Promote civic participation

"Una democracia viva crece como un árbol, de abajo a arriba" ― Vandana Shiva

Desde hace décadas, la complicidad entre Gobiernos y empresas y el cortoplacismo de los ciclos electorales de cuatro años, entre otras causas, impiden que la clase política se enfrente al cambio climático con medidas firmes, en defensa de toda la humanidad y las generaciones futuras. Vivimos en una era de miopía política y polarización social, en la que el nacionalismo y la desigualdad van en aumento y el consumismo guía nuestra búsqueda de la felicidad y el bienestar. A lo largo y ancho del globo hay democracias que se resquebrajan y espacios cívicos que se contraen. El Informe sobre la libertad en el mundo 2021 registra que nos encontramos en el decimoquinto año consecutivo de declive de la libertad global. El margen de diferencia entre el número de países en los que la libertad se está deteriorando supera el de los países con mejoras, es el mayor que se ha registrado nunca desde que se inició la tendencia negativa en 2006. En muchas partes del mundo los derechos civiles y la libertad de expresión están siendo atacados, y los defensores y las defensoras ambientales están cada vez más en peligro.


Es posible que el reto más decisivo al que nos enfrentamos en este momento sea la necesidad de cultivar un sentimiento de pertenencia y promover visiones alternativas de formas de vida que integren la visión a largo plazo y pongan de relieve lo que tenemos en común, en lugar de una visión orientada al cortoplacismo y lo que nos separa. Puede que nuestro futuro civilizatorio dependa de hasta qué punto somos capaces de unirnos para colaborar a pequeña y gran escala para enfrentarnos al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, de cómo cultivamos los valores democráticos colectivos, gestionamos los recursos que tomamos de o devolvemos a la sociedad y el medio ambiente, y respetamos la diversidad y entendemos nuestros derechos y responsabilidades de manera que incluyan los de las generaciones futuras. En el centro de todo esto se encuentra la participación ciudadana, y algunas de las prácticas indígenas más ancestrales nos permiten convertirnos en ciudadanos y ciudadanas activas, y diseñar unas nuevas democracias basadas en la visión a largo plazo, los procesos decisorios impulsados por la comunidad, la cooperación y la solidaridad. Una ciudadanía activa es crucial para enfrentarnos a muchos de los problemas económicos, políticos, sociales e incluso psicológicos a los que se enfrenta la humanidad hoy en día. Es una manera de vencer la apatía y el consumismo ciego fomentado por las grandes empresas que promueve la gratificación instantánea y los valores materialistas y que está vinculada a una satisfacción vital menor, especialmente en el mundo occidental, pero también más recientemente en las economías emergentes. Convertirnos en una ciudadanía activa implica hacer ‟cosas” para mejorar la vida de los demás y de las generaciones futuras, no solo introducir cambios a nuestro estilo de vida y hacer voluntariado. Implica también cuestionar las manera en las que se hacen las cosas y movilizarse para cambiarla. Se trata de poner en práctica la democracia en el sentido de un compromiso político y una participación democrática en todos los niveles: local, nacional y global.

La buena noticia es que se están activando maneras radicalmente nuevas de poner en práctica la democracia a través de asambleas populares, presupuestos participativos, foros ciudadanos, redes distribuidas, coproducción y cooperativismo, así como la desobediencia civil y la acción directa como estrategia para denunciar injusticias.

¿Por qué es importante?

Desde hace décadas, la complicidad entre Gobiernos y empresas y el cortoplacismo de los ciclos electorales de cuatro años, entre otras causas, impiden que la clase política se enfrente al cambio climático con medidas firmes, en defensa de toda la humanidad y las generaciones futuras. Vivimos en una era de miopía política y polarización social, en la que el nacionalismo y la desigualdad van en aumento y el consumismo guía nuestra búsqueda de la felicidad y el bienestar. A lo largo y ancho del globo hay democracias que se resquebrajan y espacios cívicos que se contraen. El Informe sobre la libertad en el mundo 2021 registra que nos encontramos en el decimoquinto año consecutivo de declive de la libertad global. El margen de diferencia entre el número de países en los que la libertad se está deteriorando supera el de los países con mejoras, es el mayor que se ha registrado nunca desde que se inició la tendencia negativa en 2006. En muchas partes del mundo los derechos civiles y la libertad de expresión están siendo atacados, y los defensores y las defensoras ambientales están cada vez más en peligro.


