Viacrucis por Cuba

VIACRUCIS POR CUBA

I. Estación: Jesús condenado a muerte.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tú Santa Cruz redimiste al mundo.

Señor tu nos dices: "Pueblo mío, ¿Que te he hecho? Por ti naci, trabaje, predique, hice milagros... “¡Y me condenas a la Cruz!”

Señor, ciertamente no nos abandonaste nunca, has estado muchos años a nuestro lado cargando la Cruz por nuestra culpa. Hoy te decimos basta ya: a partir de hoy te ayudaremos a llevarla hasta cumplir la condena, y recibir de ti la redenci6n anhelada.

(Un momento de ret1exion en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mí.

II. Estación: Jesús toma la Cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Gracias, Señor; ¿Que hubiera sido de nosotros? ¿Cómo hubiéramos salido del pecado sin tu Cruz? Señor, enséñanos a aceptar el sufrimiento, a verlo como venido de tu mano para nuestro bien.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

III. Estación: Jesús cae por primera vez.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Señor, ¡Como pesan en tu Cruz nuestros pecados! Señor, que no hagamos tu Cruz más pesada. Señor los cubanos estamos caídos en el suelo, no podemos mas, que tu caída nos de fuerza para levantarnos, que acudamos a ti, alivio de todos los que sufren y están agobiados.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

IV. Estación: Jesús encuentra a su Madre.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¡Como iba! Su niño de Belén y Nazaret, el hijo del Altísimo, que se le había entregado a Ella, la Gracia plena! Cuantas cosas le diría Jesús al cruzarse sus miradas! Madre de la Caridad, salva a Cuba, que esta Cruz sea el asidero para quienes la corriente del pecado arrastra al infiero.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

V. Estación: El Cirineo ayuda a llevar la Cruz a Jesús.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste at mundo.

Está agotado. No puede seguir. El centurión busca quien te ayude y de entre la multitud, obliga a un hombre de Cirene a que coja la Cruz de Cristo. !Cuántas veces nos hemos negado a llevar la Cruz que merecemos! Haz, Señor, aunque sea a la fuerza, como aquel hombre, te ayudemos a llevar nuestra merecida Cruz.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque. - ten piedad y misericordia de mi.

VI. Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

Te adoramos. Señor, y te bendecimos. - que por tu Santa Cruz redimiste at mundo.

¡Como camina Cristo! Semejante a un gusano, en frase de Isaías. Si hasta se ha hecho pecado, dice San Pablo. El rostro sucio, las manos atadas.

La Verónica rompe la fila de soldados y te enjuga el rostro con un lienzo donde queda impresa la imagen de Cristo. Señor, haz que los cubanos rompamos las filas del temor y confesemos nuestro amor a ti. Señor que aprendamos de esta mujer judía a ser valientes, y enjugar la cara que das por los cubanos.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

VII. Estación: Jesús cae por segunda vez.

Te adoramos. Señor. y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste at mundo.

Áspera es la subida al Calvario, como la vida del cubano. Cuántas caídas Señor, danos constancia. A nosotros, a tus Sacerdotes, Religiosos, Laicos, a la Jerarquía toda. Cristo no dice basta. Ninguno tenemos derecho a echarnos al surco hasta un segundo después de la muerte. Pero no fiándonos de nuestras fuerzas, sino confiando en Dios, que ciertamente no dejara de darnos lo necesario, el pan de cada día, si se lo pedimos.

(Un momento de reflexión en silencio.) - - Peque, Señor. peque. - ten piedad y misericordia de mí.

VIII. Estación: Jesús habla a las hijas de Jerusalén.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos. - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

En mitad de tu Pasión te acuerdas más, que del castigo que estas sufriend, del preparado para, nosotros, leños secos. Y pides que lloremos por nuestros pecados para librarnos de e1. Señor, para la conversión y penitencia del pueblo cubano, envía operarios a tus mies. Por ellos suplicantes te rogamos e insistimos, i Óyenos Señor!

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

IX. Estación: Jesús cae por tercera vez.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al Mundo.

Veamos la escena: Cristo en tierra, derrumbando. ¿Pero no hay nadie que me ayude? El eco de este grito desgarrador resuena hoy también en nuestros oídos. Porque Cristo sigue hoy tirado en los suburbios, en los hospitales, en las cárceles, en los asilos de ancianos, y en los marginados del pueblo cubano; en las masas sin cultura osin Dios, de los cinco continentes. Señor, queremos echarte una mano, fortalece nuestra caridad perezosa, y la inconstante, falta de fe.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

X. Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al Mundo.

