LA LITERATURA DEL SIGLO XX ANTERIOR A 1939

TEMA 4. EL MODERNISMO Y LA GENERACIÓN DEL 98

El siglo XIX termina con el Desastre del 98, en el que España pierde sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Comienza el siglo XX con crisis económica y graves conflictos sociales mientras el mundo vive la Primera Guerra Mundial. Reina Alfonso XIII (1902-1931) con el paréntesis de la dictadura de Primo de Rivera, a la que le sucede la Segunda República y la Guerra Civil (1936-1939). Este es el contexto histórico de la literatura anterior a 1939. El comienzo de siglo en literatura estará marcado por la oposición al Realismo y Naturalismo.

Tradicionalmente, los conceptos de modernismo y noventayocho han sido separados para referirse a dos formas literarias diferentes (separación más pedagógica que científica), pero hoy día parece claro que se trata de distintas visiones de una misma actitud que tiene rasgos comunes y supone la reacción a una crisis fin de siglo. Hay críticos literarios prestigiosos defensores de una y otra idea, pero el hecho de que Azorín y algunos otros autores del momento fueran partidarios de una única generación, sería razón suficiente para que esta división se encuentre hoy día superada. El propio Azorín indicaba tres rasgos comunes a una y otra tendencia:

  • espíritu de protesta contra lo establecido;

  • profundo amor al arte;

  • influencias del parnasianismo y del simbolismo.

En efecto, el espíritu de rebeldía y el afán de renovación lo hallamos en una y otra tendencia, si bien, el escapismo esteticista es más propio de los modernistas y la conciencia de crisis que se manifiesta en una preocupación por España, pareja a una preocupación religiosa y existencial, es más propia de los noventayochistas. Pero muchos de los autores que en ocasiones hallamos adscritos a una forma u otra los veremos atravesar ambas “etapas”. Así Valle-Inclán, Machado, Rubén Darío.

El Modernismo es una corriente creativa que se gesta en Hispanoamérica alrededor de 1870 y que llega a España en torno a 1890-1900 de la mano de Rubén Darío. Esta corriente se caracteriza esencialmente por la búsqueda de la belleza absoluta para huir de la realidad cotidiana (esteticismo). El Modernismo fue ante todo una renovación estética que implicó entre otras cosas una renovación del lenguaje poético. De los parnasianos cogerán el anhelo de perfección formal; de los simbolistas la idea de que la poesía es una vía de conocimiento.

  • Esta renovación se da en los temas (la mitología, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas) y en los motivos (nocturnos, crepúsculos, sonatas, jardines, etc.), lo que refleja el gusto por ambientar los temas poéticos en lugares alejados en el tiempo y en el espacio (Grecia, Roma, la Edad Media, Oriente), así como el deseo de huir de la realidad que les rodeaba. Esta huida a países y épocas lejanas recoge su afán cosmopolita.

  • Renuevan la visión de la realidad a través de una interpretación simbolista de la misma. Los simbolistas pretenden ir más allá de lo aparente, con lo que la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que, a través de los símbolos, capta la realidad suprarracional. Los símbolos son imágenes físicas que sugieren o evocan lo que no es físicamente perceptible: ideas, sentimientos, angustias, obsesiones. De ahí la importancia que se le concede a los sueños, a la imaginación, a la intuición, a lo misterioso, etc.

  • Encontramos dos tendencias bien diferenciadas: el modernismo espléndido de colores, sonidos, aromas, impresiones, un modernismo exuberante y decadente, deudor del Parnasianismo sobre todo; y el modernismo de correspondencias, melancólico y nostálgico, más influido por el Simbolismo. La inclinación de los autores a una u otra tendencia depende de condiciones y formas de ser personales. Así Rubén Darío representa el modernismo más sensual y retórico, sobre todo en los libros Azul (emblema del movimiento que mezcla la prosa y el verso en un conjunto armonioso y bello) y Prosas profanas, mientras que Machado (Soledades, galerías y otros poemas) o Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, Jardines lejanos) indagan más en la intimidad y en la visión subjetiva de las cosas y del paisaje. Será este un modernismo más simbolista, que tiende, por tanto, a la sugerencia y a la evocación.

