LA LITERATURA DEL SIGLO XX POSTERIOR A 1939

TEMA 8. LA NOVELA DE 1939 A 1974. CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS.

Tras vencer en la Guerra Civil (1936-1939), Franco se erige caudillo. Años 40, aislamiento internacional por el rechazo a una dictadura que, aparentando neutralidad, apoya a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial; pobreza y represión política. La década de los 50 supone el fin del aislamiento. En los 60, gran desarrollo económico pero faltan libertades, el contacto con otras democracias alentará la oposición a un régimen que se debilita hasta la muerte de Franco en 1975. Tras la muerte de Franco, democracia y Constitución de 1978.

1. La novela de los años 40.

La pobreza literaria de los años de la posguerra es enorme en el caso de la novela. Estéticamente hay una abrupta ruptura con las corrientes de la narrativa anteriores a la guerra civil. No sólo desaparece, obviamente, la novela comprometida de izquierdas del periodo republicano, sino que también se abandona el experimentalismo de la novela deshumanizada, así como las propuestas narrativas anteriores de la novela intelectual del novecentismo, de la novela lírica, de la novela filosófica de Unamuno o de la novela esperpéntica de Valle-Inclán. Si acaso sólo el realismo más áspero de Baroja servirá de modelo para algunos. Buena parte de los novelistas que publican en España en esta época se encuentran dentro del campo de los vencedores en la guerra, y ello se nota en la orientación ideológica de sus obras, que van del falangismo militante al moralismo conservador de órbita catolicista tradicional. Es el caso de las novelas de Ignacio Agustí, Rafael García Serrano, Rafael Sánchez Mazas, José Mª Gironella, etc.

En 1944 aparece una novela, ganadora del primer Premio Nadal, que impacta en el panorama narrativo tanto como dos años antes lo había hecho La familia de Pascual Duarte de Cela. Se trata de Nada de Carmen Laforet, que con una extraordinaria madurez narrativa relata en tono intimista y existencial la vida de una estudiante en la Barcelona gris de la posguerra.

Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) publicó su primera novela, Javier Mariño, en 1943. Cuenta en ella la peculiar historia de un señorito español enamorado de una joven aristócrata comunista. A pesar del lastre ideológico es mejor obra que la de muchos de los autores arriba mencionados. Dentro del realismo tradicional que cultivó en los años 50 y principios de los 60 se encuadra la trilogía de Los gozos y las sombras, sin embargo muestra el pleno dominio de los resortes narrativos por parte del autor. En 1972 con La saga fuga de J.B. insiste en una veta de fantasía y humor que ya había ensayado en los años 40 para parodiar esta vez las innovaciones narrativas de los años 60.

Camilo José Cela (1916-2002) fue hasta el último momento un autor incansable de todo tipo de libros: de poesía (Pisando la dudosa luz del día), de viajes (Viaje a la Alcarria), de narraciones breves y cuentos (Esas nubes que pasan). Pero son sin duda sus novelas las que le han granjeado su fama como escritor. La primera, La familia de Pascual Duarte, le dio ya merecido reconocimiento como escritor y dio lugar a una nueva estética conocida como tremendismo por su violencia, truculencia y crueldad, en muchas ocasiones prescindibles. En la novela el protagonista, un campesino extremeño condenado a muerte, nos cuenta su vida llena de acontecimientos violentos y sórdidos. Se advierten en ella las influencias de la novela picaresca, los romances de ciego, las novelas naturalistas, las obras de ambiente rural y primitivo de Valle-Inclán. Pabellón de reposo es completamente diferente: se reproducen los monólogos de varios enfermos internados en un sanatorio de tuberculosos. El estilo ahora es sencillo y moroso e incluso se percibe en la narración un aire lírico y decadente que sirve de atmósfera para meditaciones existenciales diversas. La colmena mostrará el deseo por parte de Cela de experimentar con nuevas fórmulas y moldes narrativos. De nuevo aparece el personaje colectivo y la narración se estructura en múltiples secuencias de longitud variable pero ninguna muy extensa.El salto de unos lugares a otros y de estos personajes a los otros para mostrar a veces situaciones simultáneas que acontecen en lugares diferentes es lo que da lugar a la técnica caleidoscópica, a pesar de lo cual los pocos días en que transcurre la novela y la repetición de espacios le confieren una gran unidad. Oficio de tinieblas 5 pretende ser un ejercicio superrealista sin acción alguna pero en los que vuelven a ser constantes el pesimismo y la obsesión sexual.

