BAJARSE AL MORO

José Luis Alonso de Santos, Bajarse al moro, Madrid, Cátedra

Aunque la escena española posterior a la guerra se había renovado enormemente tras sus primeros pasos y vacilaciones con figuras como la de Buero Vallejo, Lauro Olmo, Antonio Gala y un largo etcétera que incluiría también a Fernando Arrabal o a Francisco Nieva, por ejemplo, pocos autores representan en el teatro el periodo de la Transición como José Luis Alonso de Santos. La aparición primero de La estanquera de Vallecas (1981) y de Bajarse al moro posteriormente (1985) llevó al teatro tipos populares y costumbristas similares a los que habían poblado los sainetes en los comienzos del siglo XX o en el teatro más costumbrista de Jacinto Benavente, pero con una intención claramente social y lejos ya de todos los convencionalismos y las cortapisas que la sociedad de la inmediata posguerra y la censura habían impuesto a la literatura tras la Guerra Civil. La obra es un testimonio de la ola de libertad que a partir de la muerte de Franco invade todos los ámbitos de la vida española y todos los géneros literarios y nos presenta sin pudor temas que hasta poco antes habían resultado tabú: el consumo y el tráfico de drogas, la convivencia libre, la pérdida de la virginidad… con un lenguaje cargado de coloquialismos (“A ti la goma de la olla no se te ha cerrado”, “Tú eres una tía tela de rara”, “Eres una bala perdida”, “Es un mogollón de tren”) y de la jerga de la calle en los años ochenta ("bajar al moro", por ejemplo, “mangar”, “madero”).

La obra está estructurada en dos actos que abarcan un espacio de tiempo que no queda claramente especificado (sobre todo en el segundo acto) y representan la convivencia y la vida que comparten Chusa, Jaimito (su primo) y Alberto, a los que más tarde se sumará Elena. Chusa se dedica a viajar a Marruecos para comprar hachís y traficar y Elena es una muchacha a la que Chusa lleva al piso y a la que pretende “iniciar” en ese mundo, aunque tiene que salvar otros obstáculos personales, como su virginidad. Alberto, el amigo de Jaimito y Chusa, que mantiene con esta una relación abierta, será el encargado de acabar con la virginidad de Elena. Las cosas se complicarán cuando Elena y Alberto inicien una relación y hagan planes sin pensar en Chusa y Jaimito, la policía coja a Chusa con droga a su vuelta de Marruecos y esta se dé cuenta de que está enamorada de Alberto y embarazada de él. Más allá de la anécdota argumental que afecta a los personajes principales, la obra plantea problemas como el mundo de las drogas y sus estragos o la complejidad de las relaciones y los sentimientos en la convivencia y en el amor. Hay otros temas secundarios que se tratan de forma muy tangencial a través del diálogo de los personajes o se dejan entrever (la ingenuidad en el fondo de Chusa y de Jaimito, la iglesia progresista de aquellos años, la delincuencia).

Aunque la obra es una comedia y mueve a risa en muchos de los diálogos que mantienen los personajes principales o en los parlamentos de los secundarios como Antonia (la madre de Alberto), late en ella el regusto amargo del drama realista-social.