Encontrar una respuesta a el sentido de la vida ha sido una de las tareas más difíciles para el ser humano. Esta interrogante no parte de una sola respuesta, ya que cada cual, a partir de sus experiencias y creencias forman su propio sentido de vida. Para algunos, este sentido se encuentra en la fama, la felicidad, el éxito, el amor; mientras que otros se centran en la superación personal, la reflexión y la espiritualidad. La filosofía se ha encargado de abordar esta cuestión, dando lugar a distintas perspectivas. Algunos filósofos como Aristóteles creen que el sentido de la vida está determinado, y otros como Nietzsche, aseguran que dicho sentido lo debemos de buscar por nosotros mismos. En este ensayo estaré explorando la visón filosófica de estos dos autores sobre este tema, así como también hablaré sobre un punto de vista psicológico y personal de cómo influye dicho sentido en nuestra forma de vivir y entender el mundo.
El sentido de la vida se basa en buscarle un propósito a sí misma, no es algo único ni universal, sino más bien algo que debemos de encontrar por nosotros mismos. Algunas personas plantean este propósito con el amor, otros con el poder, la fama, el dinero, la seguridad, las comodidades; pero al final todos llegan al mismo punto, y es que quieren ser felices.
Existen varias posturas que defienden el sentido de la vida de una manera diferente. Aristóteles nos habla de que el sentido de la vida es algo más objetivo, y se encuentra en la eudaimonía, es decir, la felicidad; mientras que Nietzsche nos dice que el propio sentido lo debemos de encontrar por nosotros mismos.
Aristóteles es una de las figuras filosóficas más influyentes sobre el sentido de la vida. Para él, nuestra existencia no es algo sin dirección, sino que todo tiene un determinado fin, y dicho fin es alcanzar la Eudaimonía, es decir, una vida plena y tranquila. Este fin, Aristóteles lo determina como Telos, que significa el punto final de una cosa, el propósito de algo. Según Aristóteles, todo ser tiene un propósito, que en nuestro caso es vivir guiándonos por medio de nuestra capacidad racional. En su obra “Ética a Nicómaco”, nos dice que dicho propósito se alcanza por medio de la Eudaimonía. La misma, se logra a partir de nuestra excelencia moral, es decir, nuestra capacidad de actuar de manera correcta en cada situación, y todo ello guiado por nuestra razón. Alcanzar este fin es el objetivo supremo, todo lo demás, dinero, fama, placer; solo son medios que nos pueden ayudar, pero no en el fin en sí. Esta eudaimonía no solo implica un estado de ánimo como se tiende a pensar, sino que es un propósito de vida que se logra a partir de nuestras virtudes, como por ejemplo la justicia, la prudencia o la templanza. Estas virtudes se aprenden viviendo en sociedad, por lo que no se puede vivir bien si se vive solo. Entonces, mientras más virtudes desarrolle el hombre, más posibilidades tendrá de tener una vida plena y feliz. El papel de la comunidad es fundamental para alcanzar dicha eudaimonía, ya que la sociedad o las polis, nos permiten desarrollarnos de una mejor manera. Aristóteles define al ser humano como un “Zoon politikón”, que significa que es un animal político, ya que necesita vivir en comunidad para poder alcanzar su propósito. Todo esto, Aristóteles lo relaciona con el sentido de la vida, dándonos a entender que dicho sentido no lo elegimos nosotros mismos, sino que ya está dado por la naturaleza, por lo que es la misma vida con sentido la que desarrolla nuestra capacidad racional ética. Esta visión es objetiva y universal, ya que, al compartir la misma naturaleza humana, todo aquello que le da sentido a tu vida también lo da a la mía. Por tanto, según Aristóteles, nosotros tendemos a buscar un sentido en nuestra vida que se basa en encontrar todo aquello que nos hace feliz, es decir, no se trata de vivir simplemente, sino de vivir desarrollando aquello que somos por naturaleza.
Otra de las figuras que han influido considerablemente en cuanto al sentido de la vida es Friedrich Nietzsche. Para él, el sentido de la vida está en superar nuestras limitaciones y crear nuestros propios valores. Defiende que dicho sentido no se encuentra en escapar de nuestras dificultades o buscar consuelo en una verdad, sino en querer y aceptar la vida en su totalidad. Esto quiere decir que al igual que recibimos y aceptamos todas las cosas buenas que nos ocurren en la vida, también se debe de aceptar el sufrimiento y el dolor. En su obra “Así Habló Zaratustra”, nos dice que el sentido de la vida para los humanos es llegar a ser el “superhombre”, este término no se refiere al hombre en un sentido físico, sino que se refiere a toda persona que ha alcanzado un nivel de madurez espiritual y moral superior a la de una persona común, aceptando su destino y amando su vida tal y como es. Esto quiere decir que el hombre debe de alcanzar la máxima superación hacia sí mismo y a su naturaleza, lo que implica que dicha persona deberá de superar todos sus obstáculos, de modo que los acepte tal y como son. Por tanto, la figura de un superhombre no significa que sea algo inalcanzable ni difícil de cumplir, sino que más bien significa como una guía de cómo se puede vivir una vida tranquila y plena. Por otro lado, Nietzsche propone otro concepto en su obra “La Gaya Ciencia”, al que denomina “amor fati”. Dicho término lo termina desarrollando en su obra “Ecce Homo”, y nos dice lo siguiente:
«Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati: el no-querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo, sino amarlo.» (Ecce Homo – Friedrich Nietzsche, 1888).
