De capitulo VIIII PASTOR ET OVES

Tityre, tu patulae recubans sub tegmine fagi

silvestrem tenui Musam meditaris avena;

nos patriae fines et dulcia linquimus arva.

nos patriam fugimus; tu, Tityre, lentus in umbra

formosam resonare doces Amaryllida silvas.

P. VERGILIVS MARO

ECLOGA PRIMA

Iohannes Orbergius sua ipsius voce capitulum nonum narrat

ἀλλὰ σύ γ᾽ εἰς ἀγορὴν καλέσας ἥρωας Ἀχαιοὺς

μῆνιν ἀποειπὼν Ἀγαμέμνονι ποιμένι λαῶν

αἶψα μάλ᾽ ἐς πόλεμον θωρήσσεο, δύσεο δ᾽ ἀλκήν.

ὣς ἄρα φωνήσασα μένος πολυθαρσὲς ἐνῆκε,

Πατρόκλωι δ᾽ αὖτ᾽ ἀμβροσίην καὶ νέκταρ ἐρυθρὸν

στάξε κατὰ ῥινῶν, ἵνα οἱ χρὼς ἔμπεδος εἴη.

Ἰ λ ι ά δ ο ς Τ

ἐγώ εἰµι ὁ ποιµὴν ὁ καλὸς ὁ ποιµὴν ὁ καλὸς τὴν ψυχὴν αὐτοῦ τίθησιν ὑπὲρ τῶν προβάτων

ΚΑΤΑ ΙΩΑΝΝΗΝ

ego sum pastor bonus: bonus pastor animam suam dat pro ovibus.

SECVNDVM IOANNEM

LINGVA GRAECA

La Segunda Guerra Púnica. Aníbal

Roma se asoma al abismo

Aníbal atravesando los Alpes con su ejército

Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago se vio obligada a pagar a Roma indemnizaciones de guerra millonarias. Para hacer frente a los pagos, llevó a cabo una nueva expansión ultramarina por las ricas tierras de la Península Ibérica, repletas de fértiles valles y ciudades populosas.

Los ejércitos cartagineses, al mando de Amílcar Barca, ocuparon el sur de Hispania, pero Amílcar fue asesinado por un indígena, y el control de las tropas pasó a manos de su hijo Aníbal, que apenas contaba 22 años.

Roma había pactado con los cartagineses una frontera en el río Ebro. Pero al sur del Ebro, en zona cartaginesa, se encontraba la ciudad de Sagunto, que había suscrito una alianza con Roma para defenderse de los púnicos. En su afán por conquistar toda la zona asignada, Aníbal puso cerco a Sagunto, y la ciudad pidió ayuda a sus aliados romanos. Corría el año 218 cuando Roma declaró la guerra a Cartago. Comenzaba la Segunda Guerra Púnica, que iba a decidir la Historia de Occidente.

El comienzo de la guerra

Los romanos pensaron que el enfrentamiento tendría lugar en la Península Ibérica. Pero Aníbal, que aunaba una extraordinaria capacidad táctica con una visión estratégica de largo alcance, diseñó un plan más ambicioso para el sometimiento de Roma.

Mientras el Senado romano enviaba todos sus efectivos a Hispania, Aníbal dejó a su hermano Asdrúbal al frente de las tropas de la Península, y lanzó a su ejército a una increíble travesía cruzando los Pirineos y los Alpes, para atacar Roma por el Norte.

Nadie podía esperar que un ejército entero se atreviera a cruzar los terribles pasos de alta montaña en invierno, por sendas nunca antes transitadas. La hazaña le costó a Aníbal la pérdida de un ojo y la muerte de la mayoría de los elefantes, pero las desprevenidas legiones romanas fueron derrotadas por tres veces en el norte de Italia, en las batallas de Tesino, Trebia y Trasimeno. Y así, en la primavera del año siguiente, ningún ejército se interponía ya entre Aníbal y Roma.

