La ciencia del consumismo

Por Juan Rivera Tosi

Muchas veces se ha cuestionado la validez científica del pensamiento andino, de su sabiduría y conocimiento, por considerarse que es eminentemente empírico y sin una base científica sólida en la que se sostenga, cuestionamiento que generalmente proviene de intelectuales formados por la sociedad occidental, consumista y hoy... globalizada.

Nosotros escuchamos sus críticas a nuestra forma de pensar y ver el mundo, optando por guardar silencio, y callando muchas veces, pero no por que dudemos de nuestra sabiduría, sino porque tenemos la certeza que simplemente no lograrían entenderla, les resultaría absurda y, en vez de permitir acercarnos un poco, nos alejaría más.

Prestamos atención a sus argumentos, hablan de la dialéctica hegeliana y sus aportes al conocimiento científico, del idealismo, del positivismo, del materialismo dialéctico y tantos otros términos, que resultan extraños al pensamiento andino.

En la dialéctica uno es contrario del otro y siempre están enfrentándose, tratando de eliminarse. En esa lucha evolucionan, avanzan, progresan.

La visión del hombre andino es totalmente distinta. Uno aporta al otro, apoya al otro y, en ese apoyo avanza y progresa.

Nuestra forma de ver el mundo no nos permite imaginar a los hombres enfrentados permanentemente, chocando unos con otros y además, que esto genere progreso.

Fundamentalmente por que nuestra sabiduría y conocimiento no radica en el choque, sino en el hermanamiento, en la solidaridad y reciprocidad entre todos. La base de nuestra cultura es la vida. Si... hacemos vida, todos los días, todo el día.

Por eso podemos decir que nuestro pensamiento, nuestro conocimiento, esta hecho de nuestra vida y por eso lo sabemos. No lo hemos leído en un libro, no fue explicado en una clase teórica. No... Lo hemos vivido.!!

De nuestro saber recibimos sabiduría, que no es una especulación teórica o algo abstracto, que necesita ser demostrado.

Para el hombre andino, para el indio, saber y sabiduría no son hipótesis de trabajo, ni propuestas sujetas a verificación, que deberán probarse para determinar cuanto valen. No... de ninguna manera. El saber y la sabiduría es lo que sabemos, por que hemos vivido y, es la seguridad de nuestro pensamiento, lo que nos hace ser sencillos y humildes. La pretensión, la vanidad del conocimiento, es una práctica totalmente ajena al indio.

Es que toda nuestra cultura es distinta a la del hombre occidental, nuestra forma de vivir, nuestra lógica, nuestros pensamientos, etc. difieren enormemente.

¿Cuál es mejor?... ¿Cuál es la verdadera?...¿Cuál debe imponerse?... son cuestiones que no nos perturban.

Al hombre occidental no le pedimos que cambie su forma de pensar y adopte la nuestra. No podríamos hacerlo, ya que es producto de su evolución o involución interior y, nosotros no tenemos nada que decir al respecto... es asunto de ellos.

Lo único que pedimos es que nos dejen vivir con nuestra cultura, que nos dejen ser lo que somos y no pretendan cambiarnos.

Que no bombardeen a nuestros jóvenes y niños con su ideología, haciéndoles creer que su sociedad es el modelo ideal de desarrollo, el camino que debemos seguir si aspiramos al progreso, cuando en realidad es todo lo contrario ya que ha creado toda una idea de desarrollo y progreso, que no es natural, que es ficticia, que solo esta consiguiendo destruir la vida.

Lo cual parte de su error de considerar al hombre la única especie inteligente, pensante, superior, creada por Dios con esa categoría, para que reine sobre la tierra.

Para el hombre andino existe una energía superior que esta en todas partes y abarca toda la naturaleza, ya sea animal, vegetal o mineral y cada uno de ellos posee su propia inteligencia y sabiduría, por tener parte de la energía del Gran Hacedor del Universo.

El animal salvaje, las plantas, las rocas, tienen esa fuerza inteligente, que el hombre occidental no llega a comprender, por que piensa que él es el único que la posee. Por eso no la respeta y pretende manipularla.

Cada ser tiene su forma de vida y debe ser respetada. El río tiene su propio cause que no debemos alterar. El sabe por que discurre por ahí, tiene su propia inteligencia. Es suya... no es nuestra. No es ni mayor ni menor, es la que tiene y necesita tener.

Los animales tienen su propia inteligencia y gozan plenamente en su estado salvaje. Cuando el hombre los captura y domestica, pasada algunas generaciones, su raza se hace débil, contrae enfermedades que antes le eran desconocidas, etc. es que la naturaleza es sabia, poderosa, perfecta, es la pachamama, madre suprema del hombre andino.

Todo lo que salga de la unión del Gran Hacedor del Universo y la pachamama es perfecta y cumple una función específica. Nada es casual ni esta por accidente. Por ello nos sorprendemos cuando escuchamos mencionar que alguna planta es parásito o que la llaman yerba mala, ya que para nosotros todo es expresión de la sabiduría suprema y, ella engendra salud y felicidad en cualquier forma o situación que se presente.

Cuando el hombre occidental interviene en el desarrollo de alguna criatura y la desvía de su curso natural, lo único que hace es robarle - por el tiempo que dura su intervención - la dicha y prosperidad de la sabiduría superior, depositada en ella.

Los cerdos en estado salvaje son animales ágiles con forma simétrica, pero cuando esta domesticado por el hombre, se convierte en una torpe máquina de hacer grasa, que no puede soportar el peso de su propio cuerpo.