Miguel Delibes (1920-2010) es autor prácticamente de narraciones. Se da a conocer en 1948 con La sombra del ciprés es alargada, que formaría parte de lo que fue la novela existencialista y que muestra a un narrador todavía inexperto. Más afortunada fue El camino (1950) donde Delibes da con la clave de una prosa sencilla para retratar, con ojos infantiles y una voz en tercera persona que se funde a veces con la del protagonista, la vida de un pueblo y sus gentes. Muestra ya su tendencia a idealizar el mundo rural como paraíso perdido y su afecto por los humildes. Mi idolatrado hijo Sisí aborda un tema que tendrá también futuras manifestaciones: la crítica a la burguesía provinciana. Su mejor novela es quizás Cinco horas con Mario (largo y patético soliloquio de una mujer con su marido en la noche que vela su cadáver). Es un magnífico retrato de la mediocridad, del convencionalismo y la trivialidad de la vida burguesa durante los veinticinco primeros años del franquismo. El catolicismo banal y ultraconservador de la mujer se enfrenta a la actitud liberal y la preocupación social del marido. Parábola de un náufrago es una parodia del vanguardismo literario del momento (finales de los sesenta). En Los santos inocentes expresa algunas de sus preocupaciones recurrentes: el mundo campesino, la desigualdad social, la explotación de los débiles…Entre las últimas novelas anteriores a la Transición está El príncipe destronado.

2. El realismo social de la novela en los años cincuenta.

La novela de estos años se caracteriza por su intención social y su estética realista. Es una novela en la que aparece la falta de libertad de la sociedad española, la desigualdad social y la miseria generalizada, hechos que pretende reflejar con fidelidad. La literatura será cauce expresivo de protestas e inquietudes para muchos escritores que aunque habían nacido en muchos casos en la órbita ideológica de los vencedores, se apartan de ella al ser conscientes del insólito carácter totalitario del régimen político español de su tiempo. Se suelen señalar los años de 1954 y de 1962 como los del comienzo y fin del fenómeno de la novela social. Son fechas convencionales pero orientativas de la dirección de la narrativa de esta época.

Dentro de la novela social es habitual distinguir dos corrientes: el objetivismo, que tendría como modelo la narrativa conductista norteamericana y el nouveau roman francés; el realismo crítico comparte los rasgos con el objetivismo pero tiene una intencionalidad crítica social más explícita, su gran tema, a pesar de la diversidad, es la sociedad española del momento.

Rafael Sánchez Ferlosio publica en 1951 Industrias y andanzas de Alfanhuí, libro insólito, fantástico y maravilloso que supondrá un enorme contraste con su siguiente novela, El Jarama, obra objetivista española por antonomasia en la que Ferlosio muestra la vida insulsa, anodina, falta de grandes metas y esperanzas, de un grupo de jovencitos que van de excursión al río. El Jarama es además un ejercicio de estilo con su narrador prácticamente desaparecido y sus nimios e intrascendentes diálogos. Después de esto Ferlosio casi abandona la literatura de ficción y se dedica al ensayo. Sus pecios son inteligentísimas y cáusticas reflexiones que nos sumergen en las profundidades de la vida y del lenguaje.

Ignacio Aldecoa busca retratar en sus novelas y cuentos la vida cotidiana, la “épica de los pequeños oficios”. La concisión narrativa y la expresividad estilística son dos características que acompañan, con aparente distanciamiento, los sufrimientos e ilusiones de sus personajes humildes. Entre sus obras: El fulgor y la sangre y Gran sol.

Jesús Fernández Santos publica su primera novela, Los bravos en 1954. En ella, con técnica objetivista, describe la vida asfixiante de un pequeño pueblo donde reina el caciquismo, la incultura y la violencia. El objetivismo y la intención social son características de algunas novelas posteriores. En Extramuros seguirá la novela histórica que ya había ensayado antes. Todas sus novelas destacan por su cuidado lenguaje, el lento desarrollo de la acción y la influencia de las técnicas cinematográficas.

Juan Goytisolo comienza con obras de realismo social como Campos de Nijar y Juegos de manos, pero en sus novelas posteriores se decantará como uno de los renovadores de la novela del medio siglo. Tanto Reivindicación del conde don Julián como Juan sin tierra mostrarán su original concepción del género, así como la influencia que Tiempo de silencio de Martín Santos ejercerá sobre él.

