Los nuevos viajes de Gulliver

Sara Alegre Pinaredo

DÍA 1


Esta aventura comenzó cuando el joven Gulliver se hizo a la mar en un lujoso transatlántico. Este le llevaba desde su querida Inglaterra hasta las costas de la República Dominicana, donde tenía pensado pasar una semana de vacaciones antes de regresar a su hogar. Cuando embarcó por primera vez en el lujoso navío, quedó impresionado: grandes cubiertas con gente paseando por doquier, un gran comedor de etiqueta con el que la mismísima reina de Inglaterra quedaría estupefacta, unas amplisimas zonas comunes, un camarote con jacuzzi, baño propio, una cama enorme, y todo ricamente decorado personalmente para él.

-Normal. - Pensó al verse rodeado de tanto lujo. -Con lo que me he gastado en este viaje…

Mientras se acostumbraba a verse rodeado de tanta ostentación, terminó de acomodarse. Deshizo su maleta y organizó pulcramente su ropa en el armario del camarote como a él le gustaba, por colores y tipos. Era una hombre muy organizado, algunos de sus allegados más próximos incluso opinaban que en demasía. Cuando tuvo toda la habitación organizada a su gusto era ya la hora de cenar, por lo que procedió a sacar su smoking de la bolsa para vestirse. Todos consideraban aquella primera noche del viaje bastante especial y Gulliver tenía entendido que habían contratado a una cantante famosísima para aquella ocasión. No le entusiasmaba la idea, pero tampoco le disgustaba, simplemente le era indiferente, como todo lo que no tuviera que ver con el orden o su trabajo.

La velada pasó sin muchos sobresaltos. No había entablado apenas conversación con los demás comensales a pesar de sus vanos intentos por agradarle. Cuando todo acabó, se sentó en un banco de la cubierta a observar el mar de noche, todo en calma, vio la gente riendo y disfrutando, relajada y feliz. Él sabía que nunca sentiría aquello porque consideraba que había cosas mucho más importantes por las que preocuparse, pero a la vez, mientras detallaba a la gente, una pequeña sonrisa se escapó de las comisuras de su boca. Aquel día cuando fue a dormir, Gulliver debió ser un poco menos infeliz, aunque eso aún no lo sabía.


DÍA 2


El día comenzó con normalidad. A las 9:00 se sirvió el desayuno, que fue un buffet libre del que Gulliver solo tomó un par de tostadas, algo de jamón y un zumo de naranja natural. A las 14:00 se sirvió la comida y a las 21:00 la cena. De nuevo no conoció a nadie, no habló con nadie y no fue gentil con nadie. Comenzaba a sentirse algo solo, pero no quiso darle muchas vueltas al tema porque, al estar de vacaciones, se suponía que debía estar feliz. Solo que no lo estaba.

La noche llegó y con ella los pensamientos. Gulliver se sentó en la terraza de su camarote con las piernas colgando por fuera de las rejas de la barandilla; su cabello rubio le caía en la cara y su camiseta se pegaba a su cuerpo por el sudor. Había estado haciendo ejercicio nocturno, pues no era capaz de conciliar el sueño. Algo venía, él lo presentía, algo grande, que cambiaría por completo la vida de todos los que allí estaban. Por un momento fugaz, la idea de la muerte no le pareció tan descabellada, pero no tuvo tiempo suficiente para considerar realmente la idea, puesto que el barco pegó una sacudida por la tormenta que de un momento a otro los había envuelto.

-¡Viren a babor! -Decían unos. -¡Apaguen las turbinas! -Gritaban otros.

Aquello se había convertido en un completo desastre en segundos. el viento mecía el barco sobre las olas como si de una hoja se tratase y la lluvia no les daba tregua, anegando todo a su paso. Gulliver se dedicó a escuchar las conversaciones de los marineros desde su balcón, que estaba algo resguardado de la lluvia. Ellos no hacían más que repetir que el viento los desviaba de su rumbo, que les estaba arrastrando hacia allí. Sonaban totalmente desesperados. Gulliver, no entendía bien lo que pasaba, pero sabía que era algo grande sólo por la desesperación que transmitían sus voces.

-¡Fuga de combustible! ¡A cubierto! -Esas fueron las últimas palabras que escuchó nuestro protagonista antes de que un rayo fulminante impactara contra alguna parte del barco e inmediatamente todo se volviera negro.


DÍA 3

Gulliver

Me desperté porque el agua del mar se estaba metiendo en mis fosas nasales y casi me ahoga. Me incorporé y como si mi cuerpo hubiese estado esperando ese momento, comencé a toser y escupir agua como si literalmente me fuera la vida en ello. Cuando el aire pudo volver a entrar en mis pulmones con normalidad, mi cerebro comenzó a trabajar y acto seguido me pregunté:

-¿Dónde estoy? - Dije algo desorientado y mirando a mi alrededor.

