Eran tiempos medievales. El pequeño reino cristiano de Aragón, encerrado entre las montañas del Pirineo, deseaba conquistar las grandes planicies islámicas del sur y alcanzar las míticas aguas del río Ebro. En este empeño, se tuvieron que librar numerosas batallas, y muchos hombres, tanto cristianos como musulmanes, perdieron la vida luchando en defensa de sus respectivas tierras y culturas.

Dos enclaves de aquel reino eran ya conocidos en esa época por el topónimo Ayerbe: la actual villa de Ayerbe y el lugar hoy deshabitado de Ayerbe de Broto. A lo largo del siglo XII, algunos habitantes de estos lugares empezaron a añadir a su nombre propio el apelativo "de Ayerbe". Con el paso del tiempo, este apelativo indicativo de procedencia sería adoptado por algunas familias como apellido hereditario. Y así fue como, en aquellas convulsas tierras del Pirineo, ente valles y montañas, comenzó la historia de los Ayerbe.