Ana Mª Matute es una autora de novelas realistas y de intención social, pero también de peculiar tono poético en la pintura de ambientes y personajes, de ahí que sea más apropiado hablar en su caso de realismo lírico: Los Abel, Los hijos muertos. La veta fantástica que la autora ha cultivado desde siempre aparece en muchos de sus cuentos y en alguna novela, como La torre vigía y asimismo en una de las últimas que escribió: Paraíso inhabitado.

3. La renovación formal de los 60

Semejante a la renovación que se lleva a cabo por estas fechas en la poesía es la que tendrá lugar en el ámbito de la narrativa. Los novelistas abandonan progresivamente las esperanzas de que sus obras puedan tener una repercusión social directa y, aunque no faltará en ocasiones la intención crítica, los autores centrarán sus esfuerzos en la renovación formal y en la experimentación técnica y lingüística. Un año decisivo para esta orientación será 1962, fecha de la aparición de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, obra que ejerció una profunda influencia en los novelistas españoles de la época. Aparte de Cela o Delibes, se suman a la renovación destacados novelistas del realismo social como Juan Goytisolo, Juan Marsé o Juan Benet (que lleva mucho más lejos la experimentación formal). Algunas de las novedades de estas novelas son la pérdida de importancia de la trama, la indefinición del protagonista, el espacio pierde también sus características tradicionales, el tiempo novelesco sufre profundos cambios (se evita el relato lineal), la estructura de la novela va buscando esa sensación de laberinto textual por el que el lector ha de avanzar, flexible empleo de las personas narrativas, monólogo interior, el lenguaje se complica mediante todo tipo de procedimientos (léxico rebuscado, rupturas sintácticas, oraciones muy largas y complejas o muy breves y telegráficas, uso también del lenguaje coloquial o incluso vulgar), etc.

 Luis Martín Santos, psiquiatra de profesión, se adelantó en 1962 con Tiempo de silencio al espíritu innovador que caracterizó a la novela de estos años. Su prematuro fallecimiento cortó su carrera literaria. La obra de Martín Santos rompe con la estructura novelesca y el punto de vista narrativo, pero también con el tratamiento tradicional de personajes y ambientes. Merece una mención especial su original tratamiento de distintos monólogos interiores, así como el rebuscamiento expresivo, tanto léxico como retórico, dando como resultado un lenguaje barroco que igual parodia, que ironiza o mitifica la realidad cotidiana o incluso la más sórdida: chabolas, burdeles, cárceles. La visión amarga de la realidad incorpora una vertiente existencial al mostrar unos personajes faltos de ilusiones, frustrados, abúlicos, egoístas, degradados.

Juan Marsé se incorpora a las corrientes renovadoras con Últimas tardes con Teresa, sátira de la burguesía progresista y de los estudiantes comprometidos de esos años. Es probablemente Si te dicen que caí su mejor obra, donde, según palabras del propio escritor, “no pretende tanto ser una revancha personal contra el franquismo, como una secreta y nostálgica despedida de la infancia”. Una de sus últimas novelas, Rabos de lagartija, vuelve a fijarse en los brutales, sórdidos y difíciles años de la posguerra.

Juan Benet alcanza notoriedad literaria con Volverás a Región, que supone la más radical ruptura con la tradición anterior. Voluntariamente hermética y difícil, trata de un imaginaro lugar, Región, en el que Benet volverá a ambientar muchas de sus novelas posteriores, creando así un peculiar espacio mítico al modo en que lo había hecho Faulkner. La complejísima sintaxis llena de incisos, aclaraciones y digresiones de todo tipo y la destrucción del orden temporal vuelven a repetirse en Una tumba y Un viaje de invierno.

TEMA 9. EL TEATRO DE 1939 A LA ACTUALIDAD. CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS.

El panorama después de la Guerra Civil es similar al de otros géneros. Algunos autores han desaparecido (Lorca, Valle-Inclán), otros se encuentran en el exilio (Alberti, Max Aub), con lo cual encontramos un teatro convencional melodramático o popular y en definitiva muy lejos del europeo, en el que destacan figuras como la de Antonin Artaud, S. Becket, Ionesco... La censura ejercía aquí igualmente su labor castradora. En 1949 esta situación se rompe en parte con la aparición de Historia de una escalera de Buero Vallejo, que inicia la renovación que después continuaría en la década de los 60 con los festivales de teatro, convocatorias de premios, etc. En esta década llega por fin la influencia del teatro europeo y se escribe también en España teatro de lo absurdo experimental.

