1. Ejercicio práctico de Mayéutica
«Glaucón, muchacho de menos de veinte años, deseoso de ponerse al frente de la nación, es disuadido por sus parientes pero sin conseguirlo. Sólo Sócrates, por la voluntad que le profesa, tiene influencia sobre él para desvanecerte sus ilusiones ya sea usando la dureza, o usando el ridículo.
Un día, habiéndole encontrado fortuitamente, le detiene y para hacerle entrar en conversación y abrirle ganas de oírle, le dijo:
--Glaucón. ¿Así que tiene pensado convertírtenos en gobernante?
¡Así es Sócrates!
—A fe mía que cosa honrosa es esa, si las hay entre los hombres. Claro que se entiende que si logras hacerlo bien. Incluso estarás en condiciones de ayudar a tus amigos, de ser la honra de tus padres y engrandecerás la patria, llegando a ser célebre no sólo en tu polis, sino en la Grecia entera e incluso entre los bárbaros. Y por donde quieras que vayas, despertarás admiración...
Glaucón, oyendo tales cosas, se ponía ufano y gustoso se queda a hablar con él. Sócrates continuó:
Entonces una cosa debe quedar bien clara, y es que si quieres estos honores ¿es que los quieres conseguir haciendo bien a la nación?
Pues, claro que si.
—Venga, pues, no seas reservado, y dinos por dónde vas a empezar a hacerle bien a la nación. Habiendo quedado Glaucón pensativo, Sócrates siguió:
¿Será acaso así como si quisieras engrandecer la casa de un amigo, tratarías seguramente de ir haciéndola más rica, así también va a intentar hacer más rica a la nación?
—Por supuesto que pienso hacerlo así.
—Si es así, ¿será más rica si logras aumentar sus ingresos? Por ello, supongo que tienes muy bien examinado, el estado de cuentas para saber de dónde sacar y dónde poner.
—A fe mía, que estas cuestiones no las tengo bien examinadas...
Bueno, si aún no has calculado los ingresos ¿tienes por lo menos examinado los gastos para poder cercenarlos si crees que son excesivos?
—Aún no he tenido tiempo de ocuparme de eso.
Siendo esto así dejaremos para otro rato lo de hacer rica a la nación, pues, ¿cómo va a ser posible, sin conocer ni los gastos ni ingresos?
Pero es que, Sócrates, también se puede enriquecer a la nación a costa de los enemigos.
Si a fe mía y mucho por cierto, siempre que uno salga victorioso de ellos, porque si quedas derrotado, es mejor ni intentarlo.
Me parece justo tu razonamiento.
Vamos a ver: Dinos primero que todo: ¿cuál es la fuerza de la nación a derrotar, el número de los enemigos, para ver si sus fuerzas resultan superiores a las tuyas?
No voy a poder así, de memoria, decirte todo esto.
Pues si lo tienes por escrito, venga acá, que con mucho gusto habré de oírlo.
Es que tampoco nunca lo he puesto por escrito
O sea, que deberemos también abstenemos de las cuestiones de la guerra, puesto que o bien por su amplitud o por tu bisoñez aún no las tienes examinadas
Acepto tus excusas, pero me sigue preocupando la futura gestión de tu gobierno. Si algún día pretendes administrar una ciudad compuesta por diez mil casas y todas a la par espero por lo menos me expliques cómo te has ido ensayando en la tuya o en mejorar las condiciones de una sola, la de tu tío, que bien todos sabemos que lo necesita. Y si con estas dos puedes, prueba de ir intentándolo en las otras. Porque si no puede uno cargar con una arroba, ¿cómo va a poder con muchas?
Si: pero es que yo bien que acertara a mejorar la casa de mi tío, si quisiera hacerme caso.
—Y, tú crees, que si no has podido convencer a tu tío, ¿crees que vas a poder convencer a todos los atenienses, con tu tío incluido? Guarda, Glaucón, no sea por ansia de hacerte un gran renombre vengas a caer en el efecto contrario. O. ¿es que no ves cuán resbaladizo es ponerse a hablar sobre materias que uno no conoce? Considera que los hombres que tienen renombre y consideración son los que entienden en sus propios asuntos; y los que tienen mala fama y son menospreciados son los más ignorantes. Así que si tienes buena fama y renombre, ve intentando conseguir eso de saber sobre aquellas cosas en que quieres actuar; porque si quieres triunfar sólo podrás hacerlo, si tienes ventaja sobre loe demás».
JENOFONTE, «Recuerdos de Sócrates» cap. VI, 1.)
CUESTIONES:
Señala los momentos del diálogo socrático
¿Qué pretende evidenciar Sócrates en el diálogo?
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2. Ejercicio práctico de Mayéutica
MENÓN. Sobre la virtud .
(283-284)
MENÓN ,SÓCRATES, SERVIDOR DE MENÓN, ÁNITO
Menón. ‑ Me puedes decir, Sócrates: ¿ es enseñable la virtud?, ¿o no es enseñable, sino que sólo se alcanza con la práctica?, ¿ o ni se alcanza con la práctica ni puede aprenderse, sino que se da en los hombres naturalmente o de algún otro modo?