  • El lenguaje es exuberante, lleno de cultismos, neologismos y recursos retóricos de muy distinto origen (se usa sobre todo la aliteración y la sinestesia). Es un lenguaje brillante y llamativo, aunque también en este sentido se muestran dos tendencias bien diferentes. La poesía de Machado, por ejemplo, muestra su eficacia en la atmósfera que crea más que en el colorido de su lenguaje.

  • La métrica sufre una rotunda renovación que afecta sobre todo al ritmo y a la musicalidad. Se rescatan metros nuevos como el alejandrino (que se utiliza en los sonetos) o se usan otros raros, como el dodecasílabo y el eneasílabo. El verso adquiere una flexibilidad que no tenía. Machado y Juan Ramón utilizarán mucho la asonancia y la combinación de endecasílabos y heptasílabos (rasgo que ya mostró la poesía de Bécquer), lo que supondrá un gran acierto.

No hay que olvidar la importancia de la prosa poética modernista que representan las Sonatas de Valle-Inclán y Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.

Otros poetas modernistas son Manuel Machado (Alma y El mal poema son dos libros muy representativos del modernismo español), Salvador Rueda, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Unamuno.

 En una segunda etapa, algunos poetas modernistas acogen en sus versos el espíritu del 98, es decir, hacen una escritura más reflexiva, sentenciosa y analítica y mantienen una actitud existencial y dolorida ante los problemas nacionales. Es el caso de Machado a partir de Campos de Castilla, o el Darío de Cantos de vida y esperanza (con poemas verdaderamente existenciales que contrastan vivamente con lo que habíamos leído en libros anteriores). Juan Ramón también abandona el ropaje modernista y se orienta hacia una poesía pura a partir de Diario de un poeta recién casado. A partir de ese momento su poesía caminará hacia la expresión más difícil y esencial de Piedra y cielo (1919) o Belleza (1923) hasta la poesía metafísica de los últimos libros (Estación total y Animal de fondo).

Esta preocupación y espíritu crítico se prestaron más al cultivo de la novela y del ensayo que de la poesía, aunque como se ha señalado más arriba no faltan casos de un giro en la poesía que supone el relajamiento de la preocupación formal y la profundización en el problema de España y el regeneracionismo. En el caso de la novela, tanto las de Baroja (La busca, El árbol de la ciencia), como las de Unamuno (Niebla, San Manuel Bueno, mártir) Valle-Inclán (El ruedo ibérico) o Azorín (La voluntad, Antonio Azorín) recogerían aquella preocupación y aquel espíritu crítico que los caracterizó, pese a la peculiar manera de hacer (muy distinta en cada uno de ellos) y al intento común con los modernistas de renovación conceptual y técnica de la literatura en general.

TEMA 5. NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS

La generación del 14, también conocida como Novecentismo, designa a un grupo de autores españoles que, cronológicamente, se encuentran entre el Modernismo, la Generación del 98 y la Generación del 27. Su objetivo principal es renovar estéticamente la literatura y el arte de la época, acercándolo a un estilo más moderno, propio del siglo XX. Los escritores pertenecientes a este grupo generacional abordaron diferentes aspectos del saber, sin ceñirse exclusivamente al ámbito literario.

Estos escritores comparten ciertos rasgos que van más allá de lo literario y afectan a las circunstancias sociales y políticas que rodean la creación. Estos rasgos pueden resumirse así:

· Apoyan medidas concretas para transformar la sociedad rechazando métodos de etapas anteriores. Ideas políticas liberales, con amplitud de miras y apertura a las influencias externas.

· Defienden la influencia que Europa puede ejercer en un país como España, anclado en el pasado, y sienten el país como parte del continente.

· Relacionada con el ámbito literario, está la búsqueda de la obra bella y del arte puro. Se alejan del sentimentalismo noventayochista y buscan una mayor objetividad.