Es posible que el reto más decisivo al que nos enfrentamos en este momento sea la necesidad de cultivar un sentimiento de pertenencia y promover visiones alternativas de formas de vida que integren la visión a largo plazo y pongan de relieve lo que tenemos en común, en lugar de una visión orientada al cortoplacismo y lo que nos separa. Puede que nuestro futuro civilizatorio dependa de hasta qué punto somos capaces de unirnos para colaborar a pequeña y gran escala para enfrentarnos al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, de cómo cultivamos los valores democráticos colectivos, gestionamos los recursos que tomamos de o devolvemos a la sociedad y el medio ambiente, y respetamos la diversidad y entendemos nuestros derechos y responsabilidades de manera que incluyan los de las generaciones futuras. En el centro de todo esto se encuentra la participación ciudadana, y algunas de las prácticas indígenas más ancestrales nos permiten convertirnos en ciudadanos y ciudadanas activas, y diseñar unas nuevas democracias basadas en la visión a largo plazo, los procesos decisorios impulsados por la comunidad, la cooperación y la solidaridad. Una ciudadanía activa es crucial para enfrentarnos a muchos de los problemas económicos, políticos, sociales e incluso psicológicos a los que se enfrenta la humanidad hoy en día. Es una manera de vencer la apatía y el consumismo ciego fomentado por las grandes empresas que promueve la gratificación instantánea y los valores materialistas y que está vinculada a una satisfacción vital menor, especialmente en el mundo occidental, pero también más recientemente en las economías emergentes. Convertirnos en una ciudadanía activa implica hacer ‟cosas” para mejorar la vida de los demás y de las generaciones futuras, no solo introducir cambios a nuestro estilo de vida y hacer voluntariado. Implica también cuestionar las manera en las que se hacen las cosas y movilizarse para cambiarla. Se trata de poner en práctica la democracia en el sentido de un compromiso político y una participación democrática en todos los niveles: local, nacional y global.


La buena noticia es que se están activando maneras radicalmente nuevas de poner en práctica la democracia a través de asambleas populares, presupuestos participativos, foros ciudadanos, redes distribuidas, coproducción y cooperativismo, así como la desobediencia civil y la acción directa como estrategia para denunciar injusticias.


¿Cómo lo promovemos?

Usando las ciudades como punto de partida para promover la democracia participativa.

Las ciudades están liderando las acciones contra el cambio climático y volviéndose actores políticos cada vez más poderosos. Los ayuntamientos tienen la flexibilidad y la capacidad de adaptación para convertirse en espacios resilientes y receptivos ante problemas de largo recorrido. También son un punto de partida para la transformación democrática que está en marcha, los espacios donde se están llevando a cabo la mayor parte de las labores de investigación, experimentación y promoción de las innovaciones democráticas, así como los experimentos orientados a despertar la participación ciudadana. El índice de solidaridad intergeneracional muestra que los Gobiernos logran un mejor desempeño a nivel de políticas públicas a largo plazo cuanto más descentralizados estén sus mecanismos de toma de decisiones.

La democracia participativa parece estar presente en las ciudades en forma de presupuestos participativos, reuniones públicas y asambleas ciudadanas.

  • Los presupuestos participativos son un proceso de deliberación democrática y de toma de decisiones en las que la gente decide cómo asignar parte de un presupuesto municipal o público. Los presupuestos participativos surgieron en 1989 en Porto Alegre, Brasil, como una medida para combatir la pobreza que contribuyó a reducir la mortalidad infantil en casi un 20%. Un presupuesto participativo trae consigo una forma más inclusiva y transparente de gobierno e implica redirigir las prioridades de gasto hacia donde es más necesario. Esto mejora la calidad de vida de la ciudadanía, contribuye a una mejora de las instituciones y empodera a la ciudadanía a implicarse activamente en cuestiones como el cambio climático.

  • Las asambleas ciudadanas están compuestas por personas comunes que no han sido elegidas como representantes políticas pero que son invitadas a discutir una cuestión y a hacer recomendaciones sobre medidas políticas concretas. Son una forma de democracia participativa-deliberativa enfocada a la construcción de consenso y pueden ser cruciales para promover una participación cívica integral. Promueven valores como la afiliación y el universalismo y son una herramienta para compartir y aprender de experiencias ajenas. Una asamblea ciudadana sobre justicia climática podría empoderar a la ciudadanía a tomar la iniciativa ante la emergencia climática. Los políticos seguirían su ejemplo. El resultado podría ser un llamamiento a los Gobiernos nacionales y regionales, así como a las instituciones globales para que creen y sigan el liderazgo de las asambleas ciudadanas a la hora de hacer frente a la emergencia climática.

