La ilusión del Ahora

Mucho se ha dicho en la actualidad acerca de la importancia de vivir en el presente, en el “aquí” y el “ahora”. Pero este vivir en el presente siempre se vuelve un aferramiento a la experiencia, un sujeto examinando un objeto. Nuestras ideas sobre lo que significa estar en el presente, “aquí y ahora”, nos enredan con sus complejidades. ¿Dónde está esta mente, mi mente, en la cual yo creo que las ideas y las experiencias ocurren? Los pensamientos existen, tenemos un sentido del presente, tenemos consciencia. Pero cuando tratamos de pinchar la experiencia efectiva que estamos teniendo, no podemos encontrar nada en la descripción de la experiencia que sea efectivamente real. Lo que encontramos no es nunca la actualidad de la experiencia, sino solamente un conjunto de conceptos que nos hemos formado acerca de nuestra experiencia. Cuando tratamos de vivir en el “presente”, nos preparamos para ir más allá de los conceptos, más allá del tiempo, más allá de nuestras experiencias usuales, pero todo lo que hacemos en nuestra seria anticipación es reforzar nuestra mente dualista.

¿Cómo entonces es posible ir más allá de esta superficie o mundo relativo, cuando aun el deseo de ir más allá lo cambia todo para impedirnos hacerlo? El primer paso es realizar que todas las cosas pertenecientes al mundo relativo, incluyendo lenguaje, ideas y conceptos, son formas semejantes a nubes en el cielo. Se ven sólidas, tienen diferentes formas, se mueven; sin embargo, no son diferentes del cielo en el que flotan. De la misma manera, nosotros creamos formas de nuestras diferentes experiencias por medio de nuestras emociones, nuestras imágenes y nuestros conceptos. Desarrollamos “series de historias”, que se parecen a esas nubes-dragón que se retuercen en el cielo.

Usualmente contemplamos estas “nubes” experiencias como si fueran objetos reales separados de nosotros. Pero cuando comprendemos que sólo son manifestaciones superficiales, podemos relajarnos y contactar el espacio sutil del más allá de los “nube-conceptos” y las “nube-emociones”, el espacio en el que no hay dualidad de sujeto y objeto.

Al principio es difícil aceptar que este espacio vacío existe, porque no hemos desarrollado la clase de percepción que se requiere. Por eso, primero necesitamos adquirir esa comprensión intelectual, luego podemos abrirnos a la experiencia afectiva a través de la meditación. Por un lado, la comprensión intelectual sostiene la experiencia; por el otro, la experiencia inspira una más profunda comprensión. Ambos profundizan juntos, sosteniéndose mutuamente.

Nuestro entendimiento intelectual es un mecanismo comprobatorio, uno que desarrolla un medio de probar las cosas en forma lógica. En una facultad importante pero hasta cierto punto, porque los conceptos y la lógica no nos llevan demasiado lejos. Sólo la experiencia puede llevarnos más allá de las imágenes, más allá del tiempo. Pero esta no es nuestra usual idea de experiencia...

La meditación, nos ayuda a dejar nuestros conceptos e ideas para ser receptivos a un estado abierto de alerta. En la meditación hacemos nuestro más íntimo contacto con nuestro lado experiencial donde se encuentra la iluminación, la más alta consciencia.

Cuando pasamos directamente dentro de cada momento, cuando disolvemos las formas o “nubes” de conceptos y descansamos en la pura experiencia, descubrimos nuestro gran recurso, el espacio iluminado. Podemos explotar la mina de nuestra experiencia para encontrar este gran tesoro que yace dentro de cada pensamiento.

Una vez que surja esta comprensión, todo es una parte de la meditación. Estamos centrados en la inmediatez de la experiencia, y, a pesar de eso, todavía participamos en sus formas exteriores, usando conceptos, gestos, etc., para manifestar nuestra experiencia interna. Esta comprensión es verdadera integración, una conexión genuina de nuestro entero ser con la realidad de la experiencia, con el “ahora” el cual no está limitado por tiempo ni espacio.

Es posible descubrir esta “realidad”, este “ahora” durante la meditación. Lo encontramos en el espacio dentro y entre los pensamientos, este espacio es un tranquilo, quieto “suelo”, el cual es la base de la consciencia. Este “suelo” es totalmente receptivo, toda información proveniente de nuestros sentidos se establece allí como semillas esparcidas en un campo, estas “semillas” incluyen todas las experiencias y toda acción mental, positiva o negativa;

¡ todo está plantado en este “suelo”! Cuando las condiciones son apropiadas, las “semillas” brotan. Este brotar, este surgir a la vida, es el trabajo manifestado del karma. El “suelo” para cada uno de nosotros es el mismo. El karma, entonces, es el impulso que transforma este suelo-consciencia en la consciencia única de cada individuo dando origen a la consciencia individualizada del samsara.

La consciencia tomada en sí misma, no tiene características determinadas. Podemos decir que este es su aspecto “nirvánico”. Aunque podemos decir lo mismo para la consciencia “samsárica”.... la única diferencia es que en el mundo samsárico los pensamientos crean un dualismo, un sentido de sujeto y objeto y un sentido de separación entre ellos.

