Bertolt Brecht
Coral del Gran Baal

Cuando Baal crecía en el albo seno de su madre,

ya era el cielo tan lívido, tan sereno y tan grande,

tan joven y desnudo, tan raro y singular

como lo amó Baal cuando nació Baal.

 

Y el cielo seguía siendo alegría y tristeza

aunque Baal durmiera feliz y no lo viera,

aunque ebrio Baal, violeta era de noche,

y aunque piadoso al alba, era de albaricoque.

 

Entre el bullir de pecadores vergonzosos,

desnudo, Baal se revolcaba en paz,

y sólo y siempre el cielo poderoso

la desnudez cubría de Baal.

 

Es bueno todo vicio para algo

y también, dice Baal, quien lo practica.

Vicios son, ya se sabe, lo que se quiere.

Elegíos dos vicios, porque uno es demasiado.

 

No seáis vagos e indolentes

pues, por Dios, que no es fácil el gozar.

Hace falta experiencia y miembros fuertes:

la tripa puede a veces molestar.

 

Parpadea Baal a los orondos buitres

que en el cielo estrellado su cadáver esperan.

A veces se hace el muerto Baal. Desciende un buitre,

y en silencio Baal un buitre cena.

 

En el valle de lágrimas, bajo lúgubres astros,

chasqueando la lengua, pace campos Baal.

Canta y trota Baal, cuando los ha agotado,

por los bosques eternos yendo el sueño a buscar.

 

Cuando a Baal le atrae el oscuro seno,

¿qué es ya para Baal el mundo? Está saturado.

Y guarda tanto cielo Baal bajo los párpados

que incluso muerto tiene suficiente cielo.

 

Cuando Baal se pudría de la tierra en el oscuro seno,

ya era el cielo tan grande, tan lívido y sereno,

tan joven y desnudo, tan raro y singular

como lo amó Baal cuando vivía Baal.

Bertolt Brecht de Devocionario del hogar (Hauspostille) desde 1918 [1927]