
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San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón sobre el salmo 130, § 3
«El pueblo entero estaba pendiente de sus labios»
Oramos en el templo de Dios cuando oramos en la paz de la Iglesia, en la unidad del Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo de Cristo está constituido por la multitud de creyentes repartidos por toda la tierra... Para ser escuchado es en este templo que se debe orar «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23), y no en el Templo material de Jerusalén. Éste no era más que la «sombra de lo venidero» (Col 2,17), por eso quedó hecho una ruina... Este templo que cayó no podía ser la casa de oración de la que se había dicho: «Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos» (Mc 11,17; Is 56,7).
¿Es que, en realidad, los que quisieron hacer de ella «una cueva de bandidos» fueron la causa de su caída? De la misma manera que los que en la Iglesia llevan una vida desordenada, los que, tanto como pueden, buscan hacer de la casa de Dios una cueva de bandidos, éstos no van a derrumbar ese templo. Tiempo vendrá en que serán echados fuera con el látigo de sus pecados. Esta asamblea de fieles, templo de Dios y Cuerpo de Cristo, no tiene sino una sola voz y canta como un solo hombre... Si queremos, esta voz es la nuestra; si queremos, al oír cantar, cantamos también en nuestro corazón.
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San Paciano de Barcelona (?- hacia 390, obispo
Homilía sobre el bautismo, 6 -7; PL 13, 1093
«No es Dios de muertos sino de vivos»
«Nosotros que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra era terreno; el segundo hombre es del cielo». Si obramos así, hermanos, ya no moriremos. Aunque nuestro cuerpo se deshaga, viviremos en Cristo, como él mismo lo dice: «El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá». Por lo demás, tenemos certeza, por el mismo testimonio del Señor, que Abrahán, Isaac y Jacob y que todos los santos de Dios que viven. De ellos dice el Señor: «Para él todos están vivos. No es Dios de muertos sino de vivos» Y el apóstol dice de sí mismo: «Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; deseo partir para estar con Cristo»: Y añade en otro lugar: «Mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe». Ésta es nuestra fe, queridos hermanos. Además: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados».
La vida meramente natural nos es común, aunque no igual en duración, como lo veis vosotros mismos, con los animales, las fieras y las aves. Lo que es propio del hombre es lo que Cristo nos ha dado por su Espíritu, es decir, la vida eterna, siempre que ya no cometamos más pecados...: «Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Referencias bíblicas: 1Co 15,49.47; Jn 11,25; Flp 1,21.23; 2Co 5,6-7; 1Co 15,19; Rm 6,23)
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San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón 31 sobre el Cantar de los Cantares
«Dichosa la que ha creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45)
En la Antigua Alianza los hombres estaban bajo el régimen de los símbolos. Por la gracia de Cristo, presente en la carne, la misma verdad ha resplandecido para nosotros. Y sin embargo, con relación al mundo venidero, todavía vivimos, en cierta manera, en la sombra de la verdad. El apóstol Pablo escribe: «Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce» (1C 13,9) y «no es que ya haya conseguido el premio» (Flp 3,13). En efecto, ¿cómo no hacer diferencia entre el que camina en la fe o el que se encuentra ya en la clara visión? Así «el justo vive de fe» (Ha 2,4; Rm 1,17) –es el bienaventurado que exulta por la visión de la verdad; mientras, el hombre santo vive todavía en la sombra de Cristo... Es buena esta oscuridad de la fe; filtra la luz cegadora para nuestra mirada todavía en la tiniebla y prepara nuestro ojo para que pueda soportar la luz. En efecto, está escrito: «Dios ha purificado sus corazones a través de la fe» (Hch 15,9). Porque el efecto de la fe no es apagar la luz, sino conservarla. Todo lo que los ángeles contemplan a rostro descubierto, la fe lo guarda oculto para mí; lo hace descansar en su seno para revelarlo en el momento querido. ¿Acaso no es una buena cosa que tenga envuelto lo que tu todavía no puedes captar sin velo?
Por otra parte, la madre del Señor también vivía en la oscuridad de la fe, puesto que le fue dicho: «Dichosa tú que has creído» (Lc 1,45). También del cuerpo de Cristo recibió una sombra, según el mensaje del ángel: «El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35). Esta sombra pues, no tiene nada de despreciable porque es el poder del Altísimo que la proyecta. Sí, verdaderamente, en la carne de Cristo había una fuerza que cubría a la Virgen con su sombra, a fin de que la pantalla de su cuerpo vivificante le permitiera soportar la presencia divina, aguantar el resplandor de la luz inaccesible, lo cual era imposible a una mujer mortal. Este poder ha domado toda fuerza adversa; la fuerza de esta sombra echa fuera los demonios y protege a los hombres. ¡Poder verdaderamente vivificador y sombra verdaderamente refrigerante! Y es totalmente en la sombra de Cristo que nosotros vivimos, puesto que caminamos por la fe y recibimos la vida alimentándonos con su carne.