Nuestro usual “ahora” discrimina entre “esta” presencia de ahora y “esa” presencia de ahora. Por eso antes de que podamos efectivamente experimentar la “presencia del estado de alerta”, es necesario trascender estos conceptos y este proceso de discriminación. Hasta entonces nunca podemos estar seguros si nuestra consciencia está descubriendo la realidad o si es una ilusión. La consciencia puede crear una ilusión y volver el mundo en samsara. Y esa misma consciencia puede perforar la ilusión y el mundo es realizado como nirvana. Los medios para hacer esto yacen completamente dentro de nosotros, y la elección es sólo nuestra.

La Semilla de Iluminación:

La iluminación es la naturaleza de toda experiencia, lo que significa que ella está disponible para nosotros en todo momento. El Yo-imagen, sin embargo, nos separa de ello, y así la mayor parte de nosotros tiene bien poca convicción de que pueda haber algo más en esta vida que no sea la experiencia ordinaria. Cuando tenemos estas dudas, ni aun tratamos de trascender las limitaciones que nuestro ego nos impone. Pero cuando vemos que puede haber alguna verdad en las creencias espirituales, nos ubicamos en un camino que nos lleva más allá de nuestras limitaciones a estados progresivamente más altos de autoconsciencia. Llegamos a estar más y más despiertos a nuestra propia naturaleza, hasta que finalmente no hay entre nosotros y la experiencia de la iluminación nada que la impida.

En lo que usualmente llamamos enseñanza, aprender es un asunto de infiltrar palabras y significados a través de nuestro entendimiento conceptual. Pero en las enseñanzas del camino - porque cada palabra es una puerta a la iluminación - necesitamos comprender los significados internos por experiencia directa. Cuando nuestros corazones y mentes se abren a estos significados más profundos, un maestro puede ayudarnos entonces a trascender las limitaciones que nuestra mente conceptual establece en nuestra comprensión.

Ambos, el conocimiento intelectual y experiencial crecen y se profundizan juntos. Por ello, cada paso en la transmisión: las enseñanzas, los textos, y el proceso de aprendizaje, deben ser conducidos con el mayor cuidado, o si no, el camino directo a la iluminación será oscurecido. Impacientes por nuestro progreso, podemos sentir que “mientras más aprendemos” mejor será. Pero yendo de maestro en maestro sólo diluimos nuestro conocimiento en vez de profundizarlo. Por lo tanto, necesitamos seleccionar cuidadosamente un guía iluminado y luego seguirlo hasta que nuestra comprensión llegue a ser profunda y clara.

¿Cómo podemos estar seguros que nuestro maestro será capaz de guiarnos a esta realización? Con nuestra inteligencia y nuestra intuición como guías, somos naturalmente atraídos a un maestro que ha perfeccionado aquellas cualidades que deseamos desarrollar en nosotros. Un maestro vive el significado interno de las enseñanzas, y así nosotros vemos en él nuestra naturaleza interna. Entonces, a través de su compasión iluminada, él nos ayuda a desarrollar nuestras propias cualidades de compasión, integridad y confianza interior.

Cuando el maestro es compasivo y abierto, el camino se despliega naturalmente, y nuestras vidas adquieren una cualidad quieta y apacible. Gradualmente llegamos a ser más conscientes de nuestra naturaleza interna, y construimos una profunda autocomprensión y una fortaleza interna.

Pero las enseñanzas no siempre vienen en forma que sean gratas para nuestro ego. Un maestro compasivo, para revelarnos nuestra naturaleza interior y hacernos conscientes de ella, también saca a la superficie aquellas cualidades que no nos gusta admitir en nosotros. Podemos liberarnos de ellas una vez que las veamos, pero estas cualidades pueden ser tales que nuestro ego no quiera dejarlas ir. Y nuestros egos, cuando se sienten amenazados, pueden causarnos dudas acerca de las enseñanzas del maestro; el ego puede aun inducirnos a creer que si no nos gusta una cierta enseñanza, ella debe ciertamente ser errónea. A este punto podemos sentirnos impelidos a romper con el maestro en lugar de hacerlo con el ego.

Pero romper con el maestro es romper con nuestra confianza en nosotros mismos. Con este picotear y escoger, aceptar y rechazar, socavamos nuestra propia evolución y fortalecemos sólo nuestras limitaciones. De esta manera no sólo originamos confusión, sino también un profundo resentimiento de culpa y fracaso que hace extremadamente difícil los futuros progresos en el camino.

Por lo tanto, la confianza en el maestro y en lo que él representa se necesitan desde el comienzo. Para que la línea de transmisión continúe ininterrumpida, debe haber mutua confianza, apertura, honestidad, e integridad como base en el camino.

Las comunidades que se construyen sobre esta fundación continúan prosperando, y el futuro de la transmisión queda asegurado.

Las enseñanzas que conducen a la experiencia directa son las piedras de toque para las etapas de nuestro crecimiento. Finalmente descubrimos que las enseñanzas y nuestra propia experiencia de iluminación se han fundido. Hemos trascendido nuestra naturaleza samsárica. Ahora vemos que toda la naturaleza y toda existencia están iluminadas.

Una vez que llegamos a la iluminación, nos transformamos en parte de la línea de transmisión y compartimos el mismo conocimiento viviente y comprensión del Buda. Este es el hilo-vínculo de la iluminación. Entonces lo llevamos con nosotros en nuestra propia comprensión y en nuestro trabajo en el mundo.

Tarthang Tulku