Rubén Darío - El clavicordio de la abuela

En el castillo, fresca, linda,

la marquesita Rosalinda,

mientras la blanda brisa vuela,

con su pequeña mano blanca

una pavana grave arranca

al clavicordio de la abuela.

¡Notas de Lully y de Rameau!

Versos que a ella recitó

el primo rubio tan galán,

que tiene el aire caprichoso,

y que es gallardo y orgulloso

como un mancebo de Rohán.

Va la manita, en el teclado,

como si fuese un lirio alado

lanzando al aire la canción,

y con sonrisa placentera

sonríe el viejo de gorguera

en los tapices del salón.

En el tapiz está un amor,

y una pastora da una flor

al pastorcito que la anhela.

Es una boca en flor, la boca,

de la que alegre y viva toca

el clavicordio de la abuela.

Es una fresa, es una guinda

los labios son de Rosalinda,

que toca y toca, y toca más.

Tiene en su rostro abril y mayo,

en su mirada brilla un rayo;

con la cabeza hace el compás.

¡Qué linda está la marquesita!

Es una blanca margarita,

es una rosa, es un jazmín.

Su cabellera es un tesoro;

si ríe, brota un canto de oro

en su reír de querubín.

El cielo tiene sobre el traje:

si hay una nube, es un encaje,

espuma, bruma, suave tul;

como ella es blanca y sonrosada,

y de oro puro coronada,

¡qué bien la sienta el traje azul!

Ella hacia un lado inclina suave

la cabecita, como un ave

que casi va, que casi vuela;

y alza su mano el son sutil

de la blancura del marfil

del clavicordio de la abuela.

La niña, dulce cual la miel,

canta a compás rondó y rondel,

canta los versos de Ronsard;

y cuando lanza en su clamor

los tiernos versos del amor,

se pone siempre a suspirar.

Amor sus rosas nuevas brinda

a la marquesa Rosalinda,

que al amor corre sin cautela,

sin escuchar que en el teclado,

canta un amor desengañado

el clavicordio de la abuela.

¡Amar, reír! La vida es corta.

Gozar de abril es lo que importa

en el primer loco delirio;

bello es que el leve colibrí

bata alas de oro y carmesí

sobre la nieve azul del lirio.

Y aunque al terrible viaje largo,

empuja el ronco viento amargo

cuyo siniestro nombre hiela,

bien es, que al pobre viajador

anime el vivo son de amor

del clavicordio de la abuela.