· Adoptan los logros conseguidos por otros movimientos anteriores como el Modernismo y la Generación del 98: ritmo, musicalidad, tratamiento profundo de determinados temas.

· Lenguaje eficaz, lleno de pulcritud y de recursos expresivos.

Aunque en esta generación tienen una función esencial ensayistas como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Eugenio D'Ors, son los novelistas los que le dan quizás un sello más literario. La novela novecentista es de una gran depuración literaria e intelectualización que marca el camino hacia la ruptura de las vanguardias. Dos nombres son los que destacan: Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. El primero combina modernismo y actitud intelectual en obras como Belarmino y Apolonio o Tigre Juan. Las disquisiciones de tipo moral y psicológico invaden la acción de sus novelas. El segundo es un continuador de la estilización modernista hasta el punto de pretender convertir las sensaciones en arte de la palabra, en recreación o transmisión incansable de las vivencias. Destacan su lenguaje riquísimo y su capacidad para captar la luz, el color, los aromas, sonidos y sabores en obras como Las cerezas del cementerio y Nuestro padre San Daniel.

Entre los autores de esta generación destaca por su vocación poética y brillantez Juan Ramón Jiménez. En realidad es un autor inclasificable que después de sus comienzos modernistas, se dedicó a la poesía con una entrega que va más allá de lo concebible y que da frutos tan peculiares y bellos como Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916 con motivo de su viaje a Nueva York tras su boda. Fecha la de 1916 que supone el comienzo de una nueva etapa que dará otros libros: Eternidades (1918),Piedra y cielo (1919), Poesía (1923) en los que J.R.J. se propone eliminar todo lo anecdótico para dejar paso al concepto y la emoción de una poesía que es breve y densa. Posteriormente, ya en la década de los 40, la poesía de Juan Ramón se sumerge en un misticismo extraño de profunda expresión y acendrado espiritualismo (La estación total, Animal de fondo).

Ramón Gómez de la Serna pertenece también a esta generación, aunque su vinculación es mayor con los escritores vanguardistas y los poetas del 27, de quienes es otro maestro cercano (como J.R.J.). Autor que cultivó todos los géneros de una forma muy personal, pues en todos ellos encontramos el fragmentarismo y el humor de sus greguerías: metáforas ingeniosas y vanguardistas por las que es más conocido, así como lo es por ser el verdadero promotor de las vanguardias en nuestro país. Es en la revista que dirigía Gómez de la Serna (Prometeo) donde se publicó en 1910 un manifiesto futurista, y en sus tertulias en el Café Pombo se comentarán este y otros movimientos de vanguardia. Otras dos revistas abrirán sus páginas a los vanguardismos: Revista de Occidente fundada por Ortega y Gasset en 1923, y La Gaceta Literaria fundada por Ernesto Giménez Caballero y Gillermo de Torre en 1927. Al mismo tiempo, dos años después de la fundación de su revista, Ortega publica La deshumanización del arte, que pretende hacer un diagnóstico del arte nuevo. Ortega señala el carácter minoritario de un arte donde lo "humano" está suprimido en favor de lo estrictamente formal y del juego creador.

En el vanguardismo español pueden distinguirse dos momentos: en el primero (hasta 1930) predomina el juego, el optimismo, la exaltación de la modernidad (la velocidad, los deportes, el cine...); a partir de 1930, o antes incluso, se observa cierto desengaño, un cierto pesimismo y hasta angustia por los efectos "deshumanizantes" de la civilización moderna. El Futurismo no formó escuela en España a pesar de los intentos de Gómez de la Serna, pero aparece de forma esporádica en poemas de algunos poetas de la Generación del 27 (Pedro salinas escribe a la bombilla eléctrica o a la máquina de escribir y Alberti canta a un famoso portero de fútbol de la época). El Ultraísmo contiene elementos del Futurismo, del Dadaísmo y también del Cubismo. Con el primero comparte los temas, con el último ciertas innovaciones tipográficas, como el caligrama. El Creacionismo se proponía alejar la poesía de la realidad para "crear" una realidad nueva. Fue iniciado en París por el francés Pierre Reverdy y el chileno Vicente Huidobro. El poeta Gerardo Diego aclimató el Creacionismo entre nosotros.