Por tanto, Nietzsche nos dice que el amor fati es aceptar las cosas tales y como son, sin hacer cambios ni en el pasado, presente o futuro. Conformarnos y adaptarnos a dichas circunstancias hará que podamos alcanzar la verdadera esencia de la vida. Nietzsche, critica las creencias tradicionales de moralidad, religión y verdades absolutas, ya que dichas creencias han sido impuestas por una sociedad que le impide al hombre tener su propia creatividad e individualidad. El hombre, al convertirse y enfocarse en ser alguien completamente espiritual y moral, podrá llegar a crear sus propios valores, lo que implica que podrá alcanzar su máximo potencial y de ese modo convertirse en quien verdaderamente es. Este proceso de autoafirmación y superación se convierte en una lucha constante, pero es fundamental en el hombre para poder encontrar un sentido propio de vida. Solamente cuando el hombre acepte su destino tal y como es, sin desear que sea diferente, o cambiar cosas en él, podrá vivir una vida en total plenitud. Por ello, para Nietzsche, el sentido de la vida se basa en la creación de uno mismo a través de la superación y la aceptación de nosotros mismos, en lugar de seguir los valores tradicionales o intentar buscarle un propósito a nuestra vida.
Por otra parte, desde un punto de vista psicológico, encontrarle un sentido a la vida nos ayuda a tener una vida más integra, ya que a partir del mismo tenemos más conciencia sobre lo que hacemos y sentimos una sensación de seguridad, de que no solo somos alguien más en el mundo, sino que tenemos una misión o deber que cumplir. El hombre tiende a buscar siempre un propósito a su vida, algo que lo haga seguir y entender el por qué está haciendo lo que hace. Dicho propósito marca una guía hacia nosotros para que podamos construir nuestro propio camino tratando de encontrar plenitud. La mayoría de las personas creen que el sentido de la vida se encuentra en las cosas materiales. Por ejemplo, desde pequeños nos enseñan a estudiar, luego, a medida que nos hacemos mayores, estudiamos con el propósito de poder entrar en la carrera que nos apasione, a partir de allí comenzamos a trabajar y pensamos en cosas materiales como comprar una casa, tener un coche, tener el último modelo de móvil. Todo esto son cosas materiales que nos distraen del verdadero sentido de la vida, cuando en realidad son nuestras experiencias y actos lo que nos llevan a encontrar un sentido a la misma.
Encontrar un sentido de vida es el refugio de muchas personas, lo que hace que dicho sentido esté estrechamente relacionado con la salud, no solo mental, sino también física y espiritual. Este surge con necesidad en aquellas personas que están ante una situación de angustia y no encuentran respuesta a sus preguntas, por lo que apagan esa agonía con un sentido de vida, lo que hace que fortalezca su autoestima y se sientan más seguros.
Después de todo esto surge una pregunta: ¿Se puede vivir sin preguntarse por el sentido de la vida? Considero que individualmente de que una persona sienta un vacío emocional o no el hombre siempre hará preguntas y buscará una respuesta. Como decía Nietzsche, el hombre es un animal enfermo, ya que siempre vivirá en un continuo cuestionamiento a sí mismo y a lo que le rodea. Estas preguntas surgen como algo totalmente natural en el ser humano, por lo que vivimos en una constante lucha con nuestras preguntas, ya que no todas tiene una respuesta, y eso nos frustra.
El sentido de la vida no implica que solo tenga que ser uno en toda nuestra vida, de hecho, pueden cambiar constantemente según nuestras experiencias y perspectivas. Debido a esto, es normal que en algún momento nos sintamos perdidos, y puede ser algo bueno dentro de todo ese proceso, ya que nos ayuda a reflexionar de un mejor modo las cosas. Después de pasar por todo ese sentimiento de duda ante la vida, podemos encontrar un verdadero sentido que de forma a nuestra existencia.
Desde un punto de vista personal, considero que el sentido de la vida es individual para cada persona. Cada experiencia, sentimiento o perspectiva, ayudan a construir nuestro propio sentido de vida. A pesar de que dicho sentido está dado para cada cual, creo que los que buscan una constante respuesta a esa interrogante son aquellas personas que no se encuentran a sí mismas, por lo que tiene un vacío emocional que las lleva a buscar con urgencia, un determinado sentido. Mientras que las personas que se enfocan en construir sus propios valores y su propio camino encuentran la verdadera felicidad, consiguiendo una vida plena sin la necesidad de buscar insaciablemente un sentido a su vida.
Como conclusión, el sentido de la vida no es algo que se encuentra fuera de nosotros ni tampoco constituye una verdad absoluta, sino que este sentido debe de aparecer a partir de nosotros mismos sin necesidad de creencias morales que nos interrumpan nuestra capacidad de encontrar un propósito de forma individual. Mientras que Aristóteles defiende una visión objetiva, que se basa en el uso de la razón y la práctica de las virtudes para alcanzar la felicidad, Nietzsche defiende una visión más subjetiva, donde el propósito de vida se basa en encontrarlo desde la perspectiva de cada cual superando aquellos obstáculos que se nos presenten y aceptando la vida tal y como es. A pesar de que el visón de cada cual es distinta, ambas nos hacen reflexionar sobre cómo podemos tener una vida plena. Desde un enfoque psicológico comprendemos que buscarle un sentido a nuestra existencia más que una respuesta es una necesidad humana que es fundamental para nuestro bienestar. Por lo que, es importante mirar siempre desde nosotros mismos, cuestionándonos y reflexionado por nuestra cuenta, sin la necesidad de seguir un camino marcado por doctrinas de la sociedad. Al final, no se trata de encontrar un sentido a la vida, sino de vivir con sentido nuestra propia vida.