Los riesgos a los que niñas, niños y adolescentes se enfrentan en el hogar, en la escuela y en otros espacios, con el castigo corporal y el trato humillante 

Por: Ana Serrano 

 Proyecto DEI 

Participación en el foto "Armonizar para proteger: prohibición del castigo corporal y trato humillante en las entidades federativas" 28 de septiembre

Quisiera empezar preguntándote a ti legislador, legisladora, comisionado.

¿Cómo te limitaban de niñ@? ¿Qué recuerdas?

¿Recuerdas algún castigo justo, alguno injusto?

No es trivial empezar por tu historia, porque pueden estar los gatillos que te lleven a la lucha por la prohibición o a en el fondo, a no creer que sea importante.

En nuestra edad adulta, un golpe, una agresión o humillación, es muy doloroso y potencialmente puede dejar huellas traumáticas. 

Vamos a analizar brevemente el impacto por edad. El estrés tóxico descarrila en desarrollo perjudica al desarrollo saludable. En una niña o niño pequeño y a lo largo de su vida, esta agresión deja una marca importante, alterando la estructura y función cerebrales y modificando el metabolismo, los efectos van a reverberar durante toda la vida.   Física, cognitiva, y de riesgo de salud mental.

 

Los niños que han sido educados con violencia tienen más probabilidad de replicarla, de caer en drogas, alcohol, depresión, además de tener problemas metabólicos cardiovasculares, de diabetes y obesidad.

 

Imaginemos lo que es pensar que quien te protege, te lastima. Los daños más severos en primera infancia dejan instalada la huella de la violencia en los cerebros y el alma de las personas. Con el tiempo lastiman sin empatía.

¿Cuál es el proceso del daño? 


El cerebro está en evolución. Nace inmaduro y requiere del cuidado, la atención y el AFECTO de los cuidadores más cercanos para realizar el recorrido de madurez.


Este proceso inicia en el embarazo y culmina después de la adolescencia, 


Lo primero que se desarrolla es el llamado coloquialmente el “cerebro reptiliano” encargada de la sobrevivencia. Y las reacciones son de “ataque, huida o parálisis” ante el peligro.  Es la parte más primitiva y la primera que se desarrolla en el útero y está presente en los niños al nacer.


El siguiente nivel es el “cerebro afectivo” el que se encarga de las emociones, la memoria, y es afectado por las relaciones más cercanas, por el tipo de vínculos.   Interactúa con el cerebro reptiliano ante situaciones de miedo.


El siguiente nivel es el “cerebro cortical” que se encarga del pensamiento, el aprendizaje, la planeación y la regulación emocional.

La corteza prefrontal, que está atrás de la frente, es la última en madurar, hasta después de la adolescencia. Es el responsable de la planeación, de hacerte “dueño” de tu vida. Se conecta con el cerebro límbico para generar la auto regulación.   La regulación de la conducta.


Cuando hay situaciones de estrés. Se acelera el cerebro reptiliano y no hay posibilidades de atención, aprendizaje.  Ocurre un “on-off” Cuando estás en una situación de estrés el cuerpo se prepara para atacar, huir o paralizarse. 


Lo grave en los niños es que la permanencia de estas situaciones de estrés, modifican a la conectividad del cerebro, los incapacita, daña no solo al cerebro, sino a su desarrollo físico y emocional.


Nunca es bueno el estrés tóxico, pero en la infancia y en la adolescencia es muy grave. 


Lo que necesita un niño, una niña, un adolescente, es presencia, cercanía, afecto de sus cuidadores, supuestos custodios de su desarrollo.


En este marco ocurre el golpe y la violencia, muchas veces porque los padres y maestros no conocen otra vía, no tienen elementos propios de auto regulación.


Quedan, no solo cerebros dañados, con un cableado adverso que impide el aprendizaje, sino emociones afectadas que dificultarán el establecimiento de relaciones sanas. 