1. Teatro continuista.

Después de los primeros años de la posguerra, en que el teatro es en gran medida un vehículo de propaganda ideológica donde triunfan José Mª Pemán (Los tres etcéteras de don Simón) y Joaquín Calvo Sotelo, por ejemplo, que escribe farsas, comedias de evasión y dramas de tesis como La muralla, el modelo teatral dominante será la alta comedia burguesa, al estilo de Benavente (que siguió escribiendo después de la guerra obras de este estilo). Es este un teatro bien construido, calculado y medido, con su dosis de crítica hacia la burguesía y su sátira superficial y de buen tono. Los personajes son de clase media, sin problemas económicos, que se ven envueltos en historias de amor o infidelidad y problemas generacionales. Dentro de estos moldes escriben Ignacio Luca de Tena (que destacó también por su teatro histórico: ¿Dónde vas Alfonso XII?), José López Rubio (Celos del aire) y Joaquín Calvo Sotelo.

2. Teatro de humor renovado.

Tiene dos grandes figuras: Miguel Mihura y E. Jardiel Poncela.

E. Jardiel Poncela escribe teatro ya antes de la guerra, pero su momento más prolífico y el que da mejores frutos es el posterior al conflicto. Su teatro está basado en las situaciones inverosímiles y fantásticas para caricaturizar la sociedad. Lo más interesante, sin embargo, de este teatro es la ruptura con las formas tradicionales de humor, creando un teatro de humor ingenioso, inteligente y ágil. Los conflictos son intemporales, así como los personajes y los escenarios y, en definitiva, lo que pretende es tocar el absurdo y crear un humor abstracto e intelectual. Su obra más importante es Eloísa está debajo de un almendro, pero su producción es enorme: Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa deshabitada.

Miguel Mihura fundó La Codorniz. Su obra más importante es Tres sombreros de copa, que escribió antes de la guerra, pero estrena después. Presenta un mundo irracional, incoherente, "absurdo". El humor se basa también en situaciones inverosímiles, libres, inconformistas con las convenciones sociales, y el lenguaje está lleno de ingenio. Las obras posteriores de Miguel Mihura son más accesibles y más contemporizadoras. Tres sombreros de copa supone una ruptura en fondo y forma con el teatro anterior.

3. Teatro existencialista y de realismo social (1949-1968).

Buero Vallejo es condenado a muerte después de la guerra, posteriormente se le conmuta la pena por cadena perpetua y es indultado definitivamente en 1947, dos años antes de que aparezca Historia de una escalera, que abre una etapa existencialista que representa un mundo gris de ilusiones, fracasos, decepciones. En la ardiente oscuridad es una obra simbolista que transmite el inconformismo humano ante las propias limitaciones (es la primera vez que se trata el tema de la ceguera).

En la etapa social se propone realizar una incursión en el tema histórico, pero por encima de esto se propone denunciar la explotación, la falta de libertad, la falta de futuro...De esta etapa destaca Las meninas.

En una tercera etapa mantiene sus preocupaciones ideológicas e intenta una renovación formal (La fundación).

Alfonso Sastre escribe un teatro realista de denuncia y crítica social. Quiso renovar la escena española y fundó un grupo de teatro experimental representando obras de B. Brecht y A. Miller. Autor poco representado que no conectó con el público ni con la crítica y que tuvo que enfrentarse a problemas de censura (Escuadra hacia la muerte).

Había también en este momento un grupo notable de autores de teatro que no pudo representar muchas de sus obras. Repasan la vida cotidiana y transmiten la falta de libertad, la moral absurda, la injusticia social, la explotación del hombre. Es un realismo ibérico de raíz crítica y nada costumbrista. Autores pertenecientes a este grupo son: Lauro Olmo, Carlos Muñiz, Martín Recuerda, Rodríguez Mendez...También inicia su andadura en este momento Antonio Gala, que enlaza con un teatro más existencialista y simbolista (Los buenos días perdidos).

4. Teatro experimentalista y renovador (1968-1975).

Poco a poco la influencia del vanguardismo europeo (Artaud, Ionesco, Becket) llega a los autores españoles. En 1970 se produce un movimiento de renovación teatral que conlleva un nuevo lenguaje dramático, la destrucción de la acción y el uso de la alegoría y la abstracción. Se le llamó teatro subterráneo, formado por autores disconformes con el sistema, que proponen algo diferente a través del teatro, aunque sigue siendo habitual la denuncia social y política del régimen franquista. El más conocido es Francisco Nieva, con títulos como Coronada y el toro, Pelo de tormenta, Manuscrito hallado en Zaragoza.