El Surrealismo fue el movimiento de vanguardia que más profunda huella dejó en España. Juan Larrea (1895) fue nuestro poeta más plenamente surrealista. Vivió en París y escribió tanto en francés como en español, después de la guerra se marchó a Méjico. Sus poemas revelan una enorme capacidad creadora. Versión celeste es quizás su libro más conocido. Pero el Surrealismo debe su éxito entre nosotros principalmente a la aceptación que tuvo entre los poetas del 27. A su influjo se deben libros tan importantes como Sobre los ángeles de Alberti o Poeta en nueva York de Lorca. El autor que alcanzó mayor altura dentro del surrealismo europeo fue Vicente Aleixandre.

TEMA 6. LA GENERACIÓN DEL 27

Antes de empezar a hablar de la misma, es necesario referirse al papel que jugaron las vanguardias (sobre todo el surrealismo) en esta generación y a la figura de Ramón Gómez de la Serna, que es quien propició las vanguardias en España.

En efecto, Gómez de la Serna fue el verdadero promotor y difusor de los vanguardismos en nuestro país. Escribió obras de todo tipo (teatro, poesía, ensayo, biografías, etc.) pero la base de todas ellas fueron las greguerías (ingeniosas metáforas llenas de humor) que es lo que le da a la obra en cuestión ese aspecto de fragmentación y escamoteo de la realidad. Gómez de la Serna con sus greguerías se convirtió en un maestro más, junto a Juan Ramón Jiménez, de los poetas del 27. Serán los maestros coetáneos.

Con este grupo poético se alcanza la edad de plata de la poesía española. Está formado por una serie de escritores nacidos entre 1892 y 1902 que se dan a conocer a partir de 1920. El nombre de la generación se debe al homenaje que algunos poetas del grupo dieron a Góngora (maestro lejano) en el Ateneo de Sevilla en 1927. La componen escritores que recogen influencias muy variadas que van desde la tradición hispánica (Garcilaso, san Juan, el romancero, Góngora, por supuesto, etc.) hasta acabar en el contexto europeo de las vanguardias (dentro de la tendencia de la pureza estética y la deshumanización del arte). En realidad estamos ante un grupo de poetas de personalidad literaria muy peculiar en cada caso, pero podemos establecer tres épocas en casi todos ellos que vendrían a resumir su trayectoria poética.

En una primera etapa, que iría de 1920 aproximadamente hasta el 28, se ve en todos ellos la influencia de Bécquer, del modernismo y el magisterio de Juan Ramón, que les orienta hacia una poesía pura. Así ocurre con los primeros libros de Pedro Salinas (Presagio, Seguro azar), donde se ve el anhelo de depurar el poema de la anécdota humana y de perseguir la perfección formal, como ocurre también con Cántico de Jorge Guillén. Pero lo humano sigue latiendo, pese a todo, no sólo en ellos, sino en la primera poesía de Lorca (Canciones, Romancero gitano) o de Alberti (Marinero en tierra, El alba del alhelí). También hay un primer Gerardo Diego impregnado de romanticismo becqueriano (El romancero de la novia, Versos humanos) que convive con el vanguardista. Aleixandre en su primera época (Ámbito) estará también influido por el modernismo de Rubén, Machado o Juan Ramón, así como el Cernuda de Perfil del aire, donde se observa también el rastro de Bécquer.

