Al hablar del Quijote y de Cervantes, la verdad es que sobran palabras y homenajes, pero en fin, aquí van unos modestos versos de admiración.
Don Quijote no sabe que está perdido,
y en esta ignorancia su porfía
hace que todos los caminos, aunque erráticos,
le guíen hasta la verdad.
Don Quijote
Amarrado a un jirón de pergamino,
marea inmensa ves en agua mansa,
gigantes en las aspas de un molino
frente a adarga de luz que no descansa.
Coraza con orín, destartalada,
resplandece ante el sol de Dulcinea.
Después de acometer mágica armada
sucumbes a Sansón que te bromea.
No retires tu fuego de la Tierra
pues se hiela la fe sin tu locura,
y confinas la luna en negra sierra
donde llora sin fin Sancho sin cura,
y tu viejo rocín no desentierra
amapolas del sueño en mar de albura.
Don Quijote recuerda a Dulcinea
Tan pura como el mar, al fin hallado;
Onda en que bañar un alma anhelante
de brisa y de frescor, azul soñado
sobre una estepa blanca y asfixiante.
Suave como flor, brisa en que aspirar
delirios del amor que vida niega
y un franco caballero ha de buscar
con bravo corazón que se despliega.
Eterna aspiración a la belleza
que nunca ha de tocar este guerrero
rendido de estupor ante tu alteza.
Ir cubriendo de espinas el sendero
al tiempo que en los pétalos se meza
vana ilusión nacida en tu venero.