Rubén Darío - Vesperal

Ha pasado la siesta

y la hora del Poniente se avecina,

y hay ya frescor en esta

costa, que el sol del Trópico calcina.

Hay un suave alentar de aura marina,

y el Occidente finge una floresta

que una llama de púrpura ilumina.

Sobre la arena dejan los cangrejos

la ilegible escritura de sus huellas.

Conchas de color de rosa y de reflejos

áureos, caracolillos y fragmentos de estrellas

de mar, forman alfombra

sonante al paso en la armoniosa orilla.

Y cuando Venus brilla,

dulce, imperial amor de la divina tarde,

creo que en la onda suena,

o son de lira, o canto de sirena.

Y en mi alma otro lucero como el de Venus arde.