Aníbal a las puertas de Roma

La llegada del cartaginés sembró el pánico en la capital. En las calles, la muchedumbre aterrorizada no dejaba de gritar: Anibal ante portas!, ¡Aníbal a las puertas de Roma!. Las murallas de la ciudad habían olvidado ya la última vez que tuvieron que hacer frente a una amenaza semejante, y no resistirían un asedio. Las únicas legiones disponibles se hallaban en Hispania; los generales que podrían encabezar una resistencia desesperada, a semanas de distancia. Roma estaba perdida. A Aníbal le bastaba alargar la mano para tomar la ciudad y reducirla a cenizas.

Pero, misteriosamente, Aníbal no descargó el golpe. El cartaginés comprendía que la verdadera fuerza de Roma no se escondía tras sus muros. Si se detenía ante la capital, si comprometía a su ejército en un asedio que podría durar semanas, corría el riesgo de ser sorprendido en cualquier momento por los pueblos itálicos del Sur o por las legiones que volvieran de Hispania desde el Norte.

Para derrotar definitivamente a Roma Aníbal necesitaba dos cosas: obtener refuerzos de Cartago y privar a Roma de sus aliados itálicos. Por eso, pasando de largo ante la ciudad, se dirigió hacia el Sur.

La batalla de Cannas

Aprovechando el respiro, Roma, cuyos recursos parecían inagotables, reunió un nuevo ejército de ochenta mil hombres, el mayor que nunca hubiera comandado un general romano, y el verano del año 216 a.C. se enfrentó con Aníbal en la llanura de Cannas. La desigualdad de efectivos era de tres a uno a favor de los romanos. Pero, a pesar de ello, Aníbal consiguió envolver al ejército enemigo y aniquilarlo completamente.

La batalla de Cannas se recuerda como uno de los mayores prodigios de estrategia militar de todos los tiempos.

Buscando aliados

Libre de toda oposición, Aníbal intensificó su actividad diplomática, tratando de convencer a los aliados de Roma de que abrazaran la causa cartaginesa. Tuvo éxito con algunos pueblos, si bien la mayoría prefirió permanecer leal a Roma o expectante. Reclamó nuevos refuerzos de Cartago, pero la ciudad no se atrevía a desviar todos sus efectivos y quedar tan desprotegida como Roma.

Asesinado Amílcar Barca por un celtíbero hispano, tomó el mando del ejército, en el año 229 a.C., su yerno Asdrúbal, quien consiguió extender la zona de influencia cartaginesa hasta el río Ebro, y fundó, en un lugar de la costa con un excelente puerto natural, una ciudad, la cual se convirtió pronto en la más importante base naval y comercial de los cartagineses.

P. ¿Qué ciudad fue ésta?

R.

Muerto Asdrúbal, las tropas proclamaron jefe – y el gobierno de Cartago ratificó su elección – al hijo de Amílcar, a quien su padre, según una tradición romana, le hizo jurar ante el altar de los dioses patrios, cuando sólo tenía 9 de años, odio eterno a los romanos.

P. ¿A qué general cartaginés nos estamos refiriendo?

R.

Poco tiempo después de asumido el mando, Aníbal partió de Cartagena con un formidable ejército, dejando a su hermano Asdrúbal el gobierno de la zona de influencia cartaginesa, y, para que no quedara ningún enemigo a sus espaldas, tomó en el año 218 a.C., tras nueve meses de asedio, una ciudad aliada de los romanos, lo cual dio origen a la segunda guerra púnica.

P. ¿Qué ciudad fue ésta?

R.

Después de la toma de Sagunto, Aníbal avanzó con su ejército hacia Italia bordeando la costa mediterránea y, cuando llegó al río Ródano, prefirió remontar el curso del mismo, porque deseaba aparecer de improviso, atravesados los Alpes, en la llanura del río Po, que estaba entonces dominada por un pueblo bárbaro, siempre dispuesto a sublevarse contra Roma.

P. ¿A qué pueblo nos estamos refiriendo?

R.

