• Se reconozca el esfuerzo de los estudiantes

• Se fomente la colaboración entre ellos en lugar de la competencia

• Se promueva una cultura de atención y escucha activa en el aula

• Se aborde cada situación de manera individual en lugar de generalizar

• Se propicien espacios donde los estudiantes puedan expresarse de manera auténtica

💡 Es fundamental tomar conciencia y conectarse con uno mismo antes de interactuar con los demás, ya que comprender nuestro estado emocional constituye la base para desarrollar empatía hacia nosotros mismos y, por consiguiente, hacia los demás.

💡 Antes de entrar al aula, es recomendable reflexionar sobre nuestras emociones y necesidades, así como tener presente que detrás de cada estudiante hay una necesidad y un sentimiento. Para ello, Marshall Rosenberg, recomienda: 

• Observar nuestros juicios y creencias al interactuar con los estudiantes. ¿Cómo percibo a mis estudiantes? ¿Qué acciones puedo llevar a cabo para mejorar la experiencia en el aula? ¿Qué necesitan mis estudiantes para superar determinados obstáculos?

• Preguntarse: ¿Cómo nos sentimos y cómo podría sentirse la otra persona?  ¿Cómo nos sentimos antes de empezar la clase? ¿Qué necesidad tengo y qué necesidades tienen mis estudiantes? Por ejemplo, si noto la expresión de fastidio o incomodidad en alguno de ellos, no tomarlo a lo personal sino preguntarle qué le pasa (fuera de la sesión de clase) para saber qué necesita y de qué manera lo puedo apoyar. Estos cuatro puntos (observación, sentimiento, necesidad y petición) hacen que la interacción sea más armoniosa y empática.