Sócrates. ‑ ¡Ah... Menón! Antes eran los tesalios famosos entre los griegos tanto por su destreza en la equitación como por su riqueza; pero ahora, por lo que me parece, lo son también por su saber, especialmente los conciudadanos de tu amigo Aristipo, los de Larisa. Pero esto se lo debéis a Gorgias: porque al llegar a vuestra ciudad conquistó, por su saber, la admiración de los principales de los Alévadas ‑entre los que está tu enamorado Aristipo‑ y la de los demás tesalios. Y, en particular, os ha inculcado este hábito de responder, si alguien os pregunta algo, con la confianza y magnificencia propias de quien sabe, precisamente como él mismo lo hace, ofreciéndose a que cualquier griego que quiera lo interrogue sobre cualquier cosa, sin que haya nadie a quien no dé respuesta. En cambio, aquí, querido Menón, ha sucedido lo contrario. Se ha producido como una sequedad del saber y se corre el riesgo de que haya emigrado de estos lugares hacia los vuestros. Sólo sé, en fin, que si quieres hacer una pregunta semejante a alguno de los de aquí, no habrá nadie que no se ria y te conteste: «Forastero, por lo visto me consideras un ser dichoso ‑que conoce, en efecto. que la virtud es enseñable o que se da de alguna otra manera‑; en cambio, yo tan lejos estoy de conocer si es enseñable o no, que ni siquiera conozco qué es en sí la virtud.»
También yo, Menón, me encuentro en ese caso: comparto la pobreza de mis conciudadanos en este asunto y me reprocho el no tener por completo ningún conocimiento sobre la virtud. Y, de lo que ignoro qué es, ¿ de qué manera podría conocer precisamente cómo es? ¿ 0 te parece que pueda haber alguien que no conozca por completo quién es Menón y sea capaz de conocer si es bello, rico y también noble, o lo contrario de estas cosas? ¿Te parece que es posible?
MEN. ‑ A mí no, por cierto. Pero tú, Sócrates, ¿no conoces en verdad qué es la virtud? ¿ Es esto lo que tendremos que referir de ti también en mi patria?
Sóc. ‑ y no sólo eso, amigo, sino que aún no creo haber encontrado tampoco alguien que la conozca.
MEN. ‑ ¿ Cómo? ¿ No encontraste a Gorgias cuando estuvo aquí ?
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(294- 297)
Sóc.- ‑ Pero ésta no me convence, hijo de Alexidemo, sino que aquélla es mejor. Y creo que tampoco a ti te lo parecería, si no tuvieras necesidad de partir, como me decías ayer, antes de los misterios, y pudieras quedarte y ser iniciado .
MEN. ‑ Pues me quedaría, Sócrates, si me dijeras muchas cosas de esta índole
Sóc. ‑ No es empeño, desde luego, lo que me va a faltar, tanto por ti como por mí, para hablar de estas cosas. Temo, sin embargo, no ser capaz de decirte muchas como ésta. Pero, en fin, trata también tú de cumplir la promesa diciéndome, en general , qué es la virtud, y deja de hacer una multiplicidad de lo que es uno, como afirman los que hacen bromas de quienes siempre rompen algo, sino que, manteniéndola entera e intacta, dime qué es la virtud. Los ejemplos de cómo debes proceder, tómalos de los que ya te he dado.
MEN.‑Pues me parece, entonces, Sócrates, que la virtud consiste, como dice el poeta, en " gustar de lo bello y tener poder". Y así llamo yo virtud a esto: desear las cosas bellas y ser capaz de procurárselas.
Sóc. ‑ ¿Afirmas, por tanto, que quien desea cosas bellas desea cosas buenas?
MEN. ‑ Ciertamente.
Sóc. ‑ ¿Como si hubiera entonces algunos que desean cosas malas y otros, en cambio, que desean cosas buenas?¿No todos, en tu opinión, mi distinguido amigo, desean cosas buenas?
MEN. ‑ Me parece que no.
Sóc. ‑ ¿ Algunos desean las malas?
MEN. ‑ Sí.
Sóc. ‑ y creyendo que las malas son buenas,‑dices‑,¿o conociendo también que son malas, sin embargo las desean?
MEN. ‑ Ambas cosas, me parece.
Sóc. ‑ ¿ De modo que te parece, Menón, que si uno conoce que las cosas malas son malas, sin embargo las desea?
MEN. ‑ Ciertamente.
Sóc. ‑ ¿ Qué entiendes por «desear»? ¿ Querer hacer suyo?
MEN. ‑ Desde luego, ¿ qué otra cosa?
Sóc. ‑¿Considerando que las cosas malas son útiles a quien las hace suyas o sabiendo que los males dañan a quien se le presentan?
MEN. ‑ Hay quienes consideran que las cosas malas son útiles y hay también quienes saben que ellas dañan.
Sóc. ‑ ¿ y te parece también que saben que las cosas malas son malas quienes consideran que ellas son útiles?
MEN. ‑ Me parece que no, de ningún modo.
