De capitulo XI CORPVS HVMANVM

Orandum est ut sit mens sana in corpore sano.

D. Iunius Iuvenalis

Saturae X, 356

Leonardus Vincius Homo Quadratus

Iohannes Orbergius sua ipsius voce capitulum undecimum narrat

El colapso de la República

El poder de Roma se vuelve contra ella

El conflicto de los Gracos

Estos enfrentamientos entre los guardianes de las antiguas tradiciones romanas y los partidarios de las novedades venidas de Grecia volvieron a introducir –a mediados del siglo II a.C.- un clima de gran agitación en el interior de la ciudad, que cristalizó con el famoso conflicto de los Gracos.

Los Gracos eran dos hermanos de ideas avanzadas que, como Tribunos de la Plebe y en defensa de sus intereses, reclamaban una reforma agraria: la distribución gratuita de tierras entre los ciudadanos más pobres de Roma, en perjuicio de los todopoderosos terratenientes.

Los dos fueron asesinados. El mayor, el mismo día en que acababa su mandato de Tribuno, pues los Tribunos de la Plebe –como dijimos- eran sagrados e inviolables. Con el hermano menor, sin embargo, ni siquiera esperaron a que expirara su mandato.

La crisis del siglo I a.C.

La muerte violenta de los Gracos dio comienzo al siglo I a.C., el más terrible y convulso de la Historia de Roma. Durante ese siglo, Roma se desangró en interminables Guerras Civiles, cuya causa era precisamente su poder y sus inmensos dominios.

En efecto, las instituciones Republicanas, que habían servido para gobernar la ciudad durante 500 años y la habían conducido a la conquista del Mediterráneo, eran insuficientes para administrar sus posesiones.

Los romanos habían dispuesto sus leyes para evitar que un solo hombre ostentara el poder absoluto, pero los generales romanos se habían vuelto demasiado poderosos. Apoyados en sus legiones y en los recursos de las provincias que gobernaban, pugnaban entre sí para hacerse con el poder en solitario. Primero Mario y Sila, después Julio César y Pompeyo, sumieron el Mediterráneo en un baño de sangre.

La obra de Julio César

Al final de este periodo convulso destaca la figura gigantesca de Julio César: el hombre que, por fin, consiguió concentrar en su mano todos los poderes políticos de forma indefinida. Pero Roma, orgullosa de su tradición republicana, no estaba madura para semejante cambio, y Julio César fue asesinado por un nutrido grupo de senadores en el año 44 a.C.

Julio César cae asesinado a la entrada de la Curia. Un nutrido grupo de senadores, con Brutus a la cabeza, se había conjurado para darle muerte, en un intento desesperado por salvar la República.

La sociedad romana se benefició considerablemente de la expansión, pero, al mismo tiempo, comenzó a acusar, a finales del siglo II a.C., una serie de crisis sucesivas. La primera de ellas fueron los conflictos sociales, los cuales estuvieron latentes mientras Roma concentró sus energías en la conquista del Mediterráneo, pero volvieron a aflorar ahora al encontrar los menos favorecidos líderes dispuestos a apoyar sus reivindicaciones.

P. ¿Quiénes fueron estos líderes?

R.

Tiberio y Cayo Graco, nietos del famoso Escipión el Africano, pretendían llevar a cabo como tribunos de la plebe diversas reformas sociales, como el reparto de tierras del ager publicus a los más desheredados, lo cual, además de solucionar el problema de numerosos parásitos en Roma, los podía convertir en potenciales soldados[1].

P. ¿Cómo acogió la aristocracia romana dichas reformas?

R.

A la muerte de los Gracos, el clima de enfrentamientos partidistas se agravó aún más debido a que la lucha política romana se convierte ahora en una guerra abierta por el poder entre diversas facciones del estamento senatorial, las cuales recurrieron, como fuerza de apoyo, a las asambleas populares y, como vía ejecutiva, a la capacidad de gestión de los tribunos de la plebe.

P. ¿Qué nombre recibió la facción que defendía los intereses del senado?

R.

Otro factor que jugó también un papel decisivo en la crisis y caída del régimen republicano fue la incapacidad mostrada por éste para resolver los diversos y prolongados conflictos que la dominación de los vastos territorios que controlaba le planteó. Los intentó resolver el Senado, en un principio, permitiendo que se otorgara reiteradamente el consulado a generales de prestigio, aunque con ello se violara la constitución[2].

P. ¿Quién ejerció el consulado en Roma en siete ocasiones?

R.