La imprevista maniobra de Aníbal al llegar al Ródano, donde le esperaban los hermanos Publio y Gneo Cornelio Escipión, obligó al primero a regresar a Italia, para enfrentarse al ejército púnico, mientras que el segundo recibió el encargo de desembarcar con dos legiones en la Península Ibérica, para impedir el envío desde allí de refuerzos, dinero y armas a Aníbal.

P. ¿En qué año llegaron los romanos a España, condicionando a partir de entonces el devenir de la misma?

R.

Tras el paso de los Alpes, en donde el ejército cartaginés perdió numerosos efectivos, Aníbal inició, con la ayuda en un principio de los galos, sus campañas victoriosas sobre los romanos, derrotándolos sucesivamente en las batallas de Tesino, Trevia, Trasimeno y una última, en el año 216 a.C., en la que más de 60.000 soldados del ejército romano quedaron en el campo de batalla.

P. ¿Qué batalla fue ésta?

R.

Cinco años después de la batalla de Cannas, los romanos fueron derrotados también por los cartagineses en España, lo que obligó a Roma a enviar allí a Publio Cornelio Escipión, el cual consiguió en pocos años derrotar y expulsar de ella a los cartagineses, tras la rendición, en el año 206 a.C., del último baluarte que les quedaba en la Península ibérica.

P. ¿A qué ciudad nos estamos refiriendo?

R.

En Italia, los romanos, después de su fracaso en Cannas, evitaron enfrentamientos directos con Aníbal, consiguiendo recuperar las ciudades más importantes del sur que se habían pasado a Aníbal, y, tras aniquilar al ejército de su hermano Asdrúbal, que había conseguido llegar a Italia para prestarle ayuda, le obligaron a regresar a su patria para enfrentarse a Publio Cornelio Escipión, quien lo derrotó, en el año 202 a.C.

P. ¿En qué batalla acabaron los romanos con el sueño de Cartago?

R.

Segunda Guerra Púnica. Escipión

El salvador de Roma

Escipión el Africano

Escipión en Hispania

Mientras Aníbal deambulaba por Italia, la estrategia romana, que había desplazado sus mejores tropas a Hispania, comenzaba a dar frutos. Allí, en una decisión sin precedentes en su historia, Roma había entregado el mando de sus legiones aljovencísimo Publio Cornelio Escipión, hijo y sobrino de dos brillantes generales y perteneciente a una de las principales familias patricias.

Aunque había combatido ya junto a su padre en las batallas de Tesino y Cannas, Escipión contaba apenas 24 años, y era sólo un ciudadano particular, que no había desempeñado aún ninguna de las magistraturas que daban acceso al mando militar.

Su estirpe y su determinación insuflaron nuevos ánimos a unas tropas desesperadas, que bajo su mando consiguieron derrotar al ejército cartaginés comandado por los hermanos de Aníbal, Asdrúbal y Magón, hasta expulsarlos completamente de Hispania. En el año 205, sus legiones victoriosas estaban en condiciones de regresar a Italia.

La situación en Italia

Allí, los últimos restos de las tropas romanas habían aprendido la lección y evitaban cualquier enfrentamiento directo con Aníbal. Preferían hostigar a sus hombres desde la distancia, y sus ataques eran una sangría insoportable para el ejército cartaginés.

Sin haber sufrido jamás una derrota, después de haber tenido a la indefensa Roma a su merced, Aníbal, atrapado en Italia, sin aliados, sin provisiones y con apenas un tercio de su ejército, se vio obligado a regresar por mar a Cartago, tras haber estado deambulando por Italia durante 16 años.

Cambio de escenario y desenlace

Por fin, Roma se atrevió a llevar la guerra a suelo cartaginés. Escipión convenció al Senado de la necesidad de desembarcar cuanto antes en la costa norteafricana, en persecución de Aníbal, cada vez más acorralado. Ambos compartían además viejas deudas de sangre. Escipión había derrotado al hermano de Aníbal en Hispania, Asdrúbal, pero éste se había cobrado antes la vida del padre y el tío de Escipión.

