Límites: cómo y cuándo

Por: Marcela Cuevas Vázquez

 De Afectividad y Sexualidad A. C. (Guardianes)


«Ser emocionalmente maduro significa permanecer abierto para reconocer y sanar nuestras propias heridas emocionales». 

Peter A. Levine 

La familia es el lugar ideal para las primeras experiencias participativas de la niñez 

Saber cómo y cuándo poner límites a niñas, niños o adolescentes es indispensable para que logren un adecuado desarrollo cerebral y de su personalidad. La función inmediata de un límite bien puesto es la protección y la seguridad, a largo plazo es prepararlos para saber tomar decisiones y recuperarse de las dificultades, es decir, ser resilientes. 

Establecer límites es un tema que nos cuesta trabajo abordar. La principal razón es que nos confronta con nuestra propia historia, las heridas o fibras sensibles que quedaron en nuestra memoria por las experiencias vividas en nuestra crianza. 

Esto nos puede hacer sentir desconfiados e inseguros al establecer límites, incluso nos puede llevar a la creencia errónea de que para lograr que nuestras/os hijas/os tengan comportamiento adecuados, debemos hacerlos sentir mal; y usar como primer recurso los regaños, castigos, gritos, amenazas y golpes; experiencias que aprendimos que se utilizan para educar a niñas y niños, porque otros adultos las utilizaron con nosotros en la infancia. 

Por ello, lo primero que debemos hacer es encargarnos de nuestras heridas y de las interpretaciones que les dimos a nuestras experiencias. De lo contrario, transmitiremos nuestros miedos e inseguridades a nuestras/os hijas/os, y replicaremos estrategias de disciplina que no con efectivas. 

Por otro lado, debemos considerar que tanto la falta de límites como el exceso puede perjudicar la autoestima, identidad y autonomía del infante o adolescente, provocando que con la falta de límites se sienta desorientado, abrumado y abandonado; mientras que con el exceso se sienta incapaz, inseguro, dependiente y que nada de lo que haga es suficiente. 

Los límites son importantes también porque crean un espacio seguro en el que pueden explorar, curiosear, actuar e interactuar, probar, equivocarse y volverse a equivocar para reconocer sus habilidades, capacidades y características personales que les ayudarán a descubrir quiénes son y a desarrollar un autoconcepto positivo. 

¿Cómo y cuándo establecer límites? 

No hay una receta universal, pero sí algunos pasos que podemos seguir, por ejemplo, cuando están corriendo por toda la casa, riéndose y gritando; y nosotros teniendo que atender una llamada. 

Ser firmes no es ser rígidos, sino tener la certeza de aquello que debemos limitar y sostener que se cumplan las reglas; esto es les dará estabilidad emocional y seguridad, pues sabrán qué se puede hacer y qué no. 

Es natural sentirse enojado cuando están corriendo por todos lados, pues nos molesta que nos interrumpan y nos da miedo que se lastimen. Si no hacemos caso a nuestro enojo, nos levantaremos gritando y amenazando; pero si a la menor molestia aceptamos que debemos poner un alto, lo haremos con firmeza, sin titubeos y sin violencia. 

Seguramente, se enojarán y se quejarán porque será frustrante para ellas/os; sin embargo, si te mantienes en el acuerdo con firmeza, sin regaños ni gritos, terminarán adaptándose a lo nuevo y desarrollando resiliencia. Recordemos siempre que los límites bien empleados fortalecerán la seguridad, confianza y autonomía de niñas, niños y adolescentes; y ello requiere de un trabajo profundo y personal de nuestra parte con el que aprendamos a educar y criar desde el amor y no desde el miedo. 

Bibliografía 

Si quieres más información visita nuestro sitio www.guardianes.org.mx