Este es un claro ejemplo de la sabiduría occidental. Donde pone sus manos altera, corrompe. Siempre esta empeñado en corregir y perfeccionar la sabiduría y el poder de la naturaleza. Aunque solo consigue cometer graves errores. No entiende que todas las plantas y animales que están en la naturaleza, son verdades así como se encuentran.

Cuando el hombre intenta modificarlos en su condición de libre o genéticamente, lo que hace es separarla de su verdadero fin. Lo cual no puede ser otro que la felicidad de esa especie y su entorno.

Cuando el hombre altera la naturaleza, lo único que consigue es falsear lo verdadero y, lo falso siempre engendra dolor.

La llamada industria avícola es la más falsa y antinatural creada por la sabiduría del consumismo, sin embargo lo justifica pretendiendo un fin noble, como solucionar el problema de la alimentación humana.

¿Qué sucede con esta industria?...

Los pollos son incubados por una máquina, con la tecnología se fija la hora en que romperán el cascarón. No es cuando el pollo sienta que su ciclo culminó, sino que es inducido a hacerlo. Luego son alimentados con productos que aceleran su desarrollo y crecimiento, los hacen tragar día y noche para que engorden. No los dejan dormir y los obligan a comer permanentemente, para que engorde, sea vendible y genere ganancias económicas.

La sabiduría del hombre andino no le permitiría desarrollar una industria así.

No podemos asegurar si la razón por la cual la carne de alpaca y llama ocupan los primeros puestos en carnes sanas, con cero colesterol, pura fibra, etc. sea por nuestra forma de criarlos, por nuestra forma de convivir con ellos, pero no nos extrañaría.

Es cierto que están domesticadas, pero no les robamos su libertad, las pasteamos donde a ellas les gusta, comen lo que les agrada y se sienten bien.

Hasta la forma como el hombre occidental trabaja la tierra es incorrecta y sin respeto. Su obsesión por los monocultivos no es natural, es enfermante. Cada planta necesita de otras para apoyarse, ayudarse, hacerse compañía y para evitar que la tierra agote sus nutrientes.

El modelo de sociedad de consumo y globalizante busca al cultivar la tierra, que se extraigan mayores volúmenes de producción, forzándola a que produzca más. Después, no se preocupan de darle el descanso que requiere, ni de ayudarle a recuperar sus fuerzas. Le dan el mínimo tiempo de descanso y vuelven a sembrar, sin detenerse a reflexionar en el daño que estarán causando en el futuro.

Lo mismo sucede con los ríos, la atmósfera, etc.

Debe ser por que en la Biblia, su Dios lo sentencio a ganar el pan con el sudor de su frente, por el pecado cometido, convirtiendo el trabajo en castigo.

Para el hombre andino no es así. El trabajo es deporte, fiesta, relacionarse socialmente, hermanarse.

Finalmente vemos que solo han logrado que la vida en sus ciudades cada día sea más dura y tensa. El estrés, la angustia, la depresión, son males de su sociedad, creadas por su sabiduría y han colocado al hombre en una tensión nerviosa, que amenaza con romper el hilo de su vida física.

Es que su sociedad y sus aspiraciones. Fueron sustentadas en grandes mentiras referidas a su desarrollo. Y la mentira solo puede producir enfermedad y muerte.

Hoy vemos que la sociedad occidental esta enferma. Ha creado en las personas la desesperación y angustia por consumir más y más, como una manera de demostrar que su estatus social es mayor, cuando en realidad no es cierto, ya que el exceso de consumo se torna perjudicial tanto para la salud de nuestra alma como de nuestro cuerpo.

Por eso es que el indio no miente. Es la razón de porque la mentira es mal vista y fuertemente sancionada en las comunidades andinas.

Al indio le sorprende que las leyes occidentales, su justicia, no sancionen la mentira, pero hay una explicación sencilla: sus vidas son otra mentira.

No creemos que debemos vanagloriarnos de ser sabios científicos o grandes filósofos, ni considerarnos inventores de alguna verdad que buscamos imponer.

Es al revés, no salimos a buscar la verdad ya que la tenemos dentro nuestro, todas las especies la tienen, ya que somos parte de esa energía superior y, cuando conversamos con la naturaleza, nuestra madre tierra, ella permite que la verdad, el conocimiento discurra sobre el lugar adecuado, ya que nuestra forma de relacionarnos con ella es vivencial, emocional, sensitiva, a través de nuestras chacras, los ríos, las montañas sagradas, en fin todo su entorno.

Los alpaqueros aymaras suelen decir que así como ellos crían a las alpacas, ellas también crían a los hombres.

Es que en el mundo andino todos hacemos vida, nos criamos y enseñamos mutuamente.

Antes de decidir sobre determinada siembra, observamos las aves, insectos, sapos, etc. y ellos nos prevendrán si habrán heladas o sequías, si es conveniente tal o cual cultivo, si debemos cultivar en otro piso ecológico, etc.

Nuestra sabiduría nos la da la propia naturaleza, no se la arrancamos. Ella hace que las ideas, la ciencia, fluya sobre nuestro espíritu y repose en nuestra mente. No tenemos por que pedirle que nos demuestre que es verdad, como tampoco nos esforzamos en creerle, simplemente creemos y vemos que es así. A ningún comunero aymará o quechua se le ocurriría pedirle al estómago que le de pruebas de cómo digiere los alimentos, ni a los pulmones que nos demuestre como emplea el aire que respiramos. Eso para nosotros no tiene mayor interés que la simple curiosidad.

Lo que sucede es cuando el hombre ha creado una sociedad, basada en el engaño y la mentira necesita demostrarse permanentemente que su sabiduría, conocimiento, ciencia y leyes, son reales y no mentiras, aunque solo sean... aparentemente reales.