1a sesión club de lectura. La medición del mundo

Esta novela se publica en 2006 y llega a competir los libros más vendidos del momento, J.K.Rowling y Dan Brown. En cualquier reseña leemos que Daniel Kehlmann nos ofrece una historia centrada en dos personajes históricos: Alexander Von Humboldt, naturista, viajero y aventurero empedernido de inagotable curiosidad, y Carl Friederich Gauss, matemático y astrónomo. Se reencuentran en Berlín en 1828, ya mayores, y se ponen a evocar sus años de juventud en los que se dedicaron a la descomunal empresa de medir el mundo.

Lo más llamativo de esta novela son las aristas de estos dos personajes brillantes en inteligencia y con una cara oculta que nos seduce siempre de las mentes privilegiadas. En este sentido el “príncipe de las matemáticas”, el científico Gauss es el personaje más atractivo. De temperamento triste y melancólico, la vida le parece aburrida. Con 8 años comprendió que “nadie quería utilizar la inteligencia. La gente deseaba tranquilidad. Comer y dormir, que fueran amables con ellos. No querían pensar”.

Sólo experimenta cariño por su madre, cierto afecto por una prostituta rusa, Nina, y algo parecido al amor por su primera mujer Johanna, un ser inteligente que lo rechazó al principio porque “Sospechaba que él extraía la vida y la energía de las personas de su entorno, igual que la tierra del sol y el mar de los ríos, de que cerca de él estaría condenada a la palidez y a la semirrealidad de una existencia de espectro”. Estas palabras anticipan la relación que mantendrá Gauss con sus semejantes. Al lector le sorprende el trato vejatorio que dispensa a su hijo Eugen por poseer este un talento mediocre y propenso a la poesía; que ni siquiera se enterase de que su país fuera invadido por Napoleón o que descuidase a su mujer y a sus hijos.

Su contrapartida es el otro personaje histórico de la ilustración alemana, Alexander Von Humboldt, viajero impenitente, naturalista, aventurero que ha recorrido Sudamérica, ha atravesado el Orinoco, ha investigado volcanes, viajando por Nueva España, hasta llegar a EEUU, donde fue recibido por el presidente Jeffeson. Este personaje, a pesar de su vida aventurera narrada de una manera trepidante, resulta menos atractivo por su inhumanidad. Es un hombre hermosos que no demuestra ningún interés por el sexo y al que no parecen afectarle las necesidades fisiológicas, ni tan siquiera el dolor. En una ocasión ordenó que lo ataran a la proa de un barco durante 24 horas para medir las olas en una gran tormenta. Después de esta experiencia no acertaba a comprender por qué los marineros lo tomaron por el diablo.

La mayoría de las aventuras las comparte con Bonpland, un famoso médico, naturalista y botánico que en la novela aparece ensombrecido por la figura de Humboldt. De hecho Gauss no había oído nunca hablar de él. El egoísmo de Humboldt le lleva a no considerar a Bonpland como un verdadero amigo y compañero, y parece que no le afecta demasiado su suerte, el hecho de encontrarse bajo arresto domiciliario de un dictador loco llamado Doctor Francia en Paraguay. Su personalidad queda perfectamente retratada en una anécdota de la novela. En su viaje hacia el Orinoco, una adivinadora le cogió la mano y no vio a nadie. Sólo en algunos momentos parece expresar un poco de humanidad. Cuando en su encuentro con el presidente Jefferson, habla en una comida del peso del despotismo y del saqueo estéril de la riqueza de las minas que solo beneficiaba a unos pocos. También habló de la pesadilla de la esclavitud, conversaciones éstas que no gustaron y ante las que Humboldt se limitó a cambiar de tema.

A pesar de su tenacidad e inteligencia, Humboldt es un hombre ingenuo. Así proporciona a Jefferson información privilegiada para sus intereses en México.

Lo más interesante de la novela son los diferentes puntos de vista que mantienen sus protagonistas sobre la ciencia: "¡Ah!, exclamó Humboldt, ¿y qué era ciencia entonces? Gauss dio una chupada a la pipa. Un hombre solo sentado ante su escritorio. Con una hoja de papel delante de los ojos, acaso también un telescopio, ante la ventana y cielo claro. Si ese hombre no se daba por vencido hasta que comprendía, eso quizá fuera ciencia.

¿Y si ese hombre emprendía viajes?

Gauss se encogió de hombros. Lo que se escondía lejos, en agujeros, volcanes o minas, era azaroso y banal. Así no se aumentaba la comprensión del mundo."

Sin embargo, el lector atento descubre que la clave del avance de la ciencia debería atender a la coordinación de los dos métodos de investigación: deductivo e inductivo.

Otro aspecto reseñable en la mentalidad de estos dos científicos es la infravaloración de la literatura. Humbolt opina que “a él personalmente la literatura nunca le había dicho gran cosa, los libros sin números le inquietaban". El teatro siempre le había aburrido y Gauss detesta que a su hijo le guste la poesía.

Finalmente es un acierto del novelista la ironía con la que narra la historia de estos dos grandes personajes de la ciencia. Un ejemplo de este humor es el discurso de Gauss en su boda: "Este se puso de pie, tragó saliva y dijo que no espera hallar algo parecido a la felicidad y que en el fondo tampoco creía en ella. Se le antojaba un error de cálculo, una equivocación que confiaba nadie descubriera. Volvió a tomar asiento asombrado por las miradas de desconcierto. Preguntó a Johanna en voz baja si había dicho algo malo.

Qué va, contestó ella. Era justo el discurso que siempre había soñado para el día de su boda."

En conclusión la novela resulta interesante por el retrato de estos dos personajes extraordinarios, la descripción de una época, el siglo XVIII, en la que (en palabras de Gauss) “cualquier empresa era difícil, esforzada y sucia”; la aparición de personajes ilustres como Goethe, Kant, Daguerre y los referentes históricos (Napoleón, Jefferson, el marqués de Urquijo, el doctor Francia).

Si tuviera que hacer una objeción, esta sería el inesperado final con la continuación de la vida desdichada de Eugen, el malogrado hijo de Gauss.

Rosalía Rico