También destacan los grupos de teatro independiente que han elaborado grandes espectáculos de éxito que rompen la tradicional separación entre escenario y público y tienen gran importancia los efectos especiales, la luz y el sonido: el grupo TEI, Els Joglars, La Fura dels Baus...

Fernando Arrabal, polifacético artista, acometió una revolución total del teatro en la línea vanguardista que él denominó teatro pánico (teatro onírico, surrealista y crítico al modo de Valle-Inclán). Presenta rasgos de rebeldía ante el absurdo y la sinrazón del mundo. Su obra más conocida es El cementerio de automóviles. En su última etapa se ha inclinado por lo que él ha denominado teatro bufo.

5. El teatro de 1975 a la actualidad

En los últimos 40 años el panorama teatral ha sido variado y cambiante. Durante la Transición proliferan las salas alternativas, en las que representaron tanto autores que fueron también aceptados en círculos comerciales como otros no tan conocidos. Aparecerán autores como José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro) que muestra los aspectos negativos de la nueva sociedad como la droga o la delincuencia. Fernando Fernán Gómez estrena Las bicicletas son para el verano, también muy realista, y José Luis Sanchis Sinisterra, tiene gran éxito con ¡Ay, Carmela!, en la que al margen del argumento, se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.

Por otro lado, en los circuitos públicos, se siguen realizando montajes de obras clásicas y los teatros privados con la tradición de la comedia burguesa.

En el siglo XXI tienen gran aceptación y seguimiento el monólogo de humor por una parte y los montajes musicales por otra (Cats, Los Miserables, Sonrisas y Lágrimas, La bella y la bestia, Hoy no me puedo levantar...) y se adaptan comedias cinematográficas.

Proliferan también las salas de teatro alternativo, innovador y joven. Un teatro valiente que apuesta por la combinación del texto con elementos escénicos innovadores, juegos de luces, efectos de sonido... Aparecen las salas del llamado microteatro (obras muy breves y de coste reducido que pretender acercar el teatro como forma de ocio y en ocasiones combinan el espectáculo con refrescos o algo para picar).

TEMA 10. LA POESÍA DE 1939 A LA ACTUALIDAD. CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS.

La guerra civil, la dictadura y el exilio cortaron la evolución natural de la literatura española, en especial las tendencias de vanguardia y esteticistas. La literatura quedó aislada y vigilada por la censura política e ideológica.

1. La primera generación de postguerra

Antes de hablar de las tendencias más cultivadas en esta primera generación, debemos hacer una breve mención al Postismo y al Grupo Cántico. El Postismo, movimiento fundado por Carlos Edmundo de Ory en 1945, es una tendencia de vanguardia que no tuvo gran repercusión y acogida en un ambiente literario poco propicio a aventuras literarias. Es el movimiento de vanguardia de la posguerra en el que influyen, entre otros, ismos que tuvieron su apogeo en las dos primeras décadas del siglo XX, como el Cubismo, el Futurismo y el Surrealismo. Pese a todo, hubo escritores que cultivaron con entusiasmo esta “locura controlada”: Antonio Fernández Molina, José Fernández-Arroyo, Ángel Crespo, Francisco Nieva, Fernando Arrabal o Félix Casanova de Ayala por citar a algunos. El pintor Eduardo Chicharro y el poeta italiano Silvano Sernesi fueron cofundadores del mismo.

El Grupo Cántico recibe su nombre de la revista que agrupó en 1947 a una serie de escritores que recuperan cierta pureza y una estética refinada y sensual para la poesía. El endecasílabo blanco y el tono elegíaco fueron con frecuencia elementos formales de una poética que hizo de la nostalgia de la infancia y del amor como iniciación sus temas centrales. Mario López, Ricardo Molina, Pablo García Baena, Juan Bernier o Julio Aumente son algunos de los autores de este grupo cordobés imbuido de cierto romanticismo e influido por algunos poetas del 27, sobre todo Cernuda.

