PAÍS DE VIEJOS

"El viejo guitarrista" de Pablo Picasso

     Tantas veces oí decir que el Uruguay es un país de viejos que hasta me lo creí. Y algo de cierto tiene la aseveración porque somos un país donde por cada pasivo no alcanzamos a contabilizar dos activos, ¡pero lo de viejos…! 

   Si de longevidad hablamos, vamos perdido por lejos.

   Uruguay es un país con tasas de natalidad similares a las del primer mundo, especialmente a la de los países europeos: la gente sigue traspasando la barrera de los setenta, mientras cada año nacen menos niños.  Pero si comparamos con la realidad de Almería, nos damos cuenta de que no podemos catalogar al nuestro como de ‘viejos’.

   Con  una población 536.730 personas la provincia de Almería, en el sudoeste español,  cuenta con más de cien centenarios. 

   Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas, a fines del 2001 se habían censado 77 personas que superaban con creces los cien años y 30 que los acababan de cumplir… y por cierto, están  los que los han ido cumpliendo en el 2002 porque, como el acontecimiento es propicio para hacerlo público por televisión, durante el año pasado  hemos soplado varias veces las cien velitas.

   Por supuesto que la vida tiene contrapartidas pero en un sitio donde se goza de la atmósfera más pura del planeta, no hay dudas de que  las notas del feliz cumpleaños superan en número a las tristes con lo cual cada vez son más los que gozando de un  buen estado, porque esto, es lo que vale cuando se suman dos medios siglos en una sola persona: que conserven la lucidez, nos hablan de lo que vieron y vivieron en una época en que  Winston Churchill acababa de ser nombrado en el primer cargo público que ocupara en el ministerio de Campbelll-Bannerman como subsecretario de Colonias del gobierno británico. 

   Y retornando al comentario anterior sobre la pureza del aire que se respira por estos lares, precisamente, ese sitio tan recomendado está ubicado a pocos kilómetros de Almería capital (166.328 hab.) donde  se congrega el mayor número de vecinos longevos: 119 personas de más de 95 años. Pero el pueblo ‘más viejo’ es Alsodux, que con solo 108 habitantes está orgulloso de tener su centenario propio. 

   Tenemos también dos localidades de 603  y   434 habitantes: Lucainena de las Torres y Partaloa donde uno de cada cien habitantes tiene más de  95 años de edad. Incluso en Benitagla superan el fenómeno uruguayo en cuanto al porcentaje de pasivos: el 52.35% de los habitantes de la villa está jubilado. 

    Y que decir de Almócita donde viven más personas de entre 71 y 75 años que de 0 a 24. Como podemos ver, los jóvenes, lo que se dice jóvenes son cada vez menos, porque incluso éstos se hacen viejos. Digamos que en España hay al día de hoy siete millones más de personas de tercera edad que hace 20 años y se calcula que a mediados de siglo habrá tantas personas mayores como jóvenes. 

   Esto puede llegar a ser un problema serio para mantener el equilibrio recaudador  que permita asegurar que los pensionistas de mañana seguirán gozando de las ventajas que tienen los de hoy. La solución: incrementar el número de niños. 

   Esto España lo está logrando a costa de su propia identidad. Las nuevas madres de España son en su mayoría emigrantes. Los niños españoles de hoy son  hijos subsaharianos, polacos, rusos, colombianos, marroquíes, cubanos, bolivianos y cada vez son más las familias de padres españoles que adoptan niños en países de América del Sur o, especialmente en China. 

   El campo se queda sin mano de obra. Digamos que en Uruguay esa historia se nos hace conocida pero aquí se ha llegado a poner en práctica programas de choque. En algunos pueblos de Andalucía, (yo hablo de lo que tengo más cerca pero este fenómeno se ha repetido en otros sitios de España),  se ha ofrecido casa y trabajo a las familias (emigrantes) con hijos que quieran asentarse allí... en otras villas el nacimiento de un bebe es noticia en los informativos de la tarde porque… porque es el único niño de toda la localidad. 

   Pero como si los españoles   de tercera edad no fueran, porcentualmente pocos, cada año se acrecienta el número de jubilados de países del norte (donde el clima es muy frío en invierno y el verano demasiado corto), que deciden disfrutar de la benignidad del clima mediterráneo al sur,  ya no solo en periodos de vacaciones sinó durante todo el año. 

   Es algo lógico. Los jubilados europeos, al menos los de países como Bélgica, Inglaterra, Francia, Suiza, Alemania suelen elegir un sitio donde vivir y comprar una casa, generalmente a estrenar en una urbanización nueva de las muchas que, pensadas especialmente para ellos, se vienen erigiendo en toda la costa mediterránea. 

   Almería, especialmente, les ofrece una temperatura media de 12/14 grados en pleno invierno, prácticamente nada de lluvias, menos aún de nieve  y, a escasos 800 metros del centro de la ciudad, en la zona de Castell del Rey,  una atmósfera de una limpieza inmaculada, saturada de yodo de mar y con la luminosidad y humedad perfectas como para que la UNESCO la haya declarada “punto más saludable del mundo”, honor que comparte con otros dos sitios del planeta, uno situado en la península de la Florida (EEUU) y otro en Ankara (Turquía). 

   Claro, en Uruguay los viejos deben pelearla diariamente con la humedad, el calor insoportable de este verano. Aquí el termómetro sube por encima de los 35º, llega a los 38 o más pero siempre hay una brisa del mar que lo hace soportable. Por eso debemos pensar que si hemos perdido el título de ‘tierra de viejos’  es porque… bueno, puede ser que además de por lo ya dicho, la famosa dieta mediterránea tenga mucho que ver en este asunto de la longevidad.

   O tal vez sea porque los viejos de Uruguay sufren el stress de querer jubilarse donde la burocracia se confunde con la burrocracia como aquel caso que se dio en Carmelo cuando a la entonces Caja Rural… año 77 o 78 del siglo pasado, llegaba desde Montevideo un expediente jubilatorio dilatando la jubilación de una persona porque como era emigrante no tenía partida de nacimiento y él había dicho que tenía 96 años pero los médicos que lo examinaron anotaron que “posiblemente tenía 92 años” y… ¿sigo contando?, yo creo que vale la pena recordarlo para entender mejor porqué el país está donde está. 

   En Montevideo, en las oficinas centrales de la Seguridad Social seguramente trabajaba (ya ha de estar jubilado y quiera Dios que no le haya resultado tan difícil conseguirlo) alguien que no se puso a pensar que con 92 ó con 96 años, el derecho de esa persona era exactamente el mismo. Es más, tenía derecho más que probado a gozar de una jubilación.

Yo lo recuerdo, un viejito, ‘El Turco’, le decían, de pie junto al mostrador de la Caja tratando de entender porqué no había sido aprobado su expediente para poder gozar de una más que merecida jubilación. 


                                                                                                                                           ®Graciela A. Vera Cotto 




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