Escucho. Desde muy lejos. Desde antes que todo existiera.
Es más que una voz.
Es una fuerza que impulsa y no permite la inmovilidad. Es como un viento impetuoso.
Es un deseo. El grande deseo que todos tenemos: de amar y de ser amados.
Es -Alguien- que nos llama.
No sabemos ni de dónde viene ni a dónde va (Jn.3,8).
Es como un fuego ardiente que me esforzaba en sofocar, pero no podía (Jer. 20,9).
Un llamamiento para vivir; a nacer de nuevo (Jn. 3,3).
Un llamamiento a un amor mucho más grande y más puro: ¡una invitación la amistad!
Tenemos muchas preguntas; pero, quizá lo importante no es la pregunta,
sino escuchar al Viento.
Escuchar la Voz desde el silencio.
Irás a donde yo te envíe... no tengas miedo, pues yo estoy contigo para librarte (Jer. 1, 5-8).
He visto la opresión de mi pueblo su clamor ha llegado hacia mí... Yo te envío (Ex. 3, 7-10).
¿Por qué yo?
Cuando te sientas débil entonces es cuando serás fuerte (2Cor. 12, 10).
“No seas sordo a mi voz” (EE 91.4).
Un llamamiento a la amistad.
Jeshua nos llama… ¡nos invita! Jamás se impone. La invitación es libre.
No se trata de renunciar. El Señor Jesús nunca pide renuncias sino opciones: optar por la más grande felicidad que existe: ¡Ser amigo de Jeshua! Éste es el más grande tesoro y la más bella perla, ¡la perla! (Mt. 13, 45-47).
La auténtica amistad es libre, sin condiciones, para siempre.
Amigo, la expresión más bella del amor: “ustedes son mis amigos…” (Jn. 15 11,17).
Pero no se trata de seguir únicamente a una persona; sino de vivir como el Amigo vivió (1Jn. 2,6).
A un amigo se le conoce no solamente por lo que piensa, sino también por lo que hace, por lo que es.
Este conocimiento brota de la experiencia que alcancemos algún día de experimentarlo en sus profundas actitudes. "Pedir el conocimiento interno..." (EE 104).
Un conocimiento que se le oculta a los sabios, a los que creen "saber"; ya los prudentes, a los que no se atreven a cambiar sus formas de pensar ni de vivir (Mt. 11,25-30).
Conocer a Jeshua, es la más grande gracia que Dios nos puede conceder. Todo lo demás es basura... (Flp. 3, 7-16).
Es un don del Padre (Jn. 6,44). Es una gracia y un compromiso.
Es necesario desprenderse de conceptos y estructuras pasadas.
"¿QUÉ TE HAN DICHO DE MÍ...?" (Mc. 8, 27-30).
Éstas son las preguntas definitivas que una fe adulta se puede hacer. Siempre hemos creído aquello que los demás nos han dictado: familia, catequistas, sacerdotes, maestros, etcétera. Algunas propuestas son meras creencias.
Por eso aparecen las crisis de fe, las dudas. Tener fe es la capacidad de soportar dudas.
Y ahora, para ti, responde a esta pregunta que Jeshua te hace: "¿Para ti quién soy Yo?".
Se trata de perder el ego para sumergirnos en un Tú. “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,26).
Cuando el “tú” y el “yo” son uno, desaparece el ego falso.
Extracto del libro: JESHUA
Enrique Ponce de León.