Nació en Aosla, norte de Italia (1033) fue atraído a la abadía de Bec (Normandía) de la que llegó a ser prior y abad en 1078. En 1109 muere siendo arzobispo de Canterbury.
Su actividad filosófica coincide con los años en los que enseñaba en la Abadía de Bec. Su obra alimentada por el pensamiento de S. Agustín presenta explícita o implícitamente, numerosas ideas que se habían de desarrollar más tarde desbordándolas a todas la formulación del argumento ontológico en el Proslogium.
Sus escritos más importantes desde el punto de vista filosófico son el Monologium, Proslogium, De Veritae y el tratado donde responde a las acusaciones del monje Gaunilón contra el argumento ontológico desarrollado en el Proslogium. Tiene dos escritos teológicos sumamente instructivos para el conocimiento de sus ideas filosóficas.
En el Monologium (1077) quedan expuestas las relaciones entre razón y fe, encargo realizado por los monjes de Bec, en el que se pedía demostrar a Dios sólo a través de la razón sin hacer uso de las Escrituras. La conclusión extraída por él, será fundamento de las disputas entre dialécticos y antidialécticos del XII. Los hombres disponen de dos fuentes de conocimiento, fe y razón. La fe es el principio indiscutible, no se puede someter a la dialéctica las Santas Escrituras. La razón es ayuda para la creencia. Aún así también está enfrentado a los antidialécticos, ya que el poseer la fe no impide ayudar a creer mediante la razón. Ambas posturas son para S.A defectos. Toda la confianza de Anselmo está puesta en el poder ilimitado de comprensión de la razón sobre la fe.
San Agustín decía, en su sermón 43, “comprende para creer, cree para comprender”. Anselmo dirá, sin romper con esa tradición pero tomando a la Revelación como el dato del que se debe partir: “No pretendo entender para creer, sino que creo para entender.” Como de lo que se trata, para Anselmo, es de comprender aquello que se cree (fides quoerens intellectum, la fe que busca la razón), la fe es un presupuesto para la inteligencia. Pero la fe no niega o prohíbe la inteligencia. Por el contrario, quien cree firmemente puede, y debe, buscar comprender con la razón aquello que cree. Para quien busca la verdad, el camino comienza por la fe, lo primero es creer, y continúa con el esfuerzo de la razón por comprender el dato revelado. No creer sería presunción; no esforzarse por comprender lo que se cree sería negligencia. Para demostrar la existencia de Dios recurre a diversos argumentos, entre los cuales ha adquirido mayor trascendencia el denominado por Kant "argumento ontológico".
· Pruebas del Monologium Se parte de dos principios, el primero que afirma la desigualdad de perfección en las cosas, y segundo la participación de una perfección absoluta.
- todos los bienes son desiguales pero existen porque existe un bien absoluto (identificado con Dios).
- todo lo que existe ,existe por una sola causa, que es Dios.
La existencia de Dios es en muchos casos el recurrente para la explicación de la existencia de las cosas. Las demostraciones que presenta en el Monologium son a posteriori y parten de los diversos grados de perfección que percibimos en las cosas, para elevarse desde allí hasta aquel ser que tiene esa perfección en forma absoluta y del cual participan en diferente grado todos los demás. Como estas dos pruebas parecen mostrar dudas (y si algo pretende San Anselmo es la potencia de estas pruebas) necesita una sola prueba, desarrollada en el Proslogium
La famosa demostración del Proslogium (1078) (capítulo 2), conocida como argumento ontológico, es, por el contrario, a priori. En ella vemos a Anselmo aplicar su método, partiendo del concepto de Dios que recibimos por la fe para lograr entenderlo.
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO
“Creemos ciertamente que tú eres algo mayor que lo cuál nada puede pensarse.
¿Y si por ventura no existiera una tal naturaleza, puesto que el insensato dijo en su corazón: “no existe Dios”?
Más el propio insensato, cuando oye esto mismo que yo digo: “Algo mayor que lo cuál nada puede pensarse”, entiende lo que oye; y lo que entiende está en su entendimiento, aunque no entienda que aquello exista realmente.
Una cosa es pues, que la cosa esté en el entendimiento, y otra, entender que la cosa existe en la realidad. Pues, cuando el pintor piensa lo que ha de hacer, lo tiene ciertamente en el entendimiento. Pero no entiende que exista en la realidad lo que todavía no hizo. Sin embargo, cuando ya lo pintó, no sólo lo tiene en el entendimiento, sino que también entiende que existe en la realidad, porque ya lo hizo.
El insensato debe convencerse, pues, de que existe, al menos en el entendimiento algo mayor que lo cuál nada puede pensarse, porque cuando oye esto, lo entiende y lo que se entiende existe en el entendimiento y en verdad, aquello mayor que lo cuál nada puede pensarse, no puede existir sólo en el entendimiento, pues, si solamente existiera en el entendimiento puede pensarse algo que exista también en la realidad lo cual es mayor.
Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existe sólo en el entendimiento aquello mayor que lo cual nada puede pensarse es lo mismo que aquello mayor que lo cual puede pensarse algo, pero esto ciertamente no puede ser. Existe, por tanto, fuera de toda duda, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, tanto en el entendimiento como en la realidad. Luego Dios existe.”
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(Creemos que Dios existe y que es el ser más perfecto. Pero sabemos por la Escritura que “el insensato dice en su corazón: no hay Dios” (Salmos 14). Ahora bien, incluso el propio insensato que niega a Dios entiende lo que queremos decir cuando decimos "Dios", un ser tal que no se puede concebir otro mayor. Por tanto este ser existe al menos en su pensamiento, en cuanto pensado. Pero este ser, el más perfecto, no puede existir sólo en la inteligencia. De ser así podríamos pensar en otro más perfecto, aquel que existiese también en la realidad. Afirmar que el ser perfecto del que no se puede concebir otro mayor existe sólo en el pensamiento es contradictorio, porque podemos concebir uno que a su vez exista en la realidad y, por lo tanto, lo supere en perfección. Por tanto hemos de afirmar que el ser mayor que el cual no se puede concebir otro existe en la inteligencia y en la realidad.)
Gaunilón critica precisamente este argumento ya que no lo considera definitivo y presentó sus objeciones. Según él, no podemos concluir de la existencia de algo en el pensamiento su existencia en la realidad. Si pensamos en las "Islas Afortunadas", como un paraíso lleno de riquezas, por más perfectas que las concibamos no habrán por eso de existir. Pero Anselmo respondió a la objeción aclarando que esta argumentación sólo vale para el ser más perfecto que el cual no se puede pensar otro mayor. Sólo en él su concepto implica su existencia.