Estas formas de democracia ensalzan la figura de una ciudadanía activa que:

  • Pueda transformar las ciudades, poniendo el derecho al agua y al saneamiento, a la vivienda, el transporte, la comida, los espacios verdes y la naturaleza en el centro, así como apuntalar las ambiciones climáticas a nivel regional como nacional.

  • Se involucre con las necesidades de la comunidad y crear soluciones impulsadas desde abajo y lideradas por la comunidad donde el procomún prospere y la infraestructura social pueda compensar el vacío creado por la falta de infraestructuras físicas.


Reivindicando justicia e igualdad planetarias y/o intergeneracionales que:

  • Promuevan un cambio de mentalidad para abandonar el cortoplacismo en pro de un pensamiento orientado al legado multigeneracional a la hora de tomar decisiones sobre inversiones, prácticas y políticas que afectarán a las generaciones venideras.

  • Aboguen por los derechos intergeneracionales, que buscan un equilibrio justo entre la las necesidades de esta generación y de las futuras, o por derechos planetarios que doten de identidad legal a entidades no-humanas, como los ríos y los bosques.

  • Busquen maneras de representar los intereses de las generaciones venideras en nuestras instituciones, de manera que se tengan en cuenta los costos y los beneficios de decisiones a largo plazo.


Explorando, testando y apoyando alternativas a la propiedad y a modelos de negocio que:

  • Cuestionen el extractivismo y la explotación del modelo neoliberalista en nuestros lugares de trabajo, abracen la propiedad democrática de los negocios y promueva pequeñas cooperativas sin ánimo de lucro, incluyendo las cooperativas de plataforma.

  • Refuercen la relocalización de la economía de forma que las comunidades locales y regionales puedan convertirse en prosumidoras, es decir, que tengan el control de los medios de producción, distribución, intercambio y mercados, y puedan proveer lo necesario para cubrir todas la necesidades básicas. Se minimiza la dependencia de la propiedad privada y el comercio global sin caer en la trampa de cierres de fronteras xenófobos frente a los ‟intrusos”. En los casos y en los lugares en los que es necesario el comercio y el intercambio a niveles mayores este se articula sobre las bases de esta autosuficiencia local y la protege. La naturaleza, los recursos naturales y los demás elementos importantes que sustentan nuestra economía se gobiernan como bienes comunes. Las relaciones no monetarias de cuidado y uso compartido recuperan su importancia central, y los indicadores económicos son principalmente cualitativos y se centran en necesidades básicas y bienestar.

Promoviendo nuevas narrativas y relatos positivos que:

  • Amplifiquen las prácticas y narrativas de agencia y democracia real de las comunidades indígenas, como por ejemplo el principio de siete generaciones, que se rige por la justicia y la igualdad intergeneracional y la responsabilidad colectiva.

  • Promuevan el poder comunitario a lo largo y ancho de la sociedad.

  • Nos permitan replantearnos nuestras democracias, con los procesos decisorios liderados por la comunidad como pilar central.

  • Nos movilicen hacia la democratización de la propiedad.

  • Animen a la ciudadanía a asumir un rol activo tanto a nivel individual como colectivo y a convertirse en modelos a seguir en nuestra sociedad.

¿A qué aspiramos?

Las personas entienden que convertirse en ciudadanas activas implica dejar de ser una masa consumidora apática e ir más allá de hacer uso de su poder como consumidores y consumidoras. Comprenden que significa involucrarse en la toma de decisiones y la articulación de políticas concretas y de legislación, así como el control colectivo del poder político y empresarial. Las comunidades, las relaciones, las conexiones y las experiencias se vuelven prioritarias, y se establecen sistemas que premian e incentivan comportamientos socialmente deseables. La sociedad reconoce y adopta como propias algunas de las prácticas de comunidades indígenas que favorecen una manera de pensar orientada al largo plazo y al legado que dejamos, y está a la altura de una democracia real más inclusiva basada en valores de afiliación, universalismo, respeto y dignidad, derechos humanos y de la naturaleza e igualdad y justicia, entre otros.


