Ludi Scaenici

Un día en el teatro

Esta mañana se me aparece feliz y radiante y no acierto a comprender si es porque en los últimos días el desapacible tiempo hacía peligrar la puesta en escena de mi añorado Anfitrión”, o porque voy a ver cumplido mi deseo de que se reponga una comedia del ilustre Plauto.

Este viejo y cansado actor que fue Demetrio ya va echando de menos aquellas comedias de arte, ante la profusión de atelanas, mimos y pantomimas que la última moda ha puesto en candelero en todos los teatros que pueblan el Imperio.

Pero he aquí que el legado del Emperador ha querido y sufragado que, para celebrar las fiestas en honor de la venturosa Flora, sea representada una gran comedia, como ya no es al uso dedicar a los dioses.

Hace poco que brilló la Aurora, pero quiero acudir presto al teatro para saludar a mis compañeros en la proofesión, esos actores que, a cambio de deleitar al pueblo haciéndole soñar y alejándolo de las fatigas diarias, son tan injustamente tratados en su valor social. No es bien visto el que a ello se aplica, y me temo que tal cosa no va a cambiar gran manera con el tiempo. Y no es que yo, el viejo Demetrio, tenga motivos para la queja, pues, aunque nunca dejé de ser un pobre liberto de la escena, buenos regalos alcancé y en regias casas se me recibió como amigo, pero es honor que sólo es dado alcanzar por los dioses a quienes en nuestro afán hemos triunfado.

Atelana

Comedia popular y bufa, proveniente de Atela (Campania), puesta en escena por actores no profesionales "enmascarados" que representaban personajes tipo: "dossenus" (el jorobado) "buccus" (el parásito glotón), "maccus" (el necio atolondrado).

Mimo

Género obsceno y exhibicionista, cuyos personajes eran hombres y mujeres de la vida real, sin máscaras, y en el que podían intervenir mujeres como actrices. En esencia, lo importante era la mímesis, gesticulación, la música y la danza.

Pantomina

Serie de movimientos de danza y gesticulaciones de un solo actor que "cuenta", sin hablar, una historia, acompañado de la música de una orquesta y del canto del coro.

Día de fiesta es y, por tanto, en mi camino al teatro, encuentro las calles repletas de ociosa gente, liberada de la rutina del trabajo, que aguarda la hora de los juegos en el anfiteatro que se celebrarán por la tarde, pues son más del gusto del populacho las violentas escenas que el deleite del recitado, la música y la grácil danza que el teatro ofrece. O tempora. O mores!

Cuando todavía me encuentro disfrutando de los jardines (peristylum) que anteceden al propio teatro, ya puedo escuchar el jolgorio de quienes la noche anterior abarrotan los graderíos más altos (summa cavea) para no perder su sitio. Este lugar, separado del resto del graderío por un muro, es el más ruidoso y alegre de cuantos forman el edificio de este magnífico teatro emeritense. También la gente que se agolpa ya en los lugares inmediatamente inferiores (media cavea) charla animadamente del transcurso de los fastos de las fiestas primaverales, aunque su condición les impide proferir los gritos que se pueden eschuchar en el “gallinero”. Allí adivino ver a algunos pagados por el legado para aplaudir incondicionalmente. Menos poblada está la partedestinada a la alta clase (ima cavea) que pronto irán llegando a sus lugares reservados, pues no sería de buen tono perderse una representación tan célebre como la de hoy. Aún no han tomado asiento en su silla (sella curulis) los dignatarios de la ciudad que la tienen reservada en los primeros y marmóreos lugares.

En un vistazo rápido al graderío, se puede aventurar ya que las seis mil localidades de que dispone este teatro de la augusta Mérida seán probablemente rebasadas, pues todavía adivino ver gente venida de toda la región que se agolpa a sus trece puertas. Puedo comprobar que, como se augura un caluroso día, se han corrido los toldos que resguardarán del astro sol al público asistente y ya se ha repartido generosamente alguna comida y se ha rociado con perfumada agua a los espectadores.

Es de ver la decoración que para el fasto día se ha preparado, sin escatimar, para el lugar donde danzará y cantará el coro (orchestra), el suntuoso ornato del escenario (scaena) y la cuidada colocación del tablado de los actores (proscaenium). No puedo, oh melancólico Demetrio, sustraerme a acceder a los camerinos y vestuarios (choragia), detrás de la escena, para saludar a la compañía (grex) y añorar mis tiempos de actor. Ya están vestidos para la ocasión y algunos me reciben, soportando ya la incómoda máscara de su personaje sobre el rostro, mientras ensayan algún difícil pasaje. En tanto otros todavía se aprestan a adornarse con los afeites propios de los actores y algunos se colocan los altos zapatones (cothurnus) que les harán más visibles en escena.

Tras charlar animadamente con ellos, ocupo mi lugar en la grada y me dispongo a soñar con el arte del glorioso Plauto, con los ojos cargados en lágrimas por el recuerdo de mi juventud en la desventurada Pompeya, en el teatro de Balbo, en Itálica, Segóbriga, la misma augusta Mérida y tantos otros lugares en que ofrecí una muestra de mi arte, hasta que al levantar el telón, costumbre que con el tiempo será trastocada en la bajada del mismo, saliendo de mis sueño, aplauda o patee el trabajo de mis iguales.

Tito Maccio Plauto nace en Umbría (Sársina). Viene a Roma, tal vez como actor de alguna compañía teatral provinciana. Se dedica al comercio y fracasa. Se endeuda y trabaja en un molino como esclavo. Finalmente triunfa como autor teatral (215-185 a.C.). Se le atribuyen unas 130 comedias entre las que destacan: "Amphitruo" (Anfitrión), "Aulularia" (La olla de oro), "Asinaria" (Comedia de los asnos), "Captivi" (Los prisioneros de guerra), "Mercator" (El mercader) y "Miles Gloriosus" (El soldado fanfarrón).