MANUAL BÁSICO DE MEDITACIÓN BUDISTA ENCONTRANDO LA PAZ PERDIDA AJAHN AMARO
en que podrían estar de acuerdo el budismo y el cristianismo. ¿Cuáles son, pues, los principios fundamentales de la filosofía perenne? ¿Podrías postular sus tópicos fundamentales? ¿Cuántas son esas verdades profundas y esos puntos de acuerdo fundamentales?
KW: Son muchos, pero veamos los siete que considero más importantes.
1º- el espíritu existe.
2º- el espíritu está dentro de nosotros.
3º- a pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno.
4º- hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un Camino que conduce a la liberación.
5º- si seguimos ese camino hasta el final llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema.
6º- esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento.
7º- el final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.
KW: El Espíritu existe, Dios existe, existe una Realidad Suprema, ya sea que se le de el nombre de Brahman, Dharmakaya, Yahwel, Atón, Kether, Tao, Allah, Shiva, : “Muchos son los nombres que recibe lo Uno”.
l misticismo genuino, a diferencia de la religión dogmática, es científico, porque se basa en la evidencia y la comprobación experimental directa ¿Es así?
KW: efectivamente. Los místicos te piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques en tu propia conciencia.
El laboratorio del místico es su propia mente y el experimento es la meditación.
El segundo principio era: el espíritu está dentro de ti.
KW: El espíritu está dentro de ti, hay todo un universo en tu interior. El asombroso mensaje de los místicos es que en el centro mismo de tu ser, tú vives la divinidad. Estrictamente hablando Dios no está dentro ni fuera- ya que el Espíritu trasciende toda dualidad- pero uno lo descubre buscando fuertemente adentro, hasta que ese “adentro” termina convirtiéndose en “más allá”.
En el judaísmo se le llama el Ruach, el espíritu divino y supraindividualidad que se halla en cada uno de nosotros, y que se diferencia del nefesh, el ego individual.
En el cristianismo, por su parte, es el pneuma, el espíritu que mora en nosotros y que es de la misma naturaleza que Dios, y no la psique o alma individual que, en el mejor de los casos, solo puede adorar a Dios. Como dijo Coomaraswamy, la distinción entre el espíritu inmortal y eterno de una persona y su alma individual y mortal (el ego) constituye un principio fundamental de la filosofía perenne.
TKW: San Pablo dijo: “Vivo. Pero no soy yo, sino Cristo, quien vive en mi”. ¿Estás diciendo que San Pablo descubrió su verdadera Identidad, que era uno con Cristo y que éste sustituyó a su antiguo y pequeño ego, su alma o psique individual?
KW: Así es. Tu Ruach o fundamento es la Realidad Suprema, no tu nefesh, tu ego. Si crees que tu ego individual es Dios estás evidentemente en un gran aprieto. De hecho, estarías padeciendo una psicosis, una esquizofrenia paranoide. No es eso, por cierto, lo que conciben los más grandes filósofos y sabios del mundo.
TKW: Pero entonces ¿por qué no hay más gente que sea consciente de eso? Si el espíritu está realmente en nuestro interior ¿por qué no es evidente para todo el mundo?.
KW: Muy bien . Entremos ahora en el tercer punto. Si realmente soy uno con Dios ¿por qué no me doy cuenta? Algo me está separando del espíritu ¿Por qué esta Caída? ¿Cuál ha sido el error?.
Las diferentes tradiciones dan diferentes respuestas a este asunto, pero todas ellas concluyen fundamentalmente en lo siguiente:
“no puedo percibir mi Verdadera Identidad, mi unión con el Espíritu, porque mi conciencia está obnubilada y obstruida por alguna actividad; aunque recibe muchos nombres diferentes, es simplemente la actividad de contraer y centrar la conciencia en mi yo individual, en mi ego personal. Mi conciencia no se halla abierta, relajada y centrada en Dios, sino cerrada, contraída y centrada en mí mismo. Y es precisamente la identificación con esa contracción en mi mismo y la consiguiente exclusión de todo lo demás lo que me impide encontrar o descubrir mi identidad anterior, mi verdadera identidad con el Todo”.
“He aquí la verdad resumida. Todo pecado, toda muerte, toda condenación y todo infierno no son sino el reino del yo, del ego. Las diversas actividades del narcisismo, del amor propio y del egoísmo que separan el alma de Dios y abocan a la muerte y al infierno eterno”. En especial el budismo y el hinduismo- hacen mucho incapié en equiparar al Infierno – o Samsara- con el ego separado e individualista. Pero en los escritos de los místicos católicos, de los gnósticos, de los cuáqueros, de los cabalistas y de los místicos islámicos también nos encontramos con los mismos tópicos.
Llegamos así al cuarto gran principio de la filosofía perenne: hay una forma de superar la Caída, una forma de cambiar este estado de cosas, una forma de desatar el nudo de la ilusión y el error básico.