Los dos grandes generales se enfrentaron por primera y última vez en la decisivabatalla de Zama, en el año 202 a.C. Roma y Cartago se hallaban al límite de sus fuerzas y el resultado sería decisivo. Aníbal recurrió a su genio táctico, Escipión a su astucia.

Para neutralizar a los elefantes, la más temible de las armas cartaginesas, el romano hizo sonar todas las trompetas de su ejército. Las bestias, aterrorizadas, huyeron en desbandada aplastando a la propia caballería cartaginesa. Aunque la infantería de Aníbal presentó batalla hasta el final, el gran general no pudo evitar su completa derrota.

Tras su victoria, Escipión obtuvo el sobrenombre de “el africano”, mientras Aníbal, abandonado por sus propios compatriotas, se vio obligado a refugiarse en la corte del rey de Bitinia, donde se quitó la vida con un veneno.

Tal vez fuera cierta la sentencia de su jefe de caballería, que, exasperado porque Aníbal no se decidía a conquistar Roma cuando la tenía en su mano, le dijo: Cierto es que los dioses no conceden todos sus dones a la misma persona. Tú sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria.

Situación de Roma tras la guerra

La derrota de Cartago convirtió a Roma en la dueña absoluta del Mediterráneooccidental, y dio paso a la época de las grandes conquistas. Pronto comenzó también la colonización de los territorios ya dominados: la Península Ibérica, el sur de la Galia y el Norte de África.

Final de las Guerras Púnicas

Cartago destruida

Catón el Viejo

Comparación de culturas

El concepto de colonización romana era muy diferente del de los cartagineses. Los púnicos se limitaban a explotar los recursos de los territorios conquistados. Roma lo hacía también pero, además, asentaba allí a sus veteranos de guerra, construía calzadas, puentes y acueductos, dotaba de leyes a esas comunidades, y les ofrecía todas las ventajas de su civilización.

La segunda Guerra Púnica decidió la historia de Occidente, construido sobre el Imperio Romano. Y nunca se podrá saber qué hubiera ocurrido si Escipión el africano no hubiera ganado en Zama, o si Aníbal hubiera destruido Roma, como todos esperaban que hiciera.

Cartago debe ser destruida

La victoria de Roma había reducido definitivamente a Cartago a una potencia menor, recluida en el norte de África. Sin embargo, los años pasaban y los romanos todavía recordaban con pánico los terribles momentos de la amenaza de Aníbal, lo cerca que habían estado de la catástrofe.

El viejo Catón, un senador célebre por su severidad y por su retórica, no perdía ocasión para recordar que debían aniquilar al enemigo. Sin importar el asunto del que estuviera hablando en la asamblea del Senado, sus discursos terminaban siempre con la misma coletilla: Delenda est Cartago!, ¡Cartago debe ser destruida!

Si no, alegaba, Roma jamás tendría descanso, y viviría siempre atemorizada por la amenaza púnica.

La Tercera Guerra Púnica

Al final, Escipión Emiliano, descendiente del gran general que había salvado a Roma en los tiempos de Aníbal, condujo la última Guerra Púnica, en el año 147 a.C., 55 años después de la derrota de Aníbal.

Fue necesario inventar una excusa para declarar la guerra, y los cartagineses, desesperados, no presentaron demasiada resistencia. Pero eso no les libró de uno de los más terribles castigos que haya sufrido jamás una ciudad. Los romanos saquearon, quemaron y arrasaron Cartago hasta los cimientos.

Y cuando la ciudad había desaparecido, convertida en un montón de ruinas humeantes, los romanos pasaron el arado, sembraron con sal, y maldijeron esa tierra para siempre, de modo que nadie volvió a habitar jamás la ciudad que un día había sido la más poderosa del Mediterráneo.

Roma había exorcizado al más terrible de sus demonios y era dueña absoluta de toda la cuenca occidental del Mediterráneo.