Substance, naming and subject in social sciences: a diasporic analysis on diasporas
©By Abdel Hernández San Juan
El propósito de este ensayo no es en sí mismo ofrecer un desarrollo sustantivo y nominal alrededor del concepto de diáspora, al decir sustantivo y nominal doy por supuesto, que el nombrar un concepto presupone por lo general, como el asunto era discutido desde Aristóteles y no dejo de serlo luego en Hegel hasta nuestros días, que aquello que nombra un sujeto y una identidad es de por si una sustancia,
el sustancialismo, como insistentemente reitero Bourdieu en sus críticas al sustancialismo, presupone que el nombre nombra una esencia o una identidad de la cual a lo sumo no puede ser más que una expresión, en pocas palabras, si el nombre nombra una esencia o una identidad es porque el nombre mismo, que no es sino sujeto, es nombrado por una sustancia de la cual él y lo que lo llena de contenido, es una expresión esencial, nombrado o no nombrado, innombrado incluso, lo que descansa detrás del nombrar es la presuposición de que el nombre es solo el intermediario entre dos formas de la sustancia, aquella de la cual es expresión y que en realidad desde una inmanencia esencial lo hace llegar a la forma como expresión necesaria, y una otra sustancia, igualmente dada por esencia, identidad o inmanencia, que su recorte entre el nombrar y lo nombrado, llena de contenidos con la esencia o la identidad que como nombre distingue.
Pero tampoco es mi objetivo aquí divagar en cuestiones tradicionales propias al nominalismo que remiten en retrospectiva a espinosa y que hasta nuestro días ha permanecido igual, la suposición de que el nombre es solo la expresión necesaria de la identidad que nombra y que esa identidad es ella una esencia sustantiva de la cual el nombre es solo la expresión necesaria antes---aquella sustancia que en el nombre nombra al sujeto, y después, aquella sustancia que llena de contenido lo que el nombre supuestamente contiene, ha continuado siendo la misma desde Aristóteles hasta nuestros días.
El concepto de diáspora, como cualquier otro concepto en la antropología, es uno de esta naturaleza y tipo, cuando decimos diáspora suponemos que la palabra es nombrada como sujeto –en este caso el fenómeno presupuesto como diáspora en la realidad cultural—y que nombra sustantivamente la identidad y la esencia sustantiva de un contenido.
Sin embargo, como me propongo discutir y demostrar en este ensayo la realidad cultural que el concepto de diáspora pretende llenar dista mucho de confirmar y convalidar esos supuestos.
Como otros tantos conceptos que se vuelven recurrentes en la antropología, y hay que decir que se trata de un fenómeno exclusivo de la antropología, no así de otras ciencias sociales vecinas como la sociología, la psicología o la semiótica, una vez el concepto es definido y nombrado el territorio que se suponía seria llenado como contenido del concepto en su campo semántico, es decir, aquello que el concepto remite y refiere, denota en la realidad cultural que el mismo presupone, comienza a irradiar variaciones y relativizaciones tan extremas y continuas, que termina no sabiéndose de que estamos hablando.
En efecto, esta laxidad extrema de los conceptos en antropología, de aquellos conceptos que pretenden ser remitentes por relaciones entre la sustancia y el nombrar, de una realidad social y objetiva externa al discurso y sobre todo, que se presuponen relacionados a fenómenos en la cultura relativos a etnicidad, identidad cultural, raza y otros parámetros sustantivos de la antropología, pone con demasiada frecuencia en entredichos la cientificidad de los mismos.
Si un día cuando decíamos multiculturalismo, por ejemplo, por remitir a un concepto de antropología cultural, pensábamos en un recorte preciso, como podía ser el fenómeno de la convivencia multiétnica comunitariamente expresada en los mercados libres y en la sociedad civil societaria de nuestra sociedad estado unidense a modo de con el mismo cubrir como aquello que denotivamente le era propio, la experiencia estado unidense, única en el mundo, de que en una comunidad vecinal, escolar, urbana y citadina, tienes en un mismo nivel de expresión de contemporaneidad tanto visual y efectiva, gente concreta, como simbólica, reconocimiento y alcance de esa gente en lo que es reconocido como contemporáneo en la calle, en los restaurantes, en los bancos de los parques, como peatones, manejando automóviles, en los pupitres de la escuelas, de japoneses, hindúes, pakistaníes, tailandeses, iraníes, chicanos, mexicanos, puerto riqueños y gente de todas las culturas junto con angloamericanos blancos, en poco menos de una década, el uso inicial de este concepto para describir una realidad de corta data, migraciones y emigraciones ocurridas en menos de entre una y cinco décadas, sobre todo desde los ochentas y acentuadas entre los noventas y el nuevo siglo, dejo de responder a ese parámetro bien recortado y descriptivamente mensurable que llenaba el contenido de aquello que la palabra nombraba, para comenzar a desdibujarse por todos lados.