KW: (risas). Así es. Rendirse o morir a esa sensación de ser una identidad separada, al pequeño yo, a la contracción sobre uno mismo. Si queremos descubrir nuestra identidad con el Todo debemos abandonar nuestra identificación errónea con el ego aislado. Pero esta Caída se puede revestir instantáneamente comprendiendo que, en realidad, nunca ha tenido lugar,
ya que solo existe Dios y, por consiguiente, el yo separado nunca ha sido más que una ilusión. Sin embargo, para la mayor parte de nosotros, esa situación debe ser superada gradualmente paso a paso.
En otras palabras, el cuarto principio de la filosofía perenne afirma que existe un Camino y que, si lo seguimos hasta el final, terminará conduciéndonos desde el estado de caída hasta el estado de iluminación, desde el Samsara hasta el Nirvana, desde el Infierno hasta el Cielo .
TKW: ¿Es la meditación ese Camino?
KW: Bien. Podríamos decir que hay diversos “caminos” que constituyen lo que estoy llamando genéricamente “ el Camino” y nuevamente se trata de diferentes estructuras superficiales que comparten todas ellas la misma estructura profunda. En el hinduísmo, por ejemplo, se dice que hay cinco grandes caminos o yogas. “Yoga” significa sencillamente “unión”, la unión del alma con la Divinidad. La palabra inglesa yoke, la castellana yugo, la hitita yugan, la latina jugum, la griega zugon y muchas otras proceden de la misma raíz.
En este sentido, cuando Cristo dice: “Mi yugo es leve”,
está queriendo decir “Mi yoga es fácil”.
“Hay dos caminos, uno de ellos consiste en expandir tu ego hasta el infinito y el segundo en reducirlo a la nada”; el primero es una vía de conocimiento mientras que el segundo, por el contrario, es una vía devocional. Un Jnani (sabio hindú) dice: “Yo soy Dios, la Verdad universal”. Un Devoto, por su parte, dice: “Yo no soy nada ¡Oh Dios! Tú lo eres todo”. En ambos casos desaparece la sensación de identidad separada”.
La clave del asunto es que cualquiera de estos dos casos el individuo que recorre el Camino trasciende o muere al pequeño yo y redescubre, o resucita, a su Identidad Suprema con el Espíritu universal. Y eso nos lleva al quinto gran principio de la filosofía perenne, es decir, el del Renacimiento, la Resurreción o la Iluminación. El pequeño yo debe morir para que dentro de nuestro ser pueda resucitar el gran Yo.
Las distintas tradiciones describen esa muerte y nuevo renacimiento con nombres muy diversos. Así, por ejemplo, en el cristianismo recibe los nombres de Adán – a quien los místicos llaman el “Hombre Viejo” u “Hombre Externo” y del que se dice que abrió las puertas del Infierno – y de Jesús- el “Hombre Nuevo” u “Hombre Interno” que abre las puertas del Paraíso-.En opinión de los místicos, la muerte y resurrección de Jesús constituye el arquetipo de la muerte del yo separado y la resurrección a un destino nuevo y eterno dentro de la corriente de la conciencia, a saber, el Ser Divino o Crístico y su Ascensión.Como dijo San Agustín:
“Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera hacerse Dios”.
En el cristianismo, este proceso de retorno desde la condición “humana” a la condición “Divina”, de la persona externa a la persona interna, se denomina “Metanoia”, una palabra que significa tanto “arrepentimiento” como “transformación”. En tal caso, nos arrepentimos del pequeño yo (el ego individualista) y nos transformamos en el Ser
(o Cristo), de modo que, como afirmaba San Pablo, “no soy yo sino Cristo quien vive en mí”. De manera similar, el islam denomina tawbah ( que significa “arrepentimiento”) y también galb (que significa “transformación”) a esa muerte y resurrección que Al-Bistami resume del siguiente modo:” Olvidarse de sí es recordar a Dios”.
Tanto en el hinduísmo como en el budismo se describe esta muerte y resurrección siempre como la muerte del alma individual (jivatman) y el despertar a esa verdadera naturaleza de la persona que los hindúes describen metafóricamente como Totalidad del Ser (Brahman) y los budistas describen como Apertura Pura (Shunyata). El momento en que tiene lugar esa ruptura o renacimiento se denomina iluminación o liberación (Moksha o Kaivalya). El Lankavatara Sutra describe la experiencia de la iluminación como “una transformación completa en la misma esencia de la conciencia”. Esta “transformación” consiste simplemente en desactivar la tendencia habitual a crear un yo separado y substancial donde, de hecho, sólo existe una conciencia clara, abierta y amplia. El Zen denomina Satori o Kensho a esta transformación o Metanoia.
“Ken” significa verdadera naturaleza y “sho” significa “ver directamente”.
Ver directamente nuestra verdadera naturaleza es convertirse en un Ser totalmente autorrealizado. Y como dijo el Maestro Ekhart:
“En esta transformación he descubierto que Dios y yo somos lo mismo”.