El segundo momento se caracteriza por la influencia del surrealismo sobre todo, aunque hay algún otro movimiento de vanguardia que influye en alguno de ellos, como el creacionismo en Gerardo Diego (Imagen, Manual de espumas, si bien son libros publicados con anterioridad a esta fecha). Excepto en el caso mencionado y en el caso de Guillén y Salinas (bajo la influencia de la poesía pura como en la etapa anterior), en los demás será el surrealismo el que caracterice esta etapa, que irá del 28 o incluso antes hasta los primeros años 30. En esta época se insertan libros como Poeta en Nueva York o Sobre los ángeles, de Lorca y Alberti respectivamente. También estarían los libros de Cernuda Un río, un amor y Los placeres prohibidos, o los de V. Aleixandre Espadas como labios y La destrucción o el amor. En todos estos libros se puede percibir una liberación de la imagen, desatada de bases lógicas, y un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético. Pero nunca estamos ante un surrealismo ortodoxo, nunca ante la rigurosa creación inconsciente o ante la escritura automática.

La tercera etapa coincide con los años de la guerra y los que siguen a esta, aunque ya se venía fraguando desde antes la urgencia de una literatura social. Un dato significativo es que Neruda, residente en Madrid, publica en 1935 un manifiesto por la poesía impura, es decir, inmersa en las circunstancias humanas y sociales más concretas. Pasa la guerra civil. Lorca ha muerto, y los demás siguen trayectorias distintas dependiendo de las circunstancias personales de cada uno. Alberti y Cernuda parten hacia el exilio y la nota dominante en ellos será, en gran parte, la nostalgia de la patria perdida: Entre el clavel y la espada de Alberti o Las nubes y Como quien espera el alba de Cernuda. En Cernuda, además, estará presente siempre y de forma dolorosa el amor, un amor frustrado e imposible, un amor anhelado que choca con la realidad circundante (lo que explica el título general de su obra: La realidad y el deseo). Y Aleixandre ve la necesidad de abrir la poesía hacia un humanismo más solidario, sobre todo a partir de Historia del corazón.

Merecen una alusión los casos de Miguel Hernández y Dámaso Alonso, incluidos por muchos críticos dentro de esta generación. El primero de ellos está claro que es un hermano menor de los poetas del 27. Por edad pertenecería a la generación del 36, pero por su trayectoria y por las relaciones con poetas como Lorca o Alberti es sin duda un epígono de estos. Su obra Perito en lunas, que exhibe de forma extraordinaria la moda gongorina con metáforas barrocas muy herméticas, bastaría para ponerlo en conexión con esta generación. En cuanto a Dámaso Alonso (él mismo lo decía), tiene una poesía muy distinta a los poetas del 27, aunque sí se relaciona con ellos a través de su labor de crítico, esa labor lucidísima que llevó a cabo con los poemas mayores de Góngora, desentrañando su sentido. Por el tipo de imágenes surrealistas que se encuentra en Hijos de la ira también podríamos relacionar esta obra con el grupo del 27.

TEMA 7. EL TEATRO ANTERIOR AL 39. CARACTERÍSTICAS, AUTORES Y OBRAS

El teatro modernista y de la Generación del 98

A principios del siglo XX el teatro sigue representando las formas teatrales del siglo anterior: la alta comedia burguesa de Echegaray y el género chico.

Por otro lado, existe el teatro comercial representado por Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, que llevan a escena una idealización de la sociedad madrileña y andaluza respectivamente con sus tipos representativos, tipos que encarnaban virtudes y defectos estereotipados. No obstante, tanto lingüísticamente como argumentalmente, el teatro de Carlos Arniches (La señorita de Trevélez, Los caciques) es superior al de los hermanos Álvarez Quintero.

Caso aparte es la figura de Jacinto Benavente que aunque empieza escribiendo un teatro renovador (La malquerida) pronto sucumbe al éxito teatral y a la comercialización y escribirá un teatro que camina hacia la alta comedia con sus características propias, si bien superando el tono grandilocuente y dándole más fluidez y elegancia a aquella. Su obra más famosa es Los intereses creados, que sigue el modelo de la commedia dell`arte italiana y donde plantea con sátira y humor el enfrentamiento entre el amor y los intereses económicos, que terminan triunfando sobre el primero.

Dentro de este periodo también se situaría el teatro de E. Marquina, F. Villaespesa y los hermanos Machado (La Lola se va a los puertos).

