Autonomía progresiva de las personas menores de edad: El derecho de niñas y niños a tomar sus propias decisiones

Mtro. Víctor Hugo Rodas Balderrama

Defensor de derechos humanos y experto en derecho internacional, se desempeña como subdirector de área en la Dirección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Sumario: I. A manera de introducción: II. Niñas y niños son personas y tienen derechos; III. La autonomía de niñas y niños en la toma de decisiones; IV. ¿Se deben respetar las decisiones tomadas por niñas y niños?


Todas las personas mayores han comenzado por ser niños (aunque pocas lo recuerden).

Antoine De Saint-Exupéry, El Principito.

I. A manera de introducción.

Con frecuencia, cuando una niña o niño(1) manifiesta su opinión sobre un tema de su interés, es ignorado por las personas adultas. Cuando expresan sus deseos de convertirse en médicas o médicos, pilotos o astronautas, tendemos a minimizar sus opiniones bajo la falsa premisa de “es un niño, no sabe lo que quiere”. 

Es común que las personas adultas conciban a niñas y niños como seres incompletos, desprovistos de capacidad e inteligencia para tomar sus propias decisiones y que, en consecuencia, necesitan de nuestra intervención para poder subsistir. Como padres o madres, solemos poner el grito al cielo cuando escuchamos que nuestras hijas o hijos quieren ir solos a algún lugar, realizar algún juego potencialmente peligroso, y después con mayor edad, desean hacerse un tatuaje, una perforación o cambiarse el color del cabello. En esos casos, manifestamos inmediatamente nuestra decisión de no permitir ningún cambio que nos parezca perjudicial, y en algunos casos invocamos adagios como “mi casa mis reglas” o “cuando seas adulto y ganes tu dinero tomaras tus decisiones”. Pero ¿son estos comentarios respetuosos de sus derechos? ¿Nuestras hijas e hijos tienen autonomía para tomar sus propias decisiones? ¿Cómo sabemos si tomarán buenas decisiones? Abordaremos esas interrogantes en las siguientes páginas para incentivar la reflexión sobre un tema de vital importancia: la autonomía progresiva y el derecho a que sus decisiones sean tomadas en cuenta.

II. Niñas y niños son personas y tienen derechos.

La concepción tradicional desde la cual percibíamos a las niñas y niños como sujetos de protección y no como sujetos de derecho cambio con la entrada en vigor de la Convención sobre los Derechos del Niño(2)  el 21 de octubre de 1990. Esa norma internacional formula una nueva concepción sobre las personas menores de edad basada en su reconocimiento como personas provistas de los mismos derechos que una persona adulta, sin más limitante que el de su desarrollo progresivo para ejercerlos. 

Niñas y niños tienen derecho a tomar sus propias decisiones y a que sus opiniones sean tomadas en cuenta por todas las personas adultas(3).  Ese nuevo enfoque representa no solo la fractura de una visión reduccionista de la niñez sino uno de los avances más importantes en la historia de los derechos humanos, pues nos obliga a aceptar que las personas menores de edad piensan, sienten y razonan con la capacidad que les confiere su propio desarrollo cognitivo. Adoptar un nuevo enfoque sobre la niñez y adolescencia implica deconstruir lo que aprendimos sobre niñas y niños y transitar a un nuevo entendimiento basado en el respeto a su dignidad, individualidad y sus derechos humanos. 

III. La autonomía de niñas y niños en la toma de decisiones.

La Suprema Corte de Justicia de México, máximo tribunal del país y guardián de la constitución ha señalado que “el derecho de los padres a tomar decisiones por sus hijos se va desvaneciendo mientras el menor avanza en su desarrollo y autonomía”.(4)   En ese sentido, el desarrollo cognitivo de cada niña y niño es el que marcara su grado de autonomía a. También ha establecido que, la autonomía progresiva interpretada a partir del interés superior del niño debe entenderse en el sentido de que la niña o el niño “podrá tomar sus propias decisiones, siempre y cuando ello no afecte derechos de mayor entidad que su propia autonomía, en tanto la misma aún se encuentra en formación. Así, en caso de que la decisión del menor pueda poner en riesgo su salud, o incluso su vida, deberá optarse por aquella alternativa que procure en un mayor grado su recuperación”.  (5)

La Convención de los Derechos del Niño, señala en su artículo quinto que el ejercicio de los derechos del niño es progresivo en virtud de la evolución de sus facultades, por lo que madres y padres deben impartir orientación y dirección apropiadas para que el niño ejerza sus derechos por si mismo. 

IV. ¿Se deben respetar las decisiones tomadas por niñas y niños?

Desde el enfoque de derechos humanos, tanto niñas como niños son titulares de los mismos derechos que una persona adulta por lo que es muy importante que, quienes están a cargo de su cuidado, valoren su capacidad para tomar decisiones por sí mismos, más allá de los prejuicios o estereotipos construidos sobre la capacidad de la niñez. Ante todo, es importante entablar una comunicación afectiva y sensible para conocer las decisiones que desean tomar y su justificación, realizar una ponderación sobre si el resultado de dicha decisión pone en peligro su integridad física o emocional y a partir de ello impulsar su reflexión. 

Cuando son pequeños, es recomendable que les enseñemos a tomar decisiones para contribuir al desarrollo de su autonomía. Podemos empezar con cosas simples como dejándoles qué elijan qué vestir, que juguetes llevar consigo, o a qué lugares acudir. Cuando su decisión no pueda ser cumplida por ser contraria a su integridad o seguridad, debemos explicarle por qué y darle alternativas. Recordemos que la vida adulta no es un ciclo de premios-castigos sino de decisiones y consecuencias; es en ese sentido como debemos acompañar el desarrollo de su autonomía.

El respeto a la autonomía progresiva de niñas y niños no implica aceptar todas sus opiniones y decisiones sin una valoración previa de las posibles consecuencias, sino más bien, prepararlos para que paulatinamente aprendan a tomar decisiones y evaluar las consecuencias de su conducta. Es fundamental que quienes nos hacemos cargo del cuidado de una persona menor de edad, nos alleguemos de información sobre su proceso de desarrollo, para que cada vez nos alejemos más de la idea de que la crianza es una tarea para conseguir disciplina y obediencia de las niñas y niños, y entender que es un proceso amoroso y flexible que promueve la libertad y la autonomía de nuestras hijas e hijos.