De repente te despiertas y descubres que, entre otras cosas, y por más extraño que pueda parecer, tu verdadero ser es todo lo que has estado mirando hasta ese momento, que literalmente eres uno con todo lo manifestado, uno con el universo y que, en realidad, no te vuelves uno con Dios y el todo, sino que entonces tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin haberte percatado antes de ello. Pero junto a ese sentimiento, junto al descubrimiento del Ser que todo lo impregna, se experimenta también la sensación muy concreta de que tu pequeño ego ha muerto, que ha muerto de verdad. El Zen llama al Satori “la Gran Muerte”.Eckhart era igual de categórico. “El alma-dijo- debe darse a sí misma”. Coomaraswamy dice: “Solo cuando nuestro ego muere comprendemos finalmente que no hay nada con lo que podamos identificarnos y entonces podemos transformarnos realmente en lo que ya somos”.
el sexto gran principio fundamental de la filosofía perenne afirma que la iluminación o liberación pone fin al sufrimiento.
Lo que causa el sufrimiento es el apego y el deseo de nuestra identidad separada; y lo que pone fin al sufrimiento es el camino meditativo que trasciende al pequeño yo y al deseo y el apego. El sufrimiento es inherente a ese nudo o contracción llamado ego y la única forma de acabar con el sufrimiento es trascender el ego.
No se trata que después de la iluminación, o después de la práctica espiritual en general, ya no sientas dolor, angustia, miedo o daño. Todavía sientes eso, si. Lo que simplemente ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia y, por tanto, dejan de constituir un problema para ti. Ya no te identificas con ellos, ya no los dramatizas, ya no tienen energía, ya no te resultan amenazadores. Por una parte, ya no hay ningún ego fragmentado que pueda sentirse amenazado y, por otra, nada puede amenazar a ese gran Yo del Ser original y auténtico, puesto que, siendo el Todo, no hay nada ajeno a él que pueda hacerle daño. Esta situación produce una profunda relajación y distensión del corazón. Por más sufrimiento que experimente ahora el individuo, su verdadero Yo no se siente amenazado. El sufrimiento puede presentarse y puede desaparecer, pero ahora la persona está firmemente asentada y segura en “la paz que sobrepasa el entendimiento”.
El sabio experimenta el sufrimiento, pero éste no le hace “daño”.
Y como es consciente del sufrimiento, se siente motivado por la compasión y el deseo de ayudar a quienes sufren y creen en la realidad del sufrimiento.
KW: Si. Se dice que la verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la Liberación Suprema. La actividad iluminada no es más que un servicio desinteresado. Como todos somos uno en el mismo Ser, entonces, al servir a los demás estoy sirviendo a mi propio Ser.
Las groseras divisiones entre espíritu y naturaleza, alma y cuerpo, sujeto y objeto, son considerados cada vez más como odiosas convenciones del lenguaje. Son términos vacíos que no se aplican a un universo donde todo es interdependencia, un universo donde todo se halla en interdependencia, un universo que se presenta como un vasto complejo de relaciones sutilmente equilibradas».
PREFACIO
Este manual describe herramientas de meditación y técnicas para principiantes presentado en una serie de lecciones.
Aunque las ideas y principios aquí presentados son budistas no pretenden ser útiles o pertinentes únicamente para personas budistas.
Las lecciones proveen herramientas sencillas y técnicas que cualquiera puede utilizar para hacer más serena su vida, para ayudar a comprenderse mejor a uno mismo y a los demás, y vivir más armoniosamente en el mundo.
La intención de este libro y de cada una de sus lecciones es de proveer métodos, técnicas y principios que el lector puede aplicar dentro de la esfera de su vida— ya sea éste seguidor del humanismo, cristianismo, comunismo, budismo o de cualquier otro sistema de creencias.
Nada que aquí se proporciona está dirigido a convencerle de que el budismo es correcto o a que tambalee en su fe— ya sea cristiano, judío, musulmán o si pertenece a cualquier otro camino espiritual.
Tampoco está dirigido a hacer que se convierta en budista. Lo que aquí se presenta es sencillamente una colección de métodos y principios que cualquiera puede utilizar para mejorar su vida y su intención es hacer que cada una de estas seis lecciones sea accesible para todos.
UTILIZAR ÚNICAMENTE LO QUE ES PROVECHOSO
Uno de los principios más importantes del budismo es que no es necesario tomar por ciertas todas sus enseñanzas ni creer en ellas. Buda instó a sus discípulos a investigar las enseñanzas, utilizarlas y comprobar por sí mismos su utilidad.
Si las enseñanzas funcionan y son beneficiosas es provechoso seguirlas aplicando. Si no funcionan y no son significativas o si parecen equivocadas, entonces se pueden dejar a un lado.
POSTURA Y ENFOQUE
La postura y el enfoque forman la base de una práctica beneficiosa de meditación. Estos elementos comprenden el punto de partida de la práctica y se aplican tanto al cuerpo como a la mente.
Cuando leemos, escuchamos o contemplamos la palabra “meditación”, es fácil tener la impresión de que la práctica abarca únicamente la mente— que es primordialmente una actividad mental.