Ocurre una afectación metabólica importante, como la reducción de defensas, tendencia a enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, inflamación del organismo.

¡Esto es ciencia!


Un niño o niña golpeada, humillado, humillada, es víctima de abuso de poder.   Recibe el golpe y simplemente no entiende por qué.  No hay nada que justifique la agresión. La experiencia literalmente “se mete bajo la piel”. 1

Padres y madres no lo saben y no lo creen

Recién dimos un curso a 3000 maestros de toda la república y se manejó el tema de evitar el golpe y la violencia.  Les preguntamos

“Si tú le dices al padre de familia: No pegue porque va a lastimar a su hijo, tanto en lo físico como en su equilibrio mental, ¿Qué te respondería?”

Unánimemente contestaron recibir un rechazo a la consejería con frases como. 

“Usted no se meta” “qué le importa” “es mi hijo y hago con él lo que yo quiera", ”así me castigaron a mi y nada más míreme, estoy bien” 

Paradójicamente podemos vislumbrar en muchos hogares, el deseo de ser buen padre y el uso de estos métodos de manera poco consciente de sus consecuencias. 

Hay miedo a dejar de pegar y ya no saber cómo controlar al niño o niña. Se quedan sin recursos de control. Intuyen acertadamente que los chicos necesitan límites y desconocen la propuesta de la crianza positiva. 

Hay varios motivos que están en la raíz de este fenómeno

Esto nos lleva a pensar que la pura prohibición va a lanzar a la agresión a “lo obscurito”.  

Es necesario tener REALISMO y construir un puente que nos lleve del dicho al hecho.

Junto con la prohibición: 

Planear el acompañamiento de la estrategia con pasos secuenciales, que vayan a cambiar la cultura, que evite la violencia en general y la violencia de género, atacando y sensibilizando por varios caminos.

                                                 Di NO al golpe y a la humillación

El golpe, la humillación y la educación a partir del miedo está normalizada en nuestro país. Conocemos las estadísticas. 6 de cada 10 hogares castigaban con violencia antes de la pandemia.  Esta estadística creció con la pandemia y hay una correlación entre la violencia de género y la violencia en la crianza.

Es urgente actuar, con realismo.

Somos expertos en redacción de derechos de los niños y la vida en los microcosmos familiares y escolares cuentan otra historia. Construir el andamiaje para poder pasar del dicho al hecho implica construir el camino y hacer alianzas, generando un cambio de cultura. Sé que estamos empezando por el cambio cultural y la convicción de que es negativo y que hay otros caminos. La crianza positiva. 

Es importante también, construir un protocolo de atención a los padres golpeadores, así como cuidado a qué se hace con los niños y niñas.

La pura prohibición, el encierro y el castigo, puede victimizar más a las niñas, niños y adolescentes y dejarles aún más vulnerables. 

Todos somos responsables de los niños y niñas, de nuestros jóvenes.     Como legisladores, como padres y madres, como tíos, maestros, médicos, vecinos. No actuar tiene un costo social enorme. Tanto en el macro social, como en el micro cosmos individual.

Vamos a convivir con esta generación de niños y niñas lastimados. Serán tus vecinos, las parejas de tus hijos, de tus nietos. Necesitamos entender que es por ellos y por todos. 

Todos necesitamos registrar la presencia y escucha del otro. La posibilidad de solidaridad y de ayuda mutua y recuperar nuestra resiliencia como sociedad mexicana, rescatando a esta generación que está siendo lastimada.     Es urgente actuar con visión y realismo y esta iniciativa puede ser el detonador…

Cambiar, no es fácil, pero es posible. La Fundación tiene experiencia en el cambio de patrones ofreciendo un punto de inflexión en la crianza y la regulación del estrés. 

Puede sonar a romanticismo, pero es ciencia.  Somos seres sociales que sanamos en sociedad. Necesitamos sembrar vínculos afectivos en nuestras redes sociales, para cosechar paz. 

Bibliografía