Sóc. ‑ Entonces es evidente que no desean las cosas malas quienes no las reconocen como tales sino que desean las que creían que son buenas, siendo en realidad malas. De manera que quienes no la conocen como malas y creen que son buenas, evidentemente las desean como buenas¿ o no?
MEN. ‑ Puede que ésos sí.
Soc ‑ ¿ y entonces? Los que desean las cosas malas como tú afirmas, considerando, sin embargo, que ellas dañan a quien las hace suyas, ¿saben sin duda que se van a ver dañados por ellas?
MEN. ‑ Necesariamente.
Soc ‑ ¿ y no creen ésos que los que reciben el daño merecen lástima en la medida en que son dañados?
MEN. ‑Necesariamente, también.
Soc. ‑ ¿ y los que merecen lástima, no son desventurados?
MEN. ‑ Así lo creo.
Soc ‑Ahora bien, ¿hay alguien que quiera merecer lástima o ser desventurado?
MEN. ‑ No me parece, Sócrates.
Soc ‑Luego nadie quiere, Menón, las cosas malas no ser que quiera ser tal. Pues,¿ qué otra cosa es ser merecedor de lástima sino desear y poseer cosas malas?
MEN. ‑ Puede que digas verdad, Sócrates, y que nadie desee las cosas malas.
Soc. ‑ ¿No afirmabas hace un momento que la virtud consiste en querer cosas buenas y poder poseerlas?
MEN. ‑ Sí, eso afirmaba.
Soc ‑ Y, dicho eso, ¿no pertenece a todos el querer, de modo que en este aspecto nadie es mejor que otros?
MEN. ‑ Es evidente.
Soc ‑ Pero es obvio que, si uno es mejor que otro, lo sería con respecto al poder.
MEN. ‑ Bien cierto.
Soc ‑ Esto es, entonces, según parece, la virtud, de acuerdo con tus palabras: una capacidad
de procurarse las cosas buenas.
MEN. – Es exactamente así, Sócrates, me parece, tal como lo acabas de precisar.
Soo.- Veamos entonces también esto, y si estás en lo cierto al afirmarlo: ¿ dices que la virtud consiste en ser capaces de procurarse las cosas buenas?
MEN. ‑ Así es..
Soc _ ¿ y no llamas cosas buenas, por ejemplo, a la salud y a la riqueza?
MEN. ‑ Y también digo el poseer oro y plata, así como honores y cargos públicos.
Soc _ ¿No llamas buenas a otras cosas, sino sólo a ésas?
MEN. ‑ No, sino sólo a todas aquellas de este tipo.
Soc ‑ Bien. Procurarse oro, entonces, y plata, como dice Menón, el huésped hereditario del Gran Rey, es virtud. ¿No agregas a esa adquisición, Menón, las palabras «justa y santamente», o no hay para ti diferencia alguna, pues si alguien se procura esas cosas injustamente, tú llamas a eso también virtud?
MEN. ‑ De ninguna manera, Sócrates.
Soc ‑¿Vicio, entonces?
MEN. ‑ Claro que sí.
Soc. ‑ Es necesario, pues, según parece, que a esa adquisición se añada justicia, sensatez, santidad, o alguna otra parte de virtud; si no, no será virtud, aunque proporcione cosas buenas.
MEN. ‑ ¿ Cómo podría llegar a ser virtud sin ellas?
Soc ‑ El no buscar oro y plata, cuando no sea justo, ni para sí ni para los demás, ¿no es acaso ésta una virtud la no‑adquisición ?
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(p 336-337)
Sóc. ‑ No me importa. Con él, Menón, discutiremos en otra ocasión. En cuanto a lo que ahora nos concierne, si en todo nuestro razonamiento hemos indagado y hablado bien, la virtud no se daría ni por Naturaleza ni sería enseñable, sino que resultaría de un don divino, sin que a aquellos que la reciban lo sepan, a menos que, entre los hombres políticos, haya uno capaz de hacer políticos también a los demás. Y si lo hubiese, de él casi se podría decir que es, entre los vivos, como Homero que era Tiresias entre los muertos, al decir de él que era el único capaz de percibir en el Hades, mientras «los demás eran únicamente sombras errantes» . Y éste, aquí arriba sería precisamente, con respecto a la virtud, como una realidad entre las sombras.
Menón ‑ Me parece, Sócrates, que hablas muy bien.
Sóc.-De este razonamiento, pues, Menón, parece que la virtud se da por un don divino a quien le llega. Pero lo cierto acerca de ello lo sabremos cuando, antes de buscar de qué modo la virtud se da a los hombres, intentemos primero buscar qué es la virtud en sí y por sí. Ahora es tiempo para mí de irme, y trata tu de convencer a tu huésped Ánito acerca de las cosas que te has tú mismo persuadido, para que se calme; porque si logras persuadirlo, habrás hecho también un servicio a los atenienses.
CUESTIONES:
Contextualización del texto ( época,temas,método...)
Presentación de los interlocutores
Ideas principales
Mapa conceptual de los textos
Identificación de los momentos del método socrático