Experimentamos directamente y desde un principio que el entrenamiento involucra tanto al cuerpo como a la mente. Asimismo, la palabra “postura” se refiere tanto a la postura física como a la postura mental.
Igualmente, la idea de “enfoque” implica tanto al cuerpo como a la mente. En cuanto a postura y enfoque, aspiramos a cultivar el equilibrio de dos elementos en particular— el elemento de energía o atención, en equilibrio con el elemento de relajación y serenidad.
Se sabe que la postura meditativa que comúnmente observamos en imágenes de Buda sentado, donde aparece con las piernas cruzadas y la espalda erguida, es notable por ser una de las formas ideales para lograr equilibrar los elementos de energía y relax, y promover así el desarrollo de las cualidades de la tranquilidad, sabiduría y atención.
ENERGÍA Y RELAJACIÓN
Cuando intentamos meditar es fácil virar inconscientemente hacia los extremos, como cuando nos tambaleamos al montar la bici por primera vez.
Experimentamos uno de estos extremos cuando el cuerpo y la mente se encuentran demasiado energizados como para establecer las cualidades de tranquilidad y atención.
Quizás estamos muy estimulados y excitados con la mente acelerada, interesada y alerta, y el cuerpo inquieto.
Desde la perspectiva budista, la meta de la meditación es encontrar el estado de cuerpo y mente donde ambos elementos, el relajamiento y la energía, se maximizan y se equilibran entre sí.
Es un principio del budismo que la mente se torna cada vez más alerta y, por igual, más serena cuando aprendemos a calmarla y observamos profundamente su natu-raleza.
Este principio lo confirmamos cuando investigamos la mente y armonizamos intensamente la atención con la realidad del presente.
La postura tiene una cualidad energética que se logra sin sostener la espalda de manera rígida y tensa— no se trata de aparentar que nos atraviesa una corriente eléctrica o que somos sometidos a un baño de agua fría.
Como en el yoga, la intención es de relajarse dentro de la sensación de estiramiento. La postura viene a ser como una armazón dentro de la cual podemos ablandar el cuerpo -
El propósito de la meditación es dirigir los aspectos de la vida— el cuerpo y la mente— a alinearse con su naturaleza fundamental. No intentamos convertirnos o volvernos algo, o de hacer que la esencia de nuestra mente se torne pacífica o alerta.
Desde el punto de vista budista, nuestra naturaleza es y siempre ha sido fundamentalmente pacífica, pura, sabia, alerta y compasiva pero estos atributos se opacan y obscurecen con el transcurso de nuestros días y de nuestras actividades: despertamos, dormimos, nos relacionamos con los demás y hacemos mil cosas que nublan estas cualidades.
El propósito de la meditación no es crear un estado especial dentro de nosotros sino de descubrir, esclarecer y manifestar lo que siempre ha existido allí plenamente.
Lo que tratamos de hacer es lograr que las condiciones externas lleguen a alinearse con la realidad fundamental de la naturaleza humana.
Eventualmente, observar este principio repetidamente nos lleva a tener fe en esta realidad porque experimentamos por nosotros mismos que, cuando la mente no se envuelve en pensamientos acerca el futuro y no se sumerge en rumiar el pasado—cuando nos relajamos y prestamos atención al momento presente sin planificar nuestra próxima ida al supermercado o contemplar nuestras vacaciones previas— percibimos que existe paz, pureza, viveza y una cualidad luminosa y radiante en nuestro corazón.
LA POSTURA MENTAL
En la meditación la postura mental es la actitud con la que trabajamos con nuestra mente. Inicialmente, podemos creer que es fácil hacer que la mente se desacelere y se pacifique pero, cuando nos sentamos a meditar, encontramos que nuestra mente cotorrea desmesuradamente, proliferando mil pensamientos— recreando el pasado, planificando el futuro y formando un sin fin de opiniones.
Es importante que no contemplemos a la mente como si fuera algo que tenemos que forzar a obedecer.
Trabajar con la mente es como trabajar con niños o con animales. Si intentamos forzar obedecer a un caballo ¡muy pronto caemos al suelo!
Si nos tornamos fuertes y tiránicos con un niño en poco tiempo la criatura se agitará e irrumpirá en llanto.
Nuestra relación se desarrollará de forma tensa y dolorosa, y todos saldrán perdiendo.
Quizás el niño nos obedezca con cierta forzada obediencia pero, a la primera oportunidad, el sistema se desplomará. Nosotros y el pequeño nos sentiremos mal ya que hemos creado tensión debido a un intercambio agresivo.
Por otra parte, notamos una gran diferencia cuando trabajamos en conjunto— por ejemplo, cuando colaboramos con un niño para enseñarle a escribir o a seguir las reglas de la casa y asear su dormitorio.
Igualmente, cuando tomamos en cuenta las tendencias de un animal y lo guiamos y entrenamos con amor, éste se amansa. Utilizamos la perseverancia y la fuerza pero desde el afecto, el amor y el espíritu de cooperación, demostrando amabilidad y no compulsión.
