1. INTRODUCCIÓN:
De vez en cuando encontramos a alguien que dice con emoción:
"No es necesario que interprete la Biblia; solamente léala y haga lo que dice." Usualmente, tal afirmación refleja la protesta del lego contra los "profesionales": eruditos, pastores, maestros, o instructores de escuela dominical, quienes, al "interpretar" parecen quitarles la Biblia a los "inexpertos". Es su modo de decir que la Biblia no es un libro oscuro. "Al fin y al cabo", alegan, "cualquier persona con medio cerebro puede leerla y entenderla. El problema de demasiados predicadores y maestros es que cavan tanto alrededor, que enlodan las aguas. Lo que era claro para nosotros cuando la leímos, ya no lo es tanto".
Hay mucha verdad en esa protesta. Estamos de acuerdo en que los cristianos debemos leer la Biblia, creer en ella y obedecerla. Especialmente, estamos de acuerdo en que la Biblia no debe ser un libro oscuro si se estudia y se lee debidamente. En realidad, estamos convencidos de que el problema más grave que la gente tiene con la Biblia no es la falta de comprensión, sino el hecho de que entienden la mayoría de las cosas demasiado bien. El problema de un texto como "haced todo sin murmuraciones y contiendas" (Filipenses 2:14), por ejemplo, no es entenderlo, sino obedecerlo: ponerlo en práctica.
También estamos de acuerdo en que el predicador o maestro se encuentra con mucha frecuencia inclinado a investigar a fondo, y por lo tanto cubre el significado sencillo del texto, que a menudo está en la superficie. Decimos desde ahora, y repetimos en toda la obra, que el propósito de la buena interpretación no es la singularización; no se trata de descubrir lo que nadie más haya visto antes.
Las interpretaciones que tienen como objetivo de sus esfuerzos la singularización, por lo general se pueden atribuir al orgullo (un intento por parecer "más inteligentes" que el resto del mundo), a una comprensión falsa de la espiritualidad (que supone que la Biblia está llena de verdades profundas para que las saque a luz la persona de sensibilidad espiritual con capacidades especiales), o los intereses creados (la necesidad de apoyar una posición teológica, especialmente al tratar textos que van en contra de esa posición). Las interpretaciones singulares son usualmente erróneas. No decimos que la comprensión correcta de un texto no pueda, a menudo, parecer singular a la persona que la oye por primera vez. Pero decimos que la singularidad no es el propósito de nuestra tarea.
El propósito de la buena interpretación es sencillo: llegar al significado sencillo del texto. El ingrediente más importante que se pone en esa tarea es el sentido común iluminado. La prueba de la buena interpretación es que le da buen sentido al texto. La interpretación correcta, por lo tanto, le da paz a la mente y aliento al corazón.
Ahora bien, si el significado sencillo es el propósito de la interpretación, entonces ¿por qué interpretar? ¿Por qué no debemos solamente leer? ¿El significado sencillo no se encuentra solamente con la lectura? En cierto sentido, sí; pero, en un sentido más amplio, tal argumento es ingenuo e irreal, debido a dos factores: la naturaleza del lector y la naturaleza de las Escrituras.
La primera razón que hay que aprender en cuanto a la interpretación es que, aunque no se quiera, todo lector es al mismo tiempo intérprete. Esto es, la mayoría de nosotros suponemos al leer que también entendemos lo que leemos. También tenemos la tendencia a pensar que lo que nosotros entendemos es lo mismo que se proponía el Espíritu Santo o el autor humano. Sin embargo, siempre traemos al texto todo lo que somos, con todas nuestras experiencias, cultura, y comprensión anterior de palabras e ideas. Algunas veces lo que traemos al texto, sin intención, nos descarría, o nos hace poner en el texto toda clase de ideas extrañas.
Así pues, cuando una persona de nuestra cultura oye la palabra "cruz", los siglos de arte y simbolismo cristianos hacen que la mayoría de las personas piensen automáticamente en la cruz romana(t), aunque las posibilidades de que esa fuera la forma de la cruz de Jesús son pocas, pues probablemente tenía la forma de "T". La mayoría de los protestantes y católicos, cuando leen textos acerca de la iglesia en adoración, automáticamente se imaginan a la gente sentada en un edificio con bancas, parecido a los de ellos. Cuando Pablo dice: "No proveáis para los deseos de la carne" (Romanos 13:14), la gente en la mayoría de las culturas tiende a pensar que "carne" significa el "cuerpo" y, por tanto, que Pablo se refiere a los "apetitos corporales".
