Gulliver en Croquetandía

Ismael Martín Anzoátegui

Tras una larga jornada laboral, el aburrido hombre con pinta de no haber dormido nunca y con cara de oficinista mal pagado se dirigía hacia la entrada del metro que le llevaría a casa. Pero estaba tan dormido que no pudo ni bajar dos escaleras sin tropezar. No sabemos si el trompazo lo mató. Una pena, pero sabemos que despertó y además en un extraño lugar con cierto olor a fritanga. Gulliver se levantó del césped y se encontró a un joven con cara de no saber lo que era pagar el IVA.

-Tú, ¿dónde estoy?- dijo Gulliver.

-Estás en Croquetandía.

-No hagas perder más el tiempo y responde.

-Crees que te mentía, no gano nada haciéndolo y si lo hago para que lo haría.

Gulliver se quedó asombrado porque nunca había visto a un joven tan raro y pesimista. Llevaba una túnica como los monjes y el pelo a lo tazón de cereales. Pero lo más raro era que tenía un sombrero con forma, color, textura y olor de una croqueta. Lo que se preguntaba el protagonista es que si ese sombrero sería una croqueta de jamón o de algún otro tipo.

-Sígueme. -Dijo el chico con una cara despreocupada.

Entonces lo llevó por un camino empedrado hasta una ciudad muy pintoresca. La ciudad tenía un parecido grandísimo a la ciudad de York. Salvo por que había coches voladores y personas con vestimenta muy antigua como si viviesen en el siglo XVIII. Lo que más sobresaltó a nuestro inepto protagonista es que en los sombreros había una croqueta gigante, como si fuese la mejor elección para decorar un sombrero. Querido lector sé que ahora mismo estarás dudando de la salud mental del escritor pero Gulliver se quedó igual al ver una pamela con dos plumas de pavo real y en mitad de la elegante prenda una croqueta gigante.

Obviamente se podían distinguir las clases sociales. Gulliver se quedó asqueado pensando lo mal que va el mundo hasta él lugares tan mágicos y asombrosos.

-Tú, cara de herrero, sígueme para poder coger un buen sitio.- dijo señalando hacia una plaza muy pintoresca. En esa plaza hexagonal había una especie de escenario donde los raros habitantes estaba observando como si apareciese algo.

-No me llames así, tengo nombre. cabeza fritanga.

-Así pues. no sé qué tan bien animal sea esa fritanga pero mi nombre es Arquimi y soy el sexto monje de aprendices de la catedral central y merezco más respeto.

-Bueno pues número seis. mi nombre es Gulliver.

-Muy bien Gulliver y eso quien te lo ha preguntado.

Tras esa escena bochornosa donde claramente había ganado el joven la discusión sonaron unas trompetas. Los enanos que las tocaban estaban montados en dos carritos muy cucos y estos tirados por dos caniches en cada carro. Y tras estos dos una limusina elegante negra. Por obligación el narrador, o sea yo, he de aclarar que todo este espectáculo sacado de Bollywood navegaba por el aire ya que por lo que se ve tanto los carros y la limusina eran mágicas.

-Alabado sea el rey croqueta dios de los dioses.-dijeron todos es sintonía tras ver a una croqueta con piernas y brazos salir de la limusina. Esta se dispuso a andar hasta el final de una larga alfombra roja que conducía hacia el escenario.

-¡Es una croqueta!-Dijo antes de que Armiqui le tapase la boca de un manotazo y le agachara la cabeza de una colleja.

El rey croqueta dio un discurso asombroso y no sorprendió a Gulliver ya que todos los reyes tenían a un buen escritor de discursos. Este decía que el pueblo debía mantenerse unido aunque sea su peor año en cosechas bla bla bla…. Esto a Gulliver le sonaba antes pero suele acabar con una decapitación pero en este caso sería servir un plato. La croqueta gigante explicó la crisis de su reino o sea falta de alimentos. Unos estamentos que provocan la injusticia del pueblo, disminución de la población y un clero fuerte que asustaba al pueblo por lo que los médicos o eran escasos o eran acusados por paganos. Esto inquietaba a Gulliver ya que si eso hacían a gente que les ayudaba que le haría a él a ser un forastero con pintas de ser diferente en una situación de crisis extrema. A Gulliver se le despertó el instinto Sherlock, sobre todo tras saber por una fuente fiable que es Arquimi que el rey celebraba fiestas. Pero no cualquier tipo de fiestas sino que fiestas a lo Ibiza dicho vulgarmente. Lo que explica cómo el puede lucir tan bien para ser una croqueta y los campesinos tan mal.