LA POSTURA FÍSICA
En la postura meditativa básica nos sentamos con el cuerpo erguido, ya sea sentados con las piernas cruzadas sobre el suelo o sobre un cojín, o arrodillados en un banquito de meditación.
También es permisible sentarse en una silla o en un taburete. Lo principal es encontrar una postura en la que podemos permanecer inmóviles por lo menos media hora.
A nivel físico, es importante prestarle atención a la espina dorsal, que debe estar erguida. Cuando nos sentamos en una silla procuramos mantenernos erguidos sin apoyarnos en el respaldo.
Utilizamos la columna vertebral como el elemento central de la postura sentada. En la meditación, la espalda es el eje del mundo y todo lo demás gira alrededor de esta parte principal.
COMENZANDO LA MEDITACIÓN
Para empezar un período de meditación nos sentamos y prestamos atención al cuerpo. Utilizando las instrucciones presentadas al final de este capítulo tomamos consciencia y sentimos como el cuerpo se yergue y se incorpora, y notamos dónde existe tensión o pesadez.
Ajustamos suavemente el cuerpo buscando las cualidades de rectitud y relajamiento interior. Luego de enfocarnos en la postura extendemos nuestra atención a todas las partes del cuerpo, comenzando con la punta de la cabeza y terminando con los pies.
Repetimos este proceso varias veces con el fin de familiarizarnos con su estado actual. ¿Qué tipo de energía demuestra nuestro cuerpo en este momento? ¿En qué posición se encuentra?
Partiendo con esta materia prima utilizamos la atención para guiar delicadamente la postura erguida del cuerpo, para que tome una cualidad más refinada y equilibrada donde la energía y el relax se combinen armoniosamente.
Cuando entrenamos nuestra postura, debemos atenderla con una actitud similar a la de entrenar a un niño a escribir. Tomamos la materia prima del niño, el papel y el lápiz, y le mostramos amablemente a utilizar su mano y las herramientas disponibles. De la misma forma, con paciencia y perseverancia lentamente entrenamos al cuerpo.
TÉCNICAS DE LA MEDITACIÓN
El objetivo central de la meditación es entrenar la atención a enfocarse en el momento presente. Es fácil olvidarnos de que la realidad existe únicamente en el aquí y ahora— en el presente. El pasado es una memoria y el futuro se desconoce, pero es aquí en el presente donde la vida toma lugar. Si nuestra mente divaga constantemente en un pasado y futuro imaginario nos perdemos mucho de lo que realmente es nuestra existencia. La tradición budista enseña muchas técnicas de la meditación.
La mayoría de ellas busca entrenar a la mente a prestarle atención al momento presente. Con ese fin podemos enfocarnos en una variedad de objetos que en el argot budista se denominan “objetos de meditación”.
Existen palabras o frases que podemos repetir tales como un “mantra”. Podemos también visualizar una imagen— por ejemplo, algunas técnicas implican la visualización de un color o de una forma específica.
De igual manera, podemos enfocar nuestra atención en las sensaciones físicas, notando las diferentes partes del cuerpo durante el período completo de meditación.
El objeto de meditación más común, accesible y útil en la meditación es probablemente el ritmo de la respiración. La meta de enfocarnos en un objeto es llevar la atención al momento presente.
Si debemos recordar una palabra necesitamos utilizar la mente conceptual para recrearla. De igual forma, si nuestro objeto de meditación es visualizar una luz lo tenemos que crear con la mente
CÓMO TRABAJAR CON LA RESPIRACIÓN
Podemos utilizar una variedad de métodos para trabajar con la respiración. Distintas prácticas, como el “Hatha Yoga”, presentan técnicas como el “Pranayama” en la que el practicante altera su respiración de varias formas.
En algunos métodos de meditación y relajación hay técnicas en la que el practicante respira muy profundamente o muy despacio, o cambia su respiración de varias maneras, hiperventilándose o respirando de forma continua para que no exista pausa entre inhalación y exhalación.
También, podemos percibir todo tipo de simbolismo en la respiración— en algunas tradiciones o escrituras se cree que la respiración es el ritmo del universo o la onda cósmica del “Prana”.
Sin embargo, en esta forma de meditación budista no consideramos los aspectos cósmicos o simbólicos de la respiración y no intentamos provocar efectos energéticos con ella.
Sencillamente tomamos el ritmo natural de la respiración exactamente como ocurre— ya sea corto o largo, profundo o superficial, consistente o cambiante— y lo aceptamos y usamos como objeto de meditación.
Nos quedamos con la respiración así como es, dejando que su ritmo y sensación, y la sensación del cuerpo ocurran de forma natural.
LA MEDITACIÓN DEL DISCERNIMIENTO (“VIPASSANA” O “INSIGHT”)
Con el paso del tiempo y la constancia del entrenamiento podemos mantener la atención fijamente en la respiración y encontramos que la mente se vuelve capaz de mantenerse en el momento presente sin necesidad de enfocarse en la respiración.