Estudios de caso:

Por todo el mundo hay comunidades que ya han demostrado cómo las prácticas indígenas y la democracia participativa pueden conseguir empoderar a la ciudadanía para que se convierta en un sujeto político activo, y hacer que los Gobiernos respondan mejor a las necesidades públicas y ejecuten políticas más justas.


Iniciativas de comunidades indígenas:

La filosofía de las siete generaciones de las comunidades indígenas ha inspirado a un número creciente de movimientos, como, por ejemplo, Earth Guardians, una organización juvenil mundial que aspira a proteger el planeta y su gente durante las próximas siete generaciones, o Future Design en Japón, un movimiento político que trabaja para incorporar los intereses de las generaciones futuras en el diseño de políticas públicas.


Las comunidades indígenas también se han enfrentado a las jerarquías políticas inherentes a la democracia liberal para reclamar una mayor distribución de poder a favor de la gente y las comunidades;

  • Abahlali baseMjondolo, un movimiento de personas que viven en los tristemente cèlebres asentamientos irregulares en Sudáfrica y que ha sido calificado de ‟neuróticamente democrático”, si bien sus líderes prefieren llamarlo ‟comunismo vivo”.

  • Varias comunidades rurales en India han reivindicado diferentes niveles de autonomía política y económica, insistiendo en que, a pesar de respetar la Constitución india, quieren ser los principales sujetos de toma de decisiones en sus regiones ya que, afirman, este es el verdadero significado de la democracia. Los pueblos de la región de Gadchiroli, en el estado de Maharashtra, y en el área adivasi de Jharkhand han llevado a cabo estas reivindicaciones ante la amenaza de minas, represas, y otros proyectos de ‟desarrollo” a las que se enfrentan.

  • El pueblo kurdo de la región transfronteriza que abarca zonas de Siria, Turquía e Irak (profundamente militarizada y marcada por el conflicto) está intentando articular una sociedad basada en principios ecofeministas y de la democracia directa.


Iniciativas ciudadanas/lideradas por la comunidad:

  • En Brasil, el ayuntamiento de Porto Alegre introdujo los presupuestos participativos en 1989 con la intención de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y fomentar la democratización y la descentralización.

  • Decide Madrid, en España, es una plataforma tecnológica en la que se han registrado más de doscientas mil personas para participar en procesos de presupuestación participativa que asignan un fondo de más de cien millones de euros al año, y que ha resultados en un nuevo modelo de movilidad más sostenible, entre otras logros.

  • Open Streets en Ciudad del Cabo, aspira a abordar los retos en el ámbito de la movilidad a los que se enfrenta una ciudad de tal tamaño. El bicibús consiste en grupos de personas que se desplazan juntas en bici de casa al trabajo (y del trabajo a casa) en el centro de la ciudad, en horarios preestablecidos y mediante rutas predeterminadas. Es una manera segura de circular por carreteras dominadas por los coches y atravesar barrios peligrosos y, a parte de a hacer frentes a estos problemas de seguridad, ofrece también una alternativa económicamente viable para las personas que residen en los márgenes de la ciudad, a la vez que promueve un futuro justo y responsable para con el clima.


Campañas basadas en derechos

El caso Urgenda, que se ganó aduciendo derecho de la ciudadanía neerlandesa a un clima seguro en el futuro.

¿Cómo podemos conseguirlo?

Aprovechar el momento de inflexión para:


UN CAMBIO DE MENTALIDAD

Crear una nueva normalidad, cambiar prácticas culturales y promover valores y normas que incentiven estilos de vida y decisiones sostenibles mientras penalizan los comportamientos destructivos.

DE: Pensamiento cortoplacista
A: Pensamiento orientado al legado multigeneracional/Justicia intergeneracional/Principio de las siete generaciones

DE: Materialismo, consumismo, extractivismo e individualismo
A:
Responsabilidad colectiva. Involucración social y ciudadanía activa. Valores comunales y de ayuda mutua como estrategias de resiliencia.

DE: Mentalidad apática (‟mi contribución no importa”)
A: Una actitud más proactiva hacia la idea de formar parte de la solución y definir lo que significa una vida sana, próspera y feliz dentro de los límites medioambientales. ‟Nosotras y nosotros como vecindario” y ‟nosotras y nosotros como ciudadanía”

DE: Solo el libre mercado y los modelos extractivos pueden proporcionar felicidad mediante el crecimiento económico
A: La economía debe funcionar dentro de los límites medioambientales del planeta.