Me encontraba en una isla, en mitad del mar y no tenía ni idea de cómo había ido a parar allí. De repente comenzaron a llegar a mi cabeza ráfagas de imágenes, que supuse que eran recuerdos. Yo en un balcón, yo viendo una luz cegadora, escuchando voces, el mar, los gritos, la ruina… Y desde ahí todo negro. Pronto entendí que nuestro barco había naufragado, por lo que lo primero que se me ocurrió hacer fue ir a mirar si había alguien por los alrededores. Pero nada, no había nadie. Me tomó un tiempo hacerme a la idea de que estaba en una isla desierta en medio del mar, solo y sin probabilidades reales de salir de allí.

Lo primero que hice fue adentrarme en la isla, para ver si había algún sitio donde guarecerme. Encontré una cueva que tenía aguas subterráneas en su interior. Pensé seriamente en el tipo de suerte que estaba teniendo en aquel recóndito lugar.

- Ni siquiera tendré que hacer ejercicio para mantenerme en forma -Hablé en voz alta, como si alguien fuera a escucharme.

Pero lo hicieron.

Aún hoy no sabría definir con exactitud a los seres que se aparecieron ante mí en aquella cueva. No eran humanos, eso era seguro. Ni siquiera supe que nombre ponerles, solo vi a un grupo pequeño de unas cinco criaturas palmípedas, de color azul celeste, con escamas resplandecientes a lo largo de todo su cuerpo, dientes afilados y ojos penetrantes iguales a los de un basilisco y por último, una cola de lagarto la cual terminaba con un aguijon que paecía bastante peligroso.

-Voy a morir. -Pensé. -Estos monstruos van a ensartarme con sus aguijones, van a dejar que muera lentamente y luego me van a devorar. ¿Quién me iba a decir a mi que iba a acabar siendo la cena de unos bichos dignos de las mejores películas de Spielberg? -Divagué mentalmente mientras rezaba porque fuera rápido.

Las criaturas se quedaron donde estaban, yo como era obvio también. Y cuando pensé que lo había visto todo, uno de ellos habló.

-Es la cosa más horrenda que he visto nunca. ¿Y su brillo? ¿Y su color azul? ¿Y SU COLA? ¿¡Le han arrancado la cola?! Yunc, ¿estas viendo eso? Nunca vi a nadie al que le hubieran cortado la cola y hubiese vivido para contarlo, ¿como te llamas hermano? -Preguntó el monstruo muy alterado. Era el mayor de todos, brillaba algo menos y sus colmillos considerablemente más pequeños que los de los demás.

-Lunn, no seas estúpido, se ve claramente lo que está pasando aquí. -Dijo convencido. Yo estaba con el corazón en la garganta, pensé que me habían descubierto y que estaban dispuestos a acabar con mi vida hasta que… -Es Bip, ¿no lo ves? Le mandamos de expedición hace años y nunca volvió. Ahora está aquí para mostrarnos que es lo que nos pasará si alguna vez salimos de nuestro reino, los monstruos nos arrancarán la piel, el brillo, la belleza, la grandiosidad… Y nos convertirán en… eso.

-¿Bip? ¿De veras eres tú? Si bueno, nos alegramos de verte pero creo que tu esposa definitivamente se casará de nuevo cuando le enseñemos en lo que te has convertido. Deberías brillar, ¿cómo es que te quitaron todo tu resplandor? o mejor dicho, ¿cómo es que te dejaste quitar tu resplandor? Me decepcionas Bip, nunca hubiera esperado algo así de ti. Eres una deshonra para nuestra familia. -Dijo negando con la cabeza. Espera, ¿qué? ¿familia? ¿se supone que ese era el padre de Bip?

Todo el mundo me miraba, a expensas de una respuesta supongo, yo no sabía qué hacer, si contestaba iba a tener que quedarme pero si no lo hacía… Así que como las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, pues contesté.

-Ehh, lo siento padre -Dije jugándome la vida a una sola carta. -No fue mi culpa, cuando llegué al otro lado del océano me encontré con miles de seres como este. Me capturaron y me mutilaron hasta que fui igual que ellos. -Intenté pensar algo más para que fuera más creíble, estaba sudando hasta por los dientes. -Se lo encomendó su Dios. Tienen un grandioso Dios, que es omnipotente y omnipresente y que hizo a toda su civilización a su imagen y semejanza. -Expliqué de carrerilla.

-Oh, que horror, y que fue lo que… -En ese momento sonó un fuerte estruendo en la entrada de la cueva. Una sombra se acercaba. Yo estaba muerto de miedo y me refugié detrás de las criaturas que comenzaron a sisear de forma amenazadora. Y de repente, ocurrió:

-Hola familia, Bip ha vuelto ¿me habeis echado de menos? -Me congelé en mi sitio mientras aquella criatura azul decía aquello y todas las demás se giraban en mi dirección.


CONTINUARÁ...