Tan pronto un concepto en antropología, como decía antes, si ese concepto se refiere a un parámetro de culturalidad que presupone etnicidad, identidad cultural y raza, surge con pretensiones de diagnóstico cultural sus parámetros y su radio de mensurabilidad denotativa, en menos de una década queda completamente desbastado.
En menos de una década de uso del concepto ya no se sabía de qué estábamos hablando cuando decíamos multiculturalismo.
El altercado semántico comenzó con los scholards y profesores del caribe, latinos y latinoamericanos que viven en estados unidos, los cuales, mintiéndose a sí mismos y mintiéndole a la sociedad estado unidense, comenzaron a decir que sus sociedades de origen eran multiculturales, nunca una mentira se propago tan rápidamente.
Los profesores latinos, caribeños y latinoamericanos, nostálgicos hacia sus países de origen, comenzaron a idealizar sus culturas de origen fantaseando con la idea de que en las mismas había multiculturalismo cuando en realidad se trataba de una primera profusión del concepto de multiculturalismo que alteraba y distorsionaba su semántica inicial, se refería ahora no ya a una realidad económica de corta data contingente como fenómeno migratorio a un presente reciente ligado de forma directa a la transnacionalización de las economías con sus consecuencias en la interconectividad y las intracomunicaciones, como hacia la migración, sino a una perspectiva etnológica de larga data que mira hacia el pasado etnológico de una cultura desde el punto de vista de las etnicidades que participaron en su sentido remoto de lo étnico-nacional es decir, que se fusionaron en la composición de lo que una nación designa como su propia identidad en términos de las etnias que participaron en ello,
de modo que, si en países del caribe y Suramérica, hay blancos canarios o emigrados de canarias, mayorka y otras regiones de España, hay negros llegados del África, y hay indios,---y si a fin de cuentas en las calles, en las escuelas, en los parques, manejando automóviles y como peatones, convive gente con rasgos blancos, mestizos, indios, orientales y europeos, pues se trata en definitiva de sociedades multiculturales cuando en realidad están muy lejos de serlo, las etnicidades que participaron en lo étnico nacional ciertamente alguna vez fueron emigrantes pero hace en cada país no menos de entre cien y doscientos años, cien y doscientos años después de los cuales transcurrieron la mitad del siglo XIX y la mitad del siglo XX sin que esas formaciones étnico-nacionales dieran entrada en su realidad social y cultural a nuevas etnicidades y sin que se abrieran a convivencias multiétnicas de hoy, actuales, ahora y aquí en el mundo presente, hindúes que llegaron ayer, japoneses que llegaron ayer, griegos que llegaron ayer, italianos que llegaron ayer, pakistaníes, iraníes, tailandeses que llegaron ayer y que ya hoy mismo o mañana al amanecer conviven con nosotros como parte de nuestra realidad multiétnica integrándose, asimilados e incorporados.
Tan pronto se hizo este altercado al concepto de multiculturalismo aquel dejo de nombrar lo que antes nombraba y se transformó en una noción indefinida y laxa que puede ser aplicada a todo.
Las paradojas de la sustancia, el nombrar y el sujeto en antropología radican ellas mismas en esta indefinición, dado que la antropología como ciencia presupone ella misma que lo cultural es algo sustantivo, esencial, inmanente, la realidad ontológica de una cultura en si sustantiva y esencial que la antropología debe estudiar por lo que es en sí, los conceptos adolecen de ese mismo inmanentismo y como tal mientras paradójicamente era de suponer si nombraban algo sustantivo y eran la expresión sustantiva de una esencia vuelta nombre debería ser delimitado al radio denotativo del campo semántico de los conceptos, en realidad ocurre que tan sustantivos como las esencias que pretenden nombrar, no nombran nada o lo nombran todo.
