Hay una nueva teoría de valor que está floreciendo y reemplazando la actual. Esta teoría “valora lo que importa” y cuestiona la lente del valor económico como el único a tener en cuenta. Reconoce que los hogares y las trabajadoras esenciales e informales son una parte fundamental de nuestra economía y sociedad. Son imprescindibles para la supervivencia, la prosperidad y la justicia de nuestras sociedades. Estos sectores claves son la sanidad, los cuidados y los servicios de emergencias, pero también lo son todas las personas que trabajan en la agricultura, los supermercados, los sistemas de agua, la electricidad y la energía, el profesorado, así como el personal de telecomunicaciones, de transportes, del ámbito del derecho, la justicia y la seguridad social.
Recuperación de la importancia central de las actividades no monetizadas de cuidados e intercambio.
Creación de sistemas locales y nacionales de cuidados que sitúen la sostenibilidad de la vida y la protección de la naturaleza en el corazón de nuestras sociedades. Reconocimiento de la importancia para la sociedad y economía de quienes desempeñan los trabajos esenciales y prestación a los hogares de un salario y pensión decentes para, por ejemplo, el personal de cuidados no remunerado o padres y madres con hijos e hijas.
Desarrollo de una mano de obra y creación de un número considerable de puestos de trabajos de cuidados (sanidad, educación, tercera edad, infancia, dependencia, etc.).
Nos regimos por la visión de las comunidades indígenas que viven en respeto y armonía con la Madre Tierra, en coexistencia con los bosques, y promovemos iniciativas agroforestales. Es preciso que nuestras sociedades y economías reaprendan y adopten la cosmovisión indígena, la perspectiva y el conjunto de prácticas que la modernidad capitalista ha degradado.
Para conseguir una toma de decisiones estratégica en el ámbito político y económico y una economía plural y solidaria, es necesario que apoyemos y establezcamos vínculos con los movimientos sociales que luchan por la justicia económica y social (como los movimientos globales por los derechos indígenas, por ejemplo) y que nos inspiremos en sus conocimientos.
Reconocimiento y defensa de los derechos de las personas y comunidades indígenas, su vínculo intrínseco con la naturaleza, sus sistemas tradicionales de conocimiento y su papel en la protección de la naturaleza.
Garantía y defensa de los derechos sobre la tierra, acceso y uso sostenible de las comunidades indígenas, incluyendo las reservas.
Implementación de políticas, prácticas e inversiones que:
Apoyen a los pueblos indígenas a decidir su propio camino hacia el desarrollo según sus propias convicciones, estructuras de liderazgo indígenas y sistemas de justicia.
Aceleren la descolonización para así poner fin a las políticas y programas asimilacionistas e integracionistas, entre otros.
Garanticen que no haya discriminación ni ningún tipo de violencia en contra de los pueblos indígenas.
Promuevan organizaciones y empresas locales dirigidas por personas indígenas.
Protejan y hagan cumplir el reconocimiento legal de los títulos de propiedad de las tierras indígenas.
Consulta también nuestra política de trabajo con personas indígenas (solo en inglés)
Mejorar la posición y los derechos de las mujeres (sobre todo en el ámbito rural) como una forma de reforzar la resiliencia colectiva para afrontar los reveses y conformar una base para un futuro mejor. En el futuro al que aspiramos las mujeres y las niñas son agentes activos empoderados y la violencia de género ha sido erradicada. La problemática de la desigualdad de género no es ajena a la degradación medioambiental, la pobreza o el racismo, ya que todas ellas están interconectadas.
Es posible lograr un sistema basado en la equidad y la igualdad entre seres humanos y naturaleza, en la cooperación y el respeto entre todos los elementos que forman nuestro mundo.
Políticas, prácticas e inversiones que garanticen la igualdad de género en los procesos de toma de decisiones.
Fomento de la participación equitativa de mujeres en los ámbitos económicos y políticos.
Garantía de que las niñas accedan a la educación superior.
Mejora de la posición y derechos de las mujeres en ámbitos rurales.
Los modelos pluralistas posdesarrollistas basados en múltiples formas de vivir y desarrollarse reemplazan el paradigma unilateral occidental de desarrollo extractivista. Existen distintos países con diferentes culturas, así que hay distintos enfoques de desarrollo que se pueden adaptar a cualquier circunstancia.