Pero las tendencias líricas más cultivadas son, como las llamó Dámaso Alonso, la poesía arraigada y poesía desarraigada. La primera la constituyeron aquellos autores complacientes con el régimen de Franco y que mostraron su conformidad con el mundo que les había tocado vivir. Estos poetas utilizaron formas clasicistas (sonetos, tercetos) y un tono heroico o intimista según se ensalzara el orden presente o se cantara la belleza de la tierra, el amor o el sentimiento religioso. Dos revistas sirven de cauce para la expresión poética de estos autores: Escorial y Garcilaso. Algunos de los poetas a quienes nos referimos son Luis Rosales (Abril, La casa encendida), Leopoldo Panero (La casa vacía, Canto personal), José García Nieto (Poesía), Dionisio Ridruejo (Poesía en armas), Luis Felipe Vivanco, etc.

La poesía desarraigada atraviesa un primer momento, que iría de 1944 a 1950 aproximadamente, en que es una poesía existencialista que refleja la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y de dolor, de zozobra interior y exterior, de falta de fe en el futuro. Dos acontecimientos marcan la aparición de esta poesía: la publicación en 1944 de Hijos de la ira de Dámaso Alonso y la publicación de Espadaña, revista fundada por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora que contará con colaboradores tan importantes como José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas de Otero entre otros. Todos ellos muestran en su poesía la dialéctica individual y su desajuste con el medio o el mundo interior que les tocó vivir. La afirmación de la vida convive con la presencia de la muerte, la tristeza, la soledad y la búsqueda de la fe y el amor. El lenguaje es desgarrado, violento, cercano al grito y la disonancia.

La literatura existencial desembocó en literatura realista- social (1950-1964). Los poetas salen de sí mismos y contemplan la calle. Intentan presentar la vida con objetividad hasta alcanzar el testimonio, la protesta o la denuncia.

Los poetas son los mismos que antes, que a partir de 1950 denuncian la marginación, el paro, la falta de libertad, etc. El compromiso y la solidaridad son los sentimientos que afloran en sus versos, versos que quieren compartir con el pueblo para que sean de todos. El lenguaje es transparente, llegando en algunos casos al prosaísmo extremo, como en Gabriel Celaya.

La obra de Victoriano Crémer tendrá un acento desgarrado y tremendista. Primero fue existencialista en libros como Nuevos cantos de vida y esperanza y luego se acercó a la poesía social, en libros como La espada y la pared.

De la primera etapa de Eugenio de Nora podemos destacar Siempre, de la etapa de poesía comprometida y social España, pasión de vida.

José Hierro es una de las voces más personales y más líricas de esta generación. Se inició con Alegría, más tarde se integra en la poesía social con Quinta del 42. Otros títulos son: Con la piedras, con el viento y ya entre sus últimos libros Cuaderno de Nueva York.

Celaya es un autor de extensa obra poética. La crítica ha reconocido siempre su enérgico compromiso con la realidad y su papel en la difusión de la poesía social, pero también ha criticado su voluntario prosaísmo. De su etapa existencialista es Las cosas como son, de la social Cantos iberos.

Blas de Otero también atraviesa las dos etapas. Es un poeta de tono desgarrado y estremecedor que busca angustiosamente el amor y el sentido de la existencia en Ancia, por ejemplo; muestra el compromiso y la solidaridad con los problemas colectivos de España en Pido la paz y la palabra. Su poesía evolucionará en lo formal y en el contenido (Hojas de Madrid).

2. La generación del medio siglo.

La generación o grupo poético de los 50 se compone de jóvenes poetas que comparten con los autores de poesía social una visión crítica de la realidad, actitudes éticas comunes y atención a los problemas de la colectividad. Las diferencias temáticas y los rasgos de estilo entre ellos han sido los argumentos para dudar de su existencia. En todos, no obstante, hay una consciente voluntad de estilo, un mayor esmero en el cuidado del lenguaje y de las formas poéticas y una reflexión sobre éstas (metapoesía), así como una vuelta a los temas eternos de la poesía (el amor, el dolor, la soledad, el tiempo, la muerte) y a otros más personales (la amistad, la familia, el recuerdo, la biografía) que los apartan de la poesía social.

Ángel González, por ejemplo, alterna la poesía social con temas más íntimos y personales. En muchas ocasiones utiliza un tono irónico y coloquial y en otras muchas más conceptista e ingenioso, línea que reforzó en su última poesía. Palabra sobre palabra, Prosemas o menos, son algunos de sus títulos.

José Ángel Valente es el más intelectual y simbolista. Parte de la vida cotidiana y de situaciones sociales inmediatas para trascenderlas a ámbitos del conocimiento mediante una depuración extrema del lenguaje. El fulgor es el título de una antología que recoge su poesía desde 1953 hasta 1996.