Ocurre en la antropología con frecuencia, sobre todo allí donde se trata de lo étnico, lo identitario cultural y lo racial, lo mismo que ocurre con lo que eco llamaba las palabras saco que puedes meter en el saco lo que se te antoje que aunque sean cosas opuestas la palabra de cualquier forma lo nombra porque ella tanto como cualquier cosa puede ser metida en el saco en realidad ya no nombra nada.
Los conceptos en antropología, de nuevo, cuando pretenden correlatos étnicos e identitario culturales son más imprecisos que las metáforas en poesía, ya no se sabe que nombra el nombre si multiculturalismo, transculturalidad, interculturalidad, diáspora, sincretismo, creolizacion y mestizaje pasan a ser distintos modos de nombrar lo mismo o de nombrar distintas expresiones de un mismo fenómeno para el cual habría entonces distintos nombres con ninguno de los cuales se distingue algo distinto del otro.
El concepto de diásporas va por el mismo camino.
Si, efectivamente, el uso del concepto comenzó en sus inicios pretendiendo nombrar algo similar a lo que era recogido por conceptos tales como migración, emigración e inmigración y específicamente como ello se expresaba en nuestra realidad cultural estado unidense, pero tan pronto transcurrió una primera década de sus usos, ya estaba muy lejos de esa primera acepción, de hecho, los conceptos mismos de migración, emigración e inmigración a pesar de ser más circunscriptos en su descriptividad a la actividad efectiva del desplazamiento desde una cultura de origen hacia subsiguientes culturas de reasentamiento, incorporación, asimilación y pertenencia, también contenían ya esas impresiones, ya que en la misma forma en que somos migrantes, emigrantes e inmigrantes en estados unidos en los tiempos de la transnacionalización de las economías y lo que con ello se signa como post-nacional o fuera de las constricciones nacionales, también la misma sociedad estado unidense en la larga data etnológica se formó de migraciones.
Pero el concepto de diáspora que inicialmente vino a querer circunscribir o subrayar los lados de esa ambigüedad, el hecho de que se trata de una subjetividad que por un lado pertenece, se incorpora y es asimilada en la nueva cultura, pero por el otro tiene la memoria, la experiencia y la recurrencia a las culturas de las cuales proviene conservando para si al mismo tiempo algo de los conceptos de inmigración, emigración y migración, pero con el acento menos puesto en la acción misma de emigrar, inmigrar, migrar y más en la subjetividad culturalizada del fenómeno una vez vuelto realidad cultural en una realidad social por lo que supone a los conceptos de memoria, identidad, actualidad y pasado, etc, ha corrido el mismo destino de sus parientes nominales en antropología y ya hoy no se sabe que se está denotando en términos de realidades culturales con él.
Si en un ensayo sobre la diáspora, quitamos la palabra diáspora y ponemos interculturalidad, multiculturalismo, transculturación, o cualquier otra entre aquellas que pretenden designar realidades etnológicas, ya no sabemos de qué estamos hablando cuando decimos diáspora.
Luego de esta necesaria divagación sobre la indefinición nominal denotativa que tiene tras de sí paradojas insolubles de la antropología respecto a las relaciones clásicas entre sustancia, nombre y sujeto, pasare pues a ofrecer mis análisis sobre el fenómeno en cuestión.
En primer lugar, el concepto de diáspora presupone visto desde el punto de vista de las formaciones étnico-nacionales desde la cuales la gente emigra hacia otras culturas, que lo que es una diáspora es diáspora de esa formación-étnico nacional, de hecho, las formaciones étnico-nacionales sean o no estados naciones por acentuar la insistencia de james clifford en que no es lo mismo nación que estado nación, ven en las diásporas fragmentos suyos que han ido a parar a otro lugar y que vistos desde el imaginario nacional pertenecen a esa formación étnico-nacional como desprendimientos suyos, como fragmentos diasporizados de su propia identidad cultural por lo tanto, el concepto de diáspora dista mucho de facilitar semánticamente todo el ámbito de la transnacionalización económica y cultural respecto al cual inicialmente surgió.