Señor, que tus ejemplos de pobreza: el pesebre, el no tener donde reclinar la cabeza, el morir desnudo, nos graben a fuego en el corazon y la desestima de cuanto hemos de abandonar algún día.

Señor, que nuestros pecados personales no agraven los sociales.

(Un momento de reflexión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

XI. Estación: Jesús es clavado a la Cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al Mundo.

Es la entrega total y heroica del cuerpo. Entrega cruenta, como la castidad es entrega incruenta. Por eso la castidad perfecta se compara al martirio. Cristo padece para expiar nuestras deshonestidades y fortalecer nuestra pureza. Señor, perdona nuestros pecados, y haz que nuestra castidad sea testimonio autentico de tu gracia, sin la cual es imposible mantenerla.

(Un momento de ref1exión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

XII. Estación: Jesús muere en la Cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al Mundo.

"Todo se ha cumplido, el haberte hecho obediente hasta la muerte en la Cruz"

Señor, muerto por nosotros, que nuestro amor a ti sea tanto como para aceptar siempre tu voluntad y plan sobre nuestro Pueblo.

(Un momento de reflexion en silencio) -Peque,Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

XIII. Estación: Jesús en los brazos de su Madre.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Señora, iQue hijo se te quito y que hijo se te entrega! Por fin lo han matado, cruelmente, con saña. Señora de la Caridad, nosotros también hemos tenido la culpa. Y ahora que has perdido a tu hijo, te da Dios otros hijos, nosotros el Pueblo Cubano. Madre, desde ahora no queremos que Cristo tenga que sufrir más por nuestros pecados. Queremos, en lo posible, reparar por ellos, ser siempre hijos tuyos a tu gusto. ¡Que menos, habiéndonos dado que Tú, la Madre de Dios, seas también y de verdad MADRE NUESTRA!

(Un momento de ref1exión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

XIV. Estación: Jesús es puesto en el sepulcro.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, - que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

"Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto"(Juan 12, 24). Señor, nada mas morir, se abrio tu corazon, como semilla fecunda. Y nacio la Iglesia, en la cual florece tu vida escondida en millones de hostias. Señor, tu Iglesia, en Cuba necesita de cada fiel como terreno en el que tu semilla de el fruto de un Cuerpo Místico Glorioso para que luego sea la recolección olorosa de los frutos alegres sin fin.

(Un momento de ref1exión en silencio.)

-Peque, Señor, peque, - ten piedad y misericordia de mi.

-LA SALVE-

Inspiración recibida por: Joel Ignacio, el Viernes Santo de 1998.

(Joel Ignacio)

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Seamos cruces luminosas, crucifijos vivientes

Por monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei

VALENCIA, sábado, 12 diciembre 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, con el título "Seamos cruces luminosas, crucifijos vivientes".

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Me lo decían los jóvenes el viernes pasado en la oración, ¿por qué se meten con la Cruz de Jesús? ¿Por qué quieren obligarnos a esconderla de todos los lugares públicos? Y es cierto, ¿por qué? La descripción más bella del amor al prójimo que ha transformado la historia de la humanidad la encontramos en Jesucristo y éste crucificado. Dos mil años después, vemos que sigue siendo escándalo, pero es salvación para los hombres.

No voy a profundizar en cuestiones que todos conocemos, como es que para muchas personas quitar los Crucifijos de la vida pública significa aceptar una ingeniería destructora de la configuración cristiana de Occidente y por supuesto de España, y pretender imponer una nueva pseudo-religión a la medida. Lo que quiero daros a conocer a todos los hombres y mujeres de buena voluntad son otros aspectos que estimo importantes que inciden en la energía transformadora del amor que irradia la cruz.

Por Cristo, Dios ha vuelto a ser Señor por un título más fuerte. Por creación, como Dios que es hizo todo lo que existe. Y por redención, haciéndose Hombre para redimirnos de nuestra situación de pecado, lo llevó a cabo con dos acontecimientos: murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. ¡El amor de Dios hacia cada uno de nosotros ha vuelto a reinar desde la Cruz! Por eso decimos que Jesús es el Señor. "Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos" (Rm 14, 9).

Todo, por amor

En este tiempo de Adviento, cuando estamos preparándonos para la venida en carne de Jesús, qué fuerza tiene el preguntarnos por el amor del Señor, que ya se manifiesta en su venida en carne pero que alcanza su plenitud cuando da la vida por nosotros y resucita.

Los discípulos de Cristo, desde el principio se hicieron la pregunta sobre el porqué de aquellos hechos, también de la pasión. Después de su muerte y resurrección, se preguntaron muy pronto, ¿por qué padeció Cristo? Y la respuesta fue contundente: "¡por nuestros pecados!" Nacía así la fe pascual expresada en la célebre frase de San Pablo: "Cristo murió por nuestros pecados; fue resucitado para nuestra justificación"(cf. 1 Co 15, 3-4; Rm 4, 25).

Por tanto, constatamos los hechos: murió y resucitó. Y también tenemos el significado de los mismos hechos: fue por nuestros pecados, para nuestra justificación.

Sin embargo, la pregunta vuelve a surgir, ¿por qué murió por nuestros pecados? Y la respuesta la iluminó la fe de la Iglesia: ¡porque nos amaba! "Cristo nos amó y se entregó por nosotros" (Ef 5, 2); "Me amó hasta entregarse por mí" (Ga 2, 20). "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando" (Jn 15, 13s).

¿Por qué pretenden obligarnos a retirar la Cruz que es expresión del amor apasionado de Dios por el hombre, manifestado en Jesucristo? A Dios no le bastó con hablarnos de su amor. Jesús no se limita a hablarnos del amor de Dios como hacían los profetas, Él es el amor de Dios, porque Dios es amor y Jesús es Dios. Nos ha hablado desde dentro de nuestra condición humana.

El amor de Dios se hizo carne y vino a vivir en medio de nosotros. ¡Qué belleza! Jesús nos ha amado con un corazón divino y humano a la vez; nos ha hablado de manera perfectamente humana, aunque con medida divina. Un amor lleno de fuerza y de delicadeza, tiernísimo e incesante.

¿Os dais cuenta cómo amaba a los discípulos, a los niños, a los pobres, a los enfermos, a los pecadores, a todos los hombres?

Y es que amando hace crecer y devuelve dignidad y esperanza. Si alguien me hace caso, le ruego que antes de quitar un Crucifijo, se acerque a Jesucristo con corazón sencillo, verá cómo sale transformado de este encuentro y con capacidad y gracia para ser alguien que comienza a vivir de otra manera y a relacionarse con los demás de otra forma. La contemplación del hombre injustamente crucificado nos interpela al amor por los demás. La cruz es amor. Siempre me han impresionado dos cosas del amor de Jesús: 1) que hace bien siempre al amado y 2) que es superior a la primera, que consiste en sufrir por él.

Nuestro único tesoro

Nuestro mundo necesita creer en el amor de Dios. Necesita del Crucifijo. Lo necesita nuestra humanidad, si es que no queremos que siga siendo como dice Dante: "el parterre que nos vuelve tan feroces". Urge volver a proclamar el Evangelio del amor de Dios en Cristo Jesús. Si los discípulos no lo hacemos seremos como los hombres que meten la luz debajo del celemín y defraudaremos la esperanza del mundo.

En nuestro mundo hay hombres y mujeres que comparten con todos los cristianos la predicación de la justicia social y el respeto al hombre (a veces desde perspectivas diferentes); pero nadie, y lo digo con rotundidad, ni los filósofos, ni entre las religiones, nadie dice al hombre que Dios lo ama y lo ama primero. La causa del pobre y del oprimido nunca estará segura mientras no se asiente en esta base inamovible de que Dios nos ama a cada uno de nosotros y de que yo tengo que devolver ese amor a Dios, y Dios está en cada hombre y mujer.

Siempre me han impresionado unas palabras de San Pedro Poveda, que deseo decirlas a mi manera y de forma nueva para todos los cristianos.

Cuando comienzan los planteamientos de quitar el Crucifijo, ha llegado el momento de que todos vosotros seáis crucifijos vivientes. Los cristianos no tenemos otra fortaleza más que la viene del Crucifijo, ha de ser nuestra pacífica armadura, la armadura de Dios mismo. El Crucifijo es el único tesoro que tenéis, la única propiedad.

Pero os digo mucho más, no os contentéis con eso, aspirad a transformaros en Crucifijo, sí, en crucifijos vivientes. Cuando se intenta arrinconar, censurar o despreciar los signos del amor cristiano, vosotros debéis ser portadores de Cristo. En todos los lugares donde habitáis debéis de dar a conocer a Cristo.

Sed cruces luminosas, sed crucifijos vivientes, causad en cuantos os traten el mismo respeto, los mismos sentimientos, las mismas ideas que un Crucifijo.

¿Qué le sucede a una persona que vive mucho tiempo con otra? Que adopta sus gestos, modales y maneras de estar en medio de los hombres. Es la hora de los discípulos de Cristo, sin vergüenza de ningún tipo, dad a conocer que sois cristianos, llevando en vuestro pecho el Crucifijo y viviendo conforme a esa cruz que es signo del amor que todo lo puede.