DE: Tener más me hace más feliz
A: La autoestima está ligada a nuestras relaciones y experiencias, no en adquirir más cosas.

DE: Nacionalismo
A: Cooperación global y nacional, solidaridad, interrelación y reciprocidad

DE: Populismo
A: Universalismo en el sentido de aceptar la otredad de manera inclusiva, con participación democrática, respeto y dignidad, derechos humanos, derechos de la naturaleza, igualdad y justicia, entre otros.

DE: No se puede separar la democracia del capitalismo
A: Las iniciativas lideradas por y orientadas a la ciudadanía, que ponen a las personas, el medioambiente y las relaciones humanas en el centro de la economía, refuerzan nuestras democracias.

UN CAMBIO EN EL PODER

  1. Abogar por mecanismos legales que garanticen los derechos y el bienestar de las generaciones futuras y la justicia intergeneracional. Los derechos de la tierra y de la infancia son objetivos centrales para conseguirlo.

  2. Subvertir las dinámicas de poder y forzar a las élites políticas y económicas para transformar —y eventualmente redistribuir— el poder, de forma que pase de unas pocas a muchas manos. Construyendo y apoyando el poder popular y comunitario por encima de las decisiones concretas es posible transformar el equilibrio de fuerzas. Cuando la comunidad se moviliza se hace más resiliente y, en consecuencia, más independiente y autosuficiente. El poder comunitario reside en apostar por y desarrollar las estrechas relaciones y la confianza necesaria para avanzar, escuchar, permitir que sean las personas más cercanas al asunto en cuestión las que especifiquen lo que necesitan para mejorar, y perseverar en este apoyo mutuo, ya que hay vidas que dependen de ello. Un buen ejemplo de esto es la democratización de la energía, una cuestión que puede acarrear importantes consecuencias políticas y transformar el poder. A medida que la propiedad y la distribución se vuelven cada vez más locales, las comunidades empiezan a sentirse como sujetos y reclaman poder decidir otras cuestiones a nivel local.

  3. Apoyar nuevos modelos de gobernanza basados en la democracia participativa liderados por y pensados para las comunidades que han sido tradicionalmente excluidas de los espacios decisorios, como:


  • Prácticas de base comunitaria o de comunidades indígenas, experiencias e interacciones basadas en el pluralismo, una mentalidad de legado, la sabiduría ecológica, la resiliencia, el bienestar social y la justicia. Son prácticas que conciben la humanidad y la naturaleza como una entidad única, que aspiran a una democracia que distribuya el poder decisorio de manera equitativa y en las que los medios de producción y distribución están colectivizados.

  • Democracia participativa y toma de decisiones y diseño de presupuestos a partir de procesos de base: las asambleas ciudadanas y los presupuestos participativos son un elemento central de una manera de hacer política que ponga coto a la influencia de las grandes fortunas y movilice a los ciudadanos de forma directa en la lucha contra la desigualdad y la emergencia climática. La articulación de Asambleas Ciudadanas sobre justicia climática y ecológica representativas, transparentes y vinculantes, que cuenten con el apoyo de un panel de expertos, es una de las demandas principales del movimiento Extinction Rebellion

  • Políticas P2P, ciudad de los comunes y coaliciones municipales orientadas al procomún que promuevan procesos democráticos y participativos, como por ejemplo, la Asamblea Europea de los Comunes, una red paneuropea de comuneros comprometidos con la acción política, o la Asamblea Ciudadana por el Clima y la Justicia Económica de Irlanda, y que se está organizando actualmente también en el Reino Unido.


PROMOVER EL CAMBIO ESTRUCTURAL / CREAR LOS LÍMITES MEDIOAMBIENTALES

  1. Promuevan nuevos modelos de negocio similares a las cooperativas, que democratizan el empleo y redistribuyen la propiedad, el poder y la riqueza entre las personas que crean el valor y, en muchos casos, contribuyen a la empleabilidad de aquellas personas desempleadas o marginalizadas. En algunos casos consisten además en iniciativas activistas de acción directa en el ámbito de la vivienda, la tierra, los negocios y la ocupación de fábricas.

  2. Exigir un enfoque centrado en la comunidad donde los espacios públicos se usen para el arte, la cultura y actividades que nos acercan y nos reúnen, en lugar de venderlos a grandes empresas. La inversión pública debe estar orientada a infraestructuras que fomenten el encuentro de las comunidades: equipamientos culturales y deportivos, teatros y centros comunitarios.