3. Cierre de temporada 2013

El entrenamiento mental para el XXXII Maratón de la Ciudad de México empezó desde el regreso a casa tras cruzar la meta del XXXI Maratón de la Ciudad de México. No sólo ya estaba inscrita, el sentimiento abrumador de haber logrado nuevamente llegar a la meta se imponía al cansancio. Retumbaba en mí un pensamiento recurrente: "aquí estaré el año que entra".

Empecé entonces mi período de descanso y recuperación, cerrando la temporada de carreras 2013. Tuve un poco de descanso pero quizá no lo suficiente. La primer carrera después del maratón fue la de HSBC. Desafortunadamente tomé tarde la decisión de inscribirme y la familia no alcanzó inscripción para la caminata. Pero tuvo otra gran motivación. Jorge empezó su propia temporada con la carrera de 5 km de HSBC. Según dijo que íbamos a correr juntos, que corría lento, ¡pero no! Claro, con esa altura, por mucho que moviéramos las piernas con la misma velocidad, la distancia recorrida sería diferente. Así que tuve que apretar el paso y fueron 4.95 km (solo corrimos juntos los primeros 50 metros) de tratar de alcanzarlo. Gracias a su altura era fácil ver por dónde iba. Resultado: hice mi mejor tiempo en 5 km.

Poco tiempo después corrí la de Profuturo de 10 km. Tenía muchas ganas de correrla, ya eran varios años de no poder hacerlo por la agenda, así que no importó el poco descanso o que los tendones de Aquiles siguieran adoloridos, la decisión era disfrutar del 2.o piso del Periférico. Por primera vez lo pude apreciar desde otra perspectiva, volviendo a ajustar las distancias. Resulta que de Barranca del Muerto a San Jerónimo son poco más de 5 km, ¡no es nada! Está a la vuelta de la esquina.

Vino después la Carrera de Avón. Ahora sí con buena anticipación había registrado a la familia. Yo corrí 10 km y regresé por cada uno de ellos para acompañarlo a sus respectivas metas. Gustavo mostró su fortaleza al correr los 5 km. Rosalinda lució su gran entusiasmo. Mi madre como siempre, feliz de estar viva y disfrutando de cada paso, literalmente. Mi padre haciendo lujo de su determinación y de su decisión por mantenerse en movimiento y vivo. Nos divertimos mucho. Después de la carrerita seguimos con el clásico desayunito en familia, horas de plática y plática, casi nos da la hora de la comida. El dedo en la foto es de Ale, echándonos porras y ánimos como siempre.

Seguí con otra meta intermedia, el Medio Maratón de Puerto Vallarta. ¡Puff! No había sufrido tanto una carrera. Sufrí de deshidratación, los tendones de Aquiles me dolían mucho. No sabía si en realidad era eso lo que me dolía, o el orgullo de sentirme tan impotente ante tal calor y humedad. Por primera vez caminé en una carrera. Pero no quería terminar caminando, me iba a llevar demasiado tiempo y no quería seguir bajo el rayo del sol. Así que tocó sobrepasar al cuerpo e incluso a la mente, a esa parte que no quiere seguir y que se siente derrotada, a esa que se autopone límites y que cuestiona los esfuerzos. Tocó recordarle que el cuerpo estaba entrenado, que lo podíamos resolver y llegar a la meta pretendiendo estar en un entrenamiento de intervalos. Y así, los últimos dos kilómetros fueron en intervalos de 1 min x 20 s. Cuidaba no hacer más de 1 min corriendo a lo más que podía, pero tampoco caminar más de 20 s. Esta carrera me dejó mucho. Podemos tener una estrategia planeada, pero no ser la mejor para las condiciones del momento, entonces hay que ajustar, apelar a la experiencia adquirida en la preparación previa y tomar decisiones que te lleven a la meta.

Vino entonces el Pumatón. Una excelente experiencia de grupo. Participaron Jorge, Iván, Luis Ernesto y David. Cada uno con su ritmo, pero al final todos en equipo. Fuimos por 5 km y creo que logramos una meta juntos.

Desafortunadamente esa fue la última carrera del 2013. Los tendones de Aquiles no sedían, no dejaban de molestar y se me ocurrió ir al doctor, el cual me mandó dejar de correr por lo menos tres semanas. Eso después de un fuerte regaño por no haberme atendido antes y recitarme todos los posibles escenarios catastróficos a los que me enfrentaba si no dejaba de correr y seguía la terapia. El ánimo se me vino abajo, junto con la condición. Lo único que subió fue el peso. A pesar de dedicar cuatro semanas a la natación, en mí no es lo mismo. Lo mío son los brincos y el alto impacto.

Cerré entonces el 2013 con varios kilómetros en la alberca, varios kilos de más, inyecciones de desinflamatorios y terapia de calor-frío en los tendones. Eso aunado a las preguntas que se hace uno cuando se lastima "¿será que algún día dejará de doler?, ¿se curará por completo?, ¿podré volver a correr?, ¿qué pasará con el maratón si no logro recuperarme a tiempo para empezar el entrenamiento específico?".