Lo anterior desde mi punto de vista es lamentable entre otras cosas porque si algo atractivo tenía el concepto al inicio era precisamente que intentaba asir como era percibido culturalmente en la subjetividad el hecho de que la transnacionalización iniciaba a generar nuevas formaciones culturales y de identidad propios y únicos de la transnacionalización, algo que durante algún tiempo llego incluso a ser altamente sugestivo visto desde estados unidos y Europa en tanto subrayaba las consecuencias en las subjetividades nativas o largamente asentadas de las propias características étnico-nacionales de estas culturas, estados unidos, Inglaterra, Europa, del proceso de transnacionalización, estas hallaban algún nombre culturalizado para la nomadizacion a que es tendiente en la subjetividad el capitalismo avanzado
de modo que, mientras se trataba de un fenómeno en principio referente a migraciones terminaba siendo un concepto de valía endógena en tanto viabilizaba matices semánticos para comprender vía migraciones lo que en definitiva, contingente a la transnacionalización, ocurría en general con toda la subjetividad en el capitalismo actual incluida la subjetividad nativa inevitablemente movida por esa misma nomadizacion que de ello resulta en la subjetividad.
Pero tenemos aquí los dos extremos contrapuestos, contradictorios e irreconciliables, de un concepto que ya no designa nada, como puede un mismo concepto designar simultáneamente nuevas formaciones culturales de identidad correspondientes y propias a la transnacionalización, nuevos sentidos culturizados para la subjetividad de la nomadicidad a que es tendiente para la cultura nativa el fenómeno de la transnacionalización como algo endógeno, y al mismo tiempo designar la impresión que tienen en la subjetividad y el imaginario las formaciones culturales étnico-nacionales relativamente cerradas sobre sí mismas esta vez en lo relativo a las memorias y al pasado cultural en la cultura de procedencia y origen de las migraciones supuestas de ser disporicas, algo que ven como una expresión de ellas que se ha dispersado y ha ido a parar a otro lugar hallando expresiones fragmentarias de su misma identidad cultural, como puede un mismo concepto designar o denotar exactamente dos cosas opuestas y contrarias, y continuar siendo el mismo concepto, indudablemente, se trata de un concepto saco que ya no designa nada o lo designa todo como ha terminado ocurriendo con todos los conceptos culturalistas en la antropología.
Pero incluso llevado a un punto doloroso para los nativos de la nueva cultura ya que como decía es una noción que persuadía al nativo a reconocer su propia nomadicidad en procesos de la subjetividad similares a aquellos denotados por la diasporicidad, cuando es recogido sobre sí mismo y aproximado semánticamente a su similaridad con emigrante, inmmigrate y migración, es decir, entendiéndolo como cerrado en sí mismo en torno a la experiencia cultural del que emigra y volviéndose así excluyente del nativo, comienza a reflejar el mismo las contrariedades a que ha estado expuesta la relación asimilación incorporación rechazo en la nueva cultura en tanto debido precisamente a que presupone poner en relación el nuevo contexto cultural con el pasado de origen o con varios contextos de emigración previos, tiende a validar que los emigrantes viviendo en nuevas culturas estén más pendientes de sus culturas de origen vía nostalgia o como dice james clifford, la ilusión de retornar, que de sus nuevas culturas a las cuales se han incorporado y asimilado participando como expresión contemporánea en las mismas, visto así desde esta perspectiva, el concepto no hace otra cosa que terminar colapsando la transnacionalidad a la cual inicialmente se lo vio relacionado.
Mi posicionamiento a este respecto es objetante hacia la posmodernizacion excesiva del concepto pues es precisamente su posmodernizacion la que se hace propicia la desmantelacion de sus sentidos semánticos precisos, en su reverso, prefiero o bien desechar completamente estos conceptos culturalistas y étnico raciales de la antropología, es decir, no trabajar con ellos, o bien si los uso soy dado a recortarlos en torno a significados semánticos precisos esclareciendo cuales son los mismos y distinguiéndolos de aquello que no son.