Pero la palabra "carne", como Pablo la usa, rara vez se refiere al cuerpo - especialmente en este texto - sino a una enfermedad espiritual algunas veces llamada "la naturaleza pecaminosa". Entonces, sin mala intención, el lector interpreta al leer, y desafortunadamente, con demasiada frecuencia interpreta de manera incorrecta.
Esto nos lleva además a hacer la observación de que en todo caso, el lector de una Biblia en castellano ya toma parte en la interpretación. La traducción es en sí una forma de interpretación. Su Biblia, cualquiera que sea la traducción que use, que es su punto de partida, es en realidad el resultado final de mucho trabajo erudito. Continuamente, los traductores tienen que decidir los significados y sus decisiones van a afectar el entendimiento del lector. Los buenos traductores, por lo tanto, toman en consideración el problema de nuestras diferencias idiomáticas, pero no es una tarea fácil. En Romanos 13:14, por ejemplo, ¿traduciremos "carne" porque esta es la palabra que Pablo usó, y entonces esperaremos a que un exegeta nos diga que aquí "carne" no significa "cuerpo"? ¿Deberemos ayudar al lector y traducir "naturaleza pecaminosa" porque eso es lo que la palabra de Pablo significa? Este asunto se tratará con más profundidad en el capítulo siguiente. Por ahora basta decir que el hecho de la traducción en sí ya ha puesto al lector en la tarea de interpretar.
La necesidad de la interpretación también se encuentra al observar lo que ocurre alrededor de nosotros todo el tiempo. Un vistazo a la Iglesia contemporánea, por ejemplo, pone muy en claro que no todos los "significados sencillos" son tan sencillos para todos. Es interesante observar que la mayoría de los que en la Iglesia moderna dicen que las mujeres deben callar en la iglesia, con base en 1 Corintios 14:34,35, al mismo tiempo niegan la validez de hablar en lenguas y profetizar, que están en el mismo contexto en que aparece el pasaje sobre el "callar". Y los que afirman que tanto las mujeres como los hombres deben orar y profetizar, fundados en 1 Corintios 11:2-16, a menudo niegan que deban hacerlo con la cabeza cubierta. Para algunos, la Biblia enseña "claramente" el bautismo de los creyentes por inmersión; otros creen que pueden defender con la Biblia el caso del bautismo de infantes. Tanto la "seguridad eterna" como la posibilidad de "perder la salvación" son predicadas en la iglesia, pero nunca por la misma persona. No obstante, se afirma que ambas doctrinas son el significado sencillo de los textos bíblicos . Aun los dos autores de este libro tienen ciertos desacuerdos en cuanto al significado claro o "sencillo" de algunos textos. Sin embargo, todos estamos leyendo la misma Biblia y tratamos de ser obedientes a lo que el texto signifique "sencillamente".
Además de estas diferencias reconocibles entre los "cristianos que creen en la Biblia", también surgen muchas cosas extrañas. Se pueden reconocer las sectas falsas, por ejemplo, porque tienen otra fuente de autoridad además de la Biblia. Sin embargo, no es así con todas; y en todos los casos tuercen la verdad con su selección de textos de la Biblia. Todas las herejías imaginables, desde el arrianísmo (que niega la divinidad de Cristo) de los Testigos de Jehová y La Vía, hasta el bautismo por los muertos entre los Mormones, o la manipulación de serpientes entre las sectas de los Apalaches, afirman que tienen sus "bases" en un texto.