-Vámonos.-Dijo el joven clérigo tras acabar el discurso.

-¿Qué opinas de esto?

-Soy un clérigo así que no puedo dar opinión sólo impartir miedo y justicia según lo que dice nuestra sagrada constitución.

- ¿Y no tenéis políticos?

-Si, pero estos no hacen nada ya que estos viven cómodamente y un golpe de estado contra unos estamentos que controlan el ejército no es una buena idea.

-¿Y tú no tienes padres o eres de esos raritos que practican la pedofilia?

-Mi madre murió durante el parto y mi padre al ser médico y revolucionario lo ascendieron con el jefe de los clérigos. Además si soy uno de estos tontos con túnica es porque prefiero rezar y comer a vender periódicos en una esquina fría con una boina gritando extra extra.

-Vamos a aquel sitio que tiene pinta de taberna.-Dijo como respuesta a las duras palabra dichas por aquel joven con apariencia de solo haber vivido una década y dos años. Y porque su estómago empezaba a hacer ruidos.

Ya habían pedido una jarra de cerveza y un plato de pollo y para el chiquitín, mote que le había puesto la mesera que le resultaba insufrible en boca de Gulliver, unas patatas asadas con zumo. La mesera escuchó una conversación muy sospechosa sobre derrocar la monarquía y cómo lo iban hacer. Esta tenía dos opciones o avisar a la guardia real o unirse.

La joven les acercó una carta de póker con un cuatro de corazones y una calle y un número. Estos se dispusieron al encuentro y allí había un bloque de pisos con números y símbolos de cartas. Luego subieron hasta el cuatro de corazones donde se encontraron un grupo de revolucionarios y a la mesera que por lo visto te podía tanto servir una copa como cortarte la yugular. Entonces idearon un plan para entrar en el castillo y hacer que el rey se quede sin bechamel.

Tras una larga noche y una larga tarde de preparación el plan dio comienzo a las 18:30 justo cuando el sol dimite.

Un carruaje elegante aparco enfrente de el castillo y una lagartija con traje y trompeta gritó

-Atención atención, el conde del condado de empanadilla del este está aquí - dijo mientras Gulliver salía con una ropa horrible y una corona con una empanadilla en el centro.

Los guardias lo dejaron pasar ya que por estamento estos no podían dirigir la negación a un noble siempre y cuando sus amos no lo ordenasen. Salió escoltado por dos guerreros revolucionarios con armaduras que tapaban sus caras y los hacían parecer el doble de grandes. Mientras tanto el grupo dos liderado por la mesera estaba entrando por la entrada de servicio. Finalmente, hartos de la tiranía del rey hicieron un escándalo en el salón de los noble para que toda la guardia se dirigiese hasta el ala oeste. Lo que daba paso al grupo tres liderados por Arquimi. Estos irían por el pequeño espacio que había entre el falso techo y el techo para poder entrar al cuarto del rey. Ya que por culpa del ruido la guardia del rey impidió el paso a su recámara a todo el mundo. Arquimi sacó un trozo del falso techo y los gemelos Twilkinton ambos saltamontes hicieron una cuerda para que él bajase lentamente.

Pero el rey se dio cuenta y gritó. Toda la guardia se dirigió allí, los nobles y los grupos dos y tres. Estos al abrir las puertas se quedaron atónitos ya que el rey era un humano normal y corriente que se hacía pasar por rey ya que se enteró de que la profecía decía que un hombre caído vendría a salvar al reino de la maldad. Y este casualmente estaba disfrazado de croqueta ya que trabajaba como publicista y se cayó de un barranco hasta la plaza.

Obviamente este fue encarcelado y decapitado, se nombró a Gulliver como nuevo rey ya que Arquimi dio el chivatazo de la caída de este. Los nobles acabaron pagando un impuesto justo y los que no se fueron a Andorra y Gulliver fue el mejor rey debido a que con él no había hambre y reinaba la paz. Por cierto, la mesera también ganó algo ya que ella pasó a ser jefa del ejército imperial y Arquimi destruyó el clero o por lo menos lo separó del estado y éste utilizó la catedral como una escuela pública subvencionada por el estado. Los médicos aumentaron un sesenta por ciento y el sífilis y otras enfermedades no se extendieron.