De este modo, entiendo por multiculturalismo y acepto llamar multicultural solo y únicamente, a un fenómeno de convivencia multiétnica en una misma realidad social comunitaria contemporánea y actual de etnias que se han asentado en la nueva cultura de forma reciente, es decir, como consecuencia del proceso de transnacionalización de las economías, excluyendo del concepto de multiculturalismo cualquier efecto de multietnicidad que pueda deducirse de elementos etnológicos de larga data, de este modo mi concepto de multiculturalismo subraya algo que no se relaciona y no forma parte de lo étnico-nacional, es siempre trasnacional y en sus expresiones comunitarias locales es definido tal en tanto presupone a efectos de la cultura nativa en estados unidos angloamericana blanca, la convivencia, asimilación e incorporacion, de y con otras etnicidades de reciente arribo, entiendo este arribo a partir de las década de los ochentas hasta la actualidad, cualquier otro fenómeno en el que se observe multietnicidad no es multiculturalidad o de lo contrario el concepto pierde valía y se transforma en una palabra saco sin especificidad y sin cientificidad.
La transculturación a su vez no puede ser aplicada a cualesquiera fenómenos de interculturalidad resultante de interacciones multiétnicas, se refiere exclusivamente a la formación de una nueva cultura que transformativamente adquiere forma como nueva formación de identidad cultural resultante de la conjunción de distintas matrices que no se refieren directamente a lo étnico y a lo racial, a diferencia de la multiculturalidad, la transculturación no designa a distintas etnias que conviven, sino a una cultura en formación que resulta una nueva cultura como resultado de esa interacción, convivencia y relación entre culturas, transcultural es exclusivamente una cultura que ha devenido tal en su identidad transculturizada, puede por lo tanto resultar de procesos interculturales y multiculturales pero ella en sí misma no es interculturalidad ni multiculturalidad, tampoco sincretismo, creolizacion o hibridación.
La diáspora es un concepto exclusivamente migratorio abarca los tres aspectos de la migración, emigración, inmigración y migración y como tal presupone una relación con el imaginario que define la idea de fragmentos dispersos y desconectados propiamente transnacionalizados de una cultura de origen de la cual se han desprendido para integrarse, asimilarse e incorporarse a una nueva cultura, por lo tanto, nostalgias de retorno a la cultura de origen quedan excluidas de la diáspora, retornos efectivos a la cultura de origen quedan excluidos de la diáspora, formas de vivir la cultura de origen dentro de la nueva cultura como modalidad de un autoaislamiento étnico que presupone no integración, no asimilación y no incorporación a la nueva cultura quedan excluidos de la diáspora,
como llamar entonces a ese sentido que a la inversa tienen las formaciones étnico-nacionales sobre esos fragmentos de su misma identidad cultural que andan dispersos por otras culturas, si les llamáramos igualmente diásporas, tendríamos que aceptar que una cultura migrante pueda estar asimilada e incorporada a la nueva cultura al mismo tiempo en que es reclamada en su identidad por la cultura de la cual proviene o bien reclama dentro de la nueva cultura su cultura de origen, ambas cosas, son contradictorias con la primera definición que hemos dado del concepto, por lo tanto, o se llega a un arreglo circunscrito del sentido semántico de la palabra o se transforma en una palabra saco de cosas contradictorias e irreconciliables entre sí, una diáspora es una cosa o es la otra, pero si es todas, no es nada.
O bien se arregla llamar diáspora a la mirada que tiene la cultura étnico-nacional sobre algo que se ha desprendido de ella y ha ido a parar a otra cultura reclamándola como parte de su identidad cultural, o bien por el contrario llamamos diáspora, diasporicidad y diasporico, el efecto en la subjetividad de la cultura nativa de una cultura migratoria que se ha incorporado, asimilado y adaptado a ella, pero las dos cosas al mismo tiempo es imposible.
