The Evil Dead

Esta semana nos acercamos a un cine que se escapa de los círculos más comerciales del cine de Hollywood pero que, poco a poco, se ha hecho un hueco entre lo que hoy llamamos “Cine de Culto”. Nos referimos a The Evil Dead (1981) de Sam Raimi, un clásico del cine gore y de terror.

En una excursión que parecía un simple fin de semana de diversiones en una cabaña perdida en el monte, Ash y sus amigos descubrirán un oscuro secreto que hará de su estancia en este bosque una verdadera pesadilla.

Con una historia que parece tópico del cine de terror y el slasher, encontramos una película que no solo los rehúye, sino que aprovecha a su favor estos tópicos para ofrecernos no solo una cinta verdaderamente escalofriante, sino con toques de humor absurdo que nos permiten distanciarnos de la ficción y respirar entre susto y susto.

Pese a su condición de serie b, Raimi no teme a las limitaciones económicas y se atreve a ofrecernos una verdadera clase magistral de dirección y puesta en escena que consigue congelarnos la sangre y agarrarnos a nuestras butacas, como en esa escena donde la locura que rodea a nuestro protagonista se transmite a través de loquísimos planos (desde esa cámara que, dada la vuelta, pasa por encima de Ash hasta ese cortante montaje de fotogramas, cada uno más aberrante que el anterior) que nos plantean una amenaza que puede salir de cada recodo de la cabaña.

Así, en una época en la que el cine de terror estaba reviviendo (venimos de esa brillante Halloween y nos acercamos a la obra maestra que es La Cosa, ambas de Carpenter), se nos presenta una cinta que destaca por su individualidad, con una identidad propia y única que marcó un estilo de cine, del mismo modo que imaginó ese trávelin en primera persona que sería imitado hasta la saciedad en todo el terror posterior.

- por David Castedo Flórez