La reforma militar[3] de Mario, a finales del siglo II a.C., se convirtió también, a la postre, en un arma letal contra la República. En efecto, a raíz de ella, los soldados antepusieron generalmente la lealtad a su jefe a la del Estado, dado que aquél era, en definitiva, quien podía asegurarles recompensas y un lote de tierra para cultivar una vez licenciados.

P. ¿Qué dos generales se arrogaron el poder con la ayuda de sus soldados?

R.

Sila, implacable enemigo del partido popular, fue elegido en los comicios del 88 a.C., por su brillante actuación en la Guerra social[4], para acabar con las tropelías de Mitrídates VI, rey del Ponto, en Oriente. El partido popular, sin embargo, no aceptó dicho nombramiento, por lo que se suscitó una violenta guerra civil, que terminó cuando Sila, tras vencer a Mitrídates, entró a saco en Roma y eliminó a sus enemigos más destacados

P. ¿En qué consistieron las famosas Proscripciones de Sila?

R.

Dueño de la situación, Sila se proclamó dictador sin límite de tiempo, si bien, cuando realizó las reformas que favorecían a los optimates, renunció a su cargo y se retiró, en el año 78 a.C., a su villa de la Campania, en donde murió al año siguiente. A su muerte, los conflictos internos y externos tendieron crecientemente a relacionarse, y el recurso entonces del Senado para resolverlos fueron los mandos extraordinarios o promagistraturas, tampoco contempladas en la Constitución.

P. ¿Qué general ostentó dichos mandos durante más de quince años?

R.

Pompeyo combatió, con éxito siempre, a Sertorio, en España, a los esclavos acaudillados por Espartaco en Italia, y a los piratas, que, desde sus escondrijos de Creta habían llegado a dominar el Mediterráneo; así mismo, convirtió en provincias romanas el Ponto, Siria y Cilicia; pero, al no conseguir del Senado que ratificara el reordenamiento que había hecho en los territorios conquistados en Oriente ni tierras para sus veteranos, acabó aliándose con el millonario Craso y con Julio César para imponer juntos su voluntad al Senado.

P. ¿Qué nombre recibió esta forma de gobierno en Roma?

R.

El Primer triunvirato sirvió para atender las reclamaciones de Pompeyo, pero, sobre todo, fue el trampolín para el políticamente mejor dotado. En efecto, muerto Craso combatiendo a los partos, César, después de la conquista de la Galia, pudo enfrentarse con éxito, con un ejército experimentado y devoto a su persona, al grupo oligárquico que se le oponía y a Pompeyo, que, al final, se avino a pactar con aquél. Asumido el cargo de dictador a perpetuidad, no pudo, sin embargo, reordenar el Estado como él deseaba, ya que pronto fue asesinado.

P. ¿Sabríais decir cuándo ocurrió dicho magnicidio?

R.

[1] Quienes no poseían medios de fortuna suficientes no eran incluidos en el Censo y, en consecuencia, no podían ser alistados en el ejército.

[2] Cuando se instauró la República, para evitar el retorno de la monarquía o la implantación de un régimen personalista/absoluto, se estableció que las magistraturas se ejercieran durante un año, salvo la Censura, que se ejercía durante cinco.

[3] Mario, ante la depauperación del campesinado y las crecientes necesidades de soldados, a que obligaba la ambiciosa política exterior romana, cuando recibió el mandato de finalizar la guerra que Roma mantenía en Numidia contra Jugurta, decidió aceptar como voluntarios para integrar las legiones a ciudadanos romanos no incluidos en el censo por carecer de recursos económicos mínimos, los cuales recibían, por su servicio militar, una paga del Estado y, sobre todo, al término del mismo, un trozo de tierra cultivable, donde acabar su vida como propietarios.

[4] Los italianos habían pagado un fuerte tributo en sangre y dinero por la conquista del Mediterráneo, luchando codo con codo, como aliados, con los legionarios romanos a cambio de nada. Por eso, cuando la propuesta del tribuno de la plebe L. Druso, en la que se solicitaba para ellos la concesión de la ciudadanía romana, fue derrotada en los Comicios y él mismo misteriosamente asesinado, se levantaron en armas contra Roma, siendo esta guerra, que duró tres años (91-88 a.C.), más peligrosa para ella que la propia guerra de Aníbal, ya que los italianos estaban preparados y armados de forma equivalente a sus enemigos, cuyas tácticas conocían perfectamente

Aprovechándose Mitrídates VI de esa situación, puso en grave peligro los intereses de Roma en Oriente, por lo que ésta se vio obligada a terminar cuanto antes la guerra de los aliados, concediendo la ciudadanía a los italianos que depusieran las armas.