Jaime Gil de Biedma influyó muchísimo en la tendencia llamada ahora de la experiencia. Intenta desenmascarar las contradicciones de la burguesía, lo que le conduce al escepticismo y a la visión negativa de la realidad. Las personas del verbo reúne toda su obra poética.

Claudio Rodríguez fue un poeta de una vocación y una madurez muy precoces. Su primer libro, Don de la ebriedad, muestra ya el surrealismo en las imágenes y el clasicismo formal que van a caracterizar su obra poética, así como la trasparencia del paisaje, el humanismo solidario que se expansiona en la contemplación de la belleza de lo cotidiano. Otros títulos: Conjuros, El vuelo de la celebración, Casi una leyenda.

Francisco Brines es autor de una poesía grave, reflexiva y meditativa, que tiene como tema principal los efectos destructores del paso del tiempo y la realidad de la muerte. El tono elegíaco de sus versos es compatible con el intenso deseo de aprovechar la existencia fugaz, ya a través del amor, ya mediante la identificación con la naturaleza y con su paisaje mediterráneo natal. Entre sus libros, Las brasas, Palabras a la oscuridad, La última costa.

3. Los novísimos.

La generación de los novísimos (1966-1975) es un grupo poético que desde mediados de los sesenta conducirá la poesía española por derroteros diferentes. Dos hechos son fundamentales para hablar de esta nueva generación: la publicación en 1966 de Arde el mar de Pere Gimferrer, que marca una ruptura con estéticas poéticas anteriores, y en 1970 la aparición de la antología de José Mª Castellet Nueve novísimos poetas españoles, libro polémico que da nombre a la generación.

Los novísimos es un grupo vanguardista que rompe con la poesía social y que indaga un nuevo lenguaje. Su actitud es formalista y no creen que la poesía pueda cambiar la realidad. El contenido de estos poemas recoge aspectos de la mitología frívola (el cine, la música pop, el cómic) o culturalista (otras épocas culturales y artísticas como Grecia, Roma, el Renacimiento...), asimismo la reflexión metapoética. Formalmente recogen aspectos vanguardistas (de Aleixandre, por ejemplo) y postistas (imágenes visionarias, renovaciones estructurales), aspectos modernistas en la métrica, etc. Pero tampoco abandonan el tono coloquial de los años 50.

Autores: José Mª Álvarez, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Antonio Martínez Sarrión, Félix de Azúa, Ana Mª Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Vicente Molina, Leopoldo Mª Panero.

4. La lírica a partir del 75 a la actualidad.

A partir de 1975, es en la lírica donde la multiplicidad de autores y textos es más evidente. Cientos de libros de poemas se han venido publicando cada año durante las últimas décadas, a los que habría que sumar los numerosos versos publicados en revistas, antologías y compilaciones diversas. Este panorama dificulta la sistematización de la lírica de este periodo, pero se pueden trazar varias líneas generales que abarcan los últimos cuarenta años.

Algunas líneas poéticas anteriores como la metapoética siguen presentes en las composiciones de Guillermo Carnero o Jenaro Talens. También ha perdurado, aunque no con gran vitalidad la poesía experimental, cuyo poeta más conocido es José Miguel Ullán. El culturalismo se depuró hasta devenir en una línea más clasicista cultivada por Luis A. de Villena o Antonio Colinas. Los caminos de la poesía pura y el minimalismo expresivo están bien representados en A. Sánchez Robayna o Jaime Siles. En la poesía de la experiencia (en que autores y lectores comparten referencias y lenguaje similares) conviven autores tan diferentes como César A. Molina, Felipe Benítez Reyes o Luis García Montero, el más conocido.

Entre las voces que se dieron a conocer en los últimos años del siglo XX o ya durante este siglo, están Daniel Rodríguez, miembro del movimiento Poesía ante la incertidumbre; Alejandro Garmón (Licencia de apertura); Carmen Jodra, cuya muerte prematura truncó una trayectoria muy prometedora que se inició con la obra Las moras agraces; Elena Medel (Un día negro en una casa de mentira) y otros.

TEMA 11. LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

A lo largo del siglo XX, los países hispanoamericanos han sufrido regímenes autoritarios y dictatoriales, revoluciones y contrarrevoluciones, que han provocado tanto inestabilidad política como económica. Después de la Guerra Civil española, algunos países como México o Argentina acogieron españoles exiliados por motivos políticos, algunos escritores entre ellos. La narrativa del primer tercio del siglo XX es de corte realista, a veces con matices político-sociales; sus temas son la naturaleza, la tierra y sus habitantes. A partir de 1940 la novela y el cuento hispanoamericanos acogen nuevos temas y ensayan nuevas técnicas narrativas, destacando entre las novedades un mayor interés por el mundo urbano y una mayor complejidad a la hora de indagar en los problemas del hombre. Su renovación va a servir de modelo a los autores españoles y también a los europeos.

A partir de esa fecha (1940), los grandes creadores buscarán nuevos temas y técnicas,

Se distinguen en ella varias etapas: a) hasta 1940-45, en que pervive el realismo tradicional, muy costumbrista, que reproduce un mundo rural y retrata tipos muy esquemáticos; b) el realismo renovador o narradores de vanguardia; c) el boom de la novela hispanoamericana; d) la narrativa después del boom.

1. El realismo renovador de los años 40 y 50

Dentro de este tipo de novela, que se centra en la realidad del hombre contemporáneo y se hace más intelectual y compleja en sus formas y en su contenido con la intención de reflejar una angustia metafísica a la que el ser está destinado, se pueden encontrar una serie de caracteres comunes: denuncia crítica de la situación política y social, apertura al espacio urbano aunque se mantiene el interés por el rural, mayor preocupación formal que busca la innovación de técnicas, presencia de elementos irracionales y subjetivos.Los escritores más destacados son Alejo Carpentier (El siglo de las luces, plantea la revolución francesa en las Antillas mezclando realidad y ficción); Borges (en libros como Ficciones o el Aleph indaga en abstracciones como la unidad y pluralidad del hombre, el tiempo, la eternidad, etc.); Juan Rulfo (El llano en llamas, Pedro Páramo) han sido suficientes para dar una visión irrepetible del mundo, una manera sobresaliente de contar y de combinar la denuncia con el mito y la magia.

2. El boom hispanoamericano.

Entre 1960 y 1980 puede hablarse de un florecimiento espectacular de la narrativa hispanoamericana y es ésta la que influye, con su renovación temática y técnica, en la española. El boom es a la vez un fenómeno literario, pues los escritores integran las influencias que habían ido asimilando, tales como el realismo mágico, el surrealismo, etc., y un fenómeno sociológico, pues se produce una difusión internacional de la narrativa hispanoamericana.

Los narradores de estos años se inclinan por dos opciones: el realismo mágico o la experimentación. En general, podemos distinguir los siguientes rasgos: mayor interés por el medio urbano, se consolida el realismo mágico, renovación y experimentación formal y técnica y tendencia a la narración textual y discursiva con experimentación del lenguaje.

Los novelistas más representativos son: Julio Cortázar (es, con Borges, el renovador del cuento, se inclinó por el relato fantástico partiendo de anécdotas insólitas de la vida cotidiana. Rayuela es una novela compleja de capítulos intercambiables y varios niveles de lectura); Juan Carlos Onetti (presenta un mundo subjetivo lleno de obsesiones y de personajes al borde del tormento, es una meditación amarga y pesimista sobre la existencia: El pozo, El astillero, Los adioses); Lezama Lima (autor de Paradiso, novela alegórica que retrata el contexto urbano de los criollos burgueses de La Habana); García Márquez (conocido por Cien años de soledad, donde el realismo mágico llega a su madurez total al contar la historia de una familia en un lugar mítico, Macondo. La realidad se funde con el mito, la alegoría de Hispanoamércica y del mundo con el fondo de la soledad y el aislamiento).

3. La narrativa después del boom.

Con el paso del tiempo y debido a las discrepancias sobre ciertos acontecimientos políticos, los integrantes del boom fueron perdiendo la imagen de grupo que habían mantenido hasta el momento. Los caminos narrativos de estos autores y de los muchos que aparecen a partir de los años 70 y 80 tienen un marcado carácter individual que hace difícil establecer características comunes. Hay humor, ironía y referencias autobiográficas, así como reflexiones políticas y literarias en autores como Bryce Echenique y Cabrera Infante, aunque este último profundice más en todos esos aspectos. En Guillermo Rosales y Roberto Bolaño hay pesimismo y reflexiones sobre las relaciones humanas. Fernando Vallejo es autor de una obra muy peculiar, llena también de referencias autobiográficas ácidas, de anticlericalismo y escepticismo en relación al ser humano.