La respiración está allí pero la mente deja de divagar y encuentra satisfacción en encontrarse alerta, atenta y abierta al momento presente. Hasta ahora, hemos unido nuestra atención a la respiración con fin de anclarla en el momento presente.
Cuando la mente descansa fácilmente en el presente podemos dejar de pensar en la respiración como objeto especial y enfocarnos en la totalidad del presente.
El objetivo de la meditación no es llegar a ser expertos en la respiración o volvernos personas obsesionadas con el proceso de respirar sino entrenar la atención a enfocarse en el momento presente.
Como resultado de este entrenamiento desarrollamos una consciencia amplia de todo lo que surge en el momento presente. Esto incluye las sensaciones del cuerpo, los sonidos, los pensamientos y las emociones que se presentan.
El entrenamiento consiste en permitir que brote lo que surge, dejar que tome forma y desempeñe su función, y que se disuelva y desvanezca.
Esta dimensión de la meditación se llama “Vipassana” o “Meditación del Discernimiento” (comúnmente denominado “insight” en inglés). Con la meditación del discernimiento, comenzamos a entrenar a la mente y al corazón a tomar consciencia y discernir la naturaleza fundamental de toda experiencia.
Por medio de este proceso el corazón logra descansar cada vez más, volviéndose menos inquieto. En nuestro diario existir estamos acostumbrados a reaccionar, pero la meditación nos enseña a responder, en el sentido de que nos volvemos receptivos y sensibles sin exaltarnos. De esta manera, logramos transferir las enseñanzas de la meditación a nuestra vida cotidiana respondiendo más efectiva y armoniosamente a las situaciones que se nos presentan.
Nos volvemos más capaces de contenernos y de no reaccionar ciegamente. Habitualmente, nos dejamos atraer por las cosas que nos complacen y rechazamos lo que nos causa aversión pero con la meditación entendemos mejor nuestros hábitos emocionales y tomamos mayor consciencia de lo que nos beneficia y nos agrede, y también de lo que favorece o daña a los demás .
La siguiente meditación guiada demuestra los muchos aspectos de la meditación. En cierta forma, la práctica de la meditación es sencilla pero puede dificultarse por las complejidades de la mente.
LA ACTITUD MÁS PROVECHOSA La actitud y el espíritu con que nos aproximamos a la meditación son extremadamente importante. No existe tal cosa como una “buena” o una “mala” meditación.
Si la mente se encuentra tranquila y alerta podemos pensar que nuestra presente meditación es extraordinaria. En cambio, si nos encontramos confundidos y enfadados, o agonizando por nuestra postura, podemos pensar que la meditación nos está yendo pésimamente.
Pero hay que tener en mente que nuestra meta es aprender de lo que está ocurriendo— ya sea de las experiencias dolorosas, como de las que son pacíficas y deleitables. Debemos ser pacientes cuando trabajamos con estados mentales caóticos, reconociendo que la naturaleza de la mente es a veces así. Incluso, nuestras locuras son estados mentales que surgen y se desvanecen.
Del dolor podemos extraer discernimiento y sabiduría. Por otra parte, a veces las experiencias que nos gustan pueden ocasionarnos sufrimiento, porque nos aferramos a ellas, las intentamos replicar o nos sentimos orgullosos de nuestros logros. Podemos caer en la soberbia y así, lo que comienza como una experiencia pura y placentera nos puede llevar eventualmente a sufrir.
Nuestra meta es aprender de todas nuestras experiencias, ya sean agradables o dolorosas, bellas o repulsivas. Uno de los principios más importantes de la meditación es que, si nos lo proponemos, podemos hacer de toda experiencia un buen maestro. Lo primordial es que aprendamos de nuestras experiencias.
MEDITACIÓN GUIADA
POSTURA
Comencemos con la intención de desacelerar y aflojar nuestro ritmo. Encontremos una postura cómoda ya sea sentados en una silla o taburete, o en el suelo sobre un cojín y con las piernas cruzadas. Encontremos una posición en que el cuerpo pueda mantenerse equilibrado, firme y cómodo por media hora. Empecemos con dirigir nuestra atención hacia adentro, reflexivamente, hacia el cuerpo. Antes que nada tomemos un momento para notar cómo se siente el cuerpo.
¿Cuál es su estado de ánimo? ¿Se siente pesado? ¿Tenso? ¿Con frío? ¿Libre de dolor? ¿Incómodo? No existe una forma “correcta” o “incorrecta” en cuanto al estado del cuerpo. Sea lo que sea, nuestra meta es familiarizarnos con él y su estado actual para llegar a saber con qué materia prima estamos trabajando.
Prestemos atención a la espina dorsal. Permitamos que el cuerpo se yerga sin tensión o rigidez. Sostengamos al cuerpo como si fuera una flor que crece o un alto roble que se levanta desde la tierra— naturalmente firme y fuerte, creciendo e irguiéndose hacia arriba.
Sintamos como el cuerpo se endereza y crece de esa manera como si fuera un árbol— como si tuviera un tronco central, con ramas grandes y pequeñas que se despliegan hacia los lados partiendo desde su centro.