Aun entre la gente más ortodoxa en teología, sin embargo, muchas ideas extrañas ganan aceptación en varios campos. Por ejemplo, uno de los movimientos actuales entre los protestantes americanos, especialmente los carismáticos, es el llamado evangelio de salud y riqueza. Las "buenas nuevas" son que la voluntad de Dios para sus hijos es la prosperidad económica y material. Uno de los abogados de este "evangelio" comienza su libro con un argumento a favor del "sentido sencillo" de la Escritura y afirmando que él le da el primer lugar a la Palabra de Dios durante su estudio. Dice que lo que cuenta no es lo que pensamos que dice sino lo que en realidad dice. El busca el "significado sencillo". Pero uno comienza a dudar de lo que en realidad sea el "significado sencillo", cuando se dice que la prosperidad económica es la voluntad de Dios, con base en un texto como 3 Juan 1:2 "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma", un texto que en realidad no tiene que ver en nada con la prosperidad económica. Otro ejemplo toma el significado sencillo de la historia del joven rico (Marcos 10:17-22), precisamente como lo opuesto de "lo que en realidad dice", y atribuye la "interpretación" al Espíritu Santo. Con todo derecho, uno puede dudar de si en verdad se busca el significado sencillo; tal vez el significado sea lo que tal escritor quiere que el texto signifique, para apoyar sus propias ideas.
Dada toda esta diversidad, dentro y fuera de la Iglesia, y todas las diferencias aun entre los eruditos. quienes parecen conocer "las reglas" , no hay que maravillarse de que algunos arguyan a favor de la eliminación de la interpretación, en favor de la lectura solamente.
Sin embargo, ya hemos visto que esa es una opción falsa. El antídoto contra la mala interpretación no es la ausencia de ésta, sino la buena interpretación, fundada en el sentido común.
Los autores de este libro no tienen la ilusión de que al leer y seguir nuestras instrucciones, todos los lectores vayan a estar de acuerdo con nuestro "significado sencillo". Lo que si esperamos alcanzar es aumentar la sensibilidad del lector a los problemas específicos inherentes a cada género, para que sepan por qué existen diferentes opciones y cómo hacer juicios de sentido común, y especialmente para que puedan discernir entre las interpretaciones buenas y las que no lo son tanto, y a saber qué las caracteriza así.
Una razón más importante para la necesidad de interpretar radica en la naturaleza de la Escritura misma. A través de la historia, la Iglesia ha entendido la naturaleza de la Escritura casi como ha entendido la persona de Cristo: la Biblia es al mismo tiempo humana y divina. Como declaró una vez el profesor George Ladd: "La Biblia es la Palabra de Dios dada en palabras (humanas) dentro de la historia." Es esta naturaleza dual de la Biblia la que exige de nosotros la tarea de la interpretación.
Como la Biblia es la Palabra de Dios, tiene relevancia eterna; habla a toda la humanidad, en todas las épocas y culturas. Como es la Palabra de Dios, debemos escucharla y obedecerla. Ahora bien, como Dios decidió presentar su Palabra a través de palabras humanas en la historia, cada libro de la Biblia también tiene particularidad histórica; cada documento está condicionado por el idioma, el tiempo y la cultura en que fue escrito originalmente (y en algunos casos también por la historia oral que tuvo antes de ser escrito). La interpretación de la Biblia es una exigencia de la "tensión" que existe entre su relevancia eterna y su particularidad histórica.
Hay, por supuesto, quienes creen que la Biblia es meramente un libro humano, y que contiene solamente palabras humanas escritas en la historia. Para estas personas, la tarea de interpretación se limita a la inquisición histórica. Su interés, como para Cicerón o Mílton, está en las ideas religiosas de los judíos, de Jesús o de la Iglesia primitiva. Su tarea, pues, es puramente histórica. ¿Que significaban estas palabras para las personas que las escribieron? ¿Qué pensaban ellas acerca de Olas? ¿Cómo se entendían a sí mismas?
Al contrario, hay quienes piensan que la Biblia es solamente un libro de relevancia eterna. Como es la Palabra de Dios, tienden a considerarla como una colección de proposiciones para ser creídas y mandatos para ser obedecidos, aunque siempre seleccionen mucho entre las proposiciones y mandatos. Hay, por ejemplo, cristianos que, con base en Deuteronomio 22:5 ("No vestirá la mujer traje de hombre"), arguyen al pie de la letra que la mujer no debe usar pantalones. En cambio, la misma gente no toma al pie de la letra los otros mandatos de esa lista, que incluyen la construcción de un parapeto alrededor del techo de la casa (v. 8 "harás pretil a tu terrado"), no sembrar la viña con semillas diversas (v. 9) y hacer flecos en las cuatro puntas del manto (v. 12).
La Biblia, sin embargo, no es una serie de proposiciones y mandatos; no es simplemente una colección de "Los dichos del Jefe Dios", como si Él nos mirará desde el cielo y dijera: "Ustedes que están allá abajo, aprendan estas verdades. Número 1, sólo hay un Dios, y soy Yo. Número 2, Yo soy el creador de todas las cosas, incluso la humanidad ..." y así sucesivamente, hasta la proposición número 7.777 y el mandato número 777.
Estas proposiciones son verdaderas, por supuesto; y se encuentran en la Biblia (aunque no en la misma forma). Un libro como el descrito antes nos hubiera facilitado las cosas. Sin embargo, afortunadamente, esa no es la manera que Dios escogió para hablarnos. Antes bien, Él decidió hablar sus verdades eternas dentro de las circunstancias y sucesos particulares de la historia humana. Esto es también lo que nos da esperanza. Precisamente, como Dios escogió hablar en el contexto de la historia humana real, esto nos anima, porque las mismas palabras nos hablarán una y otra vez en nuestra propia historia "real", como ha ocurrido a través de la historia de la Iglesia.
El hecho de que la Biblia tenga un lado humano es lo que nos anima; también nos estimula, y es la razón que necesitamos para interpretar. Se deben tener en cuenta dos cosas a este respecto:
1. Al hablar a través de personas reales, en una variedad de circunstancias, durante un periodo de 1.500 años, la Palabra de Dios fue expresada en el vocabulario y los patrones de pensamiento de aquellas personas y fue condicionada por su cultura, sus tiempos y sus circunstancias. Es decir, la Palabra de Dios para nosotros fue ante todo, su Palabra para ellos. Para que ellos la oyeran, sólo se les podía dar a través de sucesos, y en -el idioma que ellos pudieran entender. Nuestro problema es que estamos demasiado separados de ellos por el tiempo y algunas veces por el pensamiento. Esta es la razón principal por la cual hay que aprender a interpretar la Biblia. Para que la Palabra de Dios acerca del uso de pantalones por las mujeres o de que la gente construya pretiles alrededor de los terrados nos hable a nosotros, primero necesitamos saber lo que significa para los oyentes originales, y por qué.
Así que la tarea de interpretar incluye la participación del estudiante lector en dos niveles. Primero, hay que oír la Palabra que ellos oyeron; se debe tratar de entender lo que se les dijo en ese tiempo y lugar. Segundo, se debe aprender a oír la misma Palabra en este tiempo y lugar. Decimos algo más acerca de estas tareas enseguida.
2. Uno de los aspectos más importantes del lado humano de la Biblia es que para comunicar su Palabra a los humanos de todas las condiciones, Dios decidió usar casi toda clase de comunicación disponible: historia narrada, genealogías, crónicas, toda clase de leyes, varios géneros de poesía, proverbios, oráculos proféticos, adivinanzas, dramas, bosquejos biográficos, parábolas, cartas, sermones y revelaciones.
Para interpretar debidamente los textos bíblicos en sus circunstancias originales, uno no sólo debe saber unas reglas generales que se aplican a todas las palabras de la Biblia, sino aprender las reglas especiales que se aplican a cada una de las formas o géneros literarios, y la manera como Dios nos comunica su Palabra en nuestro tiempo, a menudo difiere de una forma a otra. Por ejemplo, necesitamos saber cómo un salmo, forma que con frecuencia se dirigía a Dios, funciona como Palabra de Dios para nosotros, y saber la diferencia entre los salmos y las "leyes", que solían dirigirse a gente que vivía en situaciones culturales que ya no existen. ¿Cómo nos hablan tales "leyes"? y ¿en qué se diferencian de las "leyes" morales, que son siempre válidas en todas las circunstancias? Tales son las preguntas que surgen de la naturaleza. dual de la Biblia.
La primera tarea del intérprete se llama exégesis. La exégesis es el estudio cuidadoso y sistemático de la Escritura para descubrir el significado original propuesto. Es fundamentalmente una tarea histórica. Es el intento de oír la Palabra como debieran haberla oído los destinatarios originales, para hallar la intención original de las palabras de la Biblia. Esta es la tarea que a menudo requiere la ayuda del "experto", aquella persona cuya preparación le ha ayudado a conocer bien el idioma y las circunstancias de los textos en su situación original. Sin embargo, uno no tiene que ser un experto para hacer una buena exégesis.
En realidad, todos somos exegetas en cierto modo. El problema es saber si uno es un buen exegeta o no. ¿Cuántas veces, por ejemplo, ha oído o dicho usted: "Lo que Jesús quiso decir con eso fue ..." o "en aquellos días, acostumbraban... "? Esas son expresiones exegéticas.
Con más frecuencia se emplean para explicar las diferencias entre "ellos" y "nosotros": por qué no construimos pretiles en nuestras casas, por ejemplo, o para dar una razón para nuestro uso de un texto de un modo diferente o nuevo; por qué el darse la mano ha tomado el lugar del "ósculo santo". Aunque no se expresen esas ideas, se practican en realidad todo el tiempo por sentido común.
El problema con mucho de esto, sin embargo, es (1) que esa exégesis es a menudo demasiado selectiva, y (2) que con frecuencia las fuentes que se consultan no son escritas por verdaderos "expertos", esto es, son fuentes secundarias que también usan otras fuentes secundarias, y no las fuentes primarias. Damos aquí unas pocas palabras acerca de ellas:
1. Aunque todos emplean la exégesis a veces, y aunque con bastante frecuencia esa exégesis se hace bien, sin embargo, la tendencia es a usarla solamente cuando hay un problema obvio entre los textos bíblicos y la cultura moderna. Aunque se debe emplear para tales textos, insistimos en que esa es la primera etapa de la lectura de CADA texto. Al principio, no será fácil hacer esto, pero el aprender a pensar exegéticamente ayudará muchísimo al entendimiento y hará que aun la lectura de la Biblia, sin mencionar su estudio, sea una experiencia más emocionante. Pero oigan bien: El aprender a pensar exegéticamente no es la única tarea; es simplemente la primera.
El problema real de la exégesis "selectiva" es que se pueden poner las ideas propias y extrañas dentro del texto y hacer de la Palabra de Dios algo diferente de lo que Dios dijo en realidad. Por ejemplo, uno de los autores de este libro recibió recientemente una carta de un evangélico bien conocido, que decía que este autor no debía aparecer en una conferencia con otra persona famosa también, que era de ortodoxia sospechosa. La razón bíblica dada para evitar la conferencia era 1 Tesalonicenses 5:22: "Absteneos de toda especie de mal."
Si nuestro hermano hubiera aprendido a leer la Biblia de modo exegético, no habría usado ese texto de esa manera, pues esas son las palabras finales de Pablo en un párrafo a los tesalonicenses con respecto a las manifestaciones carismáticas de la comunidad. "No menospreciéis las profecías", dice Pablo. "Examinadlo todo; retened lo bueno," pero "absteneos de toda especie de mal". La "abstención del mal" tiene que ver con las "profecías" que cuando se ponen a prueba, resultan que no son del Espíritu. El dar a este texto un significado que no estuvo en la intención de Dios, es abusar de él, no usarlo. Para evitar la caída en tales errores, hay que aprender a pensar exegéticamente, esto es, comenzar en el tiempo y el lugar originales, y hacer lo mismo con cada texto.
2. Como pronto veremos, no se comienza con la consulta a los expertos. En cambio, cuando sea necesario, hay que tratar de usar las mejores fuentes. En Marcos 10:23 (Mateo 19:23, Lucas 18:24), al concluir la historia del joven rico, Jesús dice: "¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!". Entonces añade: "Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". A menudo se dice que había una entrada en Jerusalén conocida como el "Ojo de la Aguja", a través de la cual podían pasar los camellos sólo de rodillas y con gran dificultad. El punto de esta interpretación es que un camello sí podía
pasar por el "Ojo de la Aguja". El problema de esta "exégesis" es que sencillamente no es verdadera. Nunca existió tal entrada en Jerusalén en ninguna época de su historia. La primera "evidencia" de tal idea se encuentra en el siglo once, en un comentario de un religioso griego llamado Teofilacto, quien tuyo con el texto la misma dificultad que tenemos nosotros. Al fin y al cabo, es imposible que un camello pase por el ojo de una aguja, y ese fue precisamente el punto de Jesús. Es imposible para el que confía en las riquezas entrar en el Reino. Se necesita un milagro para que un rico sea salvo, que es el tema central de lo que sigue: "Todas las cosas son posibles para Dios".
¿Cómo, pues, aprendemos a hacer una buena exégesis, y al mismo tiempo evitar los peligros que se presenten? La primera parte de la mayoría de los capítulos de este libro explica esta tarea para cada uno de los géneros en particular. Aquí simplemente queremos echarle un vistazo a lo que requiere la exégesis de un texto.
En su nivel más elevado, por supuesto, la exégesis requiere el conocimiento de muchas cosas que no esperamos que los lectores de este libro sepan necesariamente: los idiomas bíblicos; los fondos culturales semítico, judío y helenístico; la determinación del texto original cuando los manuscritos tienen varias versiones; el uso de toda clase de fuentes e instrumentos primarios. Sin embargo, se puede aprender a hacer una, buena exégesis aunque no se tenga acceso a todas estas habilidades y herramientas. Para tal fin, no obstante, hay que aprender primero lo que uno puede hacer con sus propias habilidades, y segundo, se debe aprender a usar el trabajo de otros.
La clave para la buena exégesis, y por lo tanto para una lectura más inteligente de la Biblia, es aprender a leer el texto con cuidado y a hacer las preguntas apropiadas acerca del texto. Nuestra experiencia de muchos años de enseñanza en la universidad y el seminario nos ha enseñado que mucha gente simplemente no sabe leer bien. La lectura y el estudio inteligente de la Biblia requieren una lectura cuidadosa y eso incluye aprender a preguntar bien acerca del texto.
Hay dos clases fundamentales de preguntas que uno debe hacer sobre cada pasaje bíblico: las que se relacionan con el contexto y las relacionadas con el contenido. Las preguntas de contexto son también de dos clases: históricas y literarias. Observemos con brevedad cada uno de estos tipos de preguntas.
El contexto histórico, que difiere de un libro a otro, tiene que ver con varias cosas: la época y la cultura del autor y sus lectores, esto es, los factores topográficos, geográficos y políticos de importancia para la situación del autor; y la ocasión del libro, la carta, el salmo, el oráculo profético u otro género. Todos esos asuntos son de especial importancia para entender el texto.
Sencillamente ayuda a su comprensión el conocer la historia personal de Arnés, Oseas o Isaías, o que Hageo profetizó después del exilio, o el conocer las esperanzas mesiánicas de Israel cuando Juan el Bautista y Jesús entraron en escena, o el entender las diferencias entre las ciudades de Corinto y Filipos y la manera como esas diferencias afectaron a las iglesias en cada una de esas ciudades. La lectura de las parábolas de Jesús cobra más significado si se sabe algo de las costumbres de los tiempos de Jesús. Ayuda mucho a la comprensión el saber que el denario ofrecido a los trabajadores en Mateo 20:1-16 era el equivalente a un jornal o el pago por un día completo de trabajo. Aun la topografía es importante. La persona que creció en las montañas de los Andes no debe pensar que en "Jerusalén tiene montes alrededor de ella" (Salmo 125:2), la palabra "montes" se refiere a elevaciones de tierra semejantes a las de la cordillera andina.
La respuesta a este tipo de preguntas se encuentra en ayudas externas. Los diccionarios bíblicos, tales como el Diccionario Bíblico, de Merrill Tenney, publicado por la Editorial Vida y el Diccionario Ilustrado de la Biblia. de W. M. Nelson, publicado por la Editorial Caribe, por lo general, pueden ser suficientes. Si se quiere estudiar más a fondo, las bibliografías que se encuentran al fin de cada artículo pueden ser útiles para comenzar.
La pregunta más importante del contexto histórico, sin embargo, tiene que ver con la ocasión y el propósito de cada libro bíblico o parte de él. Aquí se quiere tener una idea de lo que estaba pasando en Israel o en la Iglesia, que exigía tal documento, o cuál fue la situación del autor que le hizo escribir. Otra vez, esto varía de un libro a otro, y es menos crucial para Proverbios, por ejemplo, que para 1 Corintios.
La respuesta a esta pregunta usualmente se halla - si se puede dentro del libro mismo, pero hay que aprender a leer en espera de tales asuntos. Si se quieren corroborar los resultados de la búsqueda personal sobre esas preguntas, se pueden consultar el diccionario bíblico o la introducción a un buen comentario sobre el libro, o se debe consultar el Compendio Manual de la Biblia de H. Halley (Edit. La necesidad de la interpretación 21 Moody. Chicago, Ill.]. Sin embargo. usted debe hacer sus propias observaciones primero.
Esto es a lo que la mayoría de las personas aluden cuando hablan de leer algo en su contexto. Esta es la tarea crucial de la exégesis, y afortunadamente es algo que se puede hacer bien sin tener que consultar necesariamente a los "expertos". En esencia, contexto literario significa que las palabras sólo tienen significado en oraciones, y en su mayor parte las oraciones bíblicas solamente tienen significado en relación con las oraciones que las anteceden o las siguen.
La pregunta contextual más importante que se hace repetidas veces sobre cada oración y cada párrafo, es "¿Con qué fin?". Se debe tratar de seguir los pensamientos del autor. ¿Qué dice el autor y por qué lo dice en cierto momento o lugar?. Después de hallar la respuesta, ¿qué dice el autor enseguida y por qué?.
Esta pregunta varía de un género a otro, pero siempre es la pregunta decisiva. La meta de la exégesis debe recordarse, es descubrir el propósito del autor original. Para hacer bien esta tarea, es imprescindible el uso de una traducción que reconozca la poesía o los párrafos. Una de las causas de exégesis inadecuadas es el uso de una traducción que tenga cada versículo impreso como un párrafo.
Tal disposición tiende a obscurecer la propia lógica del autor. Por encima de todo lo demás, por lo tanto, se debe aprender a reconocer unidades de pensamiento, ya sean párrafos (en la prosa) o líneas y secciones (en poesía). Con la ayuda de una traducción adecuada esto es algo que el lector puede hacer.
La segunda categoría principal de preguntas que se hacen sobre cualquier texto tiene que ver con el contenido mismo del autor.
"Contenido" tiene que ver con los significados de las palabras. las relaciones gramaticales en las oraciones y la selección del texto original cuando hay varias versiones de los manuscritos. También se incluyen varias de las cosas mencionadas antes en el "contexto histórico". por ejemplo. el significado de denario. o el viaje de un día de sábado, o los "lugares altos". etc.
Para esto generalmente hay que buscar ayuda externa. Otra vez decimos que la calidad de las respuestas a tales preguntas usualmente depende de la calidad de las fuentes de consulta usadas, Aquí es donde se debe consultar un buen diccionario exegético. No obstante, la consulta del comentario, por muy especial que sea aveces, es lo último que se debe hacer.
En su mayor parte, entonces, se puede hacer buena exégesis con una cantidad mínima de ayuda externa con tal que esa ayuda sea de la mejor calidad. Hemos mencionado cuatro instrumentos: un buen diccionario bíblico. un buen manual de la Biblia, una buena traducción y buenos comentarios. Hay también otras clases de ayudas por supuesto, especialmente para el estudio temático. Pero para el estudio y la lectura de la Biblia libro por libro, estas son las esenciales.
Como una buena traducción (o varias traducciones buenas) es el instrumento fundamental para el que no conoce los idiomas originales el próximo capítulo se dedica a este asunto. El aprender a seleccionar un buen comentario es también importante. pero como eso es lo último que se hace. se concluye el libro con un apéndice sobre los comentarios.
Aunque la palabra "hermenéutica" cubre todo el campo de la interpretación incluso la exégesis, también se usa en el sentido más restringido de la búsqueda de la relevancia contemporánea de los textos antiguos. En este libro la usaremos exclusivamente de ese modo para hacer las preguntas acerca del significado de la Biblia para los tiempos modernos.
Es este asunto de la aplicación a las necesidades contemporáneas lo que nos trae a la consulta de la Biblia en primer lugar. Entonces ¿por qué no comenzar aquí? ¿Por qué preocuparse por la exégesis?
De seguro el mismo Espíritu que inspiro la escritura de la Biblia, puede asimismo inspirar la lectura que uno hace de ella. En cierto sentido esto es verdad, y con este libro no queremos quitar el gozo de la lectura devocional de la Biblia y el sentido de la comunión directa que da tal lectura. No obstante, la lectura devocional no es la única clase de lectura que se debe hacer. También se debe leer para entender y aprender. En breve se debe aprender a estudiar la Biblia lo que a su vez enriquecerá la lectura devocional. Con esto llegamos a nuestra insistencia de que la "hermenéutica" apropiada comienza con una "exégesis" sólida.
La razón para no comenzar con la aplicación contemporánea (aquí y ahora) es que el único control apropiado de la hermenéutica se encuentra en el propósito original del texto bíblico. Como se dijo antes en este capitulo, ese es el "significado sencillo" que se busca. De lo contrario a los textos bíblicos se les podría dar el significado que tienen para cualquier lector.
Este tipo de hermenéutica se convierte en pura subjetividad, y entonces quién podré decir que la interpretación de una persona es correcta y la de otra errónea. No se sabría con certeza a qué atenerse.
En contraste con tal subjetividad, insistimos en que el significado original del texto - en cuanto podamos discernirlo - es el punto de control propuesto. Estamos convencidos de que el bautismo por los muertos que hacen los mormones con base en 1 Corintios 15:29, o el rechazo de la divinidad de Cristo que hacen los testigos de Jehová, o el manipular serpientes según Marcos 16:18, o los "evangelistas" de la prosperidad como derecho cristiano fundados en 3 Juan 2. son todas interpretaciones impropias. En cada uno de los casos anteriores, el error está en su hermenéutica, precisamente porque ésta no está controlada por una buena exégesis. Ellos han comenzado con el "aquí y ahora" y les han puesto a los textos un significado que no estaba allí en su origen. ¿Qué puede impedir entonces que uno mate a su propia hija por un voto absurdo. como lo hizo Jefté (Jueces 11:29-40)?
Se alega que el sentido común puede impedir que uno cometa tales tonterías. Desafortunadamente, el sentido común no es tan común. Queremos saber lo que la Biblia significa para nosotros, y con todo derecho, pero no podemos darle el significado que nos guste, y luego adjudicárselo al Espíritu Santo. No se puede hacer que el Espíritu Santo se contradiga. y El fue quien inspiró el texto original con un propósito original. Por tanto, El nos ayudará a descubrir ese propósito original, y nos guiará mientras tratamos de aplicar con fidelidad ese significado a nuestra propia situación.
Las preguntas de la hermenéutica no son fáciles, lo cual puede ser la razón de la escasez de libros donde este aspecto de nuestro tema. No hay tampoco buen concierto en cuanto a la manera de tratar esta tarea. Sin embargo, ésta es una zona crucial, y los creyentes necesitan aprender a hablar entre sí sobre estas preguntas y a escuchar. En esto deben estar de acuerdo. Un texto no puede significar lo que nunca significó. O para ponerlo de modo positivo, el verdadero significado de un texto bíblico para nosotros, es lo que Dios se propuso originalmente que significara cuando se expresó por primera vez. Este es el punto de partida. El propósito de este libro es la manera de tratar el texto en adelante. Alguien podría preguntar: "Pero. ¿no es posible que un texto tenga un significado adicional (más completo o profundo), más allá de su propósito original? A fin de cuentas, esto pasa en el propio Nuevo Testamento. en la manera como usa algunas veces el Antiguo Testamento".
En el caso de las profecías, no le cerramos la puerta a esa posibilidad, y argüiríamos que, con cuidadoso control, es posible tener un segundo significado más completo. En cambio, ¿cómo se puede justificar esto en otros puntos? Nuestro problema es sencillo.
¿Quién habla en lugar de Dios? El catolicismo romano no tiene problema aquí, pues supone que el magisterio, la autoridad de la que está investida la enseñanza oficial de la iglesia, decide el sentido más completo del texto. El mundo protestante, en cambio, no tiene magisterio, y tenemos razón para preocuparnos cuando alguien dice que tiene el significado más profundo de Dios para un texto; especialmente si el texto nunca significó lo que ahora se dice que significa. De cosas tales nacen todas las sectas o cultos falsos, e innumerables herejías menores.
Es difícil ponerle reglas a la hermenéutica.
Lo que ofrecemos a través de los capitulas siguientes son guías. Puede ser que usted no esté de acuerdo con esas guías. Esperamos que los desacuerdos sean en el amor cristiano, y quizá nuestras guías sirvan para estimularlo a pensar sobre estos asuntos.