Eloísa está debajo de un almendro

Enrique Jardiel Poncela, Eloísa está debajo de un almendro, Madrid, Gredos,

Aunque por fecha de nacimiento (1901) y por los años en que aparecen sus primeras obras teatrales (Usted tiene ojos de mujer fatal, Angelina o el honor de un brigadier), Jardiel Poncela pertenecería a la generación del 27, sus principales obras, y en concreto la que nos ocupa, pertenecen y se clasifican dentro del teatro de postguerra, que además es el periodo más fecundo y creativo del autor.

Eloísa está debajo de un almendro fue estrenada en 1940 y nada en ella hace sospechar que la guerra había terminado un año antes y que son años de penuria material y censura espiritual. La obra se mantiene al margen de esta realidad gris y menesterosa y constituye junto a Miguel Mihura y Edgar Neville, la renovación del concepto de humor y la apuesta por un teatro que se mueve entre la inverosimilitud, lo absurdo, lo poético y lo sentimental. El resultado es un teatro alejado de lo convencional, divertido y disparatado, que se basa en la agilidad de los diálogos, la entrada y salida de personajes de sitios inverosímiles y que tanto entonces como ahora produce hilaridad y admiración por el autor.

La obra está estructurada en tres partes: un prólogo y dos actos (uno que transcurre en casa de los Briones y otro que transcurre en casa de los Ojeda). Jardiel Poncela quiere dejar claro en esta obra desde un primer momento la diferencia entre su teatro y el que repetía esquemas tradicionales basados en el humor tradicional y castizo. La irrupción, en el Prólogo, de Mariana y Clotilde en el cine de barrio enfrenta estos dos tipos de humor. La propia Mariana le dice a Clotilde en un momento dado que no malgaste su ingenio con un público que no es el suyo, porque, en efecto, el humor de nuestros personajes más importantes derrocha ingenio, agilidad, tiene un punto de absurdo que está pensado para un público inteligente y poco convencional, que no es el público que se encuentra en el cine de barrio. Un efecto parecido tiene este humor de los Briones y los Ojeda en los criados, que se ven superados por la inteligencia, la sutil ironía y la desenvoltura de los comentarios de los señores a quienes sirven hasta el punto de plantearse abandonarlos.

Los diálogos son ágiles en esas ocasiones humorísticas y más morosos y largos en los momentos más sentimentales, pero en cualquier caso, como se comentó más arriba, con un resultado brillante e ingenioso.