El currículo, según lo planteado por Rodríguez Rafael (2006), es un proceso formativo que implica la investigación, la participación y la interdisciplinariedad. Se centra en la relación entre el estudiante, su contexto y el conocimiento, con el objetivo de formar profesionales que satisfagan las demandas de su entorno. Este concepto es esencial para comprender cómo se diseña y desarrolla el contenido educativo y cómo se adapta a las necesidades y características del alumnado.
En el ámbito de la educación, el currículo se concibe como un proceso formativo integral que involucra la investigación, la participación y la interdisciplinariedad. De acuerdo con Aristizábal et al. (n.d.), el currículo se fundamenta en la relación entre el estudiante, su contexto y el conocimiento, enfatizando el valor de la investigación formativa como un componente esencial para el desarrollo académico. Esta perspectiva considera la interacción entre los aprendizajes individuales y colectivos con la información nueva, lo que facilita la construcción de conocimiento en un contexto relevante para los estudiantes.
El currículo, entendido como un proceso formativo integral, trasciende la simple transmisión de conocimientos, orientándose hacia la construcción de un proceso educativo adaptado a las realidades de los estudiantes. Este enfoque pone en relieve la importancia de la investigación y la participación activa de los docentes, quienes juegan un rol clave al ajustar el currículo a las características y necesidades de cada contexto particular. Como señalan Coll (1987) y Sacristán (1984), el currículo debe contemplar la relación entre el estudiante, su entorno social, cultural y geográfico, y el conocimiento impartido. Esta visión fomenta un aprendizaje contextualizado, promoviendo una formación más relevante y coherente con las realidades de los estudiantes.