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Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo
1ª homilía sobre el salmo 38
«El verano está cerca»
«Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy» (Sl 38,5). Si me hicieras conocer mi fin, dice el salmista, si me hicieras conocer cuál es el número de mis días, por ahí mismo podré saber lo que me falta. Y es posible que a través de estas palabras quiera también indicar eso: todo oficio tiene una finalidad. Por ejemplo, la finalidad de una empresa constructora es construir una casa; la finalidad de un astillero es construir un buque capaz de enfrentarse con las olas del mar y soportar los azotes de los vientos; y la finalidad de cada oficio es llegar a una cosa parecida a la que el mismo oficio parece inventado. Quizás es así que nuestra vida y la del mundo entero tiene una cierta finalidad con la cual hacemos todo lo que se hace en nuestra vida, o por la cual el mismo mundo ha sido creado o subsiste. El apóstol Pablo se acuerda de esta finalidad cuando dice: «Seguidamente vendrá el fin, cuando entregue el Reino a Dios Padre» (1Co 15,24). Ciertamente que hay que apresurarse hacia este fin puesto que es el precio mismo de la obra por la cual somos creados por Dios.
De la misma manera que nuestro organismo corporal, pequeño y reducido al nacer, es, sin embargo estimulado y tiende al término de su grandeza creciendo en edad, y también así como nuestra alma se expresa primero a través de un lenguaje balbuciente y más claro después para, en fin, llegar a una perfecta y correcta manera de expresión, también es cierto que toda nuestra vida comienza en el presente de esta manera: primero como balbuciente entre los hombres sobre la tierra, pero se acaba y llega a su cumbre en los cielos cerca de Dios.
Por este motivo el profeta desea conocer la finalidad por la cual ha sido hecho para que, mirando el fin, examinando sus días y considerando su perfección, ve todo lo que le falta en relación con este fin hacia el cual tiende... Es como si los que salieron de Egipto hubieran dicho: «Hazme conocer, Señor, mi fin» que es una tierra buena y una tierra santa, «y el número de mis días» por los que ando «para que conozca lo caduco que soy»,y cuánto me falta hasta llegar a la tierra santa que me tienes prometida.
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Cardenal John Henry Newman (1801.1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo.
«El mundo invisible (La Palabra)PPS, IV, 13
El ejemplo de la higuera
Una sola vez al año, pero, ciertamente una vez, el mundo que vemos, hace estallar sus fuerzas secretas y, en cierta manera, él mismo revela qué es. Entonces, aparecen las hojas, los árboles frutales y las flores se abren, crecen la hierba y el trigo. De repente de percibe un impulso y un estallido de la vida escondida que Dios ha puesto en el mundo material. Pues bien, esto nos sirve como un ejemplo de lo que el mundo es capaz siguiendo el mandato del Señor. Esta tierra... un día estallará en un mundo nuevo de luz y de gloria en la cual veremos a los santos y a los ángeles. Sin la experiencia que se ha tenido de lo que ha sido una primavera precedente, ¿quién podría pensar, quién podría concebir dos o tres meses antes cuando el rostro de la naturaleza parecía muerta, que podía llegar a ser tan espléndida y tan variada?...
Lo mismo ocurre con esta primavera eterna que esperan todos los cristianos; llegará aunque se demore. Esperémosla, porque «ciertamente vendrá y no tardará» (Hb 10,37). Por eso decimos cada día: «¡Venga a nosotros tu reino!» Que quiere decir: «Resplandece Señor, tú que te sientas sobre querubines. Restáuranos, que brille tu rostro y nos salve» (cf Sl 79,2-3)
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San Juan Crisóstomo (hacia 345- 407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la cruz y el ladrón
«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre» (Mt, 24,30)
¿Quieres saber por qué la cruz puede ser signo del Reino? ¡Es con este signo que Cristo debe venir en su segundo y glorioso advenimiento! Para que aprendas hasta qué punto la cruz es digna de veneración, él mismo ha hecho de ella un título de gloria...
Sabemos que su primera venida se realizó en secreto, y esa discreción estaba justificada: venía a buscar lo que estaba muerto. Pero su segunda venida no ocurrirá de la misma manera... Aparecerá a todos a la vez y nadie tendrá necesidad de preguntar si Cristo está aquí o allí (Mt 24,26)...; no tendremos necesidad de saber si verdaderamente Cristo está allí, sino que lo que deberemos buscar es si viene con la cruz...
«Cuando aparecerá el Hijo del hombre, el sol se oscurecerá y la luna no ya brillará más» (Mt 24,27). Será tan grande la gloria de su luz que ante ella quedarán empañados los astros más brillantes. «Entonces caerán las estrellas y aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre». ¿Te das cuenta de cuál es el poder de la señal de la cruz? «El sol oscurecerá y la luna se esconderá», y, por el contrario, la cruz brillará, bien visible, para que sepas que su resplandor es más grande que el del sol y la luna. De la misma manera que al entrar el rey en una ciudad los soldados cargan sobre sus hombros los estandartes reales y los llevan delante de él para anunciar su venida, así también, cuando el Señor descenderá del cielo, la cohorte de los ángeles y de los arcángeles llevaran su signo sobre sus hombros, y de esta manera seremos prevenidos de la llegada de este rey que es Cristo.
S.S.en Xto. JOEL IGNACIO
Bibliografía: