Hay muchas personas que tienen un excelente oído, una gran lectura de claves y de figuras rítmicas, una excelente técnica, una buena comprensión armónica y que aún así no logran dar la impresión de que están haciendo música, sino que permanentemente parecen estar haciendo un ejercicio (aunque actúen como solistas en un recital). Esto indica que hay otros elementos en el solfeo y en general en la interpretación musical que no se pueden desglosar tan detalladamente como la lectura de lo nombres de notas o la definición de alturas dentro de un marco armónico. Sin embargo, pueden ser determinantes para que una interpretación sea percibida como un hecho "realmente musical". A continuación hay una lista de algunos de estos aspectos:
1. Capacidad de pensar dentro del pulso. La percepción del tiempo musical es diferente de la percepción del tiempo ordinario. Esta percepción pone límites al tiempo real que uno tiene para pensar mientras lee debido a que genera una sensación de presión y de inevitabilidad. En otras palabras, no es posible hacer pausas para pensar mientras se está adentro del pulso. Uno sabe que la música debe continuar, y esa sensación genera desconcentración y ansiedad, o lo que popularmente se conoce como "enzorre". Por ello es recomendabe que todos los ejercicios de alturas, nombres de notas, técnica vocal, etc. se hagan dentro de un pulso, y que todos los ejercicios rítmicos se hagan en lo posible con algún material de alturas. El objetivo es acostumbrarse a tener todos los aspectos de la lectura (o de la interpretación) bajo control pero en el tiempo del que se puede disponer dentro de la música. Esto tiene que ver además con el sigueinte punto que es la capacidad de tener la mente adelante, para saber exactamente con qué tiempo se cuenta.
2. Anticipación. Lo que pasó, pasó. No sirve de nada malgastar una negra pensando si la corchea anterior salió afinada o no. El tiempo en el solfeo es un recurso limitado y por eso hay que saber administrarlo. Por ello, la concentración debe estar permanentemente enfocada en lo que viene, en el siguiente gesto musical, en los puntos hacia los que se dirige la música.
Hay muchas personas que son capaces de leer prosa en público levantando la cabeza de vez en cuando para interactuar con su público, sin tener que interrumpir el flujo de la lectura. Este tipo de lectores son capaces de mantener el sentido y se están preocupando por el efecto comunicativo de lo que están haciendo. Hay otros en cambio, que leen entrecortado y no pueden levantar la vista ni un instante sin parar. Lo mismo pasa con la lectura musical. La diferencia entre unos y otros es que los primeros están anticipando con la vista, no una información aislada, sino frases con un sentido concreto. De la misma forma, en el solfeo es muy importante acostumbrarse a adelantar la vista, pero no como un reflejo mecánico, sino como una búsqueda de sentido. Se trata entonces de anticipar unidades de sentido musical o gestos que tengan un significado y un carácter definidos. Esto es en últimas lo que permite alejarse de la partitura y concentrarse más en el material sonoro, que en el material escrito. Un músico profesional debe ser capaz de 1) construir mentalmente gestos, 2) haciéndolos cada vez más grandes, y3) acelerar ese proceso para 4) poder anticipar los gestos en la lectura inmediata.
Esto debe convertirse en un hábito y se puede desarrollar a partir de varios ejercicios específicos.
2. Conocimiento de los estilos. No hay nada más falso que la afirmación de que la música es el "lenguaje universal". La música tiene muchos lenguajes distintos y cada uno de esos lenguajes está contextualizado en un momento histórico y un lugar determinados. Para un intérprete es imprescindible conocer el contexto estilístico de la música que interpreta, al menos como una forma de respeto hacia el sonido que le da su sustento. Es importante entender que toda la música, incluyendo los ejercicios más sencillos, se encuentra ligada a una serie de referentes musicales que ayudan a construir su sentido. Por eso, cualquier músico debe desarrollar el hábito de escuchar música, escuchar música y escuchar música, de muchos tipos diferentes. De esta manera se puede construir una cultura musical que ayuda a la interpretación.
3. Comunicación. La música es un acto comunicativo. Aunque uno sea capaz de deleitarse con sus propias interpretaciones, lo cierto es que un músico tiene normalmente un público que, en el mejor de los casos, paga por oír algo bueno. Desafortunadamente en nuestro medio se ha vuelto común que los músicos se concentren tanto en sus propios problemas de interpretación que pierden de vista la comunicación con el público.
Pero la dimensión comunicativa de la música no se agota en la relación con el público. También está la comunicación con los otros músicos cuando se hace parte de un ensamble. En cualquiera de los dos casos, un músico debe ser consciente de que la música no es algo que existe previamente, sino que se está creando allí en el momento de la interpretación, con otros y para otros. Por eso es importante poder reaccionar a lo que pase, entender que la música es dinámica y que siempre, siempre es una creación colectiva.