La espina es el tronco de nuestro cuerpo, y el resto 31 MANUAL BÁSICO DE MEDITACIÓN BUDISTA del cuerpo es como sus ramas. Dejemos que el cuerpo se incorpore alrededor de la columna y permitamos que se relaje, y que se sienta a gusto y libre de tensión.
ANÁLISIS CORPORAL Empezando con las sensaciones de la cara y la cabeza prestemos atención sistemáticamente a todas las partes del cuerpo con el fin de sustentar la cualidad de relajación a través de todo nuestro ser. Primero, notemos las sensaciones de la cara, la frente y el entorno de los ojos. ¿Hay tensión allí? Conscientemente relajemos esos músculos.
Notemos las sensaciones alrededor de la boca y la mandíbula… ¿Cómo se siente allí? Observemos si existe tensión o rigidez. ¿Estamos apretando la mandíbula? Conscientemente permitamos que la tensión se disuelva y que los músculos se ablanden.
Comencemos a sentir una oleada de suave relajación fluir por nuestro cuerpo, así como el calor del sol fluye sobre un árbol cayendo desde su copa por todas sus ramas, llegando hasta las extremidades de las ramillas y hojas. Sintamos esta cualidad de ablandamiento y relax, esa onda de suave calor que penetra el sistema completo.
De la cabeza a la cara… luego por la nuca… los hombros… Conscientemente relajemos los hombros y dejemos que caigan un poco… que se liberen de tensión y rigidez… ablandándose, aflojándose… Prestemos atención a cómo se siente el proceso de relajación.
¿Cuál es nuestro estado de ánimo? ¿Cómo afecta este proceso nuestro estado de ánimo? ¿Cómo se siente el corazón cuando el cuerpo se suaviza y se derrite? Sigamos el fluir de la relajación por nuestros brazos… hombros… la parte superior de los brazos… los codos… las muñecas… las manos… las puntas de los dedos.
Conscientemente permitamos que cualquier tensión o rigidez se afloje y se ablande hasta disolverse. Permitámonos estar en reposo, sin tener que sustentar ansiedad. Llegando al tronco del cuerpo notemos las sensaciones del pecho… desplegándolo y abriéndolo suavemente, como si el área del corazón fuera el capullo de una flor. Dejemos que los hombros se hagan un poco hacia atrás… que nuestro pecho se abra y florezca. Permitámonos respirar con mayor facilidad.
Dejemos que la relajación fluya del pecho a nuestro abdomen… al área del plexo solar. Notemos si sostenemos una bola de rigidez en nuestro vientre. La ansiedad puede vivir allí como un enredo de tensión. Conscientemente permitamos relajar esta bola de tensión… dejemos que nuestro vientre se afloje y se expanda.
Éste no es el momento para cultivar “abdominales de acero”, sino “abdominales de gelatina”. Dejemos que todo se afloje… expanda… y se sienta relajado y a gusto. No hay nada que sostener dentro… nada que endurecer. Mientras seguimos estos pasos conscientemente notemos el cambio y el efecto que esto genera en nuestro estado de ánimo.
Cuando permitimos que el plexo solar se relaje, ¿qué sucede con nuestro corazón? ¿Cómo se siente? Permitamos que la atención fluya del abdomen a la pelvis… por las coyunturas de la cadera.
Notemos si existe rigidez allí. Dejemos que los tendones se aflojen y se ablanden. Las piernas descansan y recaen un poco. Sintamos la onda de relajación bajar por las piernas… los muslos… las rodillas… hasta llegar a los tobillos, los pies y los dedos de los pies.
Permitamos que la relajación cale todo nuestro cuerpo y se extienda a cada región hasta que el sistema completo se encuentre perfectamente a gusto, relajado y asentado. Sintamos la presencia del cuerpo en su totalidad… sólido, tranquilo, estable y relajado.
Tomemos uno o dos minutos para dirigir nuestra atención por todo el cuerpo… aquí y allá… hacia cualquier sitio donde notemos que la tensión o rigidez vuelve a reafirmarse. Quizás, mientras relajábamos nuestro vientre nuestros ojos se volvieron a tensar.
Visitemos con atención los sitios donde notamos tensión y dejemos que nuestra mente descanse en ese punto. Permitamos que el poder de nuestra consciencia afloje los nudos cariñosamente como si fuera una lámpara de calor. Mantengamos la atención sobre las áreas donde exista tensión y dejemos que todo se suavice y se relaje. Luego prosigamos.
Lleguemos a conocer nuestro cuerpo y guiémoslo hacia la relajación y la distensión. ENFOCANDO LA ATENCIÓN UTILIZANDO LA RESPIRACIÓN Puede que nuestra mente tienda a divagar. Notemos lo fácilmente que se engancha, que se enreda o extravía.
Por eso tomamos un sencillo objeto de meditación y con él entrenamos a la mente a atender al momento presente. Percibamos la presencia del cuerpo aquí en el espacio de nuestra consciencia y luego en todas las sensaciones del cuerpo. Reduzcamos nuestra atención a la pequeña colección de sensaciones que forman el ritmo de la respiración.
No intentemos cambiar la respiración de alguna manera. No hagamos nada en especial con ella. Simplemente experimentemos cómo el cuerpo respira a su propio ritmo. Permitamos que ese sencillo patrón, esa agrupación de sensaciones, permanezca en el centro de nuestra atención— como si fuera el corazón de un “mandala”.
Durante este período de tiempo hagamos la siguiente resolución: “En este momento no estoy interesado en otra cosa… en ninguna gran idea… en proyectos, preocupaciones, argumentos, memorias o sonidos a mi alrededor.
Todo eso lo puedo dejar a un lado. Por el momento lo único que me interesa es el sencillo ritmo de mi propia respiración. Puedo volver a retomar todo lo demás luego, i fuere necesario”.
RESTABLECIENDO LA ATENCIÓN UTILIZANDO LA RESPIRACIÓN
Es natural que la atención divague. La respiración es una presencia sutil y poco interesante. Utilicemos esta oportunidad para practicar bondad y paciencia con nosotros mismos. Fracasamos y perdemos nuestro enfoque.
Nuestra mente se distrae y se aferra a una sensación del cuerpo o se encuentra en duda y confundida, recuerda algún conflicto, o sencillamente se entretiene con sus propias narrativas. Cuando notamos que nuestra mente ha divagado, con mucho cariño y paciencia dejemos a un lado el pensamiento.
Permitamos que nuestra próxima exhalación se lleve consigo la distracción. Utilicemos la cualidad natural de relajación que posee la exhalación como un suspiro de alivio.
Dejemos ir la distracción con un suave “aaaaah”. No importa que tan urgente sea la cuestión, tan fascinante la idea o indignante la emoción— sencillamente utilicemos el “aaaaah” en cuanto notemos que la mente se ha distraído. Envolvamos la distracción en nuestra exhalación y dejémosla ir— soltémosla en la corriente de nuestro aliento.
Luego, utilicemos la cualidad naturalmente energizante y centrada de la respiración para restablecer la atención. La textura y las cualidades de la respiración ayudan a combinar las dimensiones de energía y relajación. Ambas cualidades se manifiestan en la respiración y coexisten de la misma manera que la firmeza y la flexibilidad en un árbol.
Los árboles son firmes, rectos y fuertes, pero también se mecen y se inclinan con el viento— necesitan ambas cualidades.
Cuando perdemos el enfoque y notamos que lo hemos perdido, no nos molestemos— sencillamente dejemos ir la distracción que enganchó a nuestra mente. Volvamos a la respiración partiendo de nuevo con la próxima inhalación. Cuando nuestra mente divague no la critiquemos ni nos autocastiguemos.
La meditación es una forma de aprender como fracasar perfectamente— perdemos nuestro enfoque, reconocemos lo que sucedió, dejamos ir la distracción y comenzamos de nuevo. No tenemos que culparnos. Sencillamente sintámonos felices de haber retornado a la realidad del momento presente.
EXPANDIENDO LA ATENCIÓN
Si encontramos que nuestra mente está en calma y en un estado más constante, descansando más fácilmente con la respiración, entonces podemos permitir que la respiración se vuelva parte de la colección de sensaciones que experimentamos en el momento presente. De la misma manera que enfocamos la atención en la respiración expandamos el horizonte de nuestra atención al inmenso campo de nuestra percepción
Utilicemos esta reflexión con el fluir de nuestra experiencia, y con el surgir y desvanecer de las cosas: “Esto cambia. Esto no es realmente lo que yo soy, ni es mío. Esta es una imagen que aparece en mi percepción consciente… un sonido… un evento… un pensamiento.
Esto no comprende lo que verdaderamente soy, ni me pertenece en realidad. Es sencillamente un aspecto del espectáculo que transcurre”. Seamos esa cualidad del saber. Permitamos que todo fluya por nuestro ser.
OBSERVANDO NUESTRA EXPERIENCIA
Si la mente está inquieta y tiende a enredarse, mantengamos nuestra atención en la respiración. Si la corriente está fuerte y la marea alta no levantemos nuestra ancla. Es mejor responder apropiadamente a las condiciones que se presentan, que seguir una fórmula establecida. Si intentamos dejar a un lado la respiración y la barca de nuestra mente es arrasada por una corriente, entonces bajemos nuestra ancla y volvamos a la respiración.
Sencillamente no estamos aún lo suficientemente estables para navegar. Debemos estar atentos a nuestro proceso. Seamos conscientes de que, si nuestra mente y atención están firmes y estables, podemos dejar que la respiración fluya como parte de la totalidad de nuestra experiencia y enfocar nuestra atención en el momento presente. El corazón acepta y acoge la experiencia completa sin aferrarse a nada y sin rechazar nada. Recibe todo con afecto y lo deja ir con compasión. Terminemos la meditación abriendo los ojos y estirando las piernas.