Rubén Darío - Ritmos íntimos
María, en la primavera,
era
como una divina flor.
En la primavera estamos,
amos
de la vida y del amor.
María, sé la gallarda;
arda
tu corazón sin razón,
y ten la dicha que espero,
pero
dentro de tu corazón.
¡Oh, primavera María!
Dios
te diera tantos diamantes
como los
amantes
que te besarán los pies.
Y después,
con muchas cosas supremas,
un palacio de oro y gemas.
Y después…
Un príncipe enamorado
a tu lado,
para besarte los pies.
Estupendos pavos reales
a tus males
llevarán consolación,
y soberanos lebreles
siempre fieles,
soñarán tu corazón.
Estatua viva y gallarda,
por ti arda
una misteriosa flor.
Y vibrante y anhelante
sé la amante
de la vida y del amor.
Deshójate como rosa.
Sé la esposa
de toda ilusión fugaz,
pues el tiempo al amor muerde
y la ilusión que se pierde
ya no nos vuelve jamás.
Y así, María, sé blanca,
sé rosada y sé gentil,
sé melodiosa y sé franca
y de mañana y de Abril.
Sé muy fragante y muy buena,
parecida a la azucena.
Sé apasionada y sé fina,
parecida a la eglantina.
Sé rosada y orgullosa
como si fueras la rosa.
En fin, María, sé bella,
sé parecida a la estrella;
toda luz, toda claror.
¡Vuela del mundo pequeño,
sé parecida al ensueño,
al ensueño y al amor!