La función calificadora y seleccionadora de la evaluación también es importante
RESUMEN.
Las evaluaciones formativa y calificadora tienen sentido en la enseñanza sólo si hay coherencia entre ellas. El profesorado puede asumir las dos funciones, pero ello exige tomar conciencia de las diferencias entre ellas y, muy especialmente, de los dilemas éticos que supone certificar unos aprendizajes que tendrán mucha influencia tanto en la vida de las personas como socialmente.
La evaluación que tiene la finalidad de certificar unos aprendizajes no la pude realizar el que aprende. Es sabida la tendencia de toda persona a no ver los propios defectos y a elaborar una autorrepresentación que tiende a complacernos, aunque sea transformando la realidad; si bien, la misma evaluación puede ayudar a autoconocernos mejor.
Es evidente que una evaluación que tiene esta función selectiva no puede basarse en certificar que el que aprende sólo sabe repetir conocimientos memorísticos, sino que debería poder demostrar que es capaz de aplicar saberes en la toma de decisiones para actuar y que sabe argumentar por qué las toma. Es lo que actualmente se llama evaluar competencias.
Sin embargo, no es fácil diseñar este tipo de evaluaciones. Algunas de sus características son:
Las tareas de evaluación deben ser contextualizadas, es decir, referirse a problemas o situaciones reales.
Estos problemas deben ser complejos, y para plantear posibles soluciones los alumnos deberían interrelacionar conocimientos distintos y poner en acción habilidades diversas.
Estos problemas deberían ser diferentes de los trabajados en el transcurso del proceso de enseñanza. Interesa reconocer si los alumnos son capaces de transferir conocimientos.
Las tareas planteadas deberían ser acordes con los aprendizajes realizados. Los alumnos deben poder anticipar los criterios de evaluación y la demanda que se les hará.
La propia evaluación debería ser una ocasión para aprender tanto a reconocer qué se ha aprendido o se puede mejorar, como los propios límites. Por tanto, es importante que la comunicación de los resultados vaya acompañada de un proceso que ayude a la autorreflexión sobre las posibles causas de esos límites.
No tiene sentido proponer una evaluación calificadora cuando se prevé que los aprendices aún no están preparados para tener éxito.