Unamuno critica los moldes teatrales del momento y se propone obras de carácter simbolista que representan conflictos existenciales (Fedra, El otro).

Azorín intenta un teatro renovador sin conseguir dar forma dramática a los conflictos que quiere representar (Old Spain, Angelita). Concibe el teatro como representación exclusivamente y rechaza las acotaciones.

Jacinto Grau experimentó gran cantidad de técnicas y enfoques como los del teatro expresionista alemán (El señor de Pigmalión, El caballero de Verona).

Valle-Inclán será la gran figura de esta generación. Podemos dividir su obra en tres ciclos:a) Ciclo mítico, con las comedias bárbaras, cuyo protagonista, Juan Manuel de Montenegro, protagonizará un mundo de bajas pasiones dominado por la lujuria en una Galicia rural y primitiva (Águila de blasón, Romance de lobos, Cara de plata).

b) Ciclo de la farsa, que pone en contacto lo sentimental y lo grotesco. El lenguaje es cada vez más degradado y los personajes también más deshumanizados. Es el paso previo al esperpento (Farsa y licencia de la reina castiza).

c) Ciclo del esperpento, en el que Valle continúa la tradición literaria de Quevedo. Se propone la destrucción de la realidad ofreciendo una imagen grotesca de la misma, degradada, deshumanizada, deformada. El esperpento es una nueva estética y una nueva visión del mundo (Luces de bohemia, Martes de carnaval). Destacan también en este teatro el valor de las acotaciones escénicas y el uso magistral del lenguaje en todos sus registros: conviven lo refinado con lo vulgar, la ironía y el sarcasmo con lo sublime y la riqueza expresiva, que le sirven para mostrar las pasiones y las frustraciones del ser humano y criticar las circunstancias sociales del país.

Teatro vanguardista y de la Generación del 27

Alberti tiene, por una parte, un teatro vanguardista que se acerca al surrealismo imperante (El hombre deshabitado). Ya después de la guerra y en el exilio cultiva un teatro (El adefesio) que se acerca al esperpento.

Max Aub también cultiva un teatro vanguardista, como podemos ver en Crimen. En una segunda etapa abandonará esta estética para escribir, después de la guerra y en el exilio, como Alberti, un teatro político y social.

En Alejandro Casona encontraremos la recreación de una realidad inaccesible, estilizada y poética con intervención del sueño y del más allá (La dama del alba, La sirena varada).

Pero al igual que Valle-Inclán es la gran figura del 98, Lorca será la del 27. También podemos dividir su teatro en tres etapas: a) Las farsas: obras creadas para guiñol en las que funde lo lírico con lo grotesco para hablarnos de problemas como el matrimonio por interés y la diferencia de edad y satirizarlos, así en El retablillo de don Cristóbal. También obras como La zapatera prodigiosa o Amor de don Perlimplím con Belisa en su jardín, ya no escritas para guiñol,en las que muestra el sufrimiento femenino de sus protagonistas.

b) Las comedias imposibles, así llamadas por su difícil representación dado su carácter surrealista y simbólico: Así que pasen cinco años, El público. En la primera, desde una estética surrealista, Lorca trata la frustración íntima, el amor, la muerte, la amargura existencial. En la segunda, el autor expresa su esperanza en la resurrección del teatro de la mano de los grandes cambios sociales.

c) Las tragedias de tema social, con las que Lorca quiso devolver al teatro la emoción y la poesía que tuvo en la época clásica. Son obras ambientadas en un marco rural pero que transciende a lo universal. A pesar de que el tema varía en cada una de ellas, en todas Lorca enfrenta el individuo a la sociedad, enfrentamiento en el que sucumbe el individuo, pero este no dejará de mostrar sus ansias de lucha.

Es un teatro lleno de fuerza y cargado con una simbología que ya habíamos visto en su poesía (Romancero gitano). Los propios títulos (Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba) son símbolos de la acción dramática, y aparecen repetidamente el caballo, la luna, los colores… para crear una atmósfera trágica y lírica que envuelve el drama de principio a fin.