Si decimos diáspora para designar una formación cultural migratoria ocurrida en tiempos recientes relacionada a la transnacionalización de las economías y las culturas, no podemos al mismo tiempo llamar diáspora a lo que ocurrió con los africanos cuando fueron traídos como esclavos por los colonizadores, ni llamar diáspora a las emigraciones que vivieron los indios en estados unidos desde sus territorios originarios hacia sus posteriores reservas asignadas por las reparticiones republicanas, o llamamos diáspora a algo relativo a la transnacionalización económica de hoy y a ninguna otra cosa, o llamamos diáspora a cualquier desprendimiento de una cultura en otra pero entonces ya desconectando el concepto de la transnacionalización económica, esta última es reciente, en la década de los setentas no había ocurrido, de modo que, si para ser diáspora tiene que ser transnacional y estamos obligados a decir que la migración forzosa de los africanos es una diáspora tendríamos entonces que decir que esa migración fue transnacional y tan pronto llamamos a aquellas migraciones transnacionalidad entonces viene a ser el concepto de transnacionalización el que pierden sus especificidades, o llamamos transnacionalización a fenómenos económicos del capitalismo avanzado consistentes en formaciones y desarrollos económicos que desbordan las constricciones étnico-nacionales, o llamamos transnacional a cualquier cosa que sin que existiesen economías transnacionalizadas ocurrió más allá de las naciones antes de que existiera la transnacionalización económica, pero las dos cosas al mismo tiempo para el mismo concepto es imposible.
El posmodernismo en aras de refutar y eludir los dogmatismos del definicionismo cientificista, ha querido clamar por la profusión semántica en un modo que termina por desmantelar la cientificidad de los conceptos, si no sabemos ya de que estamos hablando cuando decimos diáspora no es sino porque ya el concepto no es científico, la idea de desconectarnos de la naturaleza del objeto de estudio es contradictoria, si no partimos de una constatación fáctica respecto a sobre que estamos hablando no podemos arreglarnos en torno a los conceptos.
Voy a poner un ejemplo de como ocurre esto y de porque mi objeción al posmodernismo en este punto.
El fenómeno de los nativos americanos en estados unidos, es decir, de los indios americanos. Indudablemente en términos de telos, del deber ser ético, de la utopía de como querríamos que fuera, una vez comprendemos que nuestro sentido de la americanidad es imposible e incompleto sin el lugar que tienen nuestros indios americanos en nuestra propia identidad cultural, en nuestro ethos americano, que, como he dicho en otro lado, no podemos cerrar el círculo de la americanidad sin ellos quienes a la postre son en realidad los auténticos y verdaderos americanos, pero sabemos bien que aunque creemos que es lo adecuado, debido a la historia de cómo fue en el pasado colonial la relación con los nativo americanos, se explicita y elucida que no solo hubo divisiones sino también exclusiones y abusos por lo tanto, en las circunstancias actuales y contemporáneas, es inevitable que cualquier forma de clamar la unión más allá de documentos de ciudadanía, se transforma incluso sin quererlo en una forma de activismo y visto así, llegamos a la conclusión de que el multiculturalismo una vez reconocido en su actualidad transnacionalmente contingente, es conveniente para solucionar el dilema de la integración, pero tan pronto se posmoderniza esta relación, entonces la multiculturalidad que es distinta a la composición étnico-nacional de larga data de la cual forman parte los indios pierde su definición y sus contornos propios, si dentro del multiculturalismo tenemos que incorporar a los indios americanos, el multiculturalismo desaparece, se disemina y se pierde, se transforma en un concepto etnológico dejando de ser un concepto antropológico cultural y desde ese momento se profusiona y se indefine con conceptos etnológicos relacionados a la historia de la relación entre etnicidad y nación debido a que los indios más o menos integrados, como de otro modo los africanos, forman parte junto con los angloamericanos y en general euroamericanos de la composición étnico-nacional, al dejar de ser transnacional y al dejar de ser un concepto de corta data, el activismo posmodernista pro profusión de la multiculturalidad se pierde, de hecho, no en balde, el concepto de multiculturalismo que tuvo un gran auge entre los ochentas y los noventas ha venido progresivamente decayendo llegando ya entrado el nuevo siglo a ser casi abandonado.
Bibliography
Clifford James, Diasporas, center for cultural studies, university of California, santacruz, Cultural anthropology, 9 -- 32-33, 1994, American anthropological association
Clifford James, Traveling Cultures, cultural studies edited and with an introduction by Lawrence Grossberg, Cary Nelson, Paula A Trichler, with linda Baughman and assistance from john macgregor wise, routledge. New York, London, 92
Hernandez San Juan Abdel, The Model of united states multiculturalism, in the couples of epistemology: Practicing sociology/composing anthropology
Hernandez San Juan Abdel, Transference in etnicity, in the